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la electrónica erótica de Jansky

Laia MaLo y Jaume Reus, aka Jansky

Jansky, un dúo que mezcla la electrónica con la poesía y el spoken word, presenta mañana 1 de mayo en la sala Heliogàbal de Barcelona su segundo álbum, «ÉÈ» (Primeros Pasitos, 2015). Por ese motivo, recordamos la crítica de su anterior disco, «Un big bang a la gibrella».

¿Quién dijo que entrelazar poesía con música es algo nuevo? Qué va, ni siquiera en este país, ni siquiera en catalán: ahí están las colaboraciones de Enric Casasses con Pascal Comelade o el binomio Eduard Escoffet-Bradien. Pero Jansky -toman su nombre de la unidad que mide el brillo aparente de una estrella, término acuñado por su descubridor, Karl Jansky- es otra cosa: a pesar de que no son los primeros en usar la electrónica y sus afluentes –léase drum’n’bass, electro o incluso acid jazz- como base (los citados Bradien), su intención es más rítmica y, por eso, han acuñado el concepto “electroversia” para definir su sonido.

El proyecto, integrado por la poetisa catalana Laia MaLo (Laia Martínez) y el compositor mallorquín Jaume Reus, surgió después de que ella ganara en 2010 el premio Art Jove Balears de poesía y decidiera presentar su obra con una performance musical. El éxito de la propuesta les animó a grabar un par de maquetas en 2011, “Parasònic” y “Parasònic 2 [al quadrat]”.

«Un big bang a la gibrella» (Primeros Pasitos, 2013), su debut en el sello balear, es en realidad un miniLP de siete canciones, cuatro de las cuales ya aparecían en sus maquetas previas. Pero aunque sea poco, es suficiente para valorar el atractivo de la voz sugerente de Laia, recitando envuelta en un colchón de instrumentos electrónicos y analógicos (bajo, piano, percusión y, sobre todo, esa flauta travesera omnipresente), con momentos antológicos como la surrealista “La masovera se’n va a l’espai”, la ochentera “Es jai” (con ese bajo arrastrado) o las sexuales “Punxa més” (donde la flauta llega a evocar el funk blaxploitation) y “Wakin’ Lie” (“al terrat, / un deu guaitant Ciutat, / et corres blanc com ella”).

Y es que, aunque citen como influencias a David Bowie, Comelade, Cut Chemist, DJ Shadow, Gorillaz, Massive Attack y Miss Kittin, su referente parece estar en el álbum que grabó William S. Burroughs con The Disposable Heroes Of Hiphoprisy, “Spare Ass Annie And Other Tales” (1993) y, sobre todo, en otras poetisas con la vista puesta en la pista de baile como Vanessa Daou (“Zipless”, 1994, con versos de Erica Jong) o la apadrinada de Prince Ingrid Chavez  (“May 19, 1992”,1991). O dicho de otro modo: una aproximación sensual y bailable a la poesía. Ahora solo falta que Roser Amills pille la idea, la produzca Guillamino, y ya la tendremos liada.

Aquí tenéis un vídeo de su nuevo disco, «ÉÈ», perteneciente al tema «Apocalipsi»:

https://player.vimeo.com/video/114788045?portrait=0

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Lionel Ferbos, el jazzman centenario

Dos días después de cumplir 103 años, el trompetista y cantante Lionel Ferbos ha fallecido hoy. Considerado el músico de jazz más longevo en activo de Nueva Orleans, hasta hace poco estuvo sobre el escenario: su última actuación en público fue el pasado 30 de marzo.

Reconocido como un icono del jazz tradicional, Ferbos tocó en todos los locales de Nueva Orleans y sus alrededores durante décadas. Su habilidad para leer partituras lo convirtió en un músico muy solicitado para bolos en parques, escuelas, iglesias, salas de baile e incluso cárceles. Hasta el año pasado actuó en todas las ediciones del New Orleans Jazz And Heritage Festival.

