La cantante, compositora y guitarrista cumple en 2023 siete lustros en el blues. Considerada una de las pioneras del género en Cataluña, lo celebra con una gira en la que reconstruye algunas de sus canciones. Repasamos su carrera con ella.
Montserrat Pratdesaba, más conocida como Big Mama Montse, empezó como cantante en bandas como The New Blues Explosion y Special Company. En 1990 debutó con el casete Blues Reunion ’90, con una tirada limitada de quinientas copias.
Ha grabado una veintena de álbumes, acompañada de grupos como The Blues Messengers y The Crazy Blues Band y de solistas como Víctor Uris, Amadeu Casas, Joan Pau Cumellas, Miguel Talavera y Sister Marion.
Además, ha colaborado con otras formaciones como L’Harmònica Coixa Blues Band, La Vella Dixieland y La Locomotora Negra. También ha participado en proyectos educativos para la difusión del blues y ha recibido un montón de premios.
Desde hace años, es presidenta de la Societat de Blues de Barcelona (SBB), y está muy comprometida en la lucha por los derechos de los músicos, como integrante del Consejo de Administración de AIE y de la Junta de la Unión de Músicos Profesionales.
Para celebrar sus 35 años en escena, Big Mama Montse realiza un tour con la banda Captain’s Brotherhood, formada por Hernán Fridman (bajo) y Lorenzo Spinozzi (guitarra), en el que reinventa algunas de las canciones que ha compuesto.
No es la primera vez que conmemora efemérides: en 2013, para los 25 años, hizo una gira con el grupo Taller de Músics All Stars y el álbum 25th Anniversary, y en el 30º aniversario, otra con la 30’s Band y el disco Party Life (2018).
¿Por qué decidiste dedicarte al blues, entre todos los estilos? Cuando era muy joven me interesaba mucho el hard rock, por su energía. Yo tenía un espíritu muy rebelde, y ese género, en ese momento, me permitía mostrar mi actitud. Con el blues conecté de una manera muy profunda con una forma de expresión muy sincera. Creo que esto fue lo que más me cautivó: esta sinceridad muy auténtica, que permite explicar las emociones y los sentimientos con una gran verdad. Es una música primitiva, pero conecta con la actualidad.
¿Recuerdas cuál fue el primer artista de blues que escuchaste? B.B. King, a los 16 o 17 años, pero en ese momento no sabía muy bien qué era el blues. Me emocionó mucho y me hizo llorar. Cuando empecé a entrar en el blues ya tenía 25 años, y el primer artista que me abdujo totalmente fue Elmore James.
Cuando te describen como “pionera del blues” en Cataluña, ¿qué piensas? La verdad es que de mujeres no había muchas. Sí que antes existían artistas como Guillem d’Efak, Quico Pi de la Serra y Riqui Sabatés que hicieron blues; pero mujeres, no. Cuando aparecí como cantante de blues en 1988 estaba Loti Lewis y poca gente más. Creo que me lo dicen con cariño, por la defensa que siempre he hecho del estilo. Me lo tomo bien. Pienso que no hay para tanto, aunque si me lo dicen con respeto, lo acepto. Tampoco me lo creo mucho. Sinceramente, opino que he cogido una música que me apasiona, y he hecho a mi manera lo que he podido, porque necesitaba cantar. Este género me ha abierto la posibilidad de hacerlo.
¿Cuál ha sido tu evolución como artista desde Blues Reunion ’90, aquel primer casete, hasta ahora? He aprendido a entender que debes disponer de calma mental. Que el dolor, los temores, la pena, todo puede tener una solución. Lo peor que te puede pasar es que ese dolor no te permita vivir. Y a mí el blues me ha ayudado a calmar el dolor, los nudos mentales, la rabia… Me ha permitido expresarlo con canciones. Y ahora, precisamente, con este 35º aniversario estoy recuperando muchos de estos temas y me doy cuenta de las etapas que he ido viviendo y las acepto, desde esta calma mental que he ido alcanzando.
¿Cuáles son tus referentes como cantante? A partir de 1994, cuando hice un homenaje a Bessie Smith, me han influido especialmente mujeres: primero ella, y después otras como Alberta Hunter y Helen Humes. Estas tres son las que más me han influenciado. Y un montón de músicos: Brownie McGhee, porque es el filósofo del blues, Big Bill Broonzy y Elmore James. Y también Jimmy Witherspoon y Johnny Adams. Además, me gustan estilos de blues muy diversos. A nivel contemporáneo, admiro mucho a Keb’ Mo’: he intentado reflejarme en ciertos aspectos para componer canciones actuales, con una sonoridad más moderna.
