En 1998, un colectivo de músicos texanos y mexicano-americanos amantes de las melodías tradicionales crearon un proyecto intergeneracional con excelentes resultados artísticos. Tras tres álbumes, vuelven a reunirse para un concierto benéfico en Los Ángeles.
Cuando Ry Cooder realizó el álbum Buena Vista Social Club (1997) dio a conocer al mundo a una serie de artistas injustamente olvidados. Pero, inconscientemente, provocó un exagerado boom por lo cubano que eclipsó cualquier otra muestra de folclore latinoamericano.
Para deshacer este entuerto surgió el proyecto de Los Super Seven. Su origen se encuentra en un show acústico organizado en Austin en 1997 por el promotor Dan Goodman, con Doug Sahm (1941-1999) & Augie Meyers –ambos de Texas Tornados–, Joe Ely, Rick Treviño y Rosie Flores. Fascinado por la música fronteriza, Goodman decidió hacer un disco con el mismo espíritu del Buena Vista.
Los Super Seven nacían como un colectivo de estrellas texanas y mexicano-americanas que incluía a leyendas del tex-mex –de Texas Tornados, Freddy Fender (1937-2006) & Flaco Jiménez–, del rock’n’roll –de Los Lobos, David Hidalgo & César Rosas–, del country –Ely y Treviño– y de la Tejano Music –Ruben Ramos–.
Esta nómina de estrellas se completaba con invitados muy cercanos a esos estilos como el citado Sahm, Max Baca, Joel Guzmán & Sarah Fox (ambos de Aztex) y el mariachi Campanas de América.
El disco homónimo de 1998 ofrecía un viaje mágico por las raíces de la música mexicana, y mezclaba a artistas de diferentes generaciones y estilos que compartían su talento: para todos, supuso reencontrarse con su herencia cultural, por lo que el álbum podía considerarse como un tributo a sus raíces colectivas.
Producido por Steve Berlin (saxo de Los Lobos), Los Super Seven era un disco de sonido acústico, con instrumentos tradicionales, cuyo precedente más claro encontraríamos en La pistola y el corazón (1988) de Los Lobos.
Por tanto, más que de tex-mex sería más correcto hablar de música tradicional basada en estilos como el huapango, el bolero, el corrido, la ranchera, el vals, la cumbia y la polka, entre otras variantes, con letras sobre el amor y la pérdida, el exilio, la nostalgia y la felicidad.
Los componentes del grupo se repartían el protagonismo de las canciones y, curiosamente, eran los más jóvenes los que ofrecían mayores sorpresas: Rosas en la bailable y contagiosa El canoero, con todas las condiciones para convertirse en un hit veraniego, y en el brillante Un beso al viento, con Flaco exultante al acordeón.
Por su parte, Treviño en la tremenda ranchera Mi ranchito y en El ausente, dos joyas para exhibir su excelente voz, e Hidalgo en el canto tradicional La sirena y, sobre todo, en Río de Tenampa, un vals fronterizo del Kiko (1992) de Los Lobos.
Los miembros más veteranos también tenían sus momentos de gloria: Fender, en el huapango Un lunes por la mañana y en el conocido bolero Piensa en mí; Ramos, en el son jarocho La morena y en La madrugada; Flaco en la polka Margarita, y Ely, en la balada folk fronteriza de Woody Guthrie Plane Wreck At Los Gatos (Deportee).
Flaco Jiménez describió este álbum como “una reunión familiar, una gran fiesta”. Pese a ese carácter festivo, el disco ganó el Grammy a la mejor interpretación mexicano-americana.
Aunque al principio se concibió para una ocasión única, el éxito de este supergrupo motivó la aparición de un segundo álbum, con cuatro de sus componentes originales: David Hidalgo, César Rosas, Ruben Ramos y Rick Treviño.
Si el debut de Los Super Seven fue un tributo a la música fronteriza mexicano-americana, Canto (2001) adquiría una mayor universalidad al sobrepasar México para alcanzar otros países (Cuba, Perú, Colombia, Brasil) y demostrar que la frontera es una ilusión.
Así, al ignorar los límites geográficos, se convertía en un disco de raíces concebido como una amplia experiencia musical latina, un viaje a través de la tradición de composiciones románticas del Caribe con paradas adicionales en Sudamérica.
Para llevar a cabo este proyecto, se incorporaron personajes tan variados como el peso pesado del tropicalismo brasileño, Caetano Veloso; el pianista cubano Alberto Salas; la diva peruana Susana Baca; el bajista Wil-Dog Abers (Ozomatli), y el cantante de origen cubano Raúl Malo, líder de The Mavericks.
De nuevo con la producción de Berlin, los participantes revisaron más de cien canciones tradicionales, y el resultado final no pudo ser mejor, con un sonido de arreglos muy cuidados que destacaba las excelentes interpretaciones vocales y el especial tratamiento de las percusiones.
Con su prodigiosa voz, Malo interpretaba excelentes versiones del mambo popularizado por Beny Moré Me voy pa’l pueblo (con un tremendo solo de piano) y de la hermosa balada de Ernesto Lecuona Siboney (con arreglos sustentados en cuidadas percusiones casi tribales).