Nacido en el distrito séptimo de Nueva Orleans en 1911, empezó a actuar cuando era un adolescente durante la Gran Depresión. Como sufría asma desde niño, sus padres no le dejaban tocar un instrumento de viento. Pero a los 15 años, tras ver a una orquesta femenina, se dijo que él era capaz de hacer lo mismo que una chica; se compró una vieja corneta en una tienda de empeños y empezó a tomar lecciones.

Lionel Ferbos, a los 85 años, junto a Lars Edregan.

Sus primeros trabajos profesionales fueron para bandas de jazz en locales como el Pythian Roof Garden, San Jacinto Hall y The Pelican Club. En 1932, se unió a los Captain John Handy’s Louisiana Shakers; más tarde acompañó a la cantante de blues Mamie Smith mientras tocaba con la Fats Pichon Band.

Desde 1967 formó parte de la New Orleans Ragtime Orchestra, de la que fue miembro fundador, y que grabó la banda sonora de la película «La pequeña» (1978) de Louis Malle. Además, todas las semanas actuaba en el Palm Court de Decatur Street, donde lideró la Palm Court Jazz Band durante más de dos décadas. Apegado a su familia y a su ciudad, Ferbos forjó la mayor parte de su carrera en Nueva Orleans. Aun así, hizo ocho giras por Europa con la New Orleans Ragtime Orchestra.

A pesar de su larga carrera, publicó pocos discos. Entre ellos, varios con la New Orleans Ragtime Orchestra, además de «At the Jazz Band Ball» (1987), al frente de The Creole Swingers; «5 Minutes More» (1996), con la Lars Edegran’s New Orleans Band; y «Place Of My Dreams» (2002), con Dennis Browne.

Ferbos, en una escena de la serie «Treme» junto al personaje de Antoine Batiste.

Ferbos inspiró a varios de los jóvenes intérpretes con quienes colaboró en los últimos años, como los trompetistas Irvin Mayfield y Troy Andrews, más conocido como Trombone Shorty. Recientemente se dijo que participaría en el concierto de Dr. John con el espectáculo «Homenaje a Louis Armstrong» del 17 de julio en el Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz, pero finalmente la organización del certamen lo desestimó dada la avanzada edad del trompetista. Hace un par de años también hizo un cameo en un episodio de la serie «Treme», en el que el personaje de Antoine Batiste llevaba a uno de sus jóvenes estudiantes a conocerlo por su carácter de leyenda viva.

Lionel Ferbos tuvo problemas de salud durante toda su vida. A los 50 años, su médico le dijo que no viviría mucho más… evidentemente, se equivocó.

Como despedida, una actuación de 2009 (cuando tenía 98 años) en Nueva Orleans, interpretando «When You’re Smiling»:

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el tecnopop chanante de Ojete Calor

Todos aquellos sin sentido del humor pueden ahorrarse leer esta crítica: Ojete Calor no es su grupo; el resto, puede seguir. Allá vamos: formado hace siete años por el actor y dibujante Carlos Areces (letras) y el actor y músico Aníbal Gómez (letras y música, mitad de Rusty Warriors), este dúo se curtió en las fiestas chanantes que montaban sus colegas Joaquín Reyes y compañía. Entre el divertimento y la performance, Ojete Calor es un paso más en la invasión audiovisual de esa mafia albaceteña que tantas alegrías nos ha proporcionado.

Ellos mismos dicen que lo suyo es el “subnopop”, y ese reconocimiento y franqueza les honra: otros, con muchas más pretensiones, se escudan tras el “soy-indie-y-todo-vale-aunque-sea-una-puta-mierda”. Más allá de la anécdota, “Delayed!” (Ojete Calor-Universal, 2013) acumula en su sonido (y en su estética) influencias que incluyen a Fangoria, Nancys Rubias, Almodóvar & McNamara, Sigue Sigue Sputnik, Manos de Topo (cuando se pone más anormal, Areces suena como su cantante), Chimo Bayo, Pet Shop Boys, Prince, Rammstein, Kraftwerk, Parade (la afición por la ciencia ficción), Chico y Chica, Los Ganglios e Hidrogenesse.

