La casualidad ha hecho que cayeran en mis manos al mismo tiempo una serie y una novela relacionadas con la mítica reunión de Elvis Presley, Jerry Lee Lewis, Johnny Cash y Carl Perkins. En ambos casos, incluso tratándose de productos encomiables, me he quedado con ganas de más.
(Atención, este artículo incluye spoilers. Allá tú si sigues leyendo)
Sun Records (2017), estrenada en CMT (Country Music Television) y dirigida por el británico Roland Joffé –conocido por Los gritos del silencio (1984) y La misión (1986), entre otras películas–, es una serie que no esconde sus orígenes.
Está basada ligeramente (después se entenderá el matiz) en el musical Million Dollar Quartet que, desde 2010, se ha representado en Broadway y en otros escenarios, y que muestra el encuentro de Presley, Lewis, Cash y Perkins.
Los hechos narrados ya son más o menos sabidos, sobre todo si tenemos en cuenta la existencia de biopics como Gran bola de fuego (Jim McBride, 1989) y En la cuerda floja (James Mangold, 2005). Elvis (Baz Luhrmann, 2022) aún no se había estrenado.
Así, Elvis Presley es un niño de mamá, “afeminado” según su padre, mal visto por acudir a las misas en el barrio afroamericano de la ciudad, que se deja manipular por el chanchullero coronel Parker.
Jerry Lee Lewis es un gamberrete al que les gustan las chicas y frecuentar un club de blues, el Haney’s, con su primo Jimmy Swaggart. A lo largo de los ocho capítulos de la serie, vemos sus dos primeros y efímeros matrimonios (no el de su prima).
Johnny Cash, asqueado de vivir en Arkansas, una zona rural sin futuro, y amargado porque su padre lo considera responsable de la muerte de su hermano, se enrola en el ejército y se marcha a Alemania. Antes conoce a Vivian Liberto, con la que se casa.
Y de Carl Perkins se cuenta más bien poco, ya que no aparece hasta el capítulo final, cuando se presenta con su banda en el estudio de Sun e interpreta Blue Suede Shoes, y más tarde actúa en un local.
Pero, sobre todo, Sun Records es la historia de Sam Phillips, un personaje de moral distraída, obsesionado por encontrar un nuevo sonido, con problemas mentales, aficionado a la bebida y a poner los cuernos a su mujer con su atractiva asistenta.
Otro personaje con especial protagonismo es el coronel Tom Parker, un timador charlatán de feria (literalmente) que utiliza métodos dudosos para promocionar a sus artistas: el guaperas Eddy Arnold y el clásico Hank Snow, que odia el rock’n’roll.
También aparecen B.B. King –cuando Phillips le explica cómo debe hacerlo, murmulla algo así: “¿Se atreve a decirle a Blues Boy cómo interpretar blues?”– e Ike Turner –a Sam no le gusta cómo canta Rocket 88 y lo substituye por el saxofonista, Jackie Brenston–.
Con papeles más breves vemos a Joe Louis Hill, Howlin’ Wolf, Bill Monroe, Slim Whitman, Luther Perkins y Johnny Bragg, y a figuras de la industria como Joe Bihari (Modern Records), Leonard Chess (Chess Records) y el desmadrado DJ Dewey Phillips.
Ambientada en Memphis, con una buena recreación, Sun Records es una serie agradable de ver que destaca por su banda sonora, producida por Chuck Mead (BR549), quien desempeñó la misma función en el álbum del musical de Broadway.
Además, cuenta con el aliciente de que muchos personajes están interpretados por músicos: Elvis (Drake Milligan), Hank Snow (Pokey LaFarge), B.B. King (Mr. Sipp), Joe Louis Hill (Dom Flemons), Howlin’ Wolf (Keb’ Mo’), Bill Monroe (Ronnie McCoury), Slim Whitman (Charlie Worsham) y Johnny Bragg (Darius Rucker).
¿Cuál es, entonces, el problema principal de Sun Records? Pues que el tema central del musical en el que se basa ligeramente, la legendaria reunión improvisada del Million Dollar Quartet del 4 de diciembre de 1956, no llega a verse nunca.
Recordemos: Lewis y Perkins estaban grabando en el estudio cuando Elvis pasó casualmente por allí y después se convocó a Cash. Tal vez si la serie, que no fue renovada, hubiera tenido una segunda temporada, habríamos asistido a tan magno evento.
Pero concluye con la venta de Elvis a RCA y, en ese momento, ni Lewis ni Cash han pasado aún por Sun, con lo que no puedes evitar sentir frustración, como cuando te presentan los ingredientes de un suculento plato de la gastronomía sureña, pero al final ni te explican la receta ni lo cocinan.
Mientras tanto, en un Memphis paralelo…
Decía al principio que recientemente he consumido dos productos culturales más o menos relacionados con el Million Dollar Quartet: uno es la serie Sun Records, de la que he hablado antes, y el otro es el libro La Gira de Oro (Vivelibro, 2021).
Escrita por David Aresté, esta entretenida novela empieza justo el 5 de diciembre de 1956, un día después de la reunión de Elvis Presley, Johnny Cash, Jerry Lee Lewis y Carl Perkins en el estudio de Sam Phillips… aunque esto no se menciona.
Su protagonista es David Köpler, un periodista musical que recibe el encargo de organizar La Gira de Oro, un tour con varias figuras del rock’n’roll, del country y del blues de la escena de Memphis y Nashville.
Como no acababa de ver claros algunos aspectos de la obra, he preferido que el propio autor se explique.
