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Dixie Chicks, mucho más que unas simples «Spice Cowgirls»

Natalie, Emily y Martie: chicas a secas. Foto: Mark Seliger

Adoradas por algunos (entre los que me encuentro), odiadas por otros, no dejaron indiferente a nadie. Censuradas por sus declaraciones anti Bush, han acabado sucumbiendo a la corrección política para cambiar su nombre y diluir su sonido. Pero si hay algo que nadie les puede negar es que dignificaron el country comercial.

Acostumbrados a las maniobras de la industria discográfica con inventos del tipo Spice Girls o Backstreet Boys, la aparición de las Dixie Chicks podría levantar sospechas: tres chicas monas, de aspecto moderno… ¿otro grupo fantasma?

Nada más lejos de la verdad. Las hermanas Martie Erwin (12 de octubre de 1969; violín y mandolina) y Emily Erwin (16 de agosto de 1972; banjo y dobro) ya tocaban antes de la adolescencia, y la cantante Natalie Maines (14 de octubre de 1974) es hija del reputado steel guitar y productor Lloyd Maines.

Martie y Emily, curtidas en el circuito bluegrass, crearon el grupo en 1989 junto con otras dos chicas, Robin Lynn Macy (voz) y Laura Lynch (contrabajo), y empezaron a tocar en una esquina de Dallas. El nombre lo sacaron del título de una canción (y un álbum) de Little Feat, Dixie Chicken.

Entre 1990 y 1994, la banda fue la sensación en Texas: grabó tres álbumes autoproducidos y teloneó a George Jones, Alan Jackson y Emmylou Harris. Parte de su éxito se basaba en que era un grupo de chicas ataviadas a lo cowgirl.

Tras diversos cambios en la formación y la incorporación de batería, su sonido basado en el bluegrass se acercó al country moderno, pero les faltaba una voz carismática, y en 1995 ficharon a Natalie.

«Wide Open Spaces», el disco que las descubrió

Las Dixie Chicks fueron contratadas por Monument Records, la histórica discográfica que lanzó a Kris Kristofferson y Dolly Parton, y se convirtieron en el buque insignia de este sello en su nueva etapa. Su debut fue Wide Open Spaces (1998), ganador de tres premios de la Academy of Country Music y dos Grammy.

El secreto de las Dixie Chicks residía en la cuidadosa mezcla de country, bluegrass y folk, adornado con deliciosas armonías pop y, claro está, en su habilidad como intérpretes: Natalie posee una voz excelente y apasionada, enriquecida con los coros de sus compañeras; y estas, a su vez, son virtuosas instrumentistas que aportan el toque acústico rural. A su favor hay que recordar que cuando grabaron el disco insistieron en tocar sus instrumentos.

El trío de Dallas lo tenía todo para triunfar: por un lado, encontramos canciones que podrían romper en las listas pop, a no ser por sus apuntes de violín y banjo, como I Can Love You Better, un poderoso tema de country contemporáneo, el melodioso Wide Open Spaces y el magnífico There’s Your Trouble.

No faltaban las versiones, y las Dixie Chicks demostraron en este sentido su buen gusto: Loving Arms (interpretado por el dúo Kris Kristofferson y Rita Coolidge, pero también por Elvis), Never Say Die (Radney Foster), I’ll Take Care Of You (J. D. Souther) y el vigoroso Am I The Only One (Who’s Ever Felt This Way) (Maria McKee).

Pero, sobre todo, destacaba el genial rhythm’n’blues Give It Up Or Let Me Go (Bonnie Raitt) –con el mítico Billy Sherrill a los mandos–, sin duda el tour de force del disco, que permitía explayarse a todos los músicos y nos daba la oportunidad de comprobar la maestría de Martie y Emily, enzarzadas en un intenso duelo entre violín y dobro.

Y para corroborar que lo del sexo débil es un tópico, las Dixie se despachaban a gusto con dos honky tonk que las convertía en casi una versión femenina de Dwigth Yoakam: el arrastrado Tonight The Heartache’s On Me y el arrollador Let’ Er Rip, ambos con la pedal steel de Lloyd Maines echando chispas.

Distanciadas de las producciones light de Nashville que borran toda huella de autenticidad –aquí sonaban dobros, violines, mandolinas, banjos, pedal steel…–, las Dixie Chicks fueron el bombazo que le hacía falta al country femenino, y despejaron las dudas de quienes tuvieran la tentación de considerarlas unas simples Spice Cowgirls.

En el Madison Square Garden en 2003 durante la gira Top Of The World

Después publicarían Fly (1999) y Home (2002), este último con un sonido más orientado al bluegrass acústico. Pero las cosas se torcieron cuando Natalie, en un concierto en Londres, para criticar la intervención militar en Irak declaró que se avergonzaba de pertenecer al mismo estado que Bush (Texas), lo que desencadenó una caza de brujas contra ellas y una tormenta en los medios, con emisoras que prohibieron sus canciones, actos de quema pública de sus discos, amenazas de muerte…

Polémicas al margen –que fueron recogidas en el documental Shut Up & Sing (Barbara Kopple y Cecilia Peck, 2006)–, en directo las Dixie Chicks ofrecían el mejor espectáculo de country contemporáneo, con una vitalidad posmoderna pero con sus tradiciones intactas. Todo esto quedó reflejado en el doble CD Top Of The World Tour. Live (2003), grabado durante su gira de ese año.

El trío texano sorprendió de nuevo por su dominio de instrumentos tradicionales (banjo, mandolina, violín y dobro) y, sobre todo, por la excelente voz de Natalie, con la intensidad de una cantante punk.

El álbum incluía una gran variedad de éxitos que iban del roots rock más eléctrico (Goodbye Earl, Wide Open Spaces, el Mississippi de Bob Dylan) al bluegrass (Tortured Tangled Hearts, White Trash Wedding, Lil’ Jack Slade, Sin Wagon), sin olvidar el honky tonk más arrollador (Some Days You Gotta Dance, Hello Mr. Heartache) ni las baladas (la emotiva Travelin’ Soldier, sobre la guerra de Vietnam; Godspeed, con Emmylou Harris, y Landslide de Fleetwood Mac, con sección de cuerdas).

En 2006 lanzaron Taking The Long Way, su último disco como Dixie Chicks, con la producción de Rick Rubin y colaboradores como Gary Louris (The Jayhawks), Sheryl Crow y Keb’ Mo’ en la composición. Después vivieron un período de hiato para estar con sus familias. En 2010 Martie y Emily formaron el dúo Court Yard Hounds, un proyecto paralelo sin Natalie con el que grabaron dos álbumes, su debut homónimo (2010) y Amelita (2013).

Tras ceder a la presión de lo políticamente correcto, en 2020 han reaparecido como The Chicks con el álbum Gaslighter, cada vez más alejadas de sus raíces bluegrass. Al parecer, “Dixie” tenía connotaciones esclavistas. Ya puestos, qué raro que no hayan eliminado también “Chicks”, una palabra para denominar a las chicas jóvenes que muchas mujeres consideran ofensivas. En fin…

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