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Guadalupe Plata: bares con serrín y navajas ensangrentadas

Carlos y Pedro, los componentes de Guadalupe Plata

Titulan todos sus álbumes con su nombre, se declaran admiradores de la España negra y consideran al blues su amigo. Con escala en Austin, se han sumergido en las raíces más primitivas de un estilo que nació muy lejos de su Úbeda natal, mientras rehúyen cualquier concepto de fusión. Este domingo, 29 noviembre, actúan en Barcelona, en Sala BCN – Música al Castell de Montjuïc.

“Are you ready to boogie? Cuz we play you some authentic, way-down-in-the-delta blues!”, exclama el guitarrista de Blueshammer, poco antes de empezar a desgañitarse con uno de esos infumables blues eléctricos a lo John Mayer mientras la muchachada se contonea. Y, en ese momento, Seymour se larga.

Es una de las escenas memorables de Ghost World (Terry Zwigoff, 2001), pero esa actitud purista del personaje interpretado por Steve Buscemi es, hasta cierto punto, extrapolable para intentar explicar por qué tres andaluces de Úbeda –Pedro de Dios Barceló (voz, guitarra y armónica), Carlos Jimena (batería y percusión) y Paco Luis Martos (bajo; dejó la banda en 2019)– decidieron formar Guadalupe Plata, un grupo de blues, cuando en este país sigue siendo algo minoritario y poco cool. Nos responden al alimón vía e-mail.

¿Cómo surgió este proyecto? Hace años tocábamos en formato dúo como Rocky Horror Boogie Show. Al poco, ya como Guadalupe Plata, se metió Paco Luis y casamos muy bien con él y con su gusto de acompañar la música, primero con barreño, y después con bajo y guitarra. Siempre nos había gustado mucho el blues y, en general, la mayor parte de las cosas por las que mostramos interés están muy lejos de poder considerarse algo «cool».

Hablemos de vuestra discografía: tenéis los EPs Guadalupe Plata (2008) y Walter Daniels & Guadalupe Plata (2012) –con versiones de Suicide, Hound Dog Taylor, Gun Club y Frankie Lee Sims–, y los álbumes Guadalupe Plata de 2011, 2013, 2015, 2017 y 2018. ¿Me dejo algo? También participamos en el split «We Want To Be Black Vol. 1» (2012) con una versión de Jessie Mae Hemphill, «Sácalo sácalo». Y la canción «500 mujeres» se incluyó en la banda sonora de «The One World Tour: Europe!» (2011), un documental estadounidense sobre el mundo chopper.

Os lo habrán preguntado millones de veces, pero ¿por qué no ponéis título a vuestros discos? En realidad, es más bien una manía como cualquier otra. Un día se nos ocurrió hacerlo así siempre y ahora somos esclavos de esa idea y nos gusta.

Habéis estado varias veces en Austin. ¿Qué se siente al tocar en el sitio donde triunfó Stevie Ray Vaughan? Partiendo de que ninguno de nosotros es fan de Stevie Ray Vaughan, la ciudad es impresionante. La vez que más la disfrutamos fue el segundo año, cuando Mike Mariconda nos hizo de cicerone y nos enseñó bares increíbles, como Casino El Camino. Él nos puso en contacto con Walter Daniels, en cuya casa nos quedamos el año siguiente, sintiéndonos como si estuviéramos en Úbeda y notando también, a nivel de asistencia a los conciertos, que la insistencia en acudir allí estaba dando resultados. El primer año pecamos de novatos y nos pasamos buena parte de nuestra estancia haciendo cola en los almacenes de alquiler de backline, pero nos fuimos con la lección bien aprendida.

Algunos de vuestros primeros discos pueden descargarse gratuitamente en Bandcamp. ¿No sois de los que opináis que internet es el diablo y que ha sido el causante de la crisis musical? No, todo lo contrario. Ahora hay más oferta y la gente puede elegir por sí misma, y uno no tiene que depender de lo que escucha en la radio. El que tenga ganas de investigar en algún género concreto tiene muchísimas herramientas a su alcance. Por poner un ejemplo en relación con la pregunta anterior, hoy en día un chaval que se empieza a interesar por el blues no tiene por qué quedarse en Stevie Ray Vaughan, como podía pasar hace veinte años, sino que puede ir mucho más allá, hacia las raíces, y acabar descubriendo cosas que le pueden cambiar la vida para siempre.