Si a ello le sumamos sus referentes a la cultura pop entendida en el sentido más amplio (cine, televisión y cómic, pero también prensa del corazón), sus letras absurdas y sus juegos de palabras (“11-S y 11 aquel” o “Y ahora, un Han Solo de piano”), tenemos un producto muy digno, con hits irresistibles de la categoría de “Ojete Calor” (una declaración de intenciones de lo que les gusta), «0’60» (un repaso a las frases tópicas, del tipo “el rey es campechano” o “la dieta mediterránea es la más sana”), “Cuidado con el cyborg (Corre, Sarah Connor)” (basado en la saga “Terminator”) o “Política” (con un sample de José Luis Rodríguez Zapatero, usando de forma creativa las palabras “largo” y “duro”).

De la base musical se encargan dos miembros del grupo Chucho, Javier Fernández (también en Putilatex) y Miguel Ángel Gascón, elaborando un tecnopop bailable que a veces se arrima al rap (“Me queda bien lo que me pongo”, escrita “en solidaridad con Ana Torroja, cansada de hacer de hombre en tantas canciones”), al electro (“Fin de curso”, un tema de Insulina y las Ponny Girls, otro proyecto anterior de Aníbal), al reggaetón (“Musicote including Paraíso”), al house (“Viva el progreso”), al funk (“Tradiciones americanas”) y al pop de la movida (“Ultrapreñada”, también de Insulina), para culminar con la versión de “Rigodón” (sintonía de la serie de dibujos “La vuelta al mundo de Willy Fog”). Demostrado empíricamente: “Delayed!” es la banda sonora ideal para un viaje en coche a Beniyork… perdón, Benidorm.

Para comprobarlo, aquí está uno de sus grandes éxitos, «0’60»:

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lo que más me gustó de 2013

Como dije en 2012: que quede claro: no me gusta hacer listas de lo mejor o lo peor. Considero que es algo altamente subjetivo. Por eso, esto no es una lista de lo mejor de 2013, sino una lista de lo que a mí me ha gustado más durante este año. Y por eso, también, no hay una numeración, porque me resulta imposible valorar qué disco o qué canción es mejor que otra. Así que os lo dejo en vuestras manos.

ÁLBUMES INTERNACIONALES

Cristian Kjellvander – The Pitcher

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CANCIONES INTERNACIONALES

ÁLBUMES NACIONALES
Juan Perro & La Zarabanda – Juan Perro & La Zarabanda
Wau y Los Arrrghs!!! – Todo roto

 

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CANCIONES NACIONALES

CONCIERTOS
Lucinda Williams & Doug Pettibone
Pony Bravo
Dexys
Neko Case
El Último Vecino
PELÍCULAS
Django desencadenado (Quentin Tarantino)
Las brujas de Zugarramurdi (Álex de la Iglesia)
Don Jon (Joseph Gordon-Levitt)
VIDEOCLIP
LIBRO
CÓMIC
Los capullos no regalan flores de Moderna de Pueblo
PROGRAMA DE TELEVISIÓN
SERIE
PERSONAJE DEL 2013
Mario Vaquerizo y Alberto Chicote
LO MEJOR DE LO MEJOR
Los días en BeniYork a tutiplén (bebiendo mojitos y margaritas poco después de desayunar), mi inmersión en los usos y costumbres del Poble, mi creciente círculo de amigos gracias a ti, mi nuevo tatuaje y, last but not least, .

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Loquillo, el otro hombre de negro

La reciente reedición 30 aniversario de «El ritmo del garage» de Loquillo y Los Trogloditas es la excusa perfecta para recordar la excelente caja “Rock & Roll Star. 30 años / 1980-2010” (Warner, 2009), una antología para conocer a fondo a la única estrella que ha dado el rock en el estado español a través de su evolución y de sus múltiples personalidades artísticas.

