Los taxistas han inspirado todo tipo de material artístico: novelas, películas, cómics y canciones. El escritor barcelonés, autor de varios ensayos musicales, se basa en su propia experiencia y le da una nueva vuelta de tuerca al tema en Una noche a muerte (2023), la primera de una serie de historias protagonizadas por el conductor 227.
José Luis Martín (Barcelona, 1963) es conocido por su trabajo relacionado con la música, ya sea como crítico en varias revistas, presentador de programas de radio –Bad Music, ahora en ScannerFM– y televisión, realizador de documentales –entre ellos, Barna Blues (2012)– y programador de conciertos.
Además, es autor de los libros Queen & Freddie Mercury. Vida, canciones, conciertos clave y discografía (2017), Deep Purple. Historia de la saga (2018), Elton John. La historia de uno de los grandes mitos del pop (2019), Leyendas urbanas del rock (2019), El lado oscuro del rock (2020) y Más leyendas urbanas del rock (2020).
Con Una noche a muerte (autoeditado, 2023), la primera novela de una serie protagonizada por un taxista, Martín se pasa a la ficción. Durante la Barcelona preolímpica, el conductor 227 se verá metido en una trepidante, peligrosa y divertida aventura nocturna en la que se mezcla la violencia y el sexo.
Los taxistas han inspirado películas –Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), Noche en la Tierra (Jim Jarmusch, 1991), Taxi (Carlos Saura, 1996), Chicago Cab (Mary Cybulski & John Tintori, 1997), la saga francesa Taxi (creada por Luc Besson en 1998)–, novelas –Taxi (Khaled Al Khamissi, 2006), Taxi (Carlos Zanón, 2017)–, cómics –Taxista (Martí, 1984-1991)–, series de televisión –Taxi (1978-1983)– y canciones. ¿Por qué crees que atrae a tantas obras de ficción? Nunca me lo había planteado. Lo primero que tiene la figura del taxista es la soledad, la libertad. Y el misterio, porque cuando entras en un taxi no sabes con quién te vas a encontrar, es un completo desconocido para ti. Aunque, al mismo tiempo, es un conocedor amplio de la sociedad de ese momento. No sé muy bien qué puede tener de interés para el que escribe, hace películas o cómics, pero creo que es como una especie de recipiente en el que puedes volcar lo que tú creas conveniente. Un taxista puede ser un asesino en serie, y nadie va a sospechar. También son ermitaños, repudiados por todos, pese a que a la mínima se desviven por ayudar, como lo demostraron durante los atentados de la Rambla: fueron los primeros que auxiliaron y llevaron heridos a los hospitales. No se me ocurre un oficio al que se le puedan atribuir tantas cosas… una prostituta, quizá. Un cura es un cura, aunque puede salir torcido. Un policía, también, tiene un rol muy marcado. El taxista no tiene rol: lleva gente de un lado para otro, aprende de unos y de otros. Se tiene que convertir en un sinvergüenza y en un personaje amable. Tiene que saber de fútbol, de literatura y de música. Puede ser blanco o negro, de cualquier tipo de religión. Ofensivo, respetuoso… Creo que tiene eso, que le puedes dar el matiz que tú quieras. Scorsese lo hizo de forma magistral, porque en la misma película le puso dos o tres caracteres diferentes.

¿Hasta qué punto has tenido en cuenta esos precedentes? Es decir, ¿te han influido a la hora de pensar “no voy a caer en esos tópicos”? En ningún momento, porque “Taxi Driver” no lo podía coger como ejemplo: es muy extremo, se desarrolla en otra ciudad; aquí sería irreal. Es una de mis películas favoritas, pero no me sirve. Y no me he contaminado de ninguno de los otros aspectos porque no he visto nada. De hecho, anoche comencé la novela “Taxi”, ya que me la habían recomendado y he leído mucho de Carlos (Zanón), aunque esa no. Empecé dos o tres capítulos y es completamente diferente a la mía. Creo que no me he dejado marcar por ningún personaje, sino por mi experiencia de ocho años como taxista: la mía, y la que arrastro de amigos que llevan cerca de cuarenta años con el taxi. Y viendo cómo se ha transformado el sector, porque no tiene nada que ver cuando yo lo hacía con lo que hay ahora, ni la problemática ni la forma de trabajo.
