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Los Tigres del Norte, jefes de jefes

De Sinaloa al infinito

Con más de cincuenta años de carrera, el grupo mexicano se ha convertido en una leyenda. El próximo mes de abril actuarán en diversas ciudades españolas, por lo que es una buena ocasión para comentar uno de sus discos y analizar el fenómeno del narcocorrido.

Los Tigres del Norte son toda una institución en México. Su gran hallazgo ha sido modernizar la fórmula del corrido, y sustituir las historias de héroes de la revolución por crónicas de contrabandistas, traficantes, mujeres peligrosas, espaldas mojadas y federales.

Su historia empezó en 1968 en Rosa Morada, en el estado de Sinaloa, cuando Jorge Hernández (acordeón y vocalista) convenció a sus hermanos menores –Hernán (bajo eléctrico y voz) y Raúl (bajo sexto y voz)– y a su primo Óscar Lara (batería) para formar una agrupación de música norteña. 

Su debut fue Juana La Tracionera / Por amor a mis hijos (1968). Tras varios cambios de componentes y la marcha de Raúl, se incorporaron dos hermanos Hernández más: Eduardo (segundo acordeón, saxo, bajo sexto y voz) y Luis (bajo sexto y voz).

Desde entonces, las cifras cantan: más de cinco décadas de carrera, más de cincuenta álbumes, más de setecientas canciones, más de treinta millones de copias vendidas, innumerables discos de platino y de oro e incluso uno de diamante.

Un trabajo imprescindible para comprender la grandeza de Los Tigres del Norte

En 20 corridos inolvidables (2003) recuperaban algunos de sus mejores temas, como Morir matando, Jefe de jefes y También las mujeres pueden. Desde un punto de vista musical, sonaban bastante tradicionales, con el acordeón como protagonista, y solo añadían sonidos de disparos o de persecuciones automovilísticas.

En cambio, eran revolucionarios en las letras –entre la violencia y el humor, con personajes con nombres y apellidos–, tan narrativas que Robert Rodríguez podría hacer una película de cada una. Por algo son considerados uno de los máximos representantes del narcocorrido. 

El álbum se completaba con un DVD donde, además de letras de canciones, fotos, biografía y discografía, se incluían siete videoclips impagables, de los cuales solo uno (Jefe de jefes) correspondía a uno de los temas del disco. Mención especial para La reina del sur, rodado en Pamplona. Un trabajo necesario para comprender la grandeza de Los Tigres del Norte.

Entre sus hitos posteriores, destaca la banda sonora del documental de Netflix At Folsom Prison (2019) –rodado en la cárcel donde Johnny Cash grabó cincuenta años atrás su mítico álbum en directo–, en el que incluso se atreven con una versión en castellano del Folsom Prison Blues.

El merecido tributo

Sus álbumes más recientes son Y su palabra es la ley. Homenaje a Vicente Fernández (2020), donde interpretan canciones del popular intérprete, y La reunión deluxe (2022). En 2023 lanzaron un nuevo videoclip, el bailable She Is Wow, donde demostraban estar al día al contar la historia de una influencer.

Naturalmente, sería un error limitar la obra de Los Tigres del Norte al género del narcocorrido. A lo largo de su longeva carrera también han grabado numerosos temas románticos, y también algunos políticos o de protesta –como La granja y El circo, censurados en México–.

Su enorme legado se demostró con el álbum El más grande homenaje a Los Tigres del Norte (2001), en el que artistas mexicanos contemporáneos de todos los estilos –Maldita Vecindad, El Gran Silencio, Café Tacvba, Titan, Molotov, Julieta Venegas…– e incluso del otro lado de la frontera –Los Lobos– recreaban sus éxitos.

Los Tigres del Norte actuarán el próximo mes de abril en varias ciudades españolas: el día 4 en Madrid (WiZink Center), el 5 en A Coruña (Coliseum da Coruña), el 7 en Barcelona (Auditori del Fòrum), el 12 en Bilbao (Bilbao Arena Miribilla) y el 13 en Pamplona (Navarra Arena).

Las raíces del narcocorrido

Los orígenes de un género

“A mí me gustan los corridos porque son los hechos reales de nuestro pueblo”: así se abre Jefe de jefes, una de las grandes canciones de Los Tigres del Norte. Gracias a ese grupo y a La reina del sur (2002), la novela de Arturo Pérez-Reverte, el narcocorrido ha conocido un éxito imparable. 

Pero quienes creen que es un invento reciente, se equivocan: la prueba es The Roots Of The Narcocorrido (2004), un ilustrativo recopilatorio de veintiséis canciones sobre los orígenes de este género editado por el sello Arhoolie, especializado en grabaciones históricas de música tradicional y de raíces.

Desde sus inicios, el corrido ha sido, parafraseando a Chuck D, la CNN del pueblo mexicano, el diario de todo tipo de historias, desde amorosas hasta revolucionarias. Y en esos relatos también se incluyen, cómo no, las gestas de contrabandistas y traficantes de alcohol y drogas.

The Roots Of The Narcocorrido se concentra en canciones escritas entre 1880 y 1960, los antecedentes del narcocorrido como tal surgido a partir de los setenta. Las grabaciones oscilan entre 1927 (el magnífico cuplé La cocaína, de Pilar Arcos) y 2000 (Corrido de Juan García, de Los Pingüinos del Norte).

Los Pingüinos del Norte. Foto: Chris Strachwitz (Arhoolie Foundation)

En ese recorrido por las raíces, se distinguen dos clases: los cantos heroicos sobre un contrabandista o traficante, que suelen acabar con la muerte o la detención del protagonista a manos de los rangers de Texas; y los lamentos de prisionero, del criminal que cumple condena y rememora con orgullo sus hazañas. 

También dentro de los delincuentes se establecen diferencias entre los llamados bandidos sociales, modernos Robin Hood que se enfrentan al poder establecido, y los simples contrabandistas, aunque tanto unos como otros son exaltados y tratados como héroes populares.

La mayoría de estos corridos están basados en hechos reales, y cuentan con pelos y señales las andanzas de personajes con nombres y apellidos, fechas y lugares. Por eso, resultan muy útiles los excelentes textos que acompañan a cada canción con las letras y el contexto histórico.

The Roots Of The Narcocorrido es un disco imprescindible para entender por qué una cultura puede idolatrar a sus delincuentes en lugar de condenarlos, al tiempo que demuestra que el folk se nutre de la realidad y no queda estancado en rancias tradiciones.

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