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El templo barcelonés del blues

En 2018, el Honky Tonk Blues Bar cumplió veinte años desde que unos aficionados al género decidieron crear un local para poder escuchar la música que les gustaba. En este tiempo se ha convertido en una referencia, y por su pequeño escenario han pasado más de doscientos artistas nacionales e internacionales. En 2016 la Societat de Blues de Barcelona le concedió el premio Big Bill Broonzy en reconocimiento a su labor realizada a favor del blues.

Atención, habla la Wikipedia: “Los honky tonks eran locales rudos del sur profundo que servían alcohol a clientes de clase obrera. En ocasiones ofrecían espectáculos de pequeñas bandas o pianista con bailarina incluida. Solían localizarse especialmente en poblados mineros, fortalezas militares y lugares de extracción de petróleo en las grandes llanuras”. ¿Cumple con esa descripción el Honky Tonk Blues Bar, inaugurado el 20 de febrero de 1998 en el espacio ocupado antiguamente por una carpintería de Sants? Digamos que, en un 99%, sí: hay alcohol (con especial atención a la cerveza y el whisky), acoge shows con pianista (aunque sin bailarina; no se puede pedir todo), y está ubicado en un barrio de Barcelona históricamente trabajador y reivindicativo.

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La soledad del dobro. Fotos: Miquel Botella Armengou

La pregunta del millón: ¿a quién se le ocurre una idea tan suicida como montar un bar de blues? El armonicista, batería y cantante Blas Picón, uno de los socios fundadores, nos saca de dudas: “Era un proyecto descabellado, sí. Hicimos el bar al que nos gustaría ir. Nunca pensamos en ello como un concepto empresarial, sino que era algo mucho más romántico que se hizo realidad”. Jordi Subirana, uno de los actuales responsables del Honky Tonk junto con Núria Martos y Alberto Cardona, lo corrobora: “No nos lo planteamos como una cuestión económica, sino como una necesidad que teníamos, sobre todo mis compañeros, apasionados del blues. Iban siempre mendigando por los bares de rock’n’roll con cintas para que se las pusieran”.

Un inciso: antes de vuestro Honky Tonk, existía otro en Madrid, creado en 1987. ¿Lo sabíais? (Jordi): Sí, fue uno de los motivos por los cuales nos costó acabar de decidirnos por el nombre. Pero, bueno, era un bar muy diferente al que nosotros queríamos montar; aunque programaban música en directo, no era específico de blues, era más como una sala de conciertos. En ese momento no nos pareció que fuera un problema que pudiera causar confusión, también porque las redes no estaban tan colapsadas como ahora. Nos gustaba mucho el nombre por la referencia al estilo musical, a los locales con piano… y decidimos tirar adelante. Dudábamos entre Barrelhouse y Honky Tonk, y al final optamos por este.

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Lluís Coloma y Blas Picón: virtuosismo y pasión.

Pero el término honky tonk también tiene unas connotaciones de country… (Jordi): Sí, pero el country lo cogió del blues. Se refiere a un estilo musical de blues, en especial al blues de piano, y al hecho de la presencia de un piano honky tonk en un espacio; por ejemplo, existían los “honky tonk trains”. Muchos creen que es por la canción de The Rolling Stones –“Honky Tonk Women”–, pero no.

Para la decoración, ¿os inspirasteis en algo en concreto? (Jordi): El referente era un barrelhouse, un bar del sur de los Estados Unidos, de Nueva Orleans, y sí buscamos un tipo de decoración y unos colores determinados y mucha presencia de madera. Un poco noucentista, pero no decadente. Y un espacio con un piano, acogedor, que sonara bien.

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Víctor y Santos Puertas: blues brothers.

Desde su nacimiento, ¿os marcasteis la meta de ofrecer conciertos (actualmente, todos los sábados y domingos)? (Blas): Se habló enseguida de esto. Creo que fue con Lluís Coloma; él entonces actuaba en el Harlem. Contactamos con él, porque teníamos aquí un piano. Se lo propusimos. Contestó: “Me paso por allí, me ponéis un whisky y toco un rato…”. Imagínate, hace muchos años de eso, porque Lluís hace mucho tiempo que no prueba el whisky. Y empezó así. (Jordi): La música en directo fue un objetivo desde el principio. No teníamos muy claro a nivel de permisos cómo funcionaría, pero era uno de los principales motivos de hacer este bar: actuaciones en pequeño formato acústico.

Hablemos de ese formato, uno de los rasgos característicos más atractivos del Honky Tonk. (Jordi): Se intenta buscar el sonido acústico, con el intérprete “desnudo” ante el público, para mostrar lo que puede dar de sí con una guitarra, con una armónica, con un piano, sin la presencia de un grupo respaldándolo, para ofrecer algo muy puro, como si estuvieses en su casa, viendo cómo ensaya. (Blas): Bueno, esto es así, porque el bar no daba para más: el escenario es pequeño. Para mí no tenía sentido meter a una banda, y tampoco teníamos dinero para pagarla. El entorno es el ideal para este tipo de bolos. A mis artistas preferidos me gustaría verlos así, no en un festival muy grande donde están lejos y no los ves sudar. Aquí los ves sudar.

