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Hank 3: los genes no engañan

Hace años, en la mejor tienda de Discos Castelló –la de Nou de la Rambla–, escuché lo que, de entrada, sonaba como una grabación pirata en directo del legendario Hank Williams. Pensé que se trataba de una de las típicas ediciones post mortem con material inédito encontrado en algún trastero, y le pregunté a uno de los dependientes que siempre me recomendaba novedades. Mi sorpresa fue mayúscula: ¡no era el viejo Williams, sino su nieto!

La herencia genética puede gastar bromas pesadas. Es muy probable que el talento se transmita. ¿Pero qué ocurre si, además de la brillantez, se heredan rasgos más conflictivos? Hank Williams III es el mejor ejemplo de cómo alguien puede ser bendecido (o maldecido) con las virtudes (y los vicios) de sus antepasados.

No es ningún montaje publicitario: Shelton Hank Williams III es el hijo de Hank Williams Jr. y, por tanto, el nieto del legendario Hank Williams, es decir, la tercera generación de uno de los apellidos más ilustres del country. Dotado multinstrumentista, Hank 3 empezó tocando la batería con su padre a los 10 años, y en su época adolescente pasó por varias bandas punk. Tras participar en 1996 en Three Hanks. Men With Broken Hearts, un disco que reunió gracias a la manipulación digital las voces de los tres Williams, se planteó la posibilidad de una carrera en solitario.

Shelton se había interesado por artistas de hardcore y punk como Dead Kennedys y Misfits. De hecho, fue bajista del grupo de thrash Superjoint Ritual, lidera la banda punk-metal Assjack y es batería de la formación hardcore-punk Arson Anthem. Por eso, divide sus conciertos en tres partes: empieza con country acústico con su The Damn Band, después se pasa al hellbilly –sí, lo he escrito bien, “hell” de infierno–, descrito como un cruce entre country, punk y metal, y termina con punk-metal al frente de Assjack.

Pero Hank también era un fan del cowpunk y del country alternativo. Su vida cambió al conocer a Wayne Hancock, otro nostálgico del hillbilly. El 21 de septiembre de 1996, tal día como hoy, debutó a los 23 años en el Grand Ole Opry. Entre los temas de su repertorio estaba Lovesick Blues, que su abuelo había interpretado en el mismo escenario en 1949.

Por cierto que, en 2003, lanzó la campaña Reinstate Hank Williams para conseguir que el Grand Ole Opry readmitiera a su abuelo, expulsado en 1952 de la institución por actuar borracho. Asimismo, mostró su descontento por la elección de un actor británico, Tom Hiddleston, para interpretar a Hank Sr. en el biopic Hank Williams, una voz a la deriva (Marc Abraham, 2015).

En su debut Risin’ Outlaw (1999) Hank 3 echó la vista atrás, al honky tonk crudo y desnudo, y pasó por alto el country-rock sureño con el que triunfó su padre. Su voz nasal, de acento profundo, y el sonido de su banda, donde predominaba un contrabajo acústico rockabilly, un violín enloquecido y una guitarra eléctrica acerada, lo ayudaban en su empeño. Eso, sin contar con su escalofriante parecido físico con su abuelo.

Al escuchar a Hank 3, es inevitable no pensar en Hank Williams, pero no es la única referencia. La influencia de su amigo Wayne Hancock era notoria en los tres temas que de él recreaba: 87 Southbound, el lánguido Thunderstorms & Neon Signs y ese crudo Why Don’t You Leave Me Alone, registrado en directo en algún garito, un hillbilly magnífico que sonaba como una grabación pirata de Hank Sr.

Otras veces, reproducía el estilo de honky tonk eléctrico, basado en el tándem de voz y guitarra impuesto por Dwight Yoakam y Pete Anderson: en Devil’s Daughter y en el acelerado What Did Love Ever Do To You. Y no le hacía ascos a la ortodoxia, como en el two step de Bobby Edwards You’re The Reason, en el vacilón If The Shoe Fits, en la balada de Buddy y Julie Miller Lonesome For You o en el himno Honky Tonk Girls.