Mucha gente me dice que el 227 soy yo, pero no, no lo soy
Considerando esa experiencia personal, ¿qué porcentaje hay de real en lo que narras? Hay mucha realidad. Lo que pasa es que está ficcionada. Mucha gente me dice que el 227 soy yo, pero no, no lo soy. Y para demostrarlo, en la tercera novela el 227 se pelea conmigo. El viaje que se cuenta en la primera lo hice, pero no tuvo ese desenlace, y algunos detalles se han ficcionado. Siempre coloco hechos reales. Hay una situación erótico-cómica en “Una noche a muerte” que no me ocurrió a mí, aunque sí a un compañero, que desgraciadamente no terminó como en el libro porque él acabó paralítico. Le pedí permiso para incluirlo y se rio; creo que se lo tomó muy bien, porque es una persona feliz. Lo más real es que yo no me llevo bien con los psicólogos, pero durante toda mi vida, desde pequeño, me han recomendado ir a su consulta. Lo he intentado varias veces, y nunca he pasado de la primera sesión. Aquí vuelco todas mis mierdas internas, y son reales. Son cosas que quizá en la primera aparecen poco, y que a partir de la segunda saldrán mucho más.
Volviendo a la figura del taxista, ¿por qué crees que encaja en el género de la novela negra? Sobre todo, porque es un taxista nocturno. Ahora no sé cómo es la Barcelona de noche, pero la que a mí me tocó vivir era ya una novela negra: la Sexta Flota, la cantidad de puticlubs, los sitios donde se hacían partidas ilegales de póquer… A dos porterías de la comisaría de la calle Conde del Asalto, ahora Nou de la Rambla, había un local de peleas de gallos y de perros. Barcelona de por sí ya era una novela negra, y el misterio que aporta el taxista te da esa facilidad para moverlo entre el lumpen. De hecho, hay taxistas que en aquella época pertenecían al lumpen, lo mismo que había otros que eran de la policía secreta. Y también hay muchos que son descendientes del fascismo y que hoy en día, en 2023, son una parte importante de la cabeza visible de ese movimiento en Barcelona. Incluso ha habido taxistas en la ciudad que han sido asesinos en serie: hubo uno en 1993 que mató a siete mujeres. No las violó, pero obtenía placer sexual al estrangularlas.
La Barcelona que me tocó vivir era ya una novela negra
El hecho de que la novela esté ambientada en la época preolímpica, ¿es una reivindicación de unos tiempos que muchos añoramos, los de una Barcelona antes del boom turístico? Creo que sí. Primero, porque a mí me tocó esa época, y no podía contar algo que no conociera. Pero después, porque echo en falta aquella Barcelona, con todos sus problemas, porque los tenía. Y no solo en Barcelona, también en el Baix Llobregat: Hospitalet estaba llena de bandas. Ahora ves en la tele que las de latinos se pegan, que en Collblanc no puedes andar por la noche porque están contra los paquis a hacha limpia… Pero eso yo lo he vivido en los bloques de Onésimo Redondo en La Florida: salir por la noche y encontrarme bandas de gitanos, los Pequeños Saltamontes contra los Mano Negra. A mí me gustaba aquella Barcelona, tenía sus cosas negativas, no éramos modernos. ¿Era peligrosa? Sí. Pero tenía un punto canalla y underground que hemos perdido totalmente. Y, si me pongo a compararlo, entonces era una ciudad viva y con personalidad y ahora es un escaparate para turistas y no tenemos ningún tipo de personalidad. Yo era ciudadano de Barcelona, aunque vivía en Hospitalet, y me gustaba, la amaba.
¿Viviste alguna situación de peligro cuando ejercías como taxista? Una vez me dijeron: “No te vamos a atracar porque nos gusta tu música y nos has dejado fumar porros en el coche, pero no te vamos a pagar la carrera”… Aunque su intención era robarme… Hoy en día, si te cruzas en la calle con una pareja y, en lugar de mirar la farola, miras a la chica, ya te han pegado dos puñaladas y te dejan ahí tirado y nadie se preocupa. Sí, reivindico aquella Barcelona. Me encontré con algo que me parecía muy chocante: a mis dos hijas, una de 27 y la otra de 17, les explicaba cosas y era como si les estuviera hablando de extraterrestres, no se llegaban a creer que eso existiera. Entonces sentí la necesidad de contarlo. Por ejemplo, la última novela de Alberto Valle, “Todos habían dejado de bailar” (2022), va sobre el crimen de los existencialistas de 1962, algo de lo que yo había leído un montón. Lo que me parece una maravilla es cómo ha reflejado la Barcelona de aquella época, de los inicios del Jamboree, de la Plaza Real. Lo ha hecho de una forma que no conocía y que me ha dado un valor añadido. Sin pretender ser Alberto Valle, evidentemente, que además es uno de mis referentes, quería también hacer lo mismo.
