cine y TV

XF 99-0003: I Fall To Pieces

Mulder y Scully investigan un caso en la industria musical de Nashville

El regreso de Expediente X (The X-Files) ha sido uno de los hitos más esperados de la historia de la televisión. Esta semana se han estrenado los nuevos episodios de la mítica serie, y por eso ofrecemos un relato inédito ambientado en la escena musical de Nashville. Mulder y Scully descubren la verdad tras la extraña muerte de la legendaria cantante de country Patsy Cline y llevan su relación hasta límites insospechados.

1. HONKY TONK

5 de marzo de 1963
Aeródromo de Dyersburg, Tennessee
18:00 PM
La tormenta se acercaba y el viento era cada vez más fuerte, pero eso no suponía ningún obstáculo para Randy Hughes. Así que se limitó a llenar el depósito de su avioneta Piper Comanche, e hizo caso omiso de los prudentes consejos del responsable del aeródromo.

-¿Por qué no se quedan aquí esta noche? Es muy peligroso volar con este tiempo.

-Ya hemos llegado muy lejos. Estaremos en Nashville antes de que se dé cuenta, créame. Pero le agradecería que me diera un termo con café. Allí arriba hará frío.

Hughes entró en la avioneta y cerró la puerta.

-Os he traído algo caliente.

-¿Qué te estaba contando ese tipo?-preguntó una voz femenina.

-Nada, cariño.

Diez minutos después, la Piper Comanche se elevaba para perderse en la tarde tormentosa.

5 de marzo de 1963
Torre de control del aeropuerto de Nashville
18:50 PM
Nunca había visto un cielo como el de esa tarde. Había contemplado centenares de tormentas, pero ese cielo tenía algo especial, algo sobrenatural. Jimmy sintió escalofríos, pero pensó que pronto finalizaría su turno, así que no le prestó más importancia. Echó una mirada al radar, y comprobó que todo estaba en orden: nada en la pantalla. Todos los aviones habían sido desviados a causa del mal tiempo. Al menos, ese era el plan previsto. Pero Jimmy no contaba con la imprudencia de Randy Hughes, y de pronto un punto rojo intermitente apareció en la pantalla del radar. «Maldita sea – pensó-. ¿Qué hace ese avión ahí? Se supone que todos debían permanecer en tierra o tomar una ruta alternativa». No le quedó más remedio que comunicarse por radio con la nave.

-Aquí torre de control de Nashville, ¿me recibe?

-Nashville, aquí Piper Comanche. ¿Cómo está el tiempo por ahí? -preguntó Hughes.

-¿Qué diablos hacen volando con esta tormenta?

-Volvemos a casa desde Kansas. ¿Cómo está el tráfico aéreo?

-Ya se lo he dicho, son los únicos imprudentes que vuelan con estas condiciones atmosféricas.

Jimmy lamentaría haber pronunciado estas palabras. De pronto, otro punto rojo intermitente apareció en la pantalla del radar.

-Atención, Piper Comanche, tiene otro avión pegado a su cola. Cambie de rumbo o no podrá evitar la colisión.

-Nashville, tenemos problemas con el motor. Se ha parado y no…

La radio enmudeció. En la pantalla del radar, los dos puntos rojos habían desaparecido.

5 de marzo de 1963
Candem, Tennessee
Granja de Vince Albright
19:30 PM
Vince Albright había acabado su dura jornada laboral. Así que sólo le quedaba relajarse con la música. Encendió su viejo aparato de radio y movió el dial en busca de su cantante preferida, Patsy Cline. No le costó nada encontrar una emisora con una de sus canciones, Walking After Midnight.

En plena interpretación de Patsy, la radio empezó a renquear y a producir extraños sonidos. Albright lo achacó a la decrepitud del aparato, y le dio unos golpes para que el sonido mejorara. Pero cuando las luces de su granja parpadearon hasta apagarse, se dio cuenta de que algo iba mal.

En el exterior, una gran luz iluminó el cielo, y su reflejo cegador se coló por las ventanas de la casa. A continuación, un gran estruendo, un sonido metálico como el producido por dos locomotoras al chocar. Eso fue lo último que Albright recordó antes de perder el conocimiento.

Portada del 'Nashville Banner' relatando el accidente áereo en el que murió Patsy Cline

6 de marzo de 1963
Candem, Tennessee
Granja de Vince Albright
01:30 AM
Ignoraba cuánto tiempo llevaba en el suelo. Albright se levantó aturdido. ¿Qué había pasado? Las interferencias, las luces, y ese gran estruendo. En ese momento, la radio emitía un comunicado urgente, y Vince subió el volumen del aparato. El locutor iba a leer un boletín de la agencia Asociated Press:

«Una avioneta, supuestamente pilotada por Randy Hughes, el mánager de una estrella del Grand Ole Opry, desapareció anoche durante su vuelo entre Kansas City y Nashville. El avión repostó en Dyersburg, al oeste de Tennessee. El responsable del aeropuerto, Bill Braese, identificó al piloto durante su aterrizaje para cargar combustible como Randy Hughes, un ejecutivo de Nashville, mánager personal de la estrella del Opry Patsy Cline. Se ha iniciado la búsqueda del aparato. Tres hombres y una mujer iban a bordo de la avioneta, supuestamente propiedad de Hughes. Un portavoz del Opry en Nashville ha confirmado que Hughes voló con algunas estrellas del Opry a Kansas City para participar en un concierto de homenaje el domingo. Algunos de los artistas se trasladaron en coche y otros en avión. Se cree que entre los que volaron se encontraban miss Cline, Hawkshaw Hawkins, Cowboy Copas y Billy Walker. La búsqueda terrestre se inició poco antes de medianoche, después de perderse todo contacto con el avión. La policía local y estatal y la patrulla civil del aire han sido alertadas…».

Albright apagó la radio bruscamente y tomó conciencia de la situación. Patsy Cline, desaparecida. Su avión tal vez se había estrellado. Un sudor frío recorrió su cuerpo: ¿y si ese ruido y esas luces fueron causadas por el accidente de la avioneta de Patsy? Se armó de valor, cogió una linterna y salió de la granja: a unos cien metros de la casa, en los bosques pantanosos, observó una espesa columna de humo.

Cuando se acercó a la zona, el espectáculo que contempló era dantesco.

El agente Fox Mulder en su despacho

15 de agosto de 1999
Washington DC. Oficina Central del FBI
Despacho de Fox Mulder
13:00 PM
¿Quién dijo que la terapia no funcionaba? Mulder recordaba el escepticismo de su padre cuando hablaba de los psiquiatras: «Dadme un buen fajo de billetes y veréis como acaba mi depresión», solía decir. Pero los problemas no siempre se reducían a lo económico: esos eran los más fáciles de resolver; los más complejos, los que se convertían en verdaderos retos para los discípulos de Freud o Jung, tenían relación con sentimientos más profundos, con experiencias traumáticas que dejaban una huella imborrable en la psique del individuo.

Después de haber sido raptado y vejado por una organización femenina milenaria llamada La Hermandad Jurídica, dedicada a observar los grandes acontecimientos de la civilización, el agente del FBI quedó convertido, literalmente, en un guiñapo. En su personalidad había desaparecido todo signo de autoestima, y su desconfianza hacia los demás, especialmente si se trataba de mujeres, había ido en aumento: en resumen, su grado de paranoia se había multiplicado por diez. Afortunadamente, un tratamiento de choque y una terapia de más de un año consiguieron devolverle a un estado lo más parecido a la normalidad, su «normalidad», aquella que le había granjeado el sobrenombre de «spooky» (siniestro).