Y aunque estaba presente en todo el álbum, el fantasma de Hank Williams se hacía especialmente visible en tres temas: las lánguidas baladas propias On My Own (con yodel incluido) y Blue Devil, y en el mejor corte del álbum, ese ultraenérgico Cocaine Blues –popularizado por Johnny Cash cuando la interpretó en la cárcel de Fulsom– donde los instrumentistas sacaban lo mejor de sí mismos.

Demasiado auténtico para triunfar en Nashville, pero aclamado por la crítica y los fans del country alternativo, no hay duda de que Hank 3 ha heredado el talento del legendario Williams: fruto de su época, sus canciones reflejan la rabia y la actitud independiente y provocadora de un joven de nuestro tiempo.

Pero también ha heredado los demonios que acabaron con su abuelo: su condición de fumador, bebedor y adicto a las drogas lo convierten en un proscrito por méritos propios. Además, en una época en la que la mayoría de artistas parecen estar contra la piratería, él tiene una larga lista de “piratas oficiales”.

Hank 3 grabó sus primeros álbumes para Curb y sus subsellos: a Risin’ Outlaw lo seguirían Lovesick, Broke & Driftin’ (2002) –que él consideraba su debut “de verdad”, porque renegaba del anterior, e incluía un cover del Atlantic City de Bruce Springsteen–, el doble Straight To Hell (2006) –con una tremenda versión del Satan Is Real de The Louvin Brothers fusionada con el tema titular–, Damn Right, Rebel Proud (2008) –que se abría con un reivindicativo The Grand Ole Opry (Ain’t So Grand)– y Rebel Within (2010).

Pero los problemas que tuvo con Straight To Hell –se editaron dos versiones, una censurada para poder ser vendida en los grandes almacenes y otra sin censurar, merecedora de la primera etiqueta de “aviso paternal” que ha tenido un LP de country editado por una major por su contenido explícito– lo abocaron pronto a montarse su propia discográfica. Además, la iconografía de sus álbumes cada vez se alejaba más de la ortodoxia para incorporar calaveras e imágenes perturbadoras.

Aun así, Curb lanzó sin su consentimiento Hillbilly Joker en 2011, cuando el contrato ya se había roto, y cuatro álbumes más: la colección de covers y outtakes Long Gone Daddy (2012), Ramblin’ Man (2014) y Take As Needed For Pain (2015) –ambos con material inédito–, y un Greatest Hits (2017).

En su sello Hank 3 Records, empezó fuerte lanzando cuatro álbumes de golpe en 2011: el doble Ghost To A Ghost / Gutter Town (country y folk) –con la colaboración de Tom Waits y Les Claypool (Primus), entre otros–, 3 Bar Ranch Cattle Callin’ (speed metal) y Attention Deficit Domination (doom metal). En 2013 editaría dos discos más, el doble Brothers Of The 4×4 (country) y A Fiendish Threat (punk).

Williams también ha participado en álbumes de homenaje como Badlands. A Tribute To Bruce Springsteen’s Nebraska (2000), Timeless (2001) –dedicado a su abuelo–, Dressed In Black. A Tribute To Johnny Cash (2002), Sharp Dressed Men. A Tribute To ZZ Top (2002), Rise Above. 24 Black Flag Songs To Benefit The West Memphis Three (2002) y Touch My Heart: A Tribute To Johnny Paycheck (2004).

La personalidad de Hank 3 es tan grande que incluso ha llegado a influir a artistas en nuestro país, como es el caso del norteamericano afincado en Euskadi Matt Horan, al frente de dos grupos que también reflejan la dualidad creativa de Williams: Country As Fuck (para la faceta más country y hillbilly) y Dead Bronco (para el lado más hardcore).

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