literatura, memorias, publicaciones

Lo llamaban rock català

Tocatsdelala_medium-802x1024En 2018 se publicó Tocats de l’ala. Història oral del rock català, un libro imprescindible para intentar entender un fenómeno musical inexplicable como pocos. Concebido como una obra «colectiva» por la participación de algunos de los actores que vivieron esa época (músicos, periodistas, promotores y representantes de discográficas), su autor, Oriol Rodríguez, tuvo la «osadía» de pedirme mi aportación, a pesar de ser uno de los mayores detractores del rock català que existe sobre la faz de la tierra. Naturalmente, no podía dejar escapar esta oportunidad para expresar lo que durante muchos años me había callado. Lo que sigue es la versión íntegra de mis respuestas que, naturalmente por cuestiones de espacio, no se incluyeron por completo en la obra.

Profesionalmente, ¿dónde te pilló el estallido del rock català? Entre 1985 y 1990, en el diario Avui, donde era el crítico musical, además de redactor de la sección de Espectáculos; y entre 1990 y 1993, en TV3/Canal 33, donde era guionista y redactor de los programas Sputnik Zap, Sputnik TV, Sputnik Cecília, Cliptoman y Jazz&Co.

¿Recuerdas cuándo empezaste a percibir que estaba surgiendo una escena musical que acabaría siendo lo que después se denominaría rock català? Cuando comenzaron a aparecer un montón de bandas. Fue una cuestión más de cantidad que de calidad.

¿Cuáles crees que fueron los motivos que propiciaron la irrupción de todos estos grupos? El hecho de que la generación joven de aquella época no tenía un referente musical en catalán (precedentes como la Nova Cançó y el rock laietà les eran ajenos).

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Bars: infuencias de blues y americana bajo el liderazgo de Montse Llaràs

Siempre se ha destacado la acritud (ellos hablan a veces de desprecio) con que la prensa tratasteis a todas aquellas bandas. ¿Las críticas fueron siempre justas? Creo que sí. De todas formas, es preciso matizar, porque algunos medios los apoyaron desde el principio, como TV3, Catalunya Ràdio o Enderrock. Pero pienso que las críticas fueron muy justas porque, en el fondo, se trataba de un fenómeno más ideológico que musical. Es decir, parecía que lo más importante fuera el hecho de que cantasen en catalán, por encima de considerar la calidad musical. Cantar en catalán lo justificaba todo. Pero si analizabas las letras, los estilos, todo era de un vacío y de una ingenuidad sorprendentes. Podemos hablar de los casos más famosos: Els Pets era una orquesta de fiesta mayor; Sangtraït, rock duro «del montón»; Sau, un supergrupo de estadio con himnos tan sobrevalorados como ‘Boig per tu’ –cuando oigo que algunos la consideran una de las mejores canciones en catalán, pienso que no estamos hablando de lo mismo–, y Sopa de Cabra, una entusiasta (y poco más) banda de rock. Eso sí, todos ellos tenían en común una cosa: su público mayoritario estaba formado por adolescentes; por tanto, hablamos de fenómenos de masas, totalmente mainstream y alejados del indie que vendría posteriormente. Lo peor de todo es cuando contemplamos lo que durante aquellos mismos años se hacía en otras comunidades autónomas: en Euskadi tenían bandas tan apreciables como Kortatu (y su posterior evolución, Negu Gorriak), Dut, Bap!! o Tilt; en Galicia gente con la inventiva de Os Resentidos, y en otros puntos del estado grupos tan interesantes como Los Enemigos y Los DelTonos. Evidentemente, si comparamos el rock català con todos estos artistas, sale perdiendo.

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Maria Santfores al frente de los igualadinos U-Tòpics. Foto: Àlex López Cuadrado

Trabajando en un medio como el Avui, y después en TV3, ¿recibiste alguna presión de tus superiores para hablar, y hablar bien de estos grupos? En el Avui, no. Por suerte el jefe de espectáculos confiaba totalmente en mi criterio a la hora de escoger qué conciertos o qué discos criticar, y nunca me presionó de ninguna manera. Esto me daba plena libertad: tenía una sección de crítica de discos llamada Off The Record y no apareció ningún grupo de rock català, para ser coherente con el factor de la calidad que antes he citado. Aun así, al principio del fenómeno dediqué varios artículos con entrevista a bandas como Grec o Duble Buble, entre otros. Y eran artículos meramente informativos, sin ningún elemento de crítica negativa. TV3 era una poco diferente, porque era el canal oficial del rock català, el que ponía todos los medios técnicos y humanos a su disposición para realizar videoclips y filmar conciertos, convirtiéndose en su «documentalista» oficial. Creo que el rock català sin el apoyo de TV3 no habría tenido tanta repercusión. No olvidemos que el macroconcierto del Sant Jordi de 1991 fue emitido por TV3. TV3 (y programas como Sputnik) encontraron una mina en estos grupos: recordemos, por ejemplo, que Gerard Quintana fue escogido para presentar una de les secciones de Sputnik, el llamado Rewind dedicado a grupos de rock históricos. Como anécdota, una vez propuse que Dani Nel·lo de Los Rebeldes podría presentar alguna sección: obtuve el silencio por respuesta. Supongo que llevaba demasiados tatuajes y era demasiado rocker para el público de TV3 (y formaba parte de un grupo que, a pesar de ser catalán, cantaba en castellano).