Sólo hacía quince días desde que recibió el alta y volvió a la oficina. Skinner estaba convencido de su recuperación, pero le preocupaba cómo reaccionaría al volver a ver a Scully, sobre todo después de haber vivido aquella terrible experiencia con La Hermandad Jurídica, en un caso que implicó demasiado íntimamente a ambos agentes. La pregunta que inquietaba al director adjunto del FBI era ¿podría Mulder volver a confiar en su compañera o, por el contrario, y como consecuencia de su trauma, la vería como un posible enemigo, lo que haría peligrar el cumplimiento de sus misiones? Skinner decidió que tal vez había llegado el momento de responder a esa incógnita.

Mulder estaba quitando el polvo al poster de «I want to believe», cuando sonó el teléfono. Era su jefe.

-¿Fox? Venga inmediatamente, por favor.

Despacho del director adjunto Skinner
13:10 PM
Mulder entró en el despacho de Skinner y vio a Scully sentada. En seguida dedujo que habría llegado un rato antes que él, y que el jefe le habría dado alguna instrucción: «Trátelo con pies de plomo. No esté a la defensiva como siempre. Recuerde que ha sobrevivido a una experiencia muy dura, pero es uno de nuestros mejores agentes y le necesitamos». Pero sus elucubraciones quedaron interrumpidas por la dulce voz de Scully.

-Fox, ¿cómo estás? – le preguntó con la más encantadora de sus sonrisas.

-Bien, Scully, gracias.

Sin saber cómo, Mulder se quedó atontado mirando las piernas de su compañera. Siempre la recordaba con su traje chaqueta, pero nunca la había visto así, tan… seductora. No esperaba un cruce de piernas como el de Sharon Stone, pero se sentía extraño. Sobre todo, después de su última metedura de pata. Hacía apenas quince días, el 1 de agosto, cuando se había reincorporado, recordó que era el cumpleaños de Scully. Como prueba de su aprecio por ella, le dejó una rosa en la mesa de su despacho. Las consecuencias de un acto tan inocente fueron imprevistas: su compañera, temerosa de los comentarios maliciosos de sus colegas, montó en cólera, le retiró la palabra y no le dio ninguna oportunidad de explicarse. Así que ese día era la primera vez que volvía a ver a Scully. La llamada del director adjunto le hacía suponer que les ofrecería un caso y que volverían a trabajar juntos. Tendría que dejar a un lado sus sentimientos y centrarse en la investigación.

-Agentes, tengo un asunto para ustedes. No se trata de ningún expediente X, es algo más simple, pero teniendo en cuenta la situación, es mejor empezar con cosas así.

-¿Lo dice por mí? Sabe que estoy totalmente recuperado…

-Tranquilo, Mulder. Lo sé, pero lleva un año apartado del servicio y no me gustaría que le metieran un balazo en su primer caso.

Mulder sabía que no tenía alternativa.

-¿Les gusta la música country?

-¿Se refiere a esas canciones de talante machista, ideales para rudos camioneros que se pasan el día bebiendo cervezas en los bares?-inquirió Scully.

-Bueno, no era necesario un análisis tan preciso. En Nashville, un productor llamado Vince Albright está a punto de lanzar a su nuevo descubrimiento, una jovencita conocida como MaryJane Matthews.

-¿Desde cuándo el FBI se encarga de seguir la carrera de una cantante? -preguntó Mulder con tono escéptico.

El director adjunto Walter Skinner

-Desde que tenemos sospechas más que fundadas de un posible plagio. Un contacto nos ha hecho llegar la maqueta del primer álbum de MaryJane, y todas las canciones son «sospechosamente» parecidas al repertorio de Patsy Cline. Nuestros técnicos incluso aseguran que se ha utilizado la voz de la Cline, se ha manipulado y se ha insertado en las grabaciones.

-¿Bromea? ¿Patsy Cline?

-Vaya, Mulder, sorpréndame y dígame que sabe quién era Patsy Cline.

-Bueno, fue la cantante de country más grande de la historia. Desde su muerte en un accidente de avión, la industria ha intentado buscarle una substituta sin conseguirlo.

-Sí, y parece que por fin la ha encontrado, aunque de una forma más bien fraudulenta. Por eso deben irse a Nashville y descubrir el montaje. Por cierto, Mulder, desconocía su afición a la música country.

El agente sonrió y guardó silencio. Lo cierto era que antes de su encuentro con La Hermandad Jurídica, nunca le había prestado interés a la música… hasta que descubrió el country. Esas canciones de perdedores, de amores no correspondidos, de lágrimas derramadas en las copas, esa mitología de los honky tonks -lo que él llamaba «la filosofía de las cervezas frías y las mujeres calientes»-, habían cobrado de repente sentido para él, le habían ayudado a salir del abismo y, sin comerlo ni beberlo, se había convertido en todo un experto. Y Patsy Cline era una de sus preferidas. Por eso el caso que les ofrecía Skinner, a pesar de no tener nada que ver con los expedientes X, le ilusionaba de una manera muy especial.

Cuando salieron del despacho de su jefe, Scully observó a su compañero, en un intento de buscar una mueca de insatisfacción.

-¿De verdad no te molesta investigar un caso de plagio?

-No… Por  cierto, ¿tienes preparadas tus botas vaqueras y tu Stetson?

Apartamento de Scully
18:00 PM
Dana estaba indignada. La sola idea de tener que ir a Nashville, a uno de los reductos del racismo y del machismo típicamente americanos, le ponía enferma. Y encima, estaba el asunto de su compañero: su relación después del caso de la Hermandad había entrado en un punto muerto, y el incidente de la rosa había acabado por estropearlo. Pero no le había pasado desapercibida la mirada que Mulder le echó a sus piernas. ¿Por fin, después de tantos años, se había dado cuenta de su presencia?

Apartamento de Mulder
19:00 PM
Lo primero que hizo Fox al llegar a su casa fue poner un CD de Patsy Cline. Necesitaba desesperadamente volver a oír su voz, esa voz que le susurraba canciones como Crazy o I Fall To Pieces, como si las interpretara sólo para él. Y pensar en intervenir en un caso que tenía relación con Patsy le llenaba de orgullo. No había oído hablar de esa tal MaryJane Matthews, ni siquiera había leído nada en la biblia del country moderno, el ‘New Country Magazine’, pero se encargaría de ella si estaba metida en algo fraudulento.

16 de agosto de 1999
Aeropuerto de Nashville
12:05 PM
El coche alquilado les estaba esperando. Mulder y Scully abandonaron el aparcamiento del aeropuerto.

-Supongo que tenemos habitación reservada, ¿no?

-Sí, en un motel, el Days Inn Vanderbilt.

-¿Un motel? Vaya, como siempre el FBI no repara en gastos. Al menos tendremos habitaciones separadas. ¿O tal vez el presupuesto no da para tanto?

-Scully, no estamos casados, así que no podemos dormir en la misma habitación. ¿Lo habías olvidado?

Por un momento, Scully se sintió aliviada al comprobar que su compañero había recuperado su sentido del humor socarrón y cínico.

-¿Sabes una cosa, Scully? ¿Adivinas cuál es la principal fuente de riqueza de Nashville?

-El negocio musical, supongo.

-Te equivocas. La religión: Nashville es la ciudad norteamericana que tiene más iglesias, y la industria relacionada con los distintos cultos -biblias, velas, etc. – constituye una de sus mayores fuentes de ingresos.

-Vaya, una sociedad conservadora.

Motel Days Inn Vanderbilt
1800 West End Avenue
12:20 PM
El motel estaba situado en una de las avenidas principales de Nashville, cerca de la zona conocida como Music Row.