Alberto Valle es uno de mis referentes
Integras muy bien tu pasión por la música: el 227 rompe con el tópico de que los taxistas solo escuchan la COPE, y además lee revistas como el Ruta 66… Sí, son detalles míos, pero no solo míos. Tiendes a juntarte con los de tu clase, y el grupito de taxistas que nos reuníamos en el bar Matías, que existe, pero se llama de otra manera, compartíamos más o menos las mismas ideas, y no escuchábamos la COPE. Yo no fui quien descubrió Radio 3 en su día, sino que fue un compañero el que me dijo que oyera el programa “Caravana de hormigas”. Cuando yo trabajaba en el taxi existían dos bandos, muy evidentes: el diurno, en el que casi todos eran casposos y, más que la COPE, escuchaban a Justo Molinero, y el nocturno, que éramos de otra manera.
Prueba de esta fusión entre literatura y música es que la novela se presentó con un concierto en el Centre Cívic Collblanc-La Torrassa el pasado 5 de mayo con La Banda del 227 y Lust N’ Found, recreando las canciones que citas en el texto… A mí me gusta mucho relacionar los libros con conciertos, y ya lo hice con los anteriores ensayos que he escrito. Pero esta serie tiene un montón de música: en esta primera novela no se nota mucho, aunque la banda sonora duraría casi dos horas, con canciones de todo tipo, desde Manolo Escobar hasta Lynyrd Skynyrd. Una de las motivaciones del 227 es que las depresiones se las quita con música, y luego está su obsesión por Pink Floyd, que es algo heredado del autor, evidentemente.
El 227 se quita las depresiones con música
¿Cómo fue el concierto? Creo que se montó una banda especial… Tenía claro que quería cubrir una parte de blues, pero yo en aquella época en la que se inicia el libro tampoco lo controlaba mucho, y no quería que el protagonista tuviera unos conocimientos que no eran reales. Pensé automáticamente en Lust N’ Found. Pero, cuando leyeron la novela, pensaron que les gustaría adaptar otros temas a su estilo. Y lo compré inmediatamente. Y, para la otra parte que yo pensaba que no podrían hacer Lust N’ Found, le propuse montar La Banda del 227 a un amigo batería, Enrique, del grupo de thrash metal Estertor. Lo montó, y parece que van a hacer algunos bolos fuera de las presentaciones: en las fiestas de Sants les ha salido uno. No es una banda de tributo, sino de versiones, como las que había antaño. Son gente procedente del heavy, de otras formaciones; les ha parecido chula la idea y hacen canciones hasta 1987. Y está claro que en la presentación de la siguiente novela volverán a ser los dos mismos grupos.






Hablando de música, tus precedentes como escritor son ensayos sobre artistas o géneros. ¿Por qué decidiste pasarte ahora a la ficción? Primero, porque entré en ese mundo por casualidad. A Manolo (López Poy) le propusieron hacer una biografía de Queen y, aparte de Pink Floyd, creo que es el grupo que más odia. Le dijo al editor que él no iba a escribirla, pero que conocía a una persona que, por motivos sentimentales, posiblemente quisiera hacerlo. Y me presentó. A mí Queen no me gustan especialmente, pero mi hija mayor, que nació tras la muerte de Freddie Mercury, lo tiene más o menos como si fuera un dios. Hice el libro para ella, para que conociera a Queen. Al editor le gustó, y me dejó escribir uno sobre Deep Purple que le propuse. A partir de ahí, saqué otro sobre Elton John, que no me gusta absolutamente nada, y me costó horrores… Me abrió el camino para escribir los dos volúmenes de “Leyendas urbanas del rock”, y el libro del que más orgulloso estoy, “El lado oscuro del rock”. En esos pude jugar con la realidad y con la ficción, sobre todo porque las leyendas son eso, ficción. Allí ya pude mentir, que es lo que a mí me gusta. Y le empecé a pillar el truco. Y Manolo me lo dijo: “No tienen nada que ver los de las biografías con los de las leyendas. Tendrías que dedicarte a escribir ficción”.