¿Has tenido la oportunidad de conocer personalmente a alguno de tus artistas admirados? He visto fotos tuyas con Anson Funderburgh, con Irma Thomas… Sí, porque a estos los pude entrevistar en el festival de blues de Lucerna para la revista francesa “Blues & Co”. Y también a Keb’ Mo’, cuando vino a actuar a Vilafranca del Penedès, en la primera edición del Vijazz en 2012. Cada uno fue muy peculiar, y conecté muy bien con ellos. Aunque Irma era muy distante, al principio. Pero después, cuando le pregunté cómo había afrontado las pérdidas que sufrió por el Katrina, empezó a abrirse un poco más. Anson fue muy cordial, es una gran persona. Y con Keb’ Mo’ primero nos dieron muy poco tiempo, pero le agradó la entrevista, y cuando el mánager entró para interrumpirla, le dijo que estaba a gusto y quería seguir. También tuve la oportunidad de saludar a Johnny Adams. Y cuando fui a Nueva Orleans se acordaba de mí, porque lo teloneamos en el Festival de Blues de Cerdanyola.
He visto otra foto de Nueva Orleans donde apareces cantando con Mitch Woods… La segunda vez que fui allí dormía en casa de Ron Hacker, un músico que era muy amigo de los de “Blues & Co”, y con el que toqué en un club. Era colega de Mitch Woods y le pidió que me invitara a subir al escenario. Yo no lo sabía. Fue algo espontáneo, como un favor que le hacía Mitch a Ron. Muy bonito, algo totalmente inesperado.
Si pudieras grabar o actuar con cualquier artista de blues, vivo o muerto, ¿con quién te apetecería hacerlo? Con Keb’ Mo’ me gustaría mucho. De hecho, pensé en ahorrar e ir a su estudio… ¿Por qué no? Sería un sueño a realizar algún día. Aparte, evidentemente con Brownie McGhee y con todos los que he citado. Lonnie Johnson, también. Y Louis Armstrong, Freddie King, T-Bone Walker, Ronnie Earl, Sam Myers, Jimmie Vaughan, Clarence Gatemouth Brown, James Bolden, Coleman Hawkins, Ben Webster, Eddie Boyd… Pero no grabaría con ellos, con tan solo verlos ya sería feliz.
Has viajado a varias ciudades norteamericanas. ¿Se nota que allí hay una actitud diferente por parte del público hacia el blues? En Texas había muy buenos artistas, pero la gente pasaba mucho de ellos: estaban tocando y no les hacían ni puto caso, comiendo y hablando, con la música de fondo. Me dio un poco de pena. Y estuve durante el 30º aniversario del King Biscuit Blues Festival en Helena (Mississippi), y también en Clarksdale, y en los festivales sí había más respeto. Lo que ya me sorprendió cuando estuve en 1992 es que estaba todo un poco segregado, al menos en el sur. Existe una separación entre blancos y negros en las iglesias, en los barrios… Y muchos artistas tocan por propinas y vi que allí era muy duro poder vivir de la música.
El blues de la inflació (1994), con Víctor Uris y Amadeu Casas, fue tu primer álbum con la mayoría de canciones compuestas por ti. ¿Supuso un antes y un después en tu carrera? Yo había ido haciendo cosas al principio con los Blues Messengers, y de golpe y porrazo el grupo se disolvió y me quedé sin banda. Aquello para mí fue traumático. “El blues de la inflació” supuso un renacer. Conté con la gran amistad de Víctor Uris y de Amadeu Casas, y esto me dio fuerza. Yo lo había perdido todo: el grupo, el piso, ya había dejado mi trabajo en TV3, no tenía ahorros y tuve que volver a vivir en mi pueblo (Sant Quirze de Besora), pedir ayuda a mis padres… Muy duro, vaya. Víctor me echó una mano y me ofreció un bolo en Mallorca, y esto me animó. Y empecé a componer. También hice un estudio sobre el blues que me encargó Gemma Romanyà, que tenía una sala llamada Paper de Música, y me pidió si quería hacer un concierto con Ignasi Terraza, y allí fue donde grabamos “El blues de la inflació”. Al escribir ese estudio sobre el blues empecé a entender lo que yo hacía de una manera intuitiva, que era cantar porque me gustaba. Y así conocí esta música con más profundidad, vi de dónde venía. “El blues de la inflació” supuso un inicio, pero en aquel momento también fue algo muy valiente porque venía de una banda que era una explosión de blues, y de repente llegó esta propuesta intimista, sin recursos… Y fue muy criticada por muchos. Después he visto que es uno de mis discos que más se ha vendido y que llegó a más gente, y para mí fue muy importante.