-Bueno, ya hemos llegado. Voy a buscar las llaves.

Scully se quedó en el coche y suspiró. En pleno mes de agosto, el calor era inaguantable, y la perspectiva de recorrer bares country en busca de alguna pista no le hacía precisamente feliz.

-Ya está. Toma tu llave. Tu habitación es la 211, y la mía, la 212.

Los peores temores de Scully se habían confirmado: las habitaciones del motel en cuestión eran como escaparates que daban a la calle, y unas escasas cortinas eran toda la barrera que separaba su intimidad de la curiosidad de los transeúntes. «Voy a sentirme como una prostituta de Ámsterdam», pensó.

Media hora después, Mulder llamó a su puerta. En la mano llevaba varios folletos turísticos.

-¿Qué llevas ahí, Mulder?

-¿Qué prefieres, el «Johnny Cash/Twitty City Tour», visitando las casas de Johnny Cash, Conway Twitty, Roy Orbison y Hank Snow, además del complejo Opryland, o tal vez el «Country Music Express Tour», con las mansiones de Dolly Parton, Tammy Wynette y Hank Williams, además del Ryman Auditorium y el Parthenon?

-No me digas que quieres ir a ver todas esas horteradas. Mulder, creo que no te conozco. Estoy descubriendo facetas de tu personalidad que no sé si me gustan o no.

-Tenemos que aprovechar esta oportunidad. Estamos en la capital del country, en Music City.

-Si, pero te recuerdo que no hemos venido a hacer turismo.

-Bueno, estamos cerca de Music Row, la zona donde se ubica la mayoría de compañías discográficas. Por algún lugar debemos empezar la investigación, ¿no?

Music Row
13:00 PM
Mulder parecía disfrutar como un niño con un juguete nuevo.

-Fíjate bien, Scully. Entre las calles Division y Demonbreun, desde la avenida 16 hasta la 19, se concentra toda la industria discográfica de la ciudad. Estos vetustos edificios albergan las oficinas de todas las compañías establecidas en Nashville en los años cuarenta, estudios de grabación como el histórico Studio B de RCA donde Dolly Parton y Chet Atkins grabaron sus primeros éxitos, locales de conciertos y museos. En esta zona se alojan centenares de intérpretes, productores, compositores y agentes.

Sorprendida por el entusiasmo de su compañero, Scully se limitaba a observar con detenimiento el vecindario viejo y residencial de Music Row que, pese a todo, conservaba su encanto victoriano. De pronto, Mulder frenó bruscamente el coche.

-¿Qué pasa ahora?

-Dios mío, no puedo creerlo. Es la calle Demonbreun, el paraíso de los fetichistas, con tiendas de souvenirs y merchandising dedicadas a artistas como Randy Travis o Alabama, y museos como el Car Collectors Hall Of Fame. Lo siento Scully, pero tengo que entrar ahí: ¡tienen expuesto el Cadillac ElDorado que Elvis compró a las dos de la madrugada después de su concierto de Denver el 14 de enero de 1976!

Scully empezaba a estar preocupada por el comportamiento obsesivo de Mulder, y tenía serias dudas sobre su recuperación mental. De momento, no parecía mostrar el más mínimo interés por el caso y, peor aún, por ella. Aunque eso siempre podía solucionarlo.

Con la satisfacción brillando en su rostro, Mulder volvió al coche con una camiseta del Car Collectors Hall Of Fame.

-Toma, es para ti.

-Es… fantástica – murmuró Scully, mientras observaba el diseño kitsch de la camiseta. – Por cierto, ¿cuándo compraremos las botas y el sombrero?

El gigantesco parque interior del Hotel Opryland

17 de agosto de 1999
Hotel Opryland
10:00 AM
Sólo un loco habría podido construir esa aberración. Porque ¿a quién en su sano juicio se le habría ocurrido edificar un hotel que albergaba en su interior un enorme parque, con todo tipo de vegetación y un lago artificial incluido, como si de un gigantesco invernadero se tratara? Las dimensiones del parque eran tales que, para evitar que los huéspedes se perdieran, abundaban los carteles indicadores y los guías estratégicamente situados.

Ese era el escenario elegido para la presentación en sociedad de la nueva estrella del country MaryJane Matthews. En uno de los salones más lujosos del hotel, todo estaba preparado para la rueda de prensa. Mulder y Scully acababan de llegar. Su excursión a Music Row había resultado fructífera: el dependiente de una tienda de discos les había avisado de este acto.

-Pensaba que lo había visto todo, pero este hotel… ni en la peor de mis pesadillas hubiera imaginado algo así.

-Relájate, Scully, es el estilo de vida americano. ¡Yeee-ha! Mira, creo que esto va a empezar.

Los protagonistas de la rueda de prensa habían hecho su irrupción. En primer lugar, apareció el productor Vince Albright, un tipo de unos 50 años, con gafas, mostacho y pelo canoso, que fumaba cigarrillos con boquilla, un detalle que a Mulder le pareció como una muestra de esnobismo recalcitrante.

Albright estaba acompañado del responsable de promoción Donnie Valery, un cuarentón calvo con el aspecto de vendedor de grandes almacenes. Y, naturalmente, no faltaba la estrella, MaryJane Matthews, una jovencita vivaracha de cabello corto y rojizo y aspecto tremendamente sexy. Los tres se sentaron, mientras Valery tomaba la palabra:

-Bueno, chicos. Os hemos convocado para algo realmente grande, la presentación de la mejor voz femenina del country actual. Olvidad a Wynonna y dad la bienvenida como se merece a MaryJane Matthews.

Scully pensó que a Valery sólo le faltaba decir la frase «confiad en mí» y dar su número de teléfono para acentuar su parecido con un vendedor de coches usados como los que se anuncian en televisión.

Con su inaguantable sentido del humor, plagado de chistes malísimos, el responsable de promoción añadió:

-¿Alguna pregunta? No, ¿verdad? Es que MaryJane es tan buena que ya está todo dicho.

Al fondo del salón se levantó una mano.

-¿Sí?

-Soy Michael Bodreaux, de la WKRCB. ¿Es MaryJane otro ejemplo de la actual tendencia «lolitista» de la industria de Nashville?

Valery se incomodó: en primer lugar, porque no había entendido la pregunta, y en segundo lugar, porque Bodreaux era una de los periodistas más independientes y radicales, crítico acérrimo de todo lo que olía a montaje:

-¿Puede repetir la pregunta?

-No hace falta – cortó MaryJane-. Creo que se refiere a la proliferación de chicas jóvenes en la industria, como LeAnn Rimes y Mandy Barnett. Si nos ceñimos a los parámetros de la edad, sí pertenezco al mismo grupo, porque tengo poco más de 20 años. Pero yo no lo vería como algo negativo, al contrario. Ya quisiera llegar tan lejos como ellas: LeAnn ganó varios Grammy y Mandy triunfó interpretando a Patsy Cline en el teatro. Además, este fenómeno no es nuevo, como ocurrió en su momento con Tanya Tucker.

Mulder estaba sorprendido. MaryJane no era una muñequita tonta, y había salido airosa de la incómoda pregunta, haciendo gala de su fuerte carácter. Y de paso, había dejado en evidencia a un tipo como Valery.

-¿Más preguntas? – lanzó la cantante, imitando con sorna el tonillo repelente de la voz de Valery, un hábito que solía practicar cuando alguien le caía especialmente mal.

-Sí – prosiguió Bodreaux.- Circulan ciertos rumores sobre el parecido de las canciones de tu disco con los clásicos de Patsy Cline. ¿Es eso cierto?