Otra de las preguntas del millón: ¿cuáles son vuestras influencias, musicales y no musicales? Contamos entre nuestros ídolos a gente tan dispar como R.L. Burnside, Atahualpa Yupanqui y Bambino. De hecho, grabamos un single con versiones de los dos últimos: «La vasija» / «La pared».

De todos los estilos y variantes del blues, ¿por qué habéis elegido el más primitivo, el más visceral, el más telúrico, el más hipnótico? A veces me parece estar escuchando una vieja grabación de Alan Lomax. Porque es el que más se nos agarra a las tripas y hay que tocarlo con sentimiento más que con técnica, por lo que te permite expresarte de forma más libre.

Lo más sorprendente es que vuestra música fluye de una manera muy natural, nada forzada. Además, hacéis que un estilo aparentemente añejo suene contemporáneo. Siempre hemos tocado lo que hemos querido, sin mayores pretensiones. Solo queríamos hacer algo que se pegase a las tripas; quizá por eso le haya acabado gustando a la gente.

¿Cómo conseguís superar esa contradicción? Como tú dices, tocando de una manera natural y nada forzada.

Tenéis dos cosas que os colocan a años luz de otras bandas españolas de cualquier tipo: una amplia cultura musical y un intenso rodaje en la carretera –curtidos en escenarios norteamericanos: varias veces en Austin, pero también en Brooklyn, Filadelfia, Harrisonburg y Richmond, además de haber hecho giras por Francia, Inglaterra, Italia, México, Brasil y Canadá– que huye del amateurismo de función de fin de curso para acercarse al virtuosismo bien entendido. Estos dos rasgos no son, precisamente, habituales en este país. ¿Os consideráis una excepción, una rara avis? Nos gusta mucho escuchar música. Nos marcó especialmente la etapa de los 16 a los 19 años, cuando íbamos a unos locales de ensayo que estaban en una casa alquilada donde nos pasábamos veinticuatro horas escuchando y tocando. En cuanto al rodaje en la carretera, intentamos hacer lo que más nos gusta en la vida, que es tocar, y la única manera es coger la carretera e ir a todos los sitios que puedas. De todas formas, entiendo que los grupos puedan desanimarse porque al principio siempre es muy duro. Recuerdo las primeras visitas a ciudades como Barcelona, algo que, viniendo de Úbeda, suponía un trayecto y unos gastos considerables. Al regresar a casa habíamos perdido diez euros cada uno, pero ese primer viaje dio lugar a que pudiéramos ganar algo en el segundo.

¿Os lleva vuestro “rasgo diferencial” a ser más reconocidos y apreciados fuera de España? A nivel internacional todavía nos queda mucho por hacer, pero sí que es verdad que podemos tener más facilidad de llegar a gente de fuera porque el blues es algo universal.

Me da la impresión de que le dais más importancia a la parte musical que a las letras. Me explico: instrumentalmente rozáis una ejecución perfecta, pero las letras parecen surgir sobre la marcha, aunque muchas veces son algo surrealistas y tienden a ser cortas y repetitivas, como un mantra. ¿Estáis de acuerdo, o realmente hay un trabajo previo de sentarse a pensar y escribir letras con ínfulas poéticas? Sí que le damos importancia a las letras. Hay algunas que sí que son más improvisadas, pero otras, como la de «Rata», nace de sentimientos muy profundos como el odio. De todas formas, y como dice siempre Pedro, «Auambabulubabulambambú» es para nosotros una de las mejores letras que se hayan escrito nunca y dice lo que tiene que decir.

En vuestros textos e iconografía hay temas e imágenes que se repiten: cementerios, esqueletos, diablos, serpientes y animales variados, mujeres traicioneras, muerte, religión y un sentido del humor algo perverso. ¿Me dejo algo? Nos atrae mucho el mundo de la España Negra, los bares con serrín y las navajas manchadas de sangre.

La formación en trío del grupo incluía un instrumento tan poco habitual como el bajo hecho con un barreño de zinc, un palo de madera y una cuerda de arrancar motosierras. Le daba una sonoridad cojonuda, metálica, gorda, como una nota arrastrada. Nos daba ese carácter de chatarra que nos gusta.

