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¿Dónde está tu rabia, Raylan Givens?

El carismático marshal interpretado por Timothy Olyphant, ocho años después

Reconozco que esperaba el estreno de Justified. Ciudad salvaje (2023) con una excitación que no sentía desde que se anunció el retorno de Twin Peaks. Pero tal vez tenía unas expectativas muy altas, y de ahí una cierta decepción con esta miniserie que podría haber sido mucho más memorable.

[Este artículo incluye spoilers. Se recomienda leer después de ver la serie.]

Retrocedamos al año 2010: el canal estadounidense FX estrenó Justified (aquí conocida como Justified. La ley de Raylan, emitida ahora por Disney+), una producción desarrollada por Graham Yost, basada en un personaje creado por el célebre escritor (y también guionista) norteamericano Elmore Leonard (1925-2013).

La primera aparición de Raylan Givens aconteció en la novela Pronto (1993), seguida de Riding The Rap (1995), ambas ambientadas en Miami. Aunque, sobre todo, la serie se inspiraba en la historia corta Fire In The Hole (2001), en la que regresaba a su Kentucky natal, en los Apalaches.

A lo largo de seis temporadas y setenta y ocho episodios que culminaron en 2015, Justified se convirtió en un perfecto ejemplo de policial contemporáneo, al fusionar elementos de wéstern –Leonard empezó escribiendo novelas de ese género– y de neo noir, con la ambigüedad moral de los personajes por bandera.

Así, el US marshal Raylan Givens (Timothy Olyphant) muchas veces actuaba de forma expeditiva, casi al margen de la ley, aunque se caracterizaba por unos buenos modales. Como le decía su exmujer Winona (Natalie Zea) al final del piloto, “se te da bien ocultarlo, pero nunca he visto a un hombre con tanta rabia contenida como tú”.

Raylan se presentaba como un cowboy urbano de ética tradicional, que, aunque parecía tener un carácter tranquilo y dialogante, con un sarcástico sentido del humor y una actitud chulesca, también era de gatillo fácil –“si me haces desenfundar, te mataré”–y no evitaba la violencia física.

Su principal antagonista –aunque tenía otros interesantes enemigos a lo largo de la serie– era el redneck Boyd Crowder (Walton Goggins), un amigo de juventud con quien trabajó en la mina de su pueblo de Harlan (Kentucky), convertido después en supremacista aficionado a los explosivos y muchas cosas más.

Entre ambos se establecía una relación de amistad-odio: Raylan era un bueno con matices; Boyd, un malo simpático. El hecho de que se conocieran desde los 19 años denotaba que tenían mucho en común, aunque uno tomara el camino de la ley –a pesar de que su padre era un chorizo– y el otro el de la delincuencia.

La grandeza de estos personajes –y de secundarios como Ava (Joelle Carter) y Winona–, así como unos diálogos afilados como el acero, eran deudores de Leonard, uno de los mejores escritores de novela negra cuyas obras se han llevado al cine varias veces, y que dejó su huella al participar como productor ejecutivo.

Un retorno con orígenes dispersos

¿Perdido en la gran ciudad?

Ocho años después de La ley de Raylan, FX ha estrenado la miniserie Justified. Ciudad salvaje (también en Disney+). Se rumoreó que Quentin Tarantino –gran admirador de Leonard; adaptó Rum Punch (1992), convertida en Jackie Brown (1997)– dirigiría alguno de los ocho episodios. Por desgracia, eso no ha ocurrido.

El primer problema que encontramos en este retorno del carismático Raylan radica en el material de partida. Leonard no había escrito más libros protagonizados por Givens –excepto el último antes de su fallecimiento, Raylan (2012), que también inspiró algunos elementos del argumento de la primera serie–.

Eso sí, uno de sus hijos, el también novelista Peter Leonard –y ahora uno de los productores ejecutivos de Ciudad salvaje–, retomó las aventuras del marshal creado por su padre en Raylan Goes To Detroit (2018), que, pese a su título, no tiene nada que ver con la historia de la nueva producción, excepto en la ubicación.