El responsable de promoción se subía por las paredes. Pensaba que debía tomar medidas y poner a ese periodista en su lista negra. Por suerte, Vince Albright le sacó del apuro:

-Bueno, déjame decirte algo, chico. MaryJane no es un producto de laboratorio. Empezó cuando era niña tocando el violín y cantando en el grupo de cajun Lil’ Committee, en su Louisiana natal, y prácticamente desde la cuna ha escuchado los discos de los clásicos, desde Patsy hasta Tammy Wynette. Así que no sería motivo de desprestigio que cantara como Patsy. Pero ella llegará mucho más lejos, os lo aseguro. Bueno, si no hay más preguntas, damos la rueda de prensa por acabada. Gracias por venir. Por cierto, os espero a todos en el concierto de presentación del primer álbum de MaryJane, mañana a las nueve en el Bluebird Cafe.

Mulder y Scully se miraron, mientras los periodistas abandonaban el salón.

-¿Qué te ha parecido todo esto?

-No sé, de momento no veo nada sospechoso.

-¿Quieres que vayamos a hablar con ellos, Mulder?

-No, antes prefiero hacer algunas averiguaciones. Eso sí, mañana deberíamos ir a ese concierto, y comprobar si hay gato encerrado.

-De todas formas, no te olvides de ese periodista, Bodreaux. Creo que puede sernos útil en nuestra investigación.

-Sí, es un escéptico como tú, Scully.

Langly, Frohike y Byer, los Pistoleros Solitarios

Motel Days Inn Vanderbilt
Habitación de Mulder
20:00 PM
Mulder marcó el número de teléfono de los Pistoleros Solitarios. Como de costumbre, no utilizó el móvil, porque conocía las manías de sus amigos respecto a la seguridad. Le contestó Frohike.

-Frohike, soy Mulder. Necesito cierta información.

-¿Donde estás, Mulder?

-En Nashville. Es un caso rutinario, nada que ver con los expedientes X.

-¿Está Scully contigo? ¿Compartís habitación? ¿Os habéis duchado juntos?

-Eh, tranquilo, chico. El que necesita una ducha eres tú. Quiero que investiguéis los antecedentes de los siguientes nombres: Vince Albright, Donnie Valery y Michael Bodreaux.

-¿Están metidos en algo sucio?

-Por eso os llamo, para que me ayudéis a descubrirlo.

-Muy bien. Por cierto, espero que antes de irte de Nashville consigas verlas.

-¿Verlas? ¿A qué te refieres?

-A las tetas de Dolly Parton.

-Bueno, espero vuestra llamada. Me alojo en el Days Inn Vanderbilt.

Habitación de Mulder
23:00 PM
«¡Qué mierda de televisor!», pensó Mulder. Llevaba un cuarto de hora dándole al mando a distancia en busca de algún canal pornográfico o simplemente erótico, pero nada de nada. ¿La ciudad más religiosa? Las piezas empezaban a encajar, y por el rabillo del ojo observó la Biblia que yacía en la mesilla de noche.

Por fin, el teléfono. Esta vez era Byers.

-Mulder, esos nombres que nos has dado…

-Sí, ¿qué ocurre?

-Bodreaux y Valery están más o menos limpios, pero ese Albright…

-¿Qué le pasa?

-Creo que habéis topado con algo realmente gordo.

2. BLUEBIRD

Motel Days Inn Vanderbilt
17 de agosto de 1999
Habitación de Mulder
23:15 PM
Lo sabía, su sexto sentido le decía que tras ese caso de apariencia rutinaria se escondía algo inesperado. Y estaba a punto de conocer los detalles gracias a sus fieles amigos, los Pistoleros Solitarios. Mulder estaba impaciente.

-Vamos, Byers, cuéntame qué habéis descubierto de una vez.

-Cálmate, chico. Empezaré por los fáciles, esos Bodreaux y Valery. Bodreaux es un culo de mal asiento, uno de esos tipos que como mucho duran cuatro años en un trabajo, por su resistencia a pasar por el aro y su carácter conflictivo. Antes de trabajar en la WKRCB estuvo en un periódico, en una cadena local de televisión e incluso ocupó un puesto en una oficina de prensa de la administración. Y Valery es un vendedor nato, uno de esos tíos sin escrúpulos que sería capaz de vender a su madre con tal de sumar puntos ante sus jefes.

-Vaya, el espíritu americano. Pero ahórrate los detalles y sigue.

-Bueno, he dejado al más interesante para el final. Vince Albright, antiguo directivo de una conocida multinacional informática, el típico hombre hecho a sí mismo que salió de la nada y llegó a lo más alto. Empezó como granjero en Camden, cerca de Nashville, y de la noche a la mañana se convirtió en un genio de la informática. Entre otras cosas, desarrolló la tecnología de los chips de silicio. Para que entiendas su importancia, podríamos decir que Bill Gates, a su lado, es un simple electricista.

-¿Y qué hace ahora metido a productor discográfico?

-Ese es uno de los grandes misterios que envuelven al personaje: primero, cómo consiguió alcanzar tales hallazgos tecnológicos, si tenemos en cuenta sus modestos orígenes; y segundo, por qué lo dejó todo y desapareció a finales de la década de los setenta. Pero lo de su faceta musical tal vez es lo más fácil de explicar. De hecho, yo llegué a conocerle en una convención, y en una de esas noches de confesiones mutuas en la barra de un bar, reconoció que su gran pasión era el country y que no descansaría hasta encontrar una cantante como su preferida, Patsy Cline. Supongo que se retiró para buscar a esa cantante, y por eso volvió a su tierra.

-¿Y ya está? ¿Quieres decir que lo tiró todo por la borda para invertir varios años de su vida en encontrar a esa cantante?

-No sé, te dejo la parte artística a ti. Lo cierto es que, como te he dicho, es un personaje muy misterioso. Bueno, Mulder, ya lo sabes, si quieres algo más, aquí estamos.

El cerebro de Mulder bullía de actividad. ¿Un genio de la informática? ¿Qué hacía alguien así metido  en un posible caso de plagio musical?

Dana Scully, la agente escéptica

18 de agosto de 1999
Estudios de la WKRCB
10:00 AM
Menuda faena: después de contarle lo que había averiguado sobre el pasado de Vince Albright, Mulder le había encargado que investigara al locutor de radio, Michael Bodreaux. Scully odiaba el country, y se había hecho una idea de cómo podría pensar ese tipo; pero había algo en él que le fascinaba. Aunque apenas le había visto fugazmente durante la rueda de prensa en el hotel Opryland, se quedó con su imagen: barba, vestido totalmente de negro, con un aire entre distante y tímido. Pensó que, tras esa fachada, tal vez escondía una personalidad interesante.

Bodreaux estaba a punto de acabar la grabación de su programa.

-Como siempre, con vosotros ha estado Michael Bodreaux. Esto ha sido «Rústicos y renegados». Hasta la próxima semana.

Scully le abordó a la salida del estudio.

-Señor Bodreaux, soy la agente Scully del FBI. Me gustaría hacerle algunas preguntas.

-¿Quién le manda, una de esas asociaciones puritanas? Seguro que algún vejestorio se ha quejado de mi programa.

-No, no se trata de eso- contestó Scully esbozando una sonrisa. -Verá…

-Oye, oye… Si quieres que esta conversación siga, tutéame.

-Bien… Estoy investigando un posible caso de plagio, y me llamó la atención tu pregunta en la rueda de prensa de MaryJane Matthews.