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El poderío de la norteamericana Casey Hensley, con Chino Swingslide.

Otro elemento clave es el respeto de los espectadores durante las actuaciones. (Jordi): Ha costado. Al principio tenías que hacer callar a la gente. Pero, si quieres conseguir que el músico dé el máximo de sí mismo y ofrezca una serie de sutilezas, cuesta crear esa atmósfera si no hay un silencio exquisito. (Blas): Es muy agradecido para tocar. Siempre se ha cuidado mucho el comportamiento del público, que esté callado, que esté escuchando.

Pero esta simbiosis entre lo que ocurre en el escenario y fuera de él produce excelentes resultados… (Blas): En este estilo esta proximidad es buena. Prefiero a los que arriesgan, se atreven a esta cercanía y, aunque cometan algún error, me da igual. Todo esto lo hace mucho más vivo… No es como ir al cine, que ves la misma película cuarenta veces. Aquí puedes encontrar a artistas que, aunque lleven el mismo repertorio, siempre harán un bolo diferente, en función de la improvisación y de la interacción con el público.

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Álex Zayas: mucho más que blues.

Si hablamos de cifras, ¿cuántos bluesmen han pasado por el escenario del Honky Tonk a lo largo de su historia? (Jordi): Hay muchos del circuito catalán, otros del español, también europeo e incluso norteamericano. Piensa que son veinte años, a dos conciertos semanales. Pongamos ochocientos conciertos: muchos se han repetido, pero podemos hablar de entre doscientos y trescientos músicos distintos, en diferentes formatos.

Y de todos ellos, ¿a quiénes destacarías? (Jordi): Sobre todo, a pianistas de boogie woogie, gracias a Lluís Coloma que nos trae algunas perlas. Han pasado nombres importantes como Carl Sonny Leyland, Barrelhouse Chuck o Bob Seeley, un pianista con más de 90 años y que hemos tenido un par de veces. A nivel de blues, Steve James es un artista con mucho talento… Lo que pasa es que es un espacio muy pequeño, y, aunque a veces querrías y podrías, porque por contactos puedes acceder a ellos, es imposible pagar a una figura de primera línea porque te puede pedir mil, dos mil o tres mil euros.

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Keith Dunn y Balta Bordoy: celebrando el vigésimo aniversario.

Entre todos esos músicos, ¿se podría decir que algunos de ellos han crecido artísticamente en el local? (Jordi): Muchos de los que ahora están en la escena del blues de Barcelona han empezado aquí. Víctor Puertas, la primera vez que vino, tenía 15 o 16 años, y ahora es uno de los mejores armonicistas del mundo. Chino Swingslide, unos 19, y es un referente en su estilo. El mismo Lluís Coloma debía tener 22 años. Con 17, Álex Zayas hacía versiones de Stevie Ray Vaughan, y ha actuado en grandes escenarios en Estados Unidos. Intentamos programar a gente joven. Es una apuesta clara: pueden estar verdes, pero tienen un potencial por su forma de tocar, por cómo presentan el bolo, por cómo se equivocan como muestra de su voluntad de querer crecer… ya ves que serán buenos músicos. (Blas): Yo mismo, como armonicista y como cantante, aquí he crecido mucho. Pero además lo he visto en otros. La posibilidad de tocar es la forma más directa para que el músico crezca. Además, cuando estaba detrás de la barra muchos venían a tomar una cerveza y les recomendaba “escucha este disco o el otro”, y todo esto contribuye, ensancha la mentalidad del artista y lo enriquece.

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Ster Wax y David Giorcelli, aka Wax & Boogie: wild & free.

Y lo mejor es que todo es que lo habéis conseguido sin tener una intención pedagógica. (Blas): No se creó como una ONG para neófitos del blues, ni mucho menos. Pero es algo implícito: cuando montas un local con una música que no se escucha mucho en Barcelona, ya estás haciendo este trabajo, ni que sea de forma involuntaria. Aunque no fuera la idea primigenia, porque esto no es un casal ni una escuela de blues, sino un bar para disfrutar, evidentemente y sin querer, estás promoviendo este género. En esto hemos sido muy radicales: aquí solo suena blues.

¿Y cuál es el blues que puede escucharse un día cualquiera, cuando no hay conciertos? (Jordi): El estilo que nos gusta es el de los años cuarenta y cincuenta, más de banda, no tanto de guitarristas como artistas principales, de los que siempre hemos huido. (Blas): La mayoría de los CDs son míos. Con sus más de cien años de historia, hay toda clase de blues: alguno más antiguo, otro más moderno. A mí me gustan más los clásicos. Blues-rock hay poco: se huye de los nombres que más conoce la gente tipo ZZ Top, Stevie Ray Vaughan, George Thorogood o Eric Clapton. Es el concepto de “vamos a oír cosas que no tienes en casa”, diferentes… Si te gusta Stevie Ray Vaughan, vamos a escuchar lo que él escuchaba, y ponía blues de Texas no tan moderno. Es cierto que me gustan mucho las raíces y no tanto los artistas más mainstream, aunque hablar de mainstream en el blues es un poco contradictorio… Porque hay mucho por descubrir y por escuchar. Siempre me gustaba sorprender y me encantaba cuando venía la gente y me preguntaba: “¿Qué es esto que suena?”.

