¿Cuál es el secreto del éxito de una web o de un blog? ¿Qué hace que tenga más visitas? Uno pensaría, por sentido común, en conceptos como la calidad de los contenidos. Pero está claro que eso a veces no basta. Por este motivo, en los últimos dos días me he zampado un curso online sobre eso que se denomina SEO.
¿Y qué es el SEO? Pues, en concreto, las siglas de Search Engine Optimization (optimización para motores de búsqueda), es decir, las técnicas para conseguir que una web aparezca bien posicionada en los resultados de los buscadores (Google, sobre todo).
Cualquiera del gremio de los plumillas al que pertenezco se habrá dado cuenta, si está en busca de trabajo, de que uno de los puestos más solicitados hoy en día por las empresas es el de redactor SEO, es decir, el que utiliza esas técnicas –sobre todo, el uso de palabras clave, aunque eso es solo una pequeña parte– para conseguir más visibilidad en buscadores y, en definitiva, más visitas.
Pero, tras toda esa parafernalia de marketing digital, parecen olvidarse otros factores que, objetivamente, deberían ayudar a cimentar el éxito de una web. Factores como la calidad de los contenidos y la coherencia de los mismos –es decir, una “línea editorial” clara, que no esté a merced de las modas–, una arquitectura donde sea fácil encontrar las cosas y una estética digamos “agradable”.
En el curso antes citado, el consultor de SEO técnico y estratégico Natzir Turrado nos proporcionó una gran cantidad de material de consulta, y, curiosamente, entre esa ingente información encontré un documento que me sorprendió y que ha motivado a escribir este artículo.
Lo mejor de todo es que este texto, titulado ¿Qué se considera un sitio de alta calidad?, ha sido elaborado por el mismísimo Google. “Nuestros algoritmos de calidad están destinados a ayudar a las personas a encontrar sitios de ‘alta calidad’, reduciendo la clasificación del contenido de baja calidad”, afirman.
¿Y cómo evaluan esos algoritmos la “calidad” de una página o de un artículo? Respondiendo a una serie de preguntas, “nuestra manera de codificar lo que creemos que quieren nuestros usuarios”, añaden los responsables del buscador.
Entre otras, estas son las preguntas formuladas que considero más interesantes:
• ¿Confiaría en la información presentada en este artículo?
• ¿Este artículo fue escrito por un experto o entusiasta que conoce bien el tema, o es de naturaleza más superficial?
• ¿Este artículo tiene errores ortográficos, estilísticos o fácticos?
• ¿El artículo proporciona contenido o información original, informes originales, investigación original o análisis original?
• ¿La página proporciona un valor sustancial en comparación con otras páginas en los resultados de búsqueda?
• ¿Cuánto control de calidad se realiza en el contenido?
• ¿Es el sitio una autoridad reconocida en su tema?
• ¿Se ha editado bien el artículo o parece descuidado o elaborado apresuradamente?
• ¿Reconocería este sitio como una fuente autorizada cuando se menciona por su nombre?
• ¿Este artículo proporciona una descripción completa o exhaustiva del tema?
• ¿Este artículo contiene un análisis profundo o información interesante que va más allá de lo obvio?
• ¿Es este el tipo de página que le gustaría guardar en su lista de favoritas, compartir con un amigo o recomendar?
• ¿Esperaría ver este artículo en una revista impresa, enciclopedia o libro?
• ¿Los artículos son breves, poco sustanciales o carecen de detalles útiles?
• ¿Las páginas se han elaborado con gran cuidado y atención a los detalles en contraposición a una menor atención a los detalles?
No me corresponde a mí responder a estas preguntas –bueno, sí, lo he hecho, pero como ejercicio para descubrir si Ciudad Criolla entraría dentro de esos parámetros de “calidad”–, sino a vosotros, los lectores.
Llegados a este punto, veo necesario establecer una diferenciación entre “éxito” y “prestigio”. Tal como yo lo veo, el éxito se basa en factores mesurables o numéricos –cifras de visitas, de páginas leídas, de enlaces, etc.–, mientras que el prestigio apela a otros elementos no cuantificables, digamos más “intelectuales” e incluso “emocionales”.
¿Es compatible el éxito con el prestigio? Sí. ¿Se puede tener éxito sin prestigio? Por supuesto. ¿Y prestigio sin éxito? También. Y esto me lleva de nuevo a Ciudad Criolla: si me guiara solamente por los datos numéricos, esta web es un fracaso en cuanto a número de visitas y feedback. Apenas hay comentarios ni los artículos se recomiendan ni nada por el estilo.
Por otra parte, estoy ninguneado por los sellos discográficos que nunca me han enviado álbumes de los estilos de los que yo trato –blues, country, americana…–, pero que, en cambio, sí mandan a otros medios que, paradójicamente, desprecian o ignoran esos sonidos.
Y eso que, desde que me quedé en el paro, me he volcado en este sitio, más que nada para tener mi mente activa y no caer en una depresión de la que no sé si saldría. No solo estoy publicando más artículos que nunca, sino que he potenciado su presencia en las redes sociales (Facebook, Instagram, Linkedin y Twitter) y he utilizado herramientas como Linktree.
Por supuesto, todo esto ha tenido sus frutos, con un ligero incremento de las visitas en el último año. E incluso he conseguido posicionar bien Ciudad Criolla en los buscadores (está en los cuatro primeros resultados de Google: la web, el perfil de Facebook, la página de Radio Gladys Palmera y el portal de Ivoox donde se pueden escuchar los podcasts).
¿Y el prestigio? ¿Tiene esa cualidad Ciudad Criolla? De nuevo, no me corresponde a mí decirlo, sino a los lectores. Por mi parte, solo puedo afirmar que estoy convencido de la calidad de mi contenido, derivado de un trabajo de edición lo más exhaustivo posible –para evitar las faltas ortográficas, los errores de puntuación y los fallos conceptuales (nombres mal escritos, fechas equivocadas…)– y de un cuidado especial en el aspecto gráfico (fotografías, recursos textuales…).
Sí, a veces este tremendo esfuerzo se ve recompensado. Por ejemplo, me he llevado la mayor de las alegrías al ver que la Societat de Blues de Barcelona (SBB) incluye en su Anuario 2020, en un artículo sobre los medios de comunicación dedicados al blues, una generosa mención a Ciudad Criolla.
Es natural que reconocimientos como este –que proceden, además, de una entidad tan especializada y reputada como la SBB– me animen a seguir con este proyecto suicida y altruista que es Ciudad Criolla.
Pero, por desgracia, a veces eso no basta, y caigo en el desánimo cuando veo que webs que no cumplen ni una de las preguntas de los algoritmos de Google son aclamadas. Lo que me lleva a mis propias preguntas: ¿Lo estaré haciendo bien? ¿Vale la pena seguir? ¿Conseguiré algún día vivir de esto?