Y de ahí a la novela negra… Manolo sabía que no soy un erudito como él, pero que me gusta la novela negra… Y habíamos hablado muchas veces del taxista, porque tenemos un amigo en común, Eric, que pensaba en escribir un libro de anécdotas de taxistas, y yo había mantenido con él varias conversaciones. Y a raíz de aquellas conversaciones, Manolo me decía: “Le has contado cosas a Eric que podrías pasar tranquilamente a papel”. Martin J. Merino –cantante y guitarrista argentino de blues establecido en Barcelona– también ha sido taxista en Buenos Aires, y explica algunas historias que son para poner los pelos de punta. De hecho, tengo que quedar con él para que me cuente historias que a lo mejor aparecen algún día en una de las novelas, traspasadas a Barcelona. Y fue así, sin venir a cuento. Luego vino la cuarentena. Me quedé solo en casa con mi hija y su novio, y pensé: “Algo hay que hacer para no volverse loco”. La primera novela está escrita durante los noventa y ocho días de cuarentena.
No soy un erudito, pero me gusta la novela negra
La portada, con una ilustración de Marién Amat y el diseño gráfico de Santiago Aguinaga, me recuerda a la de las novelas de Pascual Ulpiano de la colección Aoxomoxoa de la editorial 66 rpm. Supongo que todo es intencionado… Bueno, no es similar a esa, es que esa es similar a otras (risas). Sí, es una copia. Ellos copian la estética de las novelas de Palop de la Editorial Base, a su vez copiadas de los pulp norteamericanos; hay diferencias muy pequeñas. Está hecho adrede. Incluso el aviso de “Solo para adultos”. Es un homenaje a las novelas pulp y también a Marcial Lafuente Estefanía.
¿Por qué optaste por la opción del crowdfunding para publicarla? No quise entrar con ninguna editorial, porque desde un principio pensé: “Lo voy a hacer yo todo”. Si el mundo de los músicos está mal, y se quejan de que los engañan los sellos y que al final ellos pagan el disco y después no ven nada, el de la literatura no te lo puedes ni imaginar. Me han llegado a ofrecer cosas tan vergonzosas como decirme que me tenía que pagar la edición y que me daban dos euros por cada libro vendido. Desde un principio tenía claro que lo quería hacer yo, sí o sí. O si no, no lo hacía o lo colgaba en internet gratis.
Cuando aparece algún monstruo del pasado te hace cambiar
El desenlace de Una noche a muerte, la primera de la serie, hace pensar que la historia solo puede seguir de dos maneras: con un viaje o con una traición, un elemento característico del género negro. Sin hacer spoilers, ¿cómo continúa? Ni lo uno ni lo otro. No hay viaje, pero tampoco hay traición. Lo que sí empieza es una historia en la que, a medida que la voy escribiendo, los personajes dejan de ser míos y comienzan a cambiar y a mutar. No vas desencaminado con la segunda opción, pero tarda en pasar, y se hace por un motivo, no por capricho o por la típica traición de la novela negra. La trama se complica, hay personajes nuevos que entran que tienen un pasado… Para mí son muy importantes los pasados, porque hacen que seas como en realidad eres en el presente, y cuando aparece algún monstruo del pasado te hace cambiar.
¿Es cierto que la serie terminará con el inicio de los Juegos Olímpicos del 92? La idea era que comenzaba el día que concedían a Barcelona las Olimpiadas, y terminaba el día que se inauguraban. Y, además, mi intención era que ese mismo día moría el 227. Y te cuento cómo era su muerte, porque ya no va a producirse: la flecha no alcanzó el pebetero, lo encendieron con un mechero, y pasó de largo. El 227 estaba esperando a un capitoste fumándose un cigarro en la puerta del coche y la flecha se le clavaba y allí se acababa. Tengo a un grupo de amigos que leen cada capítulo, me dan consejos, me ayudan, y más de tres me dijeron: “Si te cargas al 227 te dejo de hablar”. Y entonces decidí que no me lo cargaba.