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Kitsch: el after-punk de Banyoles. Foto: Jaume Ribera

Explicas en tu blog un episodio de amenazas por parte de Albert Reguant, por aquel entonces jefe de promoción de Discmedi. ¿Qué pasó? ¿Viviste alguna otra situación similar? Como explicaba antes, en mis inicios en el Avui me tragué mis principios y escribí artículos sobre la mayoría de las bandas de sellos como Picap y Discmedi. Pero, con el tiempo, empecé a ser más crítico sobre la calidad de su música. Un día, Albert Reguant, mánager/ideólogo de muchos de aquellos grupos –después reconvertido en gurú de la new age (con el programa Hidrogen) y la world music, lo que demuestra que es un personaje que siempre ha sabido estar en el lugar adecuado en el momento adecuado–, me llamó para «amenazarme». Me dijo, literalmente, que si estaba en un diario catalán tenía que hablar de sus grupos «POR COJONES», y que si no lo hacía vendría a protestar con todos ellos, montando una especie de sentada delante del diario. Mis gritos de indignación se oyeron en toda la redacción: no pensaba tolerar una presión mafiosa como aquella, y le dije que lo hiciera, si quería. Evidentemente no lo hizo. Pero siempre he pensado que mi actitud no gustó a alguno de los jefazos más catalanistas que, de alguna manera, se enteraron. También coincidió con un momento en que me cambiaron el jefe de sección y lo sustituyeron por otro que, este sí, practicaba las «indicaciones» y la censura, aplicadas sobre todo a los artistas que cantaban en castellano.

¿Por qué crees que fue un fenómeno de comarcas que costó que arraigara en Barcelona? ¿Por qué en esta ciudad no surgió nunca un grupo destacado de rock català? Creo que los aficionados a la música de Barcelona buscaban o se interesaban por propuestas más «serias» (como las del resto del Estado o del extranjero), y el tema de la lengua no era tan importante en una ciudad que siempre ha sido bilingüe.

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Umpah-Pah: la inventiva de Adrià Puntí.

¿Se puede hablar realmente de una escena de rock català o más bien fueron cuatro o cinco grupos con pocas cosas en común entre ellos? Más que de escena, hablaría de fenómeno, de grupos que tenían en común el hecho de cantar en una lengua determinada, de tener un público adolescente y de no ser en absoluto rompedores ni innovadores desde un punto de vista musical. Eso sí, hay que reconocer que su máxima proeza fue demostrar que se podía hacer pop-rock insubstancial y mainstream en una lengua que no era ni el castellano ni el inglés. Es decir, una labor de normalización de la música comercial en catalán. Ni más, ni menos.

De todos ellos, ¿había algún grupo que te gustara o interesara? ¿Qué bandas o discos destacarías? Sí. En primer lugar, destacaría dos grupos liderados por mujeres con una gran presencia escénica: Bars y U-Tòpics; ambos, además, con ciertas influencies del blues; después, el after-punk más o menos siniestro de Kitsch; la inventiva de Umpah-pah, y el funk erudito de Slips. También me gustaba la perspectiva balear de Ja T’Ho Diré. Curiosamente, a dos de los grupos citados los entrevisté para Rockdelux: U-Tòpics y Slips.

Casi treinta años después, ¿ha cambiado tu percepción de todos aquellos grupos? No. Creo que el tiempo me ha dado la razón. Solo hay que ver cuántos han sobrevivido, y de qué manera. Y, a pesar de los intentos de «legitimarse» de algunos (como el acercamiento de Sau a Robbie Robertson o las producciones de Brad Jones para Els Pets), sigo pensando lo mismo.

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Slips: funk erudito deudor de George Clinton y Prince.

¿Crees que la etiqueta de bandas subvencionadas que colgaba sobre ellos es justa? Tal vez no afectaba a todas por igual, pero está claro que un fenómeno como el rock català interesaba al gobierno de Convergència i Unió: no solo por el tema del idioma, sino también por el hecho que suponía de dar importancia a las comarcas (los votantes naturales del partido) y de ofrecer un modelo a seguir «adecuado» para la juventud catalana. No olvidemos tampoco hechos como que el concierto del Sant Jordi contó con el apoyo de Ressons, la oficina de música de la Generalitat, y que disponían del instrumento mediático del gobierno, TV3 (y Catalunya Ràdio) para darse a conocer ampliamente. O que el grupo editorial Enderrock, el máximo difusor del pop-rock en catalán (promotor del concurso Sona 9, por ejemplo), reciba subvenciones del Departament de Presidència (solo hay consultar el DOGC).

¿Piensas que las instituciones del momento instrumentalizaron a aquella generación? ¿Quieres decir que si la manipularon? Quizá es exagerado afirmar tal cosa. Influir en sus gustos musicales, probablemente. Pero siempre existieron “espíritus libres” que buscaron otras propuestas alejadas de todo este circo.

¿Cuál crees que es el legado, musical y social, de aquella generación? ¿Han ejercido alguna influencia sobre la actual escena pop-rock en Catalunya? Por suerte, no creo que haya mucha influencia en la escena actual, lo que significaría (y volviendo a la pregunta anterior) que el “plan maestro” de las instituciones fracasó, afortunadamente. Y el legado… abrir la puerta y normalizar la música comercial en catalán. Todavía podríamos encontrar algunos tics de aquel fenómeno en bandas de éxito inexplicable y propuesta musical discutible como Els Amics de les Arts o incluso Manel. Aún peor, existe la herencia de la etapa de Els Pets de banda de fiesta mayor –fusionada, eso sí, con lo más lamentable y tópico del Manu Chao post-Mano Negra y el multiculturalismo mal entendido– en grupos como Txarango, Oques Grasses, La Pegatina y similares, de lo más previsibles en su temática (palabras como “libertad” y “lucha” son habituales en las letras) y en el sonido (ritmos bailables de verbena, mestizajes infumables, etc.). Lo más lamentable es que los errores se repiten, y en los informativos de TV3, por ejemplo, siguen apareciendo grupos como estos, mientras que se ignora casi sistemáticamente la potente escena (y esto sí es una escena) de blues catalana.

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