Mientras media humanidad pierde el culo con grupos prefabricados y los adolescentes idolatran a los peleles del trap, en algunos lugares deben criar a los niños con biberones con gotas de bourbon. Esa es la única explicación para entender fenómenos como el de un bluesman que debutó a los 13 años y que, tras su aspecto de niñato imberbe, escondía una voz ronca y una guitarra feroz.
Nacido el 29 de enero de 1981 en Fargo (Dakota del Norte), la ciudad inmortalizada en el cine por los hermanos Cohen, Jonny Lang tuvo su primer grupo, Kid Jonny Lang & The Big Bang, a los 13 años. Con su primer álbum, Smokin’ (1995), publicado en un sello independiente, logró vender más de veinticinco mil copias.
En los primeros tiempos de su precoz carrera, Jonny actuó invitado por algunos de sus héroes del blues, como Luther Allison, Lonnie Brooks, Kenny Neal, Jimmy Thackery, Syl Johnson, B.B. King y Buddy Guy.
De la misma forma, recibió los elogios de sus veteranos compañeros: Thackery afirmó que «toca tan bien que quiero romperle los dedos», mientras que Allison manifestó que «Jonny es un bluesman como yo, con la misión de mantener vivo el blues».
A lo largo de su trayectoria, Lang también ha teloneado a The Rolling Stones y a Aerosmith, e incluso participó en la película Blues Brothers 2000 (John Landis, 1998), la segunda parte del mítico filme Granujas a todo ritmo (John Landis, 1980).
Lie To Me (1997) fue su segundo álbum, pero el primero editado en una major, por lo que puede considerarse su descubrimiento al gran público. Lanzado un día antes de cumplir los 16 años, fue producido por David Z –antiguo colaborador de Prince y Fine Young Cannibals– y grabado a caballo entre Minneapolis y Memphis. En él Lang exhibió su portentoso talento, heredado de sus influencias reconocidas: de Albert Collins a Albert King, y de Stevie Wonder a Otis Redding.
Además de su voz de tinte negroide, cazallosa y expresiva (Paul Barrere, el guitarrista de Little Feat, dijo de él que «tiene la voz de un hombre que ha estado borracho durante tres o cuatro años»), apuntaba excelentes maneras como guitarrista versátil que no se limitaba al blues de acoso y derribo, sino que sabía tocar con gusto y sentimiento.
Así, era capaz de hacer suyas con toda naturalidad las canciones de Sonny Boy Williamson (en el sensual Good Morning Little School Girl los alardes de su voz ponían en duda su edad), Syl Johnson (el soul de Memphis de Back For A Taste Of Your Love), Tinsey Ellis (el slow A Quitter Never Wins), Ike Turner (el explosivo Matchbox) y Albert Collins (el inmenso blues-funk There’s Gotta Be A Change).
Su registro estilístico era tan amplio que pasaba sin problemas de la claridad de B.B. King al scat de George Benson, de la intensidad de Albert Collins al salvajismo de Stevie Ray Vaughan, y le permitía interpretar temas magistrales como el swing Rack ‘Em Up (toda una invitación a chasquear los dedos, con piano jazzístico y trombón) y el trepidante Hit The Ground Running (con una cadencia funk a lo James Brown).
Parecía claro que Lang tenía un gran futuro por delante… aunque los deslices hacia el pop-blues-soul al estilo de Joe Cocker (Darker Side) hacían presagiar lo peor. Aun así, canciones de sonido más comercial como el tema titular no desmerecían en absoluto. Alguien dijo que Jonny Lang «no es Stevie Ray, pero solo tiene 16 años». Esa es la cuestión: solo 16 años cuando publicó Lie To Me.
Después, lanzaría Wander This World (1998), de nuevo con David Z a los mandos, y mezclando blues con soul, funk y rock. Pero, por desgracia, desde su conversión al cristianismo, perdió el rumbo con una orientación más R&B y góspel en discos como Long Time Coming (2003), Turn Around (2006), Fight For My Soul (2013) y Signs (2017), su último trabajo hasta la fecha. Lejos quedaba el feroz adolescente de Lie To Me.
Por suerte, el carácter de bluesman sí aparecía en sus colaboraciones para álbumes de Buddy Guy (Heavy Love, 1998), Willie Nelson (Milk Cow Blues, 2000), Double Trouble (Been A Long Time, 2001), Anders Osborne (Ash Wednesday Blues, 2001) y Cyndi Lauper (Memphis Blues, 2010), entre otros.
A pesar de la decepción que supuso para los amantes del blues su alejamiento de las raíces, Jonny Lang es un claro ejemplo de cómo han cambiado las cosas… para mal. A los 15 años, él sonaba como un bluesman veterano; ahora, individuos sin talento utilizan el Auto-Tune para simular que cantan. Como diría Prince, es el signo de los tiempos.