-No me digas que se trata de eso, estáis investigando a MaryJane. Ya me imaginaba que había algo turbio en todo este asunto.

-¿Por qué dices eso?

-Bueno, supongo que ya conoces mi reputación: no me vendo a nadie y suelo ir bastante a contracorriente. Cuando huelo a montaje, soy el primero en denunciarlo.

-¿Y te pasó eso con MaryJane?

-El caso de MaryJane es especial. Nunca había oído a una cantante que sonara exactamente igual que Patsy Cline, eso es algo inaudito.

-¿Crees que es un truco?

-No sé lo que es, pero no es algo normal. Y no soy el único que lo piensa.

-¿Qué quieres decir?

-Mira, Nashville está lleno de chalados y oportunistas, pero hay gente en quien puedes confiar. Por desgracia, la mayoría de personas que conocieron a Patsy han muerto… todos, excepto los LeGeordie Twins, un dúo que solía telonearla. Fueron ellos quienes me hicieron sospechar: un día me llamaron, y juraron encima de la Biblia que la voz de MaryJane era la de Patsy, sin ningún tipo de dudas.

-¿Y qué explicación le das?

-No sé, o es una imitadora perfecta o manipulan su voz utilizando la tecnología… en cualquier caso, me gustaría averiguarlo.

Scully empezaba a verlo todo claro: si Albright era un genio de la informática, tal vez había encontrado un medio de utilizar la voz de la Patsy original. Pero antes de seguir con sus deducciones, prefería asegurarse.

-Michael, me gustaría conocer a esos gemelos, y oír su versión.

-¿Dónde te alojas?

-En el Days Inn Vanderbilt.

-Pasaré a recogerte esta tarde. Iremos a ver a los LeGeordie, y después podemos ir al concierto de MaryJane en el Bluebird Cafe. Supongo que el plan te interesa.

No sólo le interesaba, empezaba a entusiasmarle. Scully intuyó que su opinión sobre el country y Nashville pronto iba a cambiar.

Hendersonville
17:00 PM
Scully se sintió como una turista. De hecho, el show de The LeGeordie Twins formaba parte de  uno de esos circuitos por Nashville y sus alrededores que tanto parecían interesar a Mulder. Ellos representaban el aspecto más folklórico (en el peor sentido de la palabra) de la música country, algo parecido a esos tablaos de ínfima categoría donde llevan a los turistas cuando visitan España en busca del verdadero flamenco.

Los gemelos actuaban siempre en un local situado a las afueras de Nashville, en Hendersonville, en una especie de teatro parroquial. Con toda la intención del mundo, Bodreaux pasó a recoger a Scully justo a tiempo para llegar a ver el final del show de los LeGeordie.

La agente intentó encontrar la palabra adecuada para describir el espectáculo, y pronto la encontró: patético. En su repertorio sonaban composiciones propias de títulos tan tópicos como True Love, y cuando abordaban algún clásico, lo destrozaban literalmente con sus pretendidas armonías vocales. Y estaba su vestuario: esas camisas rojas brillantes, el pañuelo al cuello y los sombreros de cowboy.

Cuando acabaron con su actuación, Bodreaux les saludó y se dirigió hacia ellos, acompañado de Scully. Los LeGeordie no sólo no eran gemelos, sino que posiblemente ni siquiera eran hermanos: uno de ellos, Robert, llevaba gafas y en su dentadura asomaban unos colmillos; se movía rápidamente, como las personas que hacen perder los nervios a quienes les rodean. El otro LeGeordie, Peter, era de tez blanquecina y de movimientos más pausados; tal vez el hecho de que fumara en pipa le daba un aspecto más solemne.

-Chicos, os presento a la agente Scully del FBI. Está aquí para investigar a MaryJane Matthews. Me gustaría que le contarais lo que me dijisteis sobre su voz.

-¿Cuándo se va a preocupar el FBI de esclarecer los ataques a reses? No pueden estar siempre culpando a los osos.-espetó Peter.

Anonada por la repentina pregunta, Scully sólo pudo articular una frase:

-Estamos en ello.

-Después pasa lo que pasa. La prensa inventa cosas, reproduce declaraciones que ponen en boca de quien no las ha dicho, y ya está liada.

Esta vez fue Robert quien volvió a sorprender a Scully. ¿Cómo podía confiar Bodreaux en la palabra de esa pareja tan… pintoresca?

-Bueno, bueno – intervino el locutor.- No molestéis a la agente con vuestras preocupaciones ganaderas, y al grano. ¿Qué me contasteis sobre la voz de MaryJane?

-¿La voz de MaryJane? Esa es la voz de Patsy Cline.

-¿Están ustedes convencidos?

-Mire, señorita. Aunque hayamos acabado como una atracción de feria, eso no significa que no tengamos nuestro momento de gloria, aunque fuera en el pasado. Teloneamos a Patsy en varias ocasiones, y conocemos su voz perfectamente.

-¿Piensan que MaryJane es una buena imitadora?

-Creo que no ha entendido a Peter. No es una imitación, es su voz. Es algo… escalofriante.

-Gracias, me han sido de gran ayuda.

Scully estaba aún más confundida. Los LeGeordie parecían muy convencidos de sus palabras. Pero si tenían razón… Un grito le apartó de sus pensamientos, cuando estaba a punto de abandonar el local.

-¡Señorita Scully! Tenga, esto es para usted. Es una cinta con nuestros grandes éxitos.

-Se la vamos a dedicar. ¿Cuál es su nombre?

-Dana. Gracias, no tienen por qué…

-Es un placer, señorita. Y acuérdese de los osos.

-Está bien, lo haré.

Scully leyó la dedicatoria: «A Dana, con todo nuestro amor. LeGeordie Twins».

-Mejor que no oigas esa cinta si no quieres odiar el country toda tu vida- le previno Bodreaux.- Son buenos tipos, pero artísticamente murieron hace años. Así que prefiero que escuches esta otra, es la grabación de mi programa de hoy. No sé por qué, pero me da la impresión de que esta ciudad y su música no te gustan demasiado. ¿Me equivoco?

-No, seré sincera y te diré que el country me parece una colección de los peores tópicos.

-Bueno, después de escuchar mi programa cambiarás de idea. Por cierto, ¿te apetece ir a cenar antes del concierto de MaryJane?

Restaurante Le Bijou
20:00 PM
-Estoy sorprendida. No me imaginaba encontrar un sitio así en Nashville.

-¿Qué te esperabas? ¿Pensabas que todos eran unos palurdos sin ningún sentido del gusto, que sólo sabían comer hamburguesas y beber cerveza?

El restaurante era realmente encantador: una pequeña mansión con un jardín y mesas en la terraza, decorada de forma sencilla pero exquisita. Scully dedujo que los responsables habían estado en París, y el contenido del menú acabó por confirmarle su teoría.

Después de cenar y cuando ya habían vaciado una botella de vino, Scully pensó que había llegado el momento de saber más cosas sobre Bodreaux.

-¿Llevas toda la vida en Nashville?

-No, soy una persona inquieta y proclive a los cambios. Antes de entrar en la WKRCB, trabajé en mi ciudad natal, Nueva Orleans, en un periódico y en un canal de televisión, y después en una oficina de prensa de la administración en Dallas.

-¿Y cómo has acabado aquí?

-Mala suerte. ¿Conoces  la ley de Murphy? Creo que se inventó para mí. Cuando no tengo problemas con los jefes, la empresa se hunde o no hay presupuesto y me quedo en la calle.

-Suena un poco pesimista.

-No lo llamaría pesimismo, sino realismo.

-¿Y esa afición a vestir de negro?