“Soy un chico de la calle que vive su canción”, entonaba Loquillo en la premonitoria “Rock And Roll Star”, una frase que describía su condición de personaje más allá de la persona. Dicen que Johnny Cash, a pesar de no haber estado nunca en la trena –como mucho, pasó alguna noche en el calabozo- interpretaba sus murder songs con una credibilidad tal que emocionaba a los convictos. Algo parecido le ocurre al Loco: sus canciones no solo parecen haber sido escritas para él, erigidas en férreas declaraciones de principios y verdades como puños, sino que es capaz de apropiarse de himnos como “La mala reputación” de George Brassens o “El hombre de negro” de Cash y hacernos creer que son sus propias confesiones. Para llegar a este nivel de vampirización se requiere un proceso, una evolución, y esto es lo que documenta la monumental caja “Rock & Roll Star. 30 años / 1980-2010”.

Primero, las cifras: cinco CDs con un centenar de canciones, tres DVDs y un libreto de casi doscientas páginas, que se abre con una frase muy significativa de “Retorno a Brideshead” (Evelyn Waugh): “No poseemos nada con certeza, excepto nuestro pasado”. Aquí encontramos la primera de las claves para entender a nuestro protagonista: mientras muchos artistas reniegan de sus primeros escarceos, al chico del Clot no le preocupa retroceder a esos inicios, cuando su voz aún tenía mucho que aprender. De forma parecida (aunque sin la trascendencia) con la que su admirado Johnny Cash elaboró la caja “Love God Murder” (2000), Loquillo ha resumido su carrera en cinco discos “temáticos”.

Los dos primeros recogen sus “Éxitos” desde “Los tiempos están cambiando” (1981) hasta “Balmoral” (2008), desde su alianza con Los Intocables en “Rock And Roll Star” en 1981 hasta su reciente nueva versión de “El hombre de negro” junto a sus Highwaymen particulares (Jaime Urrutia, Andrés Calamaro y Enrique Bunbury). Un largo camino que va del hedonismo y las letras divertidas a los himnos autobiográficos (“Feo, fuerte y formal”) y la épica nostálgica (“John Milner”). Asistimos así a los cambios de piel del personaje: el cantante de rockabilly bisoño que sueña con chicas que comen cadáveres (“Carne para Linda”); el crooner elegante y bon vivant, más Dean Martin que Frank Sinatra (“Calidad de vida”); el cantautor concienciado con preocupaciones políticas (“El año que mataron a Salvador”).

Este recorrido nos demuestra también que el Loco posee una vasta cultura musical: del guiño a los Beach Boys en “Esto no es Hawai” y “Vaqueros del espacio” al tributo al subgénero del rig rock en “Quiero un camión”; de la rumba-rock en la polémica “La mataré” al Brassens de “La mala reputación”; de su confesa “Simpatía por los Stones” a su reivindicación de Burning (“Qué hace una chica como tú en un sitio como este”). Y también podríamos citar a Mink DeVille, el John Barry de “James Bond”, Bob Dylan, Bruce Springsteen, Jacques Brel, los Sírex y muchos más.

Johnny Hallyday, el hombre de negro francés

Unas influencias que quedan aún más claras en los siguientes CDs. En “Duetos” se recogen sus aportaciones a trabajos de amigos -las más destacadas, la de Johnny Hallyday en “Cerbatana”, la de Aurora Beltrán en el “Candy Baby” de Iggy Pop, la de Burning en “Jim Dinamita” y la de Babylon Chat en el “Viciosa” de Lou Reed-, junto a sus colaboraciones en sus propios discos: el “Ya no hay héroes” de Stranglers con Hugh Cornwell, el “Luché contra la ley” (versión The Clash) con Fito Cabrales, “La mala reputación” con Paco Ibáñez, el “Quin fred al cor, camarada!” con Maria del Mar Bonet y, sobre todo, el “Me And Bobby McGee” de Kris Kristofferson con Gabriel Sopeña.

“Poetas” se centra en sus insólitas recreaciones de poemas de Bernardo Atxaga, Octavio Paz, Jaime Gil de Biedma, José Luís Borges y otros, con un apabullante abanico estilístico que incluye apuntes latinos (“Central Park”), folk (“No volveré a ser joven”), aires celtas (“Cantores”), swing (“Pregunta más allá”), fado (“Lisboa”), country-blues (“Inútil escrutar tan alto cielo”) y milonga (“Milonga de dos hermanos”).