El blues me ha ayudado a calmar el dolor, los nudos mentales, la rabia
¿Qué faceta prefieres, la de cantante o la de compositora? Como intérprete de mis canciones, sufro. Me gusta componer, pero a veces pienso que puedo decir lo mismo con una versión de otro. En cambio, si la letra es mía, estoy tensa. Me gusta mucho cantar y también componer, aunque lo que me cuesta es cantar lo mío. Y este es el reto que me he propuesto ahora con la celebración de los 35 años: interpretar mis propias canciones, pero sin vergüenza. Si quiero decir esto, lo digo y ya está.
¿Qué papel tiene la guitarra en tu propuesta? Es un complemento. Empecé a tocarla con 12 años, pero si desde entonces hasta ahora no he aprendido, ya tengo asumido que no soy guitarrista. Simplemente es una herramienta para acompañarme.
Si tuvieras que elegir un solo álbum de tu carrera, el que te represente más, ¿cuál sería? Quizá el del 30º aniversario, “Party Life”, que no está publicado en ningún sello. Hice un crowdfunding. Es el que me identifica más ahora. Hay otros que aprecio mucho: por ejemplo, el de los Blues Messengers –Big Mama & The Blues Messengers (1993)–, grabado en directo en La Boîte. También me gusta mucho el que hice con la Original Jazz Orquestra del Taller de Músics –Bluesin’ The Jazz (2013)–, un homenaje a las mujeres del blues, y el de mis 25 años –25th Anniversary (2013)–. Y “Blues Rooted” (2005), a pesar de que a mitad del disco tal vez es demasiado lento.
A lo largo de estos 35 años ¿no has tenido ningún momento de pensar “lo dejo” o “me paso a otro estilo”? Dejar la música sí que a veces lo he pensado, porque es muy duro vivir de ella. Pero es como una necesidad, ni que sea para desfogarme. Aunque lo he pensado, sí, en algunas ocasiones. Incluso a nivel económico, porque muchas veces te planteas que debes hacer otra cosa porque no tienes suficiente para vivir. Pero al final he ido resistiendo.
¿Cómo ves la escena actual del blues en Cataluña y en el estado español, en términos de calidad y variedad? Hay muchos buenos músicos, por suerte. Antes no había tantos, y cuando necesitaba instrumentistas tenía que ir a buscar a gente que tocara rock o jazz. Ahora hay muchos. Quizá aquí hay más pianistas y armonicistas, y en otros lugares hay más baterías y secciones rítmicas o guitarristas. No es lo mismo Madrid que Barcelona o Sevilla. Pero lo que falta son espacios: hay mucha gente, pero faltan lugares donde tocar. O son muy pequeños, y pueden actuar dúos o tríos, solistas, pero para los grupos es difícil. Además, los festivales se concentran mucho en una misma temporada.
¿Crees que las instituciones y los medios de comunicación prestan al blues la atención que se merece? No, para nada. Excepto programas como “T’agrada el blues?”, con Pi de la Serra, y “Assaig general” –ambos en Catalunya Ràdio–. Antes en la tele estaba lo de “Blues a l’estudi”, que lo pasaban a las tantas, pero lo quitaron. Al blues le cuesta mucho tener espacios. Hace mucho que no salgo en la tele, y antes salíamos más.
¿Se ha producido una renovación del público del blues? Es decir, ¿consigue atraer a audiencias más jóvenes? Más que renovación sí que a veces hay público nuevo, pero es gente mayor. Los jóvenes tienden a ir a otros lugares donde hacen otros tipos de música, con otras sonoridades. Y al blues le cuesta mucho atraer a la gente joven. Pero esto ya pasaba hace muchos años: recuerdo que íbamos a tocar con Joan Pau Cumellas y llegaba un momento en que todos los espectadores eran de la tercera edad. Y si vas a Francia, son moteros, pero también mayores. Y en Dinamarca y en otros países he comprobado que también es así. Por tanto, hay una renovación, pero de gente mayor. Es un tema que consideramos desde la SBB, y como artistas también nos preocupa qué se puede hacer al respecto.