-Bueno, te podría dar muchas explicaciones, pero ya que estamos en Nashville, te diré que es un homenaje a otro ilustre «hombre de negro», Johnny Cash. Además, me gusta porque en los westerns los personajes moralmente más ambiguos (los pistoleros) siempre vestían de negro.

-Ya… «Los valientes visten de negro»

-Bueno, esa es la idea, Scully. ¿Y qué me dices de ti? ¿Sales con alguien?

-¿Te refieres a mi vida privada? No hay ningún hombre. Me gusta divertirme sola, me he acostumbrado a vivir sin depender de nadie, para poder hacer lo que quiera cuando quiera. Buscar los pequeños placeres de la vida, como sentarse en un banco del parque a leer el periódico el domingo, sin tener que dar explicaciones a nadie. Ya sabes, esas cosas.

-Sí, esas cosas…

-Oye, Michael, no sé si es porque he bebido demasiado, pero soy tan feliz en este momento…

Bodreaux estuvo a punto de besar a Scully. Pero no quería arriesgarse, no quería convertirse en el protagonista de otra dramática canción country de corazones destrozados y penas ahogadas en alcohol. Ya había sufrido demasiadas veces.

El Bluebird Cafe de Nashville, un local que ha visto nacer a muchas estrellas

Bluebird Cafe
4104 Hillsboro Road
21:00 PM
«¿Dónde demonios se habrá metido Scully?», pensó Mulder. El concierto estaba a punto de empezar y no había ni rastro de su compañera. Así que marcó su teléfono móvil para dar con ella.

-¿Scully?

-Oh, eres tú otra vez. Qué pesadilla…

-Scully, ¿has bebido? ¿Te pasa algo?

-Nooo.

-El concierto de MaryJane, el Bluebird Cafe. ¿Te acuerdas?

-Sí, ahora llegaremos. Adiós.

«¿Llegaremos?». ¿Qué significaba ese plural? ¿Con quién estaba Scully? Mulder se preocupó: ¿estaba celoso? Antes de pararse a analizar este sentimiento, decidió que lo mejor era pagarle con la misma moneda: se acercaría a MaryJane. De hecho, era su deber, porque era objeto de una investigación del FBI. Así que se coló en el camerino, haciéndose pasar por periodista. MaryJane, su banda y los invitados de la prensa estaban cenando. La cantante lanzó un grito:

-¡Guisantes! ¿A quién se le ocurre poner guisantes en la jambalaya? Venid a Louisiana y mi madre os preparará una verdadera jambalaya, y no este arroz hervido con pollo.

Mulder se sorprendió por el carácter temperamental de MaryJane, algo que contrastaba con su belleza sureña. Aunque no jugara con la baza del parecido de su voz con la de Patsy Cline, sin duda Albright había encontrado una mina: sólo con una buena labor de promoción y con unas cuantas fotos sensuales, MaryJane se convertiría en el sex symbol del country actual.

En ese momento, y antes de que el agente del FBI pudiera acercarse más a la cantante, Donnie Valery anunció: «Quedan cinco minutos».

Bluebird Cafe
21:30 PM
La llamada de Mulder le había incomodado. ¿Estaba controlándola? Scully sentía que había desaparecido la espontaneidad que caracterizaba su relación con su compañero, todo desde el incidente de la rosa. Por una parte, sabía que nadie la trataba como él lo hacía, pero, por otra parte, no sabía si eso era bueno o malo y, lo más importante, no sabía qué significaba, si detrás de esa actitud había un interés que sobrepasaba la simple relación entre colegas. Y para acabar de confundirlo todo, estaba Michael. Pero ahora no tenía tiempo para pensar, el concierto de MaryJane estaba a punto de empezar, y no veía a Mulder por ningún lado.

El Bluebird Cafe se encontraba a unas seis millas al oeste del centro de la ciudad, y tenía fama de ser el local donde se podía contemplar a las futuras estrellas del honky tonk y el nuevo country. Eso sí, era un lugar acogedor y hasta íntimo, en el que el contacto entre público y artista era muy estrecho. Esa noche no cabía ni un alfiler.

El pequeño escenario del Bluebird se iluminó. Con su traje de vendedor de coches usados, Donnie Valery empezó a berrear:

-Buenas noches, amigos. Todos sabéis que por este local han pasado todas las actuales estrellas del nuevo country. Pero ese firmamento está incompleto sin la mayor de las estrellas: dad la bienvenida como se merece a nuestra querida MaryJane Matthews.

Después de escudriñar a un lado y a otro, Scully localizó finalmente a Mulder: estaba justo delante del escenario, mirando fijamente a la cantante. De hecho, era lo mismo que hacían todos los hombres del local: seguir los sensuales movimientos de MaryJane. Sus rostros embobados no dejaban ninguna duda: la Matthews era todo un sex symbol. Y aunque su voz sonaba clásica, su actitud distaba de la candidez y recato de Patsy Cline, y se acercaba más a la iconografía de una cantante de rock: pantalones ceñidísimos y un ajustado top que dejaba sus hombros al descubierto. «Así, cualquiera», pensó Scully, envidiosa del poder que MaryJane ejercía sobre los machos y de su capacidad para enardecer su libido.

Hasta Michael parecía haber sucumbido a los encantos sureños. Pero él estaba más atento a su voz, esa voz exactamente igual a la de Patsy Cline. Tenía que ser un fraude, pero ¿en qué consistía? Cuando MaryJane empezó a interpretar una versión de la balada You Belong To Me, a Bodreaux se le puso la piel de gallina, y pasó lo inesperado: abrazó a Scully y la besó apasionadamente. Justo en ese momento, apareció Mulder.

3. QUID PRO QUO

Bluebird Cafe
18 de agosto
22:30 PM
No daba crédito a lo que veían sus ojos: ¡Scully besando apasionadamente a ese periodista, el tal Bodreaux! Mulder no supo cómo reaccionar, y durante unos minutos se quedó plantado contemplando a la pareja. Cuando el riego sanguíneo volvió a su cerebro, empezó a correr, chocando con los cuerpos que atiborraban el local. Se estaba ahogando, y necesitaba encontrar pronto la salida, respirar aire fresco. Cuando por fin llegó a la calle, tuvo un par de arcadas, pero no llegó a vomitar. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué le afectaba tanto ver a su compañera en brazos de otro hombre?

Desesperado, anduvo dando tumbos. Se sentía como si toda la energía, toda la fuerza vital hubiera desaparecido de su cuerpo. Nada tenía sentido, y su cabeza estaba demasiado embotada como para intentar articular cualquier pensamiento. Casi a rastras, decidió meterse en el primer bar que encontró. Y aunque le costó pronunciar las palabras, tuvo suficiente entereza para pedir una botella de tequila Conmemorativo.

Uno tras otro, los lingotazos de alcohol quemaron su garganta y, aunque pareciera lo contrario, había recobrado una cierta serenidad, la suficiente para poder levantar su vista de la barra del bar y fijar sus ojos en el resto de clientes. Hasta que vio a Vince Albright. ¿Qué estaba haciendo allí, mientras su protegida MaryJane cosechaba triunfos?

Mulder no pudo resistirse y se acercó a la mesa donde estaba Albright.

-¿Le importa?

-Por favor, siéntese- le contestó amablemente Albright.

-Perdone, pero usted es Vince Albright, ¿no?

-Sí. ¿Le conozco? Su cara me resulta familiar. Creo que le vi en el hotel Opryland. Y esta tarde ha estado en el Bluebird Cafe… ¿es periodista?

-No, soy Fox Mulder, agente del FBI.