Tal vez por eso, se insertó a Givens en City Primeval. High Noon In Detroit (1980), una novela de Elmore en la que no aparecía, pero cuya trama –un delincuente mata a un juez e intenta extorsionar a un mafioso albanés– es la base de la serie –aunque el protagonista original, el detective Raymond Cruz, aparece ahora como secundario–.

¿Qué nos encontramos? Con el paso del tiempo y las responsabilidades familiares –Willa (Vivian Olyphant; sí, el apellido lo dice todo), una hija quinceañera–, Givens parece haberse moderado y haber aplacado su carácter impulsivo, que solo despunta –tal como lo recordábamos y celebrábamos– en contadas ocasiones.

¿Será cosa de la madurez? Si atendemos a la edad real del actor –55 años–, tampoco es motivo para ese cambio de actitud. Sigue luciendo un físico envidiable –un “tirillas”, como le describirá su nuevo antagonista– y no ha perdido la puntería ni el ingenio con las frases lapidarias. Pero no es el Raylan que esperábamos.

Tal vez es por el cambio de entorno. Aunque la serie primigenia se iniciaba y terminaba en la soleada Miami, la mayor parte de la acción transcurría en la América white trash, en su Kentucky rural. Ahora se traslada a Detroit, una gran –pero decadente– metrópoli cuya dinámica no acaba de comprender.

Así se hacen las cosas en Detroit

Incluso los métodos empleados por la policía de Motor City son más directos y expeditivos… hasta para alguien al borde de la ley como él. Cuando propone soluciones más pacíficas a los conflictos, en más de una ocasión sus colegas le espetan “así hacemos las cosas en Detroit” para justificar una violencia desmedida.

Tal vez es por la insulsa subtrama de la hija adolescente. Soy de los que opinan que cualquier héroe o heroína, cuando tiene una carga familiar o sentimental, se debilita. De acuerdo, en este caso, el hecho de que ella esté en peligro actúa como el detonante para que el Raylan que todos conocemos estalle.

Desde el punto de vista de la continuidad de la historia, es lógica la presencia de Willa, porque ya aparecía en la primera serie, que acababa con el regreso del protagonista a Miami para compartir su crianza con su exmujer. Pero verlo ahora contemplar las fotos de la teenager en el móvil da algo de grima.

Tal vez es por su poco creíble affaire con la abogada defensora Carolyn Wilder, la misma que lo humilla en el juzgado en el episodio 1 y lo hace quedar como un agente racista que se apoya en su rango para detener de forma irregular a un afroamericano –una situación en la que sí vemos al marshal expeditivo de siempre–.

Y aquí entramos en arenas movedizas. Aunjanue Ellis, la actriz que encarna a la letrada –afroamericana, madura y con cierto sobrepeso, despeinada y sin maquillar en varias ocasiones– está a años luz de sus partenaires femeninas en la serie precedente. No sé si es un error de casting o es intencionado. ¿Más realista? Puede.

¿Y del antagonista, qué podemos decir? A diferencia del gran Boyd Crowder, Clement Mansell (Boyd Holbrook) no es un antihéroe que te caiga especialmente bien. Es un ladrón sociópata –conocido como The Oklahoma Wildman–, un asesino implacable de los que mata sin premeditación si te interpones en sus planes.

Por ejemplo, si se carga al juez Alvin Guy (Keith David) no es porque sepa que tiene una libreta con nombres de personas ilustres –pero corruptas– de Detroit a las que puede chantajear, sino porque se cruza accidentalmente en su camino con el coche durante uno de sus trapicheos para estafar a un mafioso albanés.

Y, por si fuera poco, tenemos su costumbre de pasarse gran parte de la serie ataviado únicamente con un kimono y gayumbos blancos, mientras declama frases delirantes frente a un ventanal con el skyline de la ciudad como “el hombre que casi pudo reinar” o cuenta cómo a su madre se la llevó un tornado en Oklahoma.

Héroe y villano parecen haberse polarizado en exceso: Clement es muy malo, y Raylan parece haberse ablandado, excepto dos o tres arranques de violencia. El incidente en la carretera en el primer episodio nos hace pensar que esto promete… Pero su rabia no vuelve a aparecer hasta que el asesino se mete con su hija.