El último CD, “Rarezas e inéditos” se consagra a eso, e incluye sorpresas como el “Que tinguem sort” de Lluis Llach, la rumba bilingüe “Charnego” con referencias a Candel y Gato Pérez, el “Chicas” de Elvis Presley, el “Cocaína” de Jackson Browne, el “Piel de manzana” de Serrat y la versión en directo de “Cadillac solitario”.

Por si todo esto no fuera poco, el box –dedicado a Willy DeVille y Antonio Rabinad- se completa con tres DVDs: “Videoclips”, con cuarenta y dos títulos, desde la sencillez de “Barcelona ciudad” a la “superproducción” de “El hombre de negro”; “Archivo TVE”, con actuaciones en programas míticos como ‘Musical Express’, ‘Caja de ritmos’, ‘La bola de cristal’ y ‘La edad de oro’; y “Loquillo, leyenda urbana redux”, una versión ampliada del documental hagiográfico de Carles Prats. Y ya por último, un libreto con una detallada biografía, fotografías, letras y diversos artículos (algunos de ellos con espíritu crítico hacia el personaje) de colegas como Sabino Méndez, Gay Mercader, Andrés Calamaro, Jordi Bianciotto, Gabriel Sopeña, Eduardo Guillot y el exjugador de básquet Epi, entre muchos otros.

Con o sin Sabino Méndez, con o sin Gabriel Sopeña, con o sin Los Trogloditas, Loquillo es uno de los artistas de la escena estatal que mejor ha sabido reinventarse, aun a costa de saltar al vacío sin red en más de una ocasión. Y siempre ha salido indemne y triunfante, ganando adeptos en cada nueva vuelta de tuerca. Sí señor, José María Sanz, el chico del Clot, lo ha conseguido: es una estrella del rock’n’roll y esta caja es su legado para la posteridad.

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lo que más me gustó de 2012 (y 7)

La nueva mutación de Howe Gelb, acontecimiento del año (Fotos: Davinia López)
CONCIERTO 
Giant Giant Sand – Lido, Berlín, 22 de agosto
¿Poner como mi concierto favorito del año el de un grupo que ni siquiera ha pasado por escenarios españoles (y que difícilmente lo hará, por lo que supone contratar a una banda tan numerosa y que, ay, además no es lo suficientemente cool)? Bueno, es una osadía, pero es mi decisión.

Se llaman Giant Giant Sand, pero sería más apropiado denominarlos como Howe Gelb’s Big Band o The Howe Gelb Orchestra, porque con esta formación el de Arizona consigue su aspiración de jazzman al erigirse como director musical de una big band (en todos los sentidos, numérico y artístico) como las de Duke Ellington o Count Basie.

Y lo tiene fácil: un grupo de excelentes solistas de estilos diferentes que se van turnando –del pop perfecto de Brian Lopez a la peligrosa candidez de Lonna Kelley (impecable su versión del “The End Of The World” de Skeeter Davis), del sabor fronterizo de Jon Villa (aplausos para su adaptación al hardcore tex-mex del “Porque te vas” de Jeanette) al mestizaje bien entendido de Gabriel Sullivan– para crear esa ópera country-rock que es “Tucson”, uno de los mejores álbumes del año, por cierto.

Todo y todos sirven para enriquecer el complejo discurso sonoro de Gelb, siempre sorprendente, entre la torch song a piano, contrabajo y trompeta y el desenfreno fuzz más ruidoso exprimiendo todas las posibilidades de una pedalera, un micro trucado y un órgano apabullante.

Un día se le hará justicia y será reconocido como uno de los más grandes, por su capacidad de mutación, su inquietud sin límites y su resistencia a ser encasillado. Y por esa actitud de niño juguetón en el escenario que lo hace imprevisible, lejos de las poses pretenciosas y profundas, de los que pretenden cambiar el mundo o hacer reflexionar, de los artistas amargados con afán de malditismo.

Aquí se trata de pasarlo bien, ni más ni menos.