-Dios, tarde o temprano tenía que pasar.

De pronto, Mulder se dio cuenta de que había metido la pata al delatar su personalidad tan pronto, y que debía haber fingido ser un periodista. Pero la reacción de Albright le sugirió que había dado en el blanco.

-¿Cómo lo han descubierto?

-¿Descubrir el qué?

-La verdad, la increíble verdad sobre MaryJane Matthews, mi verdad.

-¿Por qué está escondido en este bar, mientras ella actúa en el Bluebird? ¿No quiere ser testigo de su éxito?

-La cosa se me ha ido de las manos. Toda mi vida he estado esperando esto, y ahora que lo he conseguido… Me da la impresión de que he creado un monstruo.

-Entonces es un fraude.

-No es un fraude… es mi hija…

La legendaria cantante de country Patsy Cline

Music Row
Mansión de Vince Albright
23:30 PM
-¿Le apetece beber alguna cosa?

-No, gracias, creo que con el tequila ya he cubierto mi cupo esta noche. ¿Por qué me ha traído a su casa, Albright?

-Agente Mulder… ¿puedo llamarte Fox? Mira, creo que ha llegado el momento de contar todo lo que pasó en 1963.

Por un momento, Mulder se temió lo peor:

-¿No irás a confesarte autor del asesinato de Kennedy?

-No, por supuesto que no. El suceso del que te hablo fue mucho más importante que todo eso.

Albright cogió de un estante un álbum con recortes de periódicos, y le mostró a Mulder la portada del Nashville Banner del 6 de marzo de 1963. El titular a ocho columnas rezaba «4 estrellas del Opry mueren en accidente». Debajo, una foto en blanco y negro con varios individuos examinando los restos del siniestro. A Mulder no le costó reconocer a un joven Albright en un extremo de la instantánea.

-¿El accidente de Patsy Cline?

-Así es. Su avión cayó a unos cien metros de mi granja en Candem. Pero no fue lo único que cayó.

-¿Qué quieres decir? Si no me equivoco, la causa de la tragedia fue el mal tiempo, las tormentas y la poca visibilidad.

-Esa fue la explicación oficial. Hubo algo más. Pero los periódicos no hablaron de ello. De hecho, ni la policía llegó a descubrirlo. Ni siquiera los investigadores de la Oficina Civil de Aeronáutica.

Mulder estaba excitado. Tenía un presentimiento, uno de esos que le hacían sentir como en los viejos tiempos. Pero prefirió a que Albright siguiera con su historia.

-En su informe, el sheriff de Candem contó que varios granjeros habían visto a un avión caer en picado y dando vueltas, para oír un gran estallido a continuación. Cuando ocurrió, estaba dentro de mi casa. Después, perdí el conocimiento. Al despertar, salí al exterior, y fue cuando lo vi -Albright palideció y tomó aire antes de seguir con su relato-. Por mucho que viva, nunca podré olvidar una escena como esa: restos humanos esparcidos por un área de sesenta yardas, colgando de los árboles, metales retorcidos… Pero eso no fue lo peor.

Mulder no se podía imaginar una visión peor que esa, pero al parecer Albright fue testigo de algo mucho más espeluznante.

-Me acerqué con la vana posibilidad de encontrar a algún superviviente de la catástrofe. Y fue entonces cuando vi sus pequeños cuerpos grises.

-¿Insinúas que…?

-Sí, el avión de Patsy Cline chocó con un ovni. Gracias a su estructura metálica, la nave quedó prácticamente intacta, pero la fuerza del impacto hizo que sus ocupantes salieran despedidos y murieran. El avión no tuvo tanta suerte: quedó hecho añicos, al igual que sus ocupantes.

No podía creerlo: ¿un ovni provocó la muerte de Patsy Cline? Mulder quería conocer más detalles:

-¿Y por qué nadie habló de los cuerpos de los extraterrestres, ni de los restos de su nave?

-Simplemente porque no los encontraron. Me encargué de hacerlos desaparecer antes de que llegara la patrulla de búsqueda. No me preguntes por qué lo hice, ni yo mismo lo sé. Lo único que recuerdo es que con el tractor arrastré los restos de la nave y los cuerpos, y los escondí en el granero. Cuando llegó la policía y rastreó la zona, sólo encontraron metales retorcidos y piezas del avión, y restos humanos esparcidos. La identificación de los cadáveres fue extremadamente difícil: sólo un fragmento de la espalda de Patsy, la parte posterior de su cabeza y su brazo derecho estaban reconocibles.

Tras un momento de silencio, Albright continuó:

-Supongo que te preguntas qué hice con los restos de los alienígenas, ¿no es así? Dos días después, cuando las tareas de investigación habían terminado y todas las fuerzas policiales habían abandonado el bosque, volví al granero con la intención de enterrar todo aquello y olvidarme del asunto, por difícil que fuera. Pero fue imposible. Ellos volvieron esa noche.

-¿Otro ovni? -preguntó Mulder, cada vez más asombrado.

-Sí, venían a recoger a sus compañeros fallecidos. Fue entonces cuando sellamos un pacto. No les interesaba otro escándalo como Roswell, aunque en esa ocasión fue el mismo gobierno el que se encargó de silenciarlo. Y menos aún, un incidente en que estuviera implicado una celebridad como Patsy Cline. Sería como si Elvis fuera abducido en medio de una actuación en Las Vegas; no les interesa ese tipo de publicidad. A cambio de mi silencio y de mi colaboración, ellos me ayudaron a cambiar mi vida. Quid pro quo. Se sentían profundamente agradecidos, así que todo transcurrió con normalidad.

-¿La tecnología de los chips de silicio?

-Sí, ese fue sólo el comienzo. Después de 1963, ellos se volvieron a poner en contacto conmigo en varias ocasiones y en lugares distintos. Dejé mi granja en Candem y me metí en el mundo de la informática; gracias a sus avances tecnológicos desarrollé los chips de silicio. Pero me reservaban una sorpresa aún mayor. Cuando en 1963 les conté quién era Patsy Cline, supongo que de mis palabras apasionadas dedujeron que para mí había supuesto una gran pérdida, una pérdida irreparable. Sin decirme nada, rastrearon los bosques y encontraron restos que las patrullas de búsqueda no habían logrado hallar. Así consiguieron parte del material genético de Patsy.

-¿Estás hablando de crear un clon?

-Exactamente. Durante estos años, varias mujeres, más de un centenar, fueron abducidas e inseminadas con mi esperma. Yo me encargaba de la parte «carnal» del asunto: las seducía y dejaba que la naturaleza siguiera su curso, ya me entiendes; luego, ellos se ocupaban de todo. Con el material genético de Patsy, intentaban crear un duplicado, aunque, más que un clon, el principal objetivo del proyecto era conseguir una cantante con la voz de Patsy. Se hicieron varios intentos, así que tengo unas cuantas hijas sin talento repartidas por todo el país. Pero todo fueron fracasos, hasta que nació MaryJane: la niña empezó muy pronto a demostrar aptitudes musicales. La primera vez que la oí cantar en una maqueta sentí un escalofrío: tenía la voz de Patsy. Finalmente, lo habíamos conseguido. Después, todo vino rodado: monté una productora discográfica, le ofrecí un contrato y la grabación de un disco.

-Entonces, la hipótesis del fraude y del plagio…

-Sí, ese era el principal riesgo. Pero prefiero que la gente piense mal a que conozca la verdad. MaryJane es «hija» de Patsy Cline, pero también es hija mía, y la quiero demasiado para que se convierta en una atracción de circo, en un bicho raro analizado y diseccionado por los científicos. Ella es tan humana como tú y como yo, pero lo desconoce todo acerca de su origen: sólo es consciente de que tiene una voz preciosa que, curiosamente, es extraordinariamente parecida a la de Patsy Cline. Ahora ya lo sabes: su futuro está en tus manos. La elección depende de ti.