Y llega el enfrentamiento final entre ambos. Una vez ha comprobado que la corrupción de jueces y policías impide su detención, cuando ya está justificado, el marshal decide impartir justicia a su manera. El tiroteo evoca la escena inicial de Justified, aunque aquí Clement no va a coger una pistola… sino una cinta de casete.

Por mucho que los guionistas lo intenten, el personaje interpretado por Holbrook no provoca empatía, y la comparación con Crowder es inevitable. En el episodio final, Mansell le dice a Givens que, en otras circunstancias, “podrían haber sido amigos”, a lo que este, socarrón, le responde: “Y si tu madre tuviera ruedas sería un tranvía”.

¿Es Justified. Ciudad salvaje una mala serie? No, pero no es lo que yo esperaba. Raylan parece haber perdido el interés por su trabajo –renuncia a su placa en un reencuentro con su viejo jefe de Miami, pese a un posible ascenso– y no contesta al móvil porque elige su vida familiar y prefiere pasar tiempo con su hija pescando.

Esa sensación de darse por vencido, te jode… y mucho. Entonces recordamos lo que le dijo Clement: “Solo hay dos clases de tíos que persiguen a los forajidos a tu edad: los que no valían para nada más y a los que les gustan tanto las calles que les acaban sacando a rastras. La pregunta es: ¿siguen respirando cuando eso sucede?”.

Aunque tenemos un problema… En el desenlace reaparecen varios fantasmas pretéritos: su exmujer, espléndida aun tras el paso de los años, y, sobre todo, Boyd, que protagoniza una fuga –sin víctimas, detalle importante– durante su traslado de la cárcel donde cumple condena a un hospital por motivos de salud.

Su huida en descapotable con su cómplice –previo intercambio sexual: “Límpiate, tienes algo en el labio”, le dice a ella con una mirada pícara–, en la tradición de Amor a quemarropa, promete nuevas andanzas del personaje. Por eso, ese final exige una continuación. El problema es que Raylan no parece estar por la labor.

Del country y el blues al soul y el funk

La banda sonora de la serie original de Justified dejó el listón muy alto. Aparte del score instrumental de Steve Porcaro, estaba el magnífico tema principal, Long Hard Times To Come, una fusión de hip hop con bluegrass a cargo de Gangstagrass, que repetían con Gunslinging Rambler, con yodel y rap entre instrumentos acústicos.

Las canciones que ilustraban las imágenes no tenían desperdicio: desde el blues de Harlan County Line y Beautiful City ‘Cross The River de Dave Alvin –que incluso tenía un cameo– y Hobo Man (The Homemade Jamz Blues Band) hasta el country de We Lost It (Jesse Dayton & Brennen Leigh) y Jack And Coke (Lynda Kay).

También destacaban el bluegrass de Justified (Cumberland River Band), las grandes baladas canónicas Dream My Darling (de nuevo con Lynda Kay) y Stand By Your Man (Beverley Staunton), el country-blues Southfield Blues (Robert J Walsh) y el wéstern crepuscular In Trouble (Ryan Kickland).

El score instrumental de la nueva serie

¿Está la música al mismo nivel en Ciudad salvaje? De entrada, no hay un main theme tan adictivo como el de Gangstagrass, pero sí un score del prestigioso compositor y trompetista Mark Isham, a veces más roots, con protagonismo de banjo (A Banjo In Detroit), y otras más jazz y noir (Poolside Problems) e incluso funk (A Sweety Joint).

Y luego hay un montón de canciones, muchas de artistas asociados a Detroit: algunos famosos como The White Stripes (cómo no), Protomartyr y Funkadelic (en esa ciudad acuñaron ese nombre); otros menos conocidos, joyas ocultas como el soulman Lee Rogers y las bandas de funk The Black Nasty y ADC Band.

Precisamente, la selección de black music está muy cuidada, centrada en las décadas de los sesenta y los setenta, con abundante soul y rhythm’n’blues (Chuck Womack And The Sweet Souls, Lon Rogers & The Soul Blenders, Jimmy Lewis, The Chambers Brothers) y funk (The Triplett Twins, Black Haze Express).