Compaginas tu faceta artística con otra más reivindicativa, al frente de la SBB y a través de otras entidades. ¿Cuál es el principal problema del blues en Cataluña? ¿La falta de locales, la ausencia de público, la poca difusión en los medios, la casi nula programación en festivales tipo Grec o la Mercè? Creo que es todo eso en conjunto. Se ha demostrado que cuando se hacen conciertos de blues va mucha gente, pero los programadores de festivales no apuestan por ellos. En cuanto al problema de los jóvenes, y para atraerlos hacia el blues, desde 2007 estamos haciendo el proyecto “Blues a l’escola” con Joan Pau Cumellas, con el que hemos llegado a unos cincuenta mil niños y niñas. Pero que esto dé frutos y que a la larga produzca gente interesada en el blues, es complicado. El esfuerzo que hemos invertido es grande, pero al final te quedas muy solo. Si te encuentras con grandes medios de comunicación y tú eres una propuesta pequeña, la competencia por poder alzarse y asomar la cabeza es asfixiante. Si quieres seguir existiendo, lo haces a nivel pequeño y vas insistiendo, intentando crear público, ofreciendo programación gratuita, buscando ayudas y rompiéndote los cuernos cuadrando números… Pero es una lucha de David contra Goliat. Es muy complicado tener al otro lado lo grande y que no crean en ti. No nos tienen presentes.
Y es especialmente lamentable en festivales como el de Guitarra, que a veces de ese instrumento tiene muy poco, o el mismo Festival de Jazz de Barcelona, que siempre trae a los mismos artistas… El de Terrassa, y de esto nos alegramos, desde sus inicios ha tenido en cuenta el blues y ha programado una Noche de blues. Pero los que organiza The Project y otras empresas que reciben ayudas no lo consideran.
Estás celebrando los 35 años con una gira con Captain’s Brotherhood. El 28 de abril grabaréis en vídeo el concierto de la sala La Iguana de Barcelona. ¿Saldrá en DVD? La idea es mostrar un poco quiénes somos y tener acceso a redes. Si queda todo bien, entonces veremos cómo se publicará. Al trabajar con estos músicos jóvenes, y que tienen maneras de hacer diferentes a las mías, he aprendido que debes estar presente en las redes y que debes ir aportando cosas nuevas. Primero grabaremos este concierto con nuestros medios. Después, en mayo entraremos en un estudio y haremos cinco vídeos y tendremos más material con otra sonoridad y otra presentación. Y en octubre grabaremos lo que podría ser un disco, pero sin editarlo físicamente. La idea es dejar un testimonio de estas canciones una vez rodadas y a ver cómo quedan con los nuevos arreglos. Dejar constancia de este proceso, de cómo va evolucionando el proyecto.
Al blues le cuesta mucho atraer a la gente joven
Colaboraste como redactora en la revista francesa Blues & Co entre 2008 y 2016. ¿Qué se siente al estar al otro lado de la barrera? (Se ríe) Es una labor apasionante, pero de mucho compromiso, porque has de escribir artículos con periodicidad, y has de hacerlo con responsabilidad. Porque la información que das debes contrastarla bien, investigar… Requiere un trabajo muy grande. Tienes un cierto poder, aunque aquella revista publicaba mil ejemplares, y dejas plasmado algo que debe tener un cierto rigor, y esta era mi manera de proceder y de entenderlo.
Para acabar, creo que te gusta el flamenco… ¿Piensas que tiene similitudes con el blues? Hace poco me he aficionado. Fui a Granada y empecé a ir por casualidad a locales de flamenco. Escuché a Rafalín Habichuela y aquello me tocó mucho. Quise saber más y fui a Jerez de la Frontera. Pero no conozco el flamenco en profundidad, solo puedo decir si algo me gusta o no. Como el blues, es una música de carácter folclórico, que surge del pueblo, y tiene una pulsión rítmica: ese latido que procede del corazón, de un sentimiento. Y le imprime un carácter: le permite expresar todas las emociones, tanto la tristeza como la alegría. Son culturas que explican las cosas sin vergüenza, sin complejos, no hay muchos tabús. Puedes decir: “Estoy hecho polvo, me ha dejado mi hombre o mi mujer”… Nosotros somos más de no expresar casi nada, para evitar ser vulnerables y que te puedan apuñalar por la espalda. En cambio, estas músicas tienen esta sinceridad y, al compartirla con la comunidad, hacen que lo que tú vives pueda ser una enseñanza para todos. Creo que tienen esto en común y es lo que me ha atrapado.
Fantástico trabajo ! MIQUEL !
moltes gràcies, Jordi
Interesante entrevista!
muchas gracias!
Tenemos mucho que agradecer a bigmama todo lo que ha hecho por el blues en nuestro país. Y por las blues woman.
Gràcias Montse!!!