«Menudo compromiso», pensó Mulder. Por una parte se encontraba ante la historia de alienígenas más alucinante de su carrera. Por otra… Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el inoportuno zumbido de su teléfono móvil. Era una sofocada Scully.

-¿Mulder? ¿Dónde estás?

-¿Te preocupa mucho?

-Oye, si te refieres a lo de antes, no tengo por qué darte ninguna explicación. Además, no ha pasado nada.

-No necesito que te justifiques. Nos veremos en el motel. Hasta luego.

«Quid pro quo»: Mulder recordó las palabras de Albright, y decidió llegar a un acuerdo con él.

Motel Days Inn Vanderbilt
01:30 AM
El pacto había sido el siguiente: Mulder olvidaría la historia que Albright le había contado, a cambio de que este le ayudara con su experiencia con las mujeres. Esa noche, en Nashville se había revelado más de un secreto: no sólo estaba lo del ovni; eso era una pequeñez al lado del sentimiento que el agente había descubierto cuando vio a su compañera entregada a otro.

Alguien que había sido capaz de seducir a más de cien mujeres (con o sin la ayuda de los alienígenas) podía darle buenos consejos para salir de su estado de confusión. Así que Mulder le contó a Albright la historia de su relación con Scully, y cómo todo había cambiado desde el caso de La Hermandad Jurídica y, sobre todo, del incidente con la rosa. El productor le recomendó que le enviara un ramo de rosas con una nota donde reconociera que se había equivocado y confesara que estaba hecho polvo y perdidamente enamorado.

Pero Mulder no creyó en esta solución: «Seguro que le sienta aún peor». «No lo creo», le replicó Albright. «No, ella es un mujer inteligente, se lo va a tomar mal», consideró el agente. «Mucho mejor, pero aún así su comportamiento es imprevisible», concluyó Albright.

Finalmente, asesorado por el granjero-informático, Mulder llegó a la conclusión de que lo mejor era ser sincero con Scully, y contarle la verdad de sus sentimientos. Mientras se dirigía a la habitación de su compañera, recordaba la letra de una de las canciones más bonitas de Patsy Cline, I Fall To Pieces que, justo en ese momento, parecía haber sido compuesta expresamente para él.

Habitación de Scully
01:40 AM
-¿Puedo pasar?- preguntó Mulder tímidamente desde el otro lado de la puerta.

-Adelante, Mulder.

Cuando se vieron cara a cara se sintieron avergonzados: uno por lo que iba a decir, la otra por lo que había pasado.

-¿Mulder, cómo… estás?

-Bien, bien. He resuelto el caso de MaryJane.

-¿Ah, sí?

-Sí, he estado hablando con Vince Albright. No hay trampa ni cartón, simplemente es una broma de la naturaleza, que le ha concedido el don de cantar como Patsy Cline. Caso cerrado. Ni fraude ni expediente X, nada de nada.

-Vaya, es… sorprendente.

Antes de que la situación se le escapara de las manos, Mulder decidió ir al grano.

-Scully, esta noche he comprendido algo.

-Mulder, yo…

-Déjame terminar. Ya conoces mi reputación, todos me llaman «spooky», siempre acostumbrado a trabajar en solitario. Incluso mis aficiones son solitarias: no tengo amigos, no salgo por las noches, estoy totalmente entregado a mi trabajo. Cuando te asignaron a los expedientes X, se produjo un cambio en mi vida. De repente me encontré con una mujer que me estimulaba intelectualmente, que me hacía superarme día a día, que me obligaba a reafirmarme en mis creencias, que me combatía con su escepticismo. Poco a poco, te convertiste en mi mejor amiga, la amiga que nunca había tenido. Existía una química muy especial entre nosotros, y nunca había sentido nada así, ni siquiera con mi exmujer.

Mulder se detuvo un instante para ordenar sus ideas, y prosiguió:

-Después del caso de La Hermandad Jurídica, me trastorné. Tú misma te viste demasiado implicada en el asunto, aunque el precio que yo pagué fue mucho peor. Supongo que no es preciso que te recuerde los meses de terapia… Cuando volví a la oficina, fue una alegría verte de nuevo, y como recordé que era la fecha de tu cumpleaños, decidí regalarte esa rosa. Lo que no imaginé es que te lo tomarías tan mal; fue un simple gesto de amistad, para demostrar el aprecio que siento por ti. Supongo que me equivoqué, al exponerte a las habladurías del resto de compañeros del FBI. Pero me dolió profundamente ser juzgado, condenado y ejecutado por un crimen que no había cometido.

Mulder y Scully, la tensión sexual nunca resuelta... ¿o sí?

-¿Qué crimen?-preguntó Scully.

-Es una manera de hablar. En ese momento, mis intenciones contigo eran muy claras: de acuerdo, acepto que me gustas, que me siento atraído por ti. Pero cuando te regalé la rosa sólo pretendía salir contigo sin compromiso por parte de ninguno. ¿Qué hay de malo en que dos personas adultas, que mantienen una buena relación, vayan al cine o a cenar de vez en cuando? Me sentía culpable sólo por el hecho de pedirte una cita, sin motivo alguno. ¿Es eso normal? No sé qué es lo que piensas de mí, pero créeme, no voy por ahí buscando ligues fáciles, polvos de una noche. Y tampoco quería una relación sentimental: Scully, aunque parezca que viva por el trabajo, he tenido varias experiencias con mujeres, y todas me han herido. Por eso no quería que fueras tú quien me hiciera daño, ni yo tampoco quería hacértelo; sólo quería profundizar nuestra amistad compartiendo algunos momentos fuera de nuestra siniestra oficina. Desde entonces vivo atormentado, porque no me has permitido explicarte todo esto: te veo e intento hacerme el duro, ignorarte. Pero en lugar de eso, ha pasado todo lo contrario. Hace unos meses, sabía con certeza que no estaba enamorado de ti: ahora, ya no puedo asegurarlo.  Lo que sí sé es que eres la mujer más interesante que he conocido en los últimos años… supongo que si te dijera que en toda mi vida lo encontrarías exagerado.

Scully estaba desconcertada. Se esperaba una apasionada declaración de amor, y no esa ambigua declaración de principios. Iba a argumentarle que el beso de Bodreaux sólo había sido eso, un simple beso, producto del vino y de la música country. Iba a hacer todo lo posible para que no se sintiera mal. Pero la incógnita seguía ahí: «¿En qué quedamos: me quiere o no?».  Con la expresión más dulce de su voz, la agente pelirroja espetó a Mulder:

-¿Por qué has tardado tanto tiempo en decirme esto? ¿Por qué te empeñas en buscar la verdad ahí fuera y no miras en tu interior? ¿Piensas que enamorarse es una forma de debilidad?

-No, únicamente no quiero sufrir más. El peor sufrimiento que puede padecer una persona es la pérdida de un ser amado. Creo que ya he rebasado mi cupo, no quiero arriesgarme.

-Pero si no te arriesgas nunca sabrás si ahí fuera hay algo o alguien que te está esperando. ¿Qué quieres, convertirte en un degenerado amargado como tu amigo Frohike?

-No… -titubeó Mulder.

-Entonces, acércate. La verdad está aquí dentro -Scully señaló su cuerpo como una invitación. Mulder intuyó que por fin iba a saber lo que era un verdadero expediente X.

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