Aunque surgió como un bluesman influido por Stevie Ray Vaughan, a principios de los noventa se adelantó al inminente revival del swing. Celebramos su cumpleaños con uno de los discos que encumbró al guitarrista y cantante canadiense.
Colin James –nacido el 17 de agosto de 1964 en Regina, Saskatchewan– irrumpió en la escena canadiense en 1988 con su debut homónimo, y desde entonces ha forjado su estilo potente que mezcla blues, rock’n’roll y soul.
Discípulo de Stevie Ray Vaughan –al que teloneó en varias ocasiones tras conocerlo en 1984–, a lo largo de su carrera ha trabajado con Bonnie Raitt, Luther Allison, Albert Collins, Buddy Guy, Albert King, Roomful Of Blues, ZZ Top, Mavis Staples, John Hammond Jr. y muchos otros.
En 1993, publicó Colin James And The Little Big Band, un homenaje a la escena swing de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, por lo que se le puede considerar un precursor del revival del nuevo swing.
Y es que, aunque tal vez ahora pocos se acuerden, a mediados de los noventa el swing volvía a estar de moda: el motivo habría que buscarlo en el auge de los bailes de salón, en películas como Swingers (Doug Liman, 1996) o en las exitosas grabaciones de The Brian Setzer Orchestra y de grupos como Royal Crown Revue.
En su secuela Colin James And The Little Big Band II (1999), el canadiense profundizaba en el concepto de jump blues, un estilo que mezclaba distintos sonidos y texturas y que tuvo entre sus representantes a figuras como Big Joe Turner y Louis Jordan.
De forma habitual, el jump se basaba en una combinación de cinco a diez instrumentos: contrabajo, batería, guitarra, piano, metales y, claro está, un cantante. Muchos de estos grupos se nutrían de músicos procedentes de las grandes orquestas de Duke Ellington y Count Basie, que tomaban el jump como un divertimento que les permitía improvisar.
James contaba con todos esos ingredientes: el respaldo de unos buenos metales (con los saxos de Greg Piccolo y Mark Kazanoff), una base rítmica trepidante (el batería George Rains y el teclista Reese Wynans), su expresiva voz y, claro está, su guitarra acerada y precisa, más cerca de la tradición blues que del rock’n’roll (a diferencia del antes citado Setzer).
Por si esto fuera poco, demostraba un gusto exquisito a la hora de escoger el repertorio con jump contagioso (el Jumpin’ From Six To Six de Jimmy Wilson y el C’Mon With The C’Mon de Cab Calloway, donde rozaba el canto scat) y rumbas al estilo de Nueva Orleans (el I’m Lost Without You de Memphis Slim y el sensual Mary Anne de Ray Charles, repleto de sabor criollo, que estallaba para convertirse en un blues incandescente).
También ofrecía swing de procedencia jazzística (Safronia B de Marvin Johnson And His Orchestra) o más afín al rock’n’roll (Somethin’s Goin’ On In My Room de Daddy Cleanhead And The Chuck Higgins Band y los temas propios Rocket To The Moon y Triple Shot, un tour de force instrumental para saxo, guitarra y órgano) y blues arrastrado al estilo Texas –el Let’s Shout (Baby Work Out) de Jackie Wilson y el Tin Pan Alley de Jimmy Wilson, con un solo preciosista que evocaba los mejores momentos de SRV–.
Y no faltaban clásicos del rhythm’n’blues (como el potente I’ll See It Through de Jimmy McCracklin, con los metales restallando mientras Colin encendía la mecha con su guitarra; el tenso Bring It On Home de Sonny Boy Williamson, y el decadente slow You Know My Love de Otis Rush, envuelto en humo de cine negro).
Mucho más que otro disco del movimiento del nuevo swing, James consiguió un trabajo que confirmaba su triple talento como guitarrista, cantante y compositor, y lo situaba muy por encima de los oportunistas que se apuntaron al carro de la moda.
Entre álbumes en solitario, recuperó su proyecto swing en dos ocasiones más: Colin James & The Little Big Band 3 (2006) y Christmas (2007). Miles To Go (2018) es su último largo hasta la fecha, aunque acaba de lanzar un nuevo single, Down On The Bottom.