
En la década de los noventa, diversas artistas femeninas demostraron que el hip hop no era patrimonio masculino, mientras expresaban su sexualidad de manera abierta y provocativa. En este informe políticamente incorrecto de 1998 queda claro que el supuesto feminismo del trap y de las músicas urbanas actuales es una copia indocumentada de las verdaderas pioneras.
(Nota: todos los títulos, desde el principal hasta los que encabezan los distintos apartados, pertenecen a títulos reales de películas pornográficas.)
Oral madness
«Mientras me siento, me relajo, enciendo un porro, sorbo una Beck,
pienso en las cantantes sexis que me quiero follar.
Probablemente iría a la cárcel por joder a Patti LaBelle.
Ooh, Regina Belle seguramente me haría trempar…»
The Notorious B.I.G. – Just Playing (Dreams)
Más de uno (y, sobre todo, más de una) encontrará de dudoso gusto y de inconfundible sabor misógino, característico del gangsta rap, estas palabras del asesinado rapero. Pero los sentimientos de B.I.G. sobre algunas de las cantantes femeninas de rhythm’n’blues no están lejos de las fantasías eróticas que invaden la mente de la mayoría del público masculino.
El sexo vende, y esto ha llevado al éxito tanto a las cantantes sexualmente más sutiles –y musicalmente más cerca de las radiofórmulas, como Whitney Houston, Vanessa Williams, Toni Braxton, Janet Jackson e incluso Mariah Carey– como a las que saben sacar mayor partido de su poderío físico y lo aprovechan exhibiéndose en sus vídeos y en sus fotos, convertidas en cruzadas del wonderbra y de la lencería fina, como Lisa Fischer, En Vogue o, más recientemente, Brigette McWilliams, posando en la publicidad de su segundo álbum, Too Much Woman (1997) –menudo título– con una ajustada camiseta y unas bragas.
En este contexto, y con un público más que excitado ante la visión de tanta carne, ha surgido una nueva generación de raperas y cantantes de soul que han aprovechado el éxito de la «lencería de diseño» para romper con dos de los tabúes que tradicionalmente arrastra el hip hop: que es un género eminentemente masculino y que, en consecuencia, el rap femenino está abocado al fracaso.
La irrupción de figuras como Foxy Brown y Lil’ Kim ha trastocado los cimientos del hip hop al encarnar a un nuevo tipo de mujer que no se corta ante nada ni nadie, utiliza un lenguaje explícito (merecedor de las puritanas etiquetas moralistas creadas por la industria) y, por encima de todo, rebosa sensualidad en sus poros. Tras años de humillación sufrida, relegadas a simples «putas» para el placer de los machos, ahora llevan las riendas del juego sexual, imponen sus reglas, extreman sus exigencias, conocen sus necesidades e invierten los papeles, al convertir a los hombres en peleles a su antojo.

En su número del mes de febrero de 1998, la revista Vibe se hacía eco de este fenómeno y dedicaba su portada a Lil’ Kim, Foxy Brown, Missy Elliott y Lauryn Hill (excantante de Fugees). Sin duda, dentro de este cuarteto las que mejor representan al nuevo modelo de rapera son Lil’ Kim y Foxy Brown. Con sus discos de debut han conseguido alcanzar el platino y han demostrado que el rap femenino puede ser tan sexualmente rotundo, explícito y autorizado como el masculino.
Eso sí, ambas han sido criticadas por muchos motivos, derivados del puritanismo y de la moda de lo políticamente correcto que parece imponerse en los Estados Unidos: Kim por sus letras más que detalladas sobre sexo oral y anal; y Foxy por ser demasiado joven para experimentar la disipada vida que describe en sus canciones. Pero ni siquiera eso ha impedido que se convirtieran en unas superheroínas del pop negro, la respuesta actual a las cantantes de la era de los grupos de chicas de los sesenta como Ronnie Spector y Diana Ross.
Por su parte, Missy Elliott representa en cierto modo la otra cara de la moneda. A pesar de ser una vocalista, compositora y rapera con amplia experiencia, su físico y complexión desafían los estándares convencionales de lo que se considera sexi. Aun así, su debut Supa Dupa Fly (1997), que cuenta con la colaboración de Lil’ Kim, es uno de los mejor discos de rap del año pasado.

