Uno de los acontecimientos musicales de 2019 será, sin duda, el regreso de los Stray Cats con un tour mundial y un nuevo álbum para celebrar su 40º aniversario. Un evento que, en nuestro territorio, podría haber tenido su equivalente si Los Rebeldes originales –esto es, Carlos Segarra, Aurelio Morata y Moisés Sorolla– hubieran llevado a cabo su plan de realizar una gira y grabar un disco para conmemorar también sus cuatro décadas. Aunque las cosas se torcieron, nos ha quedado un nuevo trabajo firmado por Morata & Sorolla, Taking A Break.
Me cargan los puristas/integristas, los que creen que algunas canciones y algunos artistas no pueden ser versionados porque los originales son intocables, insuperables, y cualquier intento de adaptarlos supone poco menos que una herejía. Pero hete aquí que estilos como el jazz, el blues e incluso el country se han caracterizado por coger algunas de esas piezas sagradas y transformarlas, aderezándolas con su propia sonoridad.
Por eso, para enfrentarse a Taking A Break (Mitik, 2019) de Aurelio Morata (voz, bajo, contrabajo, guitarra eléctrica, guitarra acústica, Hammond y coros) y Moisés Sorolla (batería), es preciso tener una mente abierta y no ser un mitómano de esos grandes artistas –With Some Of The Greatest!, reza el subtítulo– que versionan en el álbum. Y es que lo que puede hacer rasgar las vestiduras a más de uno es que el dúo no solo recurra a las influencias obvias (Buddy Holly, Chuck Berry, Elvis Presley…), sino que se atreva con tótems del calibre de Leonard Cohen, David Bowie, Bob Dylan o Frank Sinatra y, encima, les dé una pátina digamos «rockabilly».
Empecemos con los primeros, más cerca de las versiones originales, como el Everyday (1957) de Holly, el Just Because (1956) de Elvis (con un cierto giro a lo Louis Prima) y el Sweet Little Sixteen (1958) de Berry, con un piano boogie woogie a cargo de Julio Lobos que le da un toque Jerry Lee Lewis, aunque para mi gusto suena demasiado bajo (tampoco habría sido mi pianista elegido, por otra parte, ya que en la escena barcelonesa hay muchos que tal vez habrían encajado mejor, y prefiero no dar nombres).
Y vayamos con los intocables. El folk inocentón-de-armónica-plasta de Dylan Don’t Think Twice, It’s All Right (1963) se transforma en un honky tonk chick-a-boom a lo Johnny Cash. El reggae fumeta de Jimmy Cliff The Harder They Come (1972) adquiere visos de Bo Diddley con los ritmos tribales de Moi. El rugiente Cat People (Putting Out Fire) (1982) de Bowie remite al rockabilly moderno de otros gatos, los Stray Cats, al igual que el baboso pop british de The Kinks (Ray Davies) Sunny Afternoon (1966), de nuevo con las discretas teclas de Lobos. La melodramática y orquestada balada de Sinatra It Was A Very Good Year (1965) adquiere un lazy mood a lo Chris Isaak.
El pop ochentero mainstream de Tom Petty Yer So Bad (1990) se encarrila hacia el rockabilly trotón. El hard rock cabezón de Cream (Eric Clapton) Sunshine Of Your Love (1967) conserva la esencia del original, aunque en esta relectura instrumental la guitarra es felizmente sustituida por el carnoso contrabajo protagonista de Aurelio. Y el solemne himno de Cohen First We Take Manhattan (1987) se reviste de una mejor producción (nada difícil, por otra parte, porque las grabaciones del poeta canadiense no se caracterizaban precisamente por un buen sonido, y han quedado como ejemplo de desfase ochentero) y pierde la gravedad y los coros femeninos… ¿y qué?, ¿algún problema?
Quedan las que, para mí, son las joyas de la corona del disco. El intenso Waiting For The Man (1967) de Lou Reed (etapa The Velvet Underground) rezuma sonoridad country gracias a la espléndida guitarra eléctrica de Miguel Talavera; el Baby What You Want Me To Do (1959) de Jimmy Reed conserva el genuino espíritu blues con la brillante slide del mismo Talavera, y el precioso Tonight The Streets Are Ours (2007) de Richard Hawley adquiere el romanticismo 50s del Sleep Walk de Santo & Johnny con la pedal steel de Manny Ortega.
¿Le pondría alguna pega a Taking A Break? Bueno, a pesar de sus loables esfuerzos por adaptar su voz a cada canción con diferentes registros, tal vez hubiera preferido que Morata se dedicara simplemente a tocar y producir y hubiera concebido el álbum como una colección de featurings con cantantes invitados de la escena local del rock’n’roll, el blues y la música con raíces, que hay unos cuantos, y algunos muy jóvenes y muy buenos. Aun con ese «pero», hay que reconocerle a él y a Sorolla la rebeldía (y nunca mejor dicho) al atreverse a versionar algunos clásicos inmortales con respeto y elegancia (como la foto de la portada) y salir bien parados.