En vuestros discos hay guiños a vuestro origen, pero se aprecian más en las letras y en el artwork que en la música. Por ejemplo, está la referencia a la “milana bonita” de Delibes en Milana o el ritmo de procesión en Santo entierro. ¿Por qué no habéis hecho como otros que funden estilos anglos con folclore español? Estoy pensando, por ejemplo, en Los Hermanos Cubero, que juntan el bluegrass de Bill Monroe con las jotas… Tampoco nos planteamos nunca una fusión predeterminada, es algo que va surgiendo; y nunca nos ha pedido el cuerpo hacer algo así de mezclar esto con aquello. Dicho esto, Pedro es un gran admirador de Los Hermanos Cubero.

El hecho de haber grabado alguna vez en Austin, una de las cunas del blues por excelencia, ¿os ha marcado de alguna forma, o sería igual de haberlo hecho en El Puerto de Santa María, por ejemplo? Viniendo de Úbeda, siempre es muy evocador grabar tan lejos de tu lugar de origen. Pero en El Puerto hubiéramos estado igual de a gusto, con la playa, los amigos que tenemos allí, el pescado…

¿Y cómo ha influido vuestra colaboración con Mike Mariconda? Nos entiende a la perfección, coincide con nuestros gustos musicales, sabe lo que queremos y adónde vamos. Es nuestro guía espiritual y lo adoramos como tal.

Hablemos de la canción El blues es mi amigo: ¿es una declaración de principios? ¿Qué os ofrece el blues que otros estilos no os dan? ¿Es un amigo agradecido? El blues, hoy por hoy, es lo que nos ha hecho movernos y estar como estamos, como una familia viajando constantemente y haciendo muchas cosas juntos. En ese sentido sí es un amigo muy agradecido, pero también tiene sus recovecos y sus cosas más oscuras que hay que aprender a manejar.

Tenéis una canción, Lamentos, que me recuerda mucho a Ry Cooder. Esto me lleva a una curiosidad: ¿era Rai, un tema del primer álbum de 2011, un homenaje a él? Sí, era un homenaje a “Rai” Cooder, en efecto. En cuanto a «Lamentos», hay que remitirse a la Semana Santa de Úbeda, donde las bandas se dividen en dos bloques: en el primero, cuando el Señor está vivo, están las trompetas y los tambores, y en el segundo, cuando es crucificado, solo los tambores, pero delante del trono va un coro de trompetas largas que tocan los Lamentos. Si buscáis por internet «Lamentos de Úbeda en Semana Santa» lo entenderéis.

Otra referencia a un músico la encontramos en Funeral de John Fahey. ¿Es otro de vuestros ídolos? Pedro se quedó muy pillado con él y lo incorporamos a nuestro santuario personal.

Vuestros vídeos son impactantes: desde los que recogen actuaciones en directo (Como una serpiente, con una stripper, o Serpiente negra, con esa fusión flamenca con bailarín disfrazado incluido) hasta los más elaborados (Pollo podrío, con vosotros enterrados hasta la cabeza en el desierto entre serpientes, torturados y quemados; la fantasía motera de Lorena con imágenes del delirante corto motero de 1967 Vicious Cycles, o la inquietante fábrica de extraños seres en Esclavo). Lo mismo podríamos decir de las portadas e ilustraciones de vuestros discos. ¿Os preocupa mucho el aspecto visual? Sí, y nos implicamos muy directamente siempre que podemos. En cuanto a los vídeos, siempre intentamos que se encargue gente muy de nuestra calaña. Las portadas y los carteles siempre las ha hecho Pedro. También ponemos mucho celo en la realización de fotografías –unas fotografías de Carlos en las que aparecen disfrazados de vampiros, de zombis, de predicadores con serpientes o de sacamantecas caníbales de la América (¿o España?) profunda–.

Habéis colaborado con el armonicista Walter Daniels en una gira y un EP. ¿Con quién os apetecería colaborar, vivo o muerto (músicos, productores…)? Con Jim Sclavunos, por ejemplo.

¿Os gustaría incluir alguna de vuestras canciones en una serie o película? Pienso, por ejemplo, que hubieran encajado muy bien en True Blood o en Hijos de la anarquía«500 mujeres» estuvo en «Buscarse la vida en América» y «Lorena» en «Shameless», pero nos gustaría que nuestras canciones sonaran en futuros capítulos de «La huella del crimen».

Y de la pantalla al cómic: Guadalupe Plata fueron los protagonistas de Leyendas del pantano de Antonio J. Moreno aka El Ciento –ilustrador habitual de las portadas de los libros de la editorial Dirty Works–, una novela gráfica publicada por Bandaàparte en 2017 que contaba las anécdotas de la banda.

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