El gran taladro negro
El hip hop ha sido, desde sus inicios, un estilo machista y misógino, y el papel de las mujeres se ha visto reducido, en el mejor de los casos, a simples acompañantes de los b-boys, como fly girls. Pero la mayoría de las veces, solo son un par de tetas y un culo, y tienen que soportar los «piropos» de los chulitos del barrio que las llaman constantemente «putas» y «zorras».
El mensaje era claro: el rap era patrimonio de los machos y cualquier intento por parte femenina acababa mal. Las raperas no conseguían vender tanto como sus rivales masculinos: solo Salt ‘N’ Pepa y MC Lyte lograron un disco de oro, pero otras como Boss, Yo-Yo, Queen Latifah o Sister Souljah no llegaron ni a eso.
Las razones de ese fracaso del rap femenino abarcan desde motivaciones psicológicas hasta estrategias promocionales: por una parte, a los hombres no les gusta escuchar sentimientos agresivos ni sufrir el acoso de las mujeres; y por otra, las raperas no contaban con el respaldo de sus compañías discográficas, porque pensaban que no iban a vender ni un solo disco.
Para entender cómo estaba la situación hace pocos años, concretamente en 1994, podemos recrearnos en las palabras de Jeff Fenster, ejecutivo A&R de Jive Records: «Una rapera debe ser suave pero dura; dulce pero seria; sexi pero respetable; fuerte pero débil; inteligente pero sin alardear de ello. Una chica hip hop, como una chica normal, debe mezclar sus propios ingredientes con cuidado».
Con comentarios de esta calaña, no es de extrañar que las primeras raperas que se ganaron el respeto en la comunidad hip hop, Queen Latifah y MC Lyte, fueran acusadas de lesbianas. Otra vez, el mensaje era diáfano: una mujer no puede ser dura o fuerte o explícita en el hip hop a menos que haya sacrificado lo que le hace ser «una chica de verdad». Sin comentarios…

Lencería fina
El fenómeno de las cantantes afroamericanas de lenguas de fuego no es nuevo, y si escarbamos en el pasado de la música negra nos encontramos con más de una sorpresa.
La «madre» de toda esta nueva generación de raperas procaces fue, sin duda, Millie Jackson. Si los censores del cine extendieran su jurisdicción a los discos, ella estaría clasificada X. Modelo antes que cantante, inició su carrera en 1964 y su primer single fue A Little Bit Of Something. Pronto alcanzó la popularidad por sus letras directas, muchas de las cuales fueron censuradas en la radio, lo que provocó un gran seguimiento en sus conciertos.
En directo, Millie jugaba con los hombres del público, los manipulaba a su antojo, primero insultándolos y después seduciéndolos. Su fuerte eran las canciones donde hablaba de adulterio y traición y donde utilizaba constantemente la palabra «fuck». Millie describía las cosas exactamente como son, lo que explica el enorme impacto que causó. Curiosamente, su abuelo era predicador, lo que supuso una infancia marcada por la religión.
Desde el punto de vista musical, Millie fue una de las creadoras de las introducciones o monólogos rapeados en las canciones. Con títulos explícitos en su haber como Feelin’ Bitchy, consiguió un cierto éxito con su canción It Hurts So Good, incluida en la banda sonora de la película Cleopatra Jones (Jack Starrett, 1973).
Si queremos ser justos, en este repaso a las cantantes que utilizaban el sexo como reclamo no podemos olvidar a todas las chicas que, en uno u otro momento, formaron parte del harén personal del artista anteriormente conocido como Prince. En primer lugar, Vanity 6, el trío liderado por Vanity, otra chica con vocación de modelo que cambió de opinión tras conocer al músico de Minneapolis. Vestidas con lencería sexi, en un principio Prince pensó en llamar al grupo The Hookers (Las Putas); según las malas lenguas, el 6 hacía referencia al número de pezones.