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Paola Graziano (aka Donna Lee) y Aaron Feder de Blueroomess.

Otra cuestión que me quita el sueño es saber si a lo largo de los veinte años de historia se ha producido un relevo del público, algo bastante complicado en los estilos de raíces como el blues. (Jordi): Hay un poco de todo. Hay una renovación a nivel de estudiantes, de gente del Taller de Músics, que estudian blues, jazz… En cuanto al público no deja de sorprender: a veces llega gente que son hijos de la generación que empezó a venir. Incluso hay personas que me cuentan que sus padres se conocieron aquí. También vienen muchos jóvenes movidos por el tipo de música, incluso estudiantes de Historia a quienes les interesa el fenómeno del blues como movimiento afroamericano cultural. (Blas): Evidentemente, hay gente que descubre el bar. Sí que hay algunos que vienen desde hace muchos años, y tal vez haría falta una renovación en el sentido de que vinieran más jóvenes. Pero sí que hay público nuevo… ¡Sigo vendiendo CDs cada vez que actúo!

Entre las últimas novedades que habéis introducido están las jams de los miércoles, coordinadas por Chino y Víctor Puertas (aunque en ocasiones son capitaneadas por Puertas, el guitarrista Balta Bordoy y el contrabajista Oriol Fontanals). (Jordi): Intentaremos que sean muy dinámicas, y que vayan pasando todos los artistas de la escena. Montar una jam no es tan fácil, y menos una tan específica como esta, sin amplificar… Y hay pocos músicos tan versátiles como Víctor, que puede tocar el bajo, la guitarra, el piano… A veces es una plataforma para descubrir a gente que puede seguir actuando y vas viendo su evolución. (Blas): No solo este bar, sino cualquiera que programe blues en directo de forma continuada. Esto es mantener la escena viva, dar una puerta de salida a los músicos. Porque hay un montón. Pero si no hay lugares donde puedan tocar… hay proyectos que mueren en los locales de ensayo.

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El armonicista y cantante norteamericano Rob Stone.

En 2018, y coincidiendo con el vigésimo aniversario, se publicó el disco de Keith Dunn & Balta Bordoy Barcelona Sessions Vol. 1. Live At Honky Tonk Blues Bar. No es el único álbum grabado allí: recordemos también The Honky Tonk Blues Sessions de Blas y Lluís Coloma de 2010. Y es que, desde su creación, el local también ha acogido actividades paralelas, como talleres de armónica a cargo de Joan Pau Cumellas, presentaciones de libros y otros actos en colaboración con la Societat de Blues de Barcelona.

Y, para terminar, un repaso a algunos de los artistas que han pasado por el escenario del Honky Tonk en los últimos tiempos, aparte de los ya citados: de la fértil escena local, Wax & Boogie, Blueroomess, The Suitcase Brothers, Three Time Losers, Andhrea & The Black Cats, Sweet Marta & Johnny Bigstone, Víctor Barceló, Joan Pau Cumellas & Miguel Talavera, Tota Blues, Iker Piris, Cristian «Poyo» Moya, Óscar Linares, Agustí Burriel, Marc Ferrer, Carla Sunday, Óscar Rabadán, Gumbo Duo, Alan Bike & MA Lonesome, August Tharrats, Anton Jarl, Big Mama Montse & Sister Marion, Txus Blues & Jose Bluefingers y Tòfol Martínez, entre muchos otros. Y del panorama internacional, podemos recordar nombres como los de Dom Pipkin, Ethan Leinward & Miss Jubilee, Sax Gordon, Rob Stone, Casey Hensley, Mark «Mr. B» Braun, Roger C. Wade & Marion Wade y Marko Balland & Ronan.

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Sax Gordon: king of honkin’ sax.

4 comentarios en “El templo barcelonés del blues”

  1. Un maravilloso articulo, muy bien documentado, sobre uno de los mejores «bares musicales» de Barcelona, este milenio, creado y mantenido por 2 melómanos que no solo aman el Blues desde hace más de 25 años sino que además, lo estudian, lo viven y, por consiguiente, lo conocen muy bien. Si te gusta el Blues del bueno, el de verdad, y quieres sentirte como en un bar del Delta del río Mississippi en los años 30, tienes que ir al «Honky» en la calle Finlandia, enfrente de la Plaça de Sants de Barcelona. Y si encima quieres sentirte como si estuvieras viendo actuar en directo a Robert Johnson, procura llegar algún minuto antes de que abran (entre 19h i 20h) un sábado o domingo «al vespre» y te convertirás, como yo, en un «Honky Tonk Blues Bar addict since year 2000» que ni viviendo a 100 km de distancia desde 2015 consigo «desengancharme».

    Moltes gracies, Jordi i Blas. Espero poder tornar aviat, que aquí a Salou sento que visc en un desert musical.

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