Treviño, el primer cantante de country en castellano (mucho antes que el esperpento de Coyote Dax), se atrevía con el bailable son cubano El que siembra su maíz del Trío Matamoros y con el vallenato colombiano Paloma guarumera de Alfredo Gutiérrez.
Rosas adaptaba la canción folk El pescador y aportaba un tema propio, la cumbia Campesino, una canción sobre la importancia de mantener la fe y no olvidar los orígenes.
Hidalgo aparecía en dos composiciones nuevas coescritas por él y Louie Pérez: la bailable cumbia Calle dieciséis, una evocación de la niñez en el barrio y la pérdida de la inocencia, y la única canción en inglés del álbum, Teresa, una mezcla de tradición y modernidad con ritmos complejos y un destacado solo de piano.
El veterano de la Tejano Music Ruben Ramos sorprendía (sobre todo al público español) por su magnífica versión de la rumba de Los Guaracheros de Oriente Compay Gato –más conocida en nuestro país con el título de Lo mato, popularizada por Peret–, aunque acentuaba las raíces cubanas.
El recién llegado al proyecto, Caetano Veloso, recuperaba dos canciones propias: la preciosa bossa nova Qualquer coisa y la delicada Baby. Y otra de las nuevas incorporaciones, la peruana Susana Baca, adaptaba el Drumi mobila de Bola de Nieve a modo de cariñosa nana.
Más ambicioso y mucho más rico que su debut, Canto sonaba como una lógica extensión del trabajo global realizado por Cooder en Cuba. Por eso, algunos dijeron que “este es el álbum para dar a tu CD de Buena Vista Social Club un merecido descanso”. También en 2001, se publicó el DVD No Borders. Canto, con imágenes de conciertos y de la grabación del disco.
En 1975, ZZ Top grabó Heard In On The X, un himno dedicado a la radio fronteriza entre Texas y México de los años cincuenta y sesenta, cuando el rock’n’roll, el blues, el country y los corridos se mezclaban sin problema. Ese fue el concepto del excepcional tercer trabajo de Los Super 7 (entonces escrito así).
A diferencia del panamericanismo de Canto, Heard In On The X (2005) estaba más centrado geográficamente, aunque la música texana es sinónimo de fusión. Y de esto saben mucho Calexico, una feliz incorporación a Los Super 7, junto con Charlie Sexton, Augie Meyers, Redd Volkaert y Lloyd Maines, entre muchos otros.
En el álbum flotaba el espíritu de un personaje clave de lo fronterizo, el desaparecido Doug Sahm, e incluía dos canciones escritas por él –el tex-mex anglo I’m Not That Kat (Anymore), con John Hiatt, y el soulero The Song Of Everything, con Raúl Malo–, y otra que adaptó –el brillante baladón cincuentero de Little Willie John Talk To Me, con Delbert McClinton–.
El resto lo integraban temas popularizados por Bob Wills (el acelerado western swing My Window Faces The South, con Lyle Lovett), Bobby Fuller (Let Her Dance, con Joe Ely) y Buddy Holly (Learning The Game, con Rodney Crowell y el acordeón de Flaco).
También adaptaban a Muddy Waters (I Live The Life I Love, con McClinton), Blind Lemon Jefferson (See That My Grave Is Kept Clean, con Clarence Gatemouth Brown y la guitarra acústica de Sexton), y ZZ Top (el poderoso blues-rock latino Heard It On The X, con Ruben Ramos y fragmentos de programas radiofónicos).
Y con el poderío de Calexico y su mariachi, relucían The El Burro Song, y los clásicos Cupido (una cumbia con Freddy Fender y Rick Treviño) y Ojitos traidores (con Treviño).
Por desgracia, y a pesar de lo prometedor del proyecto con sus formaciones cambiantes y su evolución reflejada en sus tres grabaciones, Heart It On The X fue la última entrega discográfica de Los Super Seven. Sin embargo, han vuelto a reunirse para tocar en ocasiones especiales.
Por ejemplo, en 2018 el colectivo actuó en el festival South By Southwest de Austin. Y en 2022, se juntaron por primera vez en cuatro años para protagonizar el primer Concierto por la Democracia, celebrado en el Centro Cultural Ucraniano de Los Ángeles.
En esa ocasión, la formación incluyó a David Hidalgo & Steve Berlin (de Los Lobos), La Marisoul (de La Santa Cecilia), Los Texmaniacs, Rick Treviño y Ruben Ramos.
El próximo 16 de junio volverán con la segunda edición de este concierto benéfico anual en el mismo escenario. Participarán César Rosas, Hidalgo, Berlin, Treviño, Ramos, Los Texmaniacs y Gaby Moreno.
Además, contarán con invitados como Dave Alvin, Xochi Flores & César Castro (de Cambalache), Ben Jaffe (de la Preservation Hall Jazz Band) y Drew Taubenfeld, entre otros aún por anunciar.
Una parte de los ingresos del concierto se destinará a las labores de ayuda para la guerra de Ucrania realizadas por el Centro Cultural Ucraniano de Los Ángeles.