Vanity 6 representaba el idealismo interracial de Prince y, por qué no, los sueños de todo hombre: una negra, una blanca y una mestiza. El trío consiguió el éxito con Nasty Girl, un single sexualmente explícito, y en su álbum Vanity 6 (1982) no faltaban las referencias a las dimensiones del miembro viril como elemento clave de una buena relación sexual.
Tras la marcha de Vanity, y con la incorporación de la actriz Apollonia Kotero, el grupo se transformó en Apollonia 6 (se supone que el número 6 seguía por los mismos motivos), y grabó un álbum homónimo en 1984, siguiendo con la estética de bragas, sujetadores y ligueros.
Otras macizas que pasaron por el aro de Prince fueron Jill Jones (célebre por su canción G-Spot, un título inspirado en un manual sobre sexo editado en 1983, donde se hablaba por primera vez del punto G); y las explosivas Cat y, sobre todo, Carmen Electra, una de las neumáticas protagonistas de Los vigilantes de la playa.
Capítulo aparte merecen la percusionista Sheila E. que, pese a caer en las redes principescas con un evidente The Glamorous Life (1984) donde el sexo era la fuerza motriz, pronto se desmarcó, y la (hasta entonces) recatada Sheena Easton, quien con el single Sugar Walls, un tributo a los placeres interiores de su vagina, desató la polémica en 1984.

A pesar de su inherente misoginia, en el rap también surgieron algunas voces femeninas de talante provocativo. Uno de los casos más curiosos fue el llamado «síndrome Roxanne». En 1984, UTFO, en su canción Roxanne, Roxanne, contaba la historia de una joven princesa del gueto con la suficiente fuerza de carácter para rechazar las sucesivas insinuaciones de los tres raperos del grupo. La respuesta no se hizo esperar: una adolescente de 14 años llamada Lolita Shanté, gran admiradora de Millie Jackson, adoptó la personalidad de Roxanne Shanté y contraatacó con un vicioso Roxanne’s Revenge.
Ese solo fue el principio de una serie de intérpretes como The Real Roxanne o The Original Roxanne, que ofrecieron distintas perspectivas del personaje: Roxanne pasó a ser una feminista, una esnob, una prostituta o una estrecha. Y siguieron las canciones: Roxanne’s A Virgin, Ice Roxanne, hasta llegar a una definitiva No More Roxanne, Please. En cualquier caso, el personaje ficticio de Roxanne se convirtió en un fenómeno y desencadenó un debate público salvaje sobre la sexualidad adolescente.
En el terreno del rap más comercial, las primeras que declinaron interpretar el papel de compañeras de los b-boys fueron Salt ‘N’ Pepa. El título de su primer álbum ya lo decía todo, Hot Cool Vicious (1986). Uno de sus primeros éxitos lo consiguieron con el erótico Push It, y en 1991 fueron objeto de controversia con su disco Let’s Talk About Sex!
Años después, incluso Motown se apuntó a esta creciente moda erótica con el cuarteto 7669. En East From A Bad Block… (1993), las cuatro bellezas posaban en topless montadas sobre enormes motos, y cantaban piezas cuyos títulos dejaban poco margen a la imaginación, como Heree Ah Cumm, 69 Ways To Love A (Black) Man y King Size Bed.

Desde una perspectiva más feminista, Sister Souljah y Queen Latifah aportaron su granito de arena para acabar con el carácter misógino del rap. La primera, descubierta por Chuck D (Public Enemy) durante un mitin, mereció el dudoso honor de ser atacada verbalmente por Bill Clinton durante su campaña, cuando en 1992 declaró que Souljah había hecho «comentarios racistas» e «incitaba a la violencia contra los blancos» en una entrevista publicada en Rolling Stone. Souljah se unió a los Public Enemy en 1990, y en 1992 grabó 360 Degrees Of Power.
Por su parte, Queen Latifah, hija y hermana de policías, se convirtió en uno de los modelos a seguir más positivos para las jóvenes negras, defensora de la lucha de su raza y firme en su cometido de responder a la misoginia de los raperos, como demostró en singles como U.N.I.T.Y. (Who You Callin’ A Bitch?) (1993). Pero tanto Latifah como Souljah adolecían de un exceso de feminismo y mensaje político, y algo aún más grave, eran poco atractivas, no lucían sus armas de mujer y no se pronunciaban en torno al sexo. En palabras de Latifah, «nunca revelo demasiado sobre mi sexualidad. Doy a probar un poco, pero no lo doy todo».
Algo parecido les ocurrió a The Conscious Daughters, apadrinadas por Paris. Su actitud era una respuesta directa a la mitología gangsta y a la misoginia: «Toda esa mierda sobre putas y zorras vende, pero si eso es de lo único que puede hablar un hombre, entonces nosotras podemos hacer lo mismo y devolverles la pelota». Pese a la calidad de su disco Ear To The Street (1993), lo cierto es que el dúo resultaba más bien poco excitante con sus disfraces a lo Run DMC.

