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Robert Earl Keen, the road goes on forever

Pertenece a la noble estirpe de grandes cantautores de Texas y, como muchos de ellos, su estilo inclasificable lo ha llevado a ser ignorado por la industria y por las emisoras de country. Para celebrar su cumpleaños, echamos un vistazo a la carrera de este titán de la americana.

Dios los cría y ellos se juntan: a mediados de los setenta, Robert Earl Keen (nacido el 11 de enero de 1956 en Houston, Texas) conoció a Lyle Lovett en la A&M University de Texas; a menudo cantaban y tocaban la guitarra juntos, y juntos también compusieron This Old Porch, una canción que apareció en el primer álbum homónimo de Lovett de 1986.

Pronto floreció su talento como compositor y esa fama se acrecentó en Austin, adonde se trasladó en 1978, aunque enseguida lo abandonó, tras seguir los consejos de Steve