En una de las novelas hay un cameo de Big Mama Montse
¿Cuántas entregas prevés? Ahora tengo seis novelas escritas y estoy en el año 1989. Me faltan tres. A partir de la segunda, se abren diferentes tramas: unas que terminan en cada novela, y otras que continúan. La tercera, la cuarta y la quinta forman una trilogía, y la sexta va a ir muy clavada con la séptima. De hecho, a primeros de septiembre tengo una entrevista con un médico forense de una prisión, porque tengo que informarme. Me he documentado mucho para el tema de las heridas, por ejemplo, y he consultado con gente que controlaba esas cosas. Me quedan un par de entrevistas antes de empezar a escribir la séptima. Te hago un spoiler: en una de las novelas hay un cameo de Big Mama Montse, con su permiso, porque además se produjo de verdad. Somos muy amigos y es una de las personas que más me ha animado a seguir.
¿Cuándo está previsto que aparezca la segunda novela? Quiero que esté para el próximo 23 de abril, para Sant Jordi, y también coincidiendo con el festival Primavera In Black de L’Hospitalet.
Y ya que hay tantas canciones dedicadas a los taxis e incluso músicos que han sido taxistas –como Mem Shannon–, ¿no has pensado en escribir un libro sobre eso, como una especie de puente con las novelas? Tengo una lista en Spotify de esas canciones. Bueno, se podría hacer, porque hay mucho material. Desde John Lee Hooker hasta Martin J. Merino… Y piensa que cuando los ingleses descubrieron a, como dicen ellos, “los negritos haciendo blues”, o estaban currando en talleres, o en pizzerías o de taxistas. La mayoría hacía trabajos que nadie quería. Sí, se podría hacer, estaría bien, sería ligar las dos cosas. Pero la ficción tiene un punto, Miquel… Para una persona tímida como yo, el poderte desnudar es un puntazo. A veces mi hija pequeña me dice: “Aquí te has pasado”. Y a mi ex le tuve que especificar que lo que ocurrió en la calle Balmes no era mío: en esa época estaba casado y he sido siempre una persona muy fiel.
Pongámonos a soñar. Imagina que viene Netflix, Amazon o cualquier otra plataforma de streaming y te dice que quiere hacer una serie basada en las andanzas del 227. ¿Qué actor español te gustaría que lo interpretara? No podría ser. Primero, porque ni me lo he planteado. Pero cuando escribo las novelas pienso en la cara de José Sacristán en “La cripta” (Cayetano del Real, 1981) –basada en El misterio de la cripta embrujada (1978) de Eduardo Mendoza–. Y me imagino su rostro de idiota, de “tonto pa’ siempre”, como lo llaman. Por otra parte, no controlo a los actores españoles, y me da mucha rabia el cine de aquí porque no me entero de lo que dicen. Otro personaje se parece a Pablo Carbonell en “Lo mejor que le puede pasar a un cruasán” (Paco Mir, 2003). Y otros tienen caras de amigos.
Para un tímido como yo, el poderte desnudar es un puntazo
Cuando la leía, no sé por qué, imaginaba al 227 con tu rostro… Le pasa a mucha gente. Voy a decir una cosa a favor mío y otra en contra: primero, yo no soy tan tonto, y segundo, tampoco soy tan valiente, soy mucho más cobarde que él. ¿Que a lo mejor me hubiera gustado pasar esas aventuras? Tal vez sí. ¿Y que la parte oscura del 227 es mía? Sí. En la primera novela eso se deja ver, que no tiene familia, que hay algo oscuro detrás… Pero, a partir de la segunda, es cuando empieza a explotar. Y eso es mío. Es una manera de soltar toda la mierda, y me está yendo de puta madre. Hasta el punto de que estaba en tratamiento por taquicardia y me he curado. Si, además, le gusta a la gente, pues mejor. Y tengo otra terapia: al no poder sentarme delante de alguien que no conozco para contarle mi vida, y por mi negativa a tomar antidepresivos, me inventé una historia que se llama “Song for Today”, que consiste en colgar cada día una canción que tiene que ver con algo que me ha pasado o me va a pasar. Ahora está llegando a un punto de ser más lúdico que otra cosa, pero al principio era muy profundo. Y con mi médico de familia lo hablamos y eso me ayudó.