La puerta trasera de Hollywood
La herencia recogida por las actuales reinas del rap sexual no se limita a lo estrictamente musical, y en el terreno cinematográfico encontramos más claves que explican la eclosión de este fenómeno.
La blaxploitation, ese subgénero violento de la década de los setenta dedicado al público afroamericano y protagonizado por actores de color, creó una serie de personajes rebosantes de sexualidad. Shaft fue el prototipo masculino de héroe que, entre lucha y lucha, se cepillaba a toda mujer que se cruzaba en su camino. Pero en el marco de este subgénero también aparecieron mujeres de rompe y rasga, sexualmente liberadas y tan peligrosas como sus contrincantes masculinos.
La superagente especial Cleopatra Jones (interpretada por Tamara Dobson) fue sin duda el personaje femenino más popular de la blaxploitation, concebido como una réplica de Shaft, y dio lugar a dos películas: Cleopatra Jones (1973) y Cleopatra Jones y el casino de oro (Chuck Bail, 1975), ambientada en Hong Kong, y con una mayor insistencia en los elementos eróticos. Porque Cleopatra, aparte de sus proezas, lucía un vestuario abiertamente sexi y kitsch.
La explosiva combinación de fuerza y sex appeal también estaba presente en otro personaje mítico de la blaxploitation, Foxy Brown (de ahí sacó su sobrenombre la rapera), interpretado por la reina del género, Pam Grier. en el filme de Jack Hill del mismo título de 1974. Redescubierta por Quentin Tarantino en la película Jackie Brown (1997), Grier fue una estrella en los setenta, y protagonizó filmes como Encadenadas (Eddie Romero, 1973) y Coffy (Jack Hill, 1973). Para cerrar el círculo, en la banda sonora de Jackie Brown se incluye un tema interpretado por Foxy Brown, (Holy Matrimony) Letter To The Firm.

Por otra parte, el cine pornográfico también tiene su parte de culpa en el éxito de Lil’ Kim y Foxy Brown. El porno es tan apreciado en la filosofía del hip hop como las teorías conspiratorias, las armas automáticas, los cómics de superhéroes o el acto mismo de follar.
Existen infinidad de casos que demuestran la relación, basada en el respeto mutuo y la admiración, entre el porno y el rap. Algunos ejemplos: Missjones debió inspirarse en el clásico The Devil In Miss Jones (Gerard Damiano, 1973) para crear su sobrenombre artístico; la diva Vanessa del Río apareció en el video de Junior M.A.F.I.A. (liderado por Lil’ Kim) Get Money; DJ Polo unió fuerzas con el actor y director Ron Jeremy para su clip Freak Of The Week; el desaparecido Tupac Shakur en How Dou U Want It se lo montaba con las estrellas Heather Hunter y Nina Hartley, y aunque Lil’ Kim negó recientemente los rumores que le atribuían un gran interés por conseguir un papel en películas X, el tema fue tratado muy seriamente por la prensa rap.
El cine porno sigue siendo, sin embargo, una industria muy racista, y en los repartos aún prevalecen las rubias de ojos azules. Eso no ha impedido que se haya creado un subgénero de porno negro o interracial con un mercado creciente, y así es posible citar a productoras como Video Team, definida como la Motown del porno, y a estrellas como Ebony Ayes, Angel Kelly, Dominique Simon, Heather Hunter y Janet Jacme, estas dos últimas citadas en la canción Big Momma Thang de Lil’ Kim.
Y para el final, dejo a la que es probablemente la actual reina mestiza del porno, Jasmin St. Claire, muy conocida por su récord tras protagonizar una gang-bang con trescientos tipos. «Me encantan los faciales, los anales, la doble penetración», confiesa, aunque añade que no le gustan las escenas lésbicas: «Joder con alguien del mismo sexo no es porno. Cuando tienes una polla en tu culo, eso es pornografía». Eso es llamar a las cosas por su nombre, al igual que hace, en el terreno del rap, Lil’ Kim.
Zorras calientes