También puede escucharse hard rock (Screaming Eagles, Five Horse Johnson, Rival Sons), reggae (John Holt) y country (Dwight Yoakam, al final del último episodio), y a nuevos valores del indie folk (Aaron Lee Tasjan), el soul psicodélico (Neal Francis), la americana (The War And Treaty) y el country (Wild Earp).

Sweetie (Vondie Curtis-Hall), el bajista que casi tocó con George Clinton

Además de escuchar música, en Ciudad salvaje también se habla mucho de ella. Clement es una mina: por ejemplo, reflexiona sobre la mansión de Barbara Mandrell y sus cuartos de baño. Y no olvidemos sus deseos de ser cantante… aunque solo ha grabado una cinta con un cover regulero de Seven Nation Army.

Otra de las grandes frases de Mansell: “¿Sabes de qué más nunca he sido fan? Del reggae. Todo me suena igual. Te contaré un dato curioso. ¿Sabías que si tocas reggae demasiado rápido se convierte en una polka?”. Y, por si fuera poco, solo roba coches clásicos que tengan un reproductor de casetes.

Otro personaje vinculado con la música es Sweetie (Vondie Curtis-Hall), dueño de un bar donde suenan oldies de rhythm’n’blues, funk y soul en un jukebox. Fue un bajista que estuvo a punto de tocar con George Clinton en el célebre Atomic Dog y que participó en una jam con Miles Davis (algo que cuenta con pelos y señales).

Y en el episodio final, Raylan luce una camiseta de Jason Isbell. Además, el gift kit que FX envió a unos cuantos privilegiados (por desgracia no estaba entre ellos) incluía un tocadiscos portátil y vinilos de Etta James (At Last!, 1960), Miles Davis (Kind Of Blue, 1959) y Stan Getz & João Gilberto (Getz/Gilberto, 1963). Curiosa promoción.

La importancia de un sombrero icónico

Fragmento del teaser con el célebre sombrero

Sin duda, el elemento más distintivo de Raylan Givens –además de su anillo con forma de herradura– es su sombrero, que acentúa su condición de moderno cowboy. Y prueba de ello es que Elmore Leonard estaba muy interesado en que los productores de la serie acertaran con ese complemento tan característico.

La web oficial del autor mostró inquietud sobre la representación del sombrero en Justified, tras el desastre del telefilme de 1997 que adaptaba Pronto, con la primera encarnación en pantalla de Givens, interpretado por el actor James Le Gros, con “un sombrero de George Strait que parecía estar listo para despegar”.

Para el escritor, debería ser lo que él llamaba “The Dallas Businessman’s Special”: el mítico modelo Open Road de Stetson, un sombrero de vaquero urbano de fieltro. En las novelas, se describe con un ala plana, similar al que usan los oficiales en la famosa fotografía de Robert H. Jackson del asesinato de Lee Harvey Oswald.

Esta preocupación de Leonard demuestra la importancia de ese complemento en la caracterización de Raylan. De hecho, aunque en la serie no luce un Open Road clásico sino una especie de Stetson modificado, el autor consideró que la plasmación en imágenes reales de su personaje era perfecta.

James Le Gros, un Raylan Givens con el sombrero equivocado

Como es de esperar, el sombrero da mucho juego y es el protagonista involuntario de varios diálogos en Ciudad salvaje. Cuando Clement ve a Raylan, le pregunta con mala leche: “¿Quién te crees que eres con ese sombrero? ¿Travis Tritt?”. En cambio, un sicario albanés lo alaba: “Me gusta mucho. Es un Stetson 10x ¿no?”.

FX, consciente de que el sombrero del marshal se ha convertido en icónico –yo diría que incluso más que el de Indiana Jones–, puso en marcha un concurso a través de Instagram cuyo premio era uno parecido, pero personalizado por un artesano sombrerero que le otorgaba un toque algo distinto.

En el teaser también se le daba protagonismo, cuando volaba y caía ante un bus en una calle concurrida, hasta que Raylan lo recogía del suelo y se lo ponía. Y en unos vídeos donde los actores se hacían preguntas en la sala de interrogatorios, Holbrook le inquiría a Olyphant si alguna vez había tenido la tentación de quedárselo.

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