¿Cómo surgió la idea de La Gira de Oro? En 2003 fundé Metal Symphony, un portal de rock y metal que informa de las últimas novedades de la escena nacional e internacional con un montón de secciones, y alguna que otra vez me gusta practicar arqueología del rock, hablando de rock clásico, blues, etc… Pero, siendo lógicos, no es el target que pueda tener esta web, así que todos los conocimientos y ganas que tenía y quería explicar sobre ese tema se transformaron en este libro, que fue tomando forma durante la pandemia.
¿Es cierto que te inspiraste en el Million Dollar Quartet? Porque es un poco un arma de doble filo: he leído alguna crítica donde se describe como “un homenaje al Million Dollar Quartet”, y eso te crea unas expectativas muy altas antes de leerlo… Siempre he encontrado de una fuerte carga histórica la escena de esos cuatro músicos divirtiéndose en el cubículo minúsculo de Sun Records en Memphis. Me hubiese encantado estar ahí… Y, a raíz de visitar los propios estudios, te mimetizas con el ambiente, viajas en el tiempo y, fantasioso que es uno, pensé por qué no hicieron más cosas juntos, etc… Así que, en mi “mundo”, uno de los objetivos era crear ese cuarteto de músicos profesionales (y de diferentes estilos) para que salieran de gira. En resumidas cuentas, no deja de ser la labor de enseñar a la gente que existió esa unión. La mía es “ficticia” y puede ser un primer paso a que, a un golpe de clic, te enteres de quién formaba el Million Dollar Quartet si no sabes quiénes son.
El hecho de estar narrada en primera persona, ¿es un modo de acercarla a la novela negra? Claro, sin duda… Es un género que me encanta, y quizá es la manera más natural de explicar la historia de forma “personalizada” a cada lector. Quiero hacer partícipe al lector, para que pueda llegar a transportarse al mundo que describo en el libro.
La inclusión de ilustraciones (de Ángel Blázquez Manzanares), ¿es un intento de evocar los libritos del género pulp? No, no iba por ahí… El hecho de ser autoeditado me daba facilidad de hacer lo que quisiera. Y simplemente quería dar algo más de lo que pueda ofrecer un libro al uso… si eso fuese fácil… Siempre lo concebí como un compendio artístico de diferentes disciplinas reunidas en todas sus páginas: tenemos música, gastronomía, arte romano, modernismo catalán, criptografía y, obviamente, no pueden faltar ilustraciones. Ángel, una joven promesa de la ilustración y el tatuaje, trabaja de una forma muy elegante y vintage para dar ciertos toques visuales que completen todo eso que decía que tiene el libro.
¿A qué tipo de lectores está dirigido o crees que puede interesar? A cualquiera, ya que le puede enganchar la trama y, más en concreto, si te gusta el estilo musical del que hablamos, apreciarás mucho más toda esa parte. Quizá al público infantil le costaría leer por el vocabulario musical o más específico de la época. Pero, por regla general, todo el mundo podría leerlo.
Salvando las distancias, en concepto me ha recordado a El cadillac de Big Bopper (Not Fade Away, 1987) de Jim Dodge. Pero aquí hay una gran diferencia: no hay referencias a músicos reales con sus nombres y apellidos ni a canciones auténticas. ¿Por qué esa insólita decisión, algo que tendría sentido en una película, por ejemplo, ya que te evitas una pasta en derechos de autor? ¿No crees que el lector “entendido” entraría más en la historia si se citaran artistas y canciones que puede recordar? Y, por otro lado, el lector neófito podría profundizar en esos personajes buscando sus discos… pero no puede hacerlo, porque no existen… Pecando de novato sí que es verdad que quise olvidarme de problemas de autoría creando mi propio mundo, porque lo importante de un libro es la historia que cuentas y cómo la cuentas… Más allá de que hables de este o del otro, tiene más mérito que la gente quiera saber que le pasará a David Köpler, que es un personaje que he creado yo, a que se fije en mi novela porque hable de Elvis, Cash o quien sea… Y para los neófitos, volvemos a lo de antes: con el simple hecho de enseñar a la gente que había cantantes de góspel, pianistas locos, guitarristas guaperas y mujeres que cantaban country o lo que fuese, es un primer paso… Que luego cada uno haga su labor de investigación y se quede con lo que quiera.
Si algo me gusta de la novela es que es muy ágil y se lee rápido. Sin embargo, hay historias –como todo lo relacionado con el trabajo de Suzie, la mujer del protagonista, y el aspecto gastronómico, muy interesante– que no aportan demasiado a la trama. Me da la impresión de que ahí has metido guiños personales… ¿Es así? Todo el mundo mete guiños personales en sus historias, y aquí hay muchos, obviamente… El trabajo de Suzie no es uno de ellos, simplemente es la ocupación del personaje. Lo de la gastronomía sí que podría ser un guiño personal ya que, como al 99,5 %, me gusta comer bien, y gracias a Héctor Martínez González y su libro “Comer y cantar. Soul food & blues” descubrí toda la gastronomía de la época a la que, como he dicho antes, quise dar difusión y mostrar lo rica que era… Mucha gente me ha dicho que han acabado el libro queriendo probar todos los platos que nombramos, o que a medida que leían les venía el hambre (risas).
Por último, ¿te has planteado el personaje de David Köpler como el protagonista de una serie con varias entregas? Si uno lee el libro queda claro que puede haber más entregas; la próxima está en proceso… Así que, de nuevo, Köpler se meterá donde no lo llaman para seguir con sus peripecias y satisfacer así a toda esa gente que se quedó con ganas de más tras acabar “La Gira de Oro”.