Adina Howard: antojos sexuales de una insatisfecha
Cronológicamente, la primera calientabraguetas de la música negra actual fue Adina Howard, más cerca del soul que del rap y, sin duda, la voz más dotada de este grupo de féminas. Nativa de Michigan, sus primeros pinitos cantarines los vivió en la iglesia, desde la tierna edad de 7 años.
Influida por Patti LaBelle, Nancy Wilson y Madonna, la industria descubrió a esta diva erótica en 1994 con el explosivo single Freak Like Me. Sexualmente desafiante, la canción redefinió los límites de las cantantes femeninas de la década de los noventa, y en su correspondiente videoclip no solo le decía a su hombre lo que quería en la cama, sino que se lo mostraba utilizando su lenguaje corporal.
Con solo 20 años, Adina grabó su debut Do You Wanna Ride? en 1995, donde exponía sus ideas sobre el sexo. «Para mí está bien que la gente se sienta confortable con su sexualidad. Está bien para una mujer amar su cuerpo y respetarse a sí misma». En 1997, Adina editó su segundo álbum, Welcome To Fantasy Island, donde lucía una imagen algo más sofisticada, y aparecía en la portada con una serpiente enroscada en su cuerpo desnudo.

Foxy Brown: lujuria adolescente
Antes de grabar su primer álbum, la neoyorquina Foxy Brown (nombre inspirado en un personaje interpretado por su ídolo, la actriz Pam Grier) había aparecido como cantante invitada en varios discos: su debut se produjo en la remezcla de I Shot Ya de LL Cool J, y después colaboraría con Jay-Z, Silk y Nas, entre otros.
Hasta que con 17 años provocó la conmoción con su primer trabajo, Ill Na Na (1996), un retrato de la vida de una joven afroamericana que exploraba sin tapujos sus experiencias al crecer en Brooklyn y pasar gran parte de su tiempo en las calles de Manhattan. Sus declaraciones al confesar que «intento que mis canciones sean lo más realistas posibles» escandalizaron a los más moralistas, ante la posibilidad de que una chica de su edad hubiera experimentado todo lo que contaba en sus canciones.

