The Boss actúa este fin de semana en Barcelona y ya anda el gallinero alborotado. Sí, he ido a dos de sus conciertos y con eso me basta y me sobra. Y es que, en el fondo, solo me atrae una de sus facetas, y no es la más popular, precisamente.
He visto a Bruce Springsteen con la E Street Band en un par de ocasiones. Lo malo (para mí) es que fue el mismo año (1988) y en el mismo escenario (mi odiado Camp Nou), con pocos meses de diferencia: una sobredosis, vamos.
Reconozco que la primera vez (el 3 de agosto) me gustó: un intérprete carismático, un sólido espectáculo de rock, una banda potente, una lista de canciones-himno… Pero se hacía cansino (¡y yo solo tenía 25 años!).
Para sus fans, la épica de sus shows de más de cuatro horas es un plus. En mi caso, pienso que, en ese formato greatest hits con banda –otra cosa son sus giras en solitario o con repertorio especial–, con una sola vez basta.
Hay artistas a los que no me cansaría nunca de ver, porque siempre me ofrecían algo distinto: en lo alto del podio estaría, por supuesto, Prince, seguido por Willy DeVille, Dr. John y algunos más. Pero Bruce, definitivamente, no.
Cuando repetí en el tour-paripé Human Rights Now! (el 10 de septiembre), ya pude tacharlo de la lista… como he hecho con otros grupos que no merecen que invierta más tiempo (The Rolling Stones y un largo etcétera).
Llegamos al punto polémico. Soy de los pocos que creen que hay bastantes cantautores rock mucho mejores que el Boss, que por lo que sea no han alcanzado su estatus: de Steve Earle a John Hiatt y, claro, John Mellencamp.
Por eso, sus discos no me enloquecen… con una excepción: We Shall Overcome. The Seeger Sessions (2006), su colección de versiones de temas tradicionales asociados al legendario cantante de folk Pete Seeger (1919-2014).
Así explicó los motivos que lo llevaron a grabarlo: “Muchas de mis composiciones, en particular cuando escribo para formato acústico, proceden directamente de la tradición del folk. Hacer este álbum ha sido creativamente liberador porque amo todos esos sonidos de raíces. Pueden evocar un mundo solo con unas cuantas notas y pocas palabras”.
Para ese proyecto, contó con una larga lista de colaboradores que incluía a Sam Bardfeld (violín), Art Baron (tuba), Frank Bruno (guitarra), Jeremy Chatzky (contrabajo), Mark Clifford (banjo), Larry Eagle (batería y percusión), Charles Giordano (órgano B3, piano y acordeón), Ed Manion (saxo), Mark Pender (trompeta), Richie Rosenberg (trombón) y Soozie Tyrell (violín).
Su mánager, Jon Landau, dijo en su momento que We Shall Overcome “tiene una luminosidad y una alegría pura que lo hacen especial de arriba abajo. Bruce ha cogido un puñado de temas clásicos norteamericanos y los ha transformado en una declaración muy personal, moderna y con mucha energía”.
Si con The Seeger Sessions el de Nueva Jersey coló un gol a la industria con una colección de canciones que cualquier sello hubiera considerado suicida, con su plasmación en directo revalidó la proeza.
Firmado como Bruce Springsteen with The Sessions Band, Live In Dublin (2007) incluía la mayor parte de canciones de We Shall Overcome, coloristas melodías idóneas para corear en la taberna, en la iglesia o en el baile de un granero.
Pero, además, reinventaba sus propias canciones y las reconstruía para que no las reconocieran ni sus fans más acérrimos: ahí estaban las relecturas de Atlantic City, If I Should Fall Behind, Open All Night y Blinded By the Light, entre otras.
Con el respaldo de los diecisiete virtuosos de la prodigiosa Sessions Band, ofrecía una orgía de bluegrass, dixieland, country, góspel, boogie, swing, klezmer, cajun, sacred steel, valses, raíces celtas y centroeuropeas y ritmos de Nueva Orleans que dejaba a la E Street Band como un borroso recuerdo.
Aun a riesgo de ganarme el odio de los seguidores del Boss, imaginemos que su carrera anterior a We Shall Overcome no existiera, y que, en lugar de un creador de himnos rock con años de experiencia, fuera una nueva figura de la americana, al que juzgáramos por ese disco y por Live In Dublin. Solo con estos trabajos, sería suficiente para augurarle un futuro brillante.
Del resto de su carrera, ya se encargará Jordi Bianciotto de alabarla en uno de sus habituales panegíricos en los que, además, siempre recurre al tópico de la relación especial que Bruce mantiene con Barcelona y los barceloneses. En fin…
La primera parte de su carrera es imbatible, discos como Born To Run, Darkness On The Edge of Town, o The River son muy, muy buenos. Y en directo solo me dejó realmente noqueado la primera vez que lo vi. Luego cada vez menos y la última del Nou Camp (supuesta gira The River) me aburrí bastante en determinados momentos. Estoy de acuerdo contigo en que ahora mismo la parte de su carera que más me llega es cuando se encuentra consigo mismo en la intimidad. Nebraska es una maravilla y de su última producción lo mejor es Devils & Dust o el que citas, We Shall Overcome. Iré al concierto del domingo, pero por qué un buen amigo ha tenido a bien invitarme, a ver con que nos encontramos….
gracias por tu aportación!