
Uno de los lugares más curiosos que visité en Nueva Orleans fue el Museo del Vudú. A decir verdad, no recuerdo cómo lo descubrí, pero creo que fue por casualidad. Está en el 724 de la Rue Domaine, una calle que va a parar a Bourbon Street, así que era fácil encontrarlo.
Que nadie piense que este local es algo truculento y gore; nada más lejos de la realidad. De hecho, la primera anécdota se produjo cuando una de las encargadas, al oírme hablar en catalán, me tomó por canadiense. Esa breve toma de contacto hizo que me explicara detalles de algunas piezas del museo.
Escuchándola, me di cuenta de que el vudú, mucho más que clavar agujas en un muñeco, es una forma de pensar cercana a las ideas new age y naturistas. Por ejemplo, en el museo se expone un tronco con supuestas propiedades curativas. La chica me contó que era un tronco que, si lo acariciabas, te producía una sensación de bienestar y relajación. Pero no había nada de mágico, sólo era el hecho de tocar algo natural.
Recuerdo que en el museo destacaba un cartel con la foto de una mujer afroamericana joven, una reina del vudú local, con referencias a su entierro. Ingenuo de mí, le pregunté a la encargada de qué había muerto, esperando una respuesta del tipo «una maldición» o algo similar. Su respuesta fue clara: una embolia. Así que todo el elemento paranormal del vudú terminó de desmoronarse ante mis narices.
Por si acaso, me compré dos cosas en la tienda del establecimiento: una fue el librito The Voodoo Cookbook Of Old New Orleans, de Charles Massicot Gandolfo (alias Voodoo Charlie, artista y fundador del museo), con recetas de bebidas como el Voodou Love Secret, platos para conseguir suerte y dinero y trucos prácticos explicando cómo disponer una mesa para promover el amor y el sexo.
La otra cosa que compré fue un hechizo. Esto último merece su explicación: en realidad, es un rollito de papel, como un pergamino en miniatura atado con un lazo. Según el color del lazo, era un hechizo para el amor, la salud, el dinero… Si he de ser sincero, no recuerdo cuál escogí. La cuestión es que lo tengo desde entonces y nunca se me ha ocurrido desenrollarlo para ver si tiene algún mensaje escrito. A veces pienso que el papel debe de estar en blanco.
Siguiendo con la magia, en el mercadillo francés, en un puesto que pertenecía a un tal J. E. Costello -joyero, gemólogo y maestro de collares, del centro místico de collares de Nueva Orleans, según su tarjeta- compré un amuleto. Tampoco elegí demasiado, fue el primero que me gustó. Es una garra de pájaro que tiene entre sus dedos una bola de cristal. Más tarde descubrí que se denomina «garra del poder».
Lo importante es que desde que lo compré, en verano de 1992, NUNCA me lo he quitado. Lo llevo cuando duermo, cuando me ducho, en el gimnasio… siempre. Sólo tuve un incidente: al principio llevaba una cadena de plata para colgarlo. Meses después, noté algo extraño en el cuello: la cadena se había roto repentinamente. Lo tomé como un mal augurio y, en efecto, fue el presagio de una mala experiencia. Posteriormente sustituí la cadena por un cordón de cuero que no puedo quitarme a menos que lo corte con unas tijeras.
Pero al margen de mi experiencia personal, la tradición del vudú es innegable en Nueva Orleans: llegó a la ciudad a principios del siglo XVIII directamente desde África, concebido como un sistema espiritual basado en tres fuerzas sobrenaturales: Dios, las loas (una mezcla de deidades africanas y santos cristianos) y los ancestros.
Uno de los elementos básicos del vudú es el gris-gris: así se denomina a los objetos (amuletos) o a los conjuros utilizados para hacer magia. Existen cuatro tipos básicos de gris-gris: para promover el amor, el poder y la dominación, la suerte y las finanzas, y para deshacer otros hechizos o maleficios.
La edad dorada del vudú en Nueva Orleans se produjo entre 1830 y 1930, y fue a principios de ese período cuando vivió Marie Laveau (1801-1881), la Reina Vudú más famosa. Algunas leyendas cuentan que poseía una belleza excepcional, que se hizo rica vendiendo gris-gris y que los líderes mundiales buscaban su consejo. Otras dicen que bailaba con una serpiente y presidía rituales sangrientos, que utilizaba el chantaje, que dirigía un burdel y que sus poderes causaron la muerte de, al menos, un gobernador. Más recientemente, su figura ha sido reivindicada como un icono para muchas causas, destacando sus facetas como abolicionista, feminista, espiritualista y activista.
Leyendas aparte, lo cierto es que Marie Laveau era una persona muy espiritual que mezclaba, a la manera criolla, el vudú con el catolicismo, especialmente los santos. Sus gris-gris, al igual que los símbolos y los objetos sagrados y benditos de la iglesia, estaban destinados a pedir ayuda a los santos y los espíritus. Aún hoy en día, algunas personas le atribuyen favores y milagros.
El influjo de Marie Laveau en la cultura popular es enorme: desde canciones como Marie Laveau de Dr. John, Witch Queen Of New Orleans de Redbone y Dixie Drug Store de Grant Lee Buffalo, hasta novelas y cómics. La aparición más reciente del personaje se ha producido en Coven, la tercera temporada de la serie American Horror Story, ambientada en Nueva Orleans, y donde está interpretada por la actriz Angela Bassett.
Pero Marie Laveau no era la única practicante de vudú que ha pasado a la historia. Uno de sus rivales era Dr. John Montenet, un legendario curandero del siglo XIX. Supuestamente, era un príncipe senegalés que llegó a Nueva Orleans a través de Haití, un hombre libre que vivió en Bayou Road y alardeaba de tener quince esposas y más de cincuenta hijos. Sentía una especial fascinación por los reptiles y poseía una gran variedad de serpientes y lagartos. Su especialización era la curación con hierbas y raíces, y además vendía gris-gris. El músico Mac Rebennack se basó en este curioso personaje para crear su alias artístico, Dr. John. Y, cómo no, su álbum de debut de 1968 llevaba por título Gris-Gris.