Lil’ Kim: confesiones anales
En la nueva generación de cantantes procaces, la que se lleva la palma es sin duda Lil’ Kim. Antigua componente del grupo Junior M.A.F.I.A. y colaboradora de Skin Deep e Isley Brothers, esta nativa de Brooklyn de 22 años ya ha sido descrita como «la Millie Jackson del rap». Sus letras son tan duras, salvajes y explícitas como los diálogos de una película porno, y no ocultan su pasión materialista por el dinero: «El sexo y el dinero son el poder para mí».
Su debut Hard Core (1996) se benefició de una campaña de promoción provocativa, con anuncios donde aparecía vestida con un bikini minúsculo y envuelta en pieles y, en la portada del álbum, parece que esté posando para Playboy. Honesta en sus exploraciones de la libertad sexual, y aunque ha sido atacada por los conservadores del hip hop que la encuentran demasiado «desagradable», Lil’ Kim es un ejemplo de la liberación femenina por la que luchó una generación de mujeres: «Soy una persona muy sexual, y lo que revelo en mi álbum es mi personalidad y mi experiencia».
En Hard Core Lil’ Kim ha explorado dos territorios hasta ahora reservados a los raperos masculinos: el rap hardcore y la sexualidad explícita. El disco está lleno de referencias a algunas de las fuentes del actual fenómeno del rap procaz: de actrices porno como Heather Hunter y Janet Jacme (Big Momma Thang) a actrices de la blaxploitation como Pam Grier (Queen Bitch), pasando por las citas a compañeras de su propia generación como Adina Howard y su Freak Like Me (No Time).
Ante los que dudan de la veracidad y credibilidad de Lil’ Kim, un personaje de pasado escandaloso como Luther Campbell (antiguo líder del grupo The 2 Live Crew y actual presentador de televisión) defiende a la rapera: «Cuando la gente hace un cierto tipo de música, puedo sentir de dónde proceden, si lo que cuentan es real o no. Cuando entrevisté a Lil’ Kim en mi programa, fue algo muy profundo porque ella procedía de un entorno muy sexual: estaba orgullosa de haber hecho algunas cosas, y de otras no tanto. Las cosas de las que Kim habla en su disco, las hablan las chicas todos los días».
En la cama con Kim
(Cinco perlas de Hard Core):
- «Si no vas a chuparme la polla, no lo necesitamos; si no vas a lamerme el clítoris, no lo necesitamos; si no vas a tragarte los cojones, no lo necesitamos; si no vas a lamerme el culo, no lo queremos» (We Don’t Need It).
- «No quiero polla esta noche, cómeme bien mi coño» (Not Tonight).
- «Dime en qué piensas cuando tu lengua está en mi coño» (Big Momma Thang).
- «Los negros se corren demasiado rápido para mí, es el desperdicio de una buena polla» (We Don’t Need It).
- «Solía tener miedo de la polla… ahora la cojo como una auténtica puta» (Big Momma Thang).
Tres objetos para tres mujeres

ADINA HOWARD Do You Wanna Ride? (1995) Adina nos ofrece su culo, cubierto con un ajustado short, y nos pregunta «¿quieres montar?». En otras fotos aparece con pantalones de cuero, botas altas y un jersey de angora. ¿Los títulos? Además de «¿Quieres montar?», están «Si hacemos el amor esta noche» y «Cachonda por tu amor». Eso no es todo: canciones con sonido G y raperos invitados (Deff Jeff en You Got Me Humpin’ y Yo-Yo en You Can Be My Nigga), alguna versión (You Don’t Have To Cry de Angela Wimbush) y baladas que ponen bastante burro (Baby Come Over, Horny For Your Love o la tórrida Do You Wanna Ride?). Tenía solo 20 añitos y se confesaba como «una hermana agresiva que no teme decirle a un hombre lo que quiere en la cama».

FOXY BROWN Ill Na Na (1996) Con ese minivestido de tremendo escote, esas botas de piel de serpiente y esos apetitosos muslos, Foxy es pura sensualidad. Sin embargo, no acaba de traspasarla a su sonido, y prefiere recrearse con una versión del Rock The Bells de LL Cool J. (Foxy’s Bells, con riffs de guitarra hard incluidos), con atmósferas tensas dignas de cualquier blaxploitation (The Chase), con evocaciones del rap de la vieja escuela (Fox Boogie, con Kid Capri) o del electro (I’ll Be, con Jay-Z), con funk monolítico y denso (Ill Na Na, con Method Man) y con elegantes fantasías swingbeat (Get Me Home, con las voces a capela de Blackstreet), entre samples de Isaac Hayes, Luther Vandross y The Commodores. No es posible: ¿solo 17 años?

LIL’ KIM Hard Core (1966) Toda una provocación, desde la estrepitosa paja inicial de un tipo que contempla en un cine porno las andanzas de la rapera hasta los diálogos sobre penetraciones anales, felaciones y cunnilingus a modo de interludio entre tema y tema. Apadrinada por Notorious B.I.G. y Puff Daddy, la lengua más procaz del rap actual despacha de forma cruda sus exploraciones sobre el fornicio con un lecho de «ritmos melódicos del gueto» que van de las bases funk de los setenta (Big Momma Thang, la remezcla de Not Tonight) a la inevitable sombra del G-funk (la oscurantista M.A.F.I.A. Land, la apocalíptica Fuck You y la minimal Queen Bitch, con un trabajo de scratch excelente). Un desafío a los defensores de la moral.
1 comentario en “Black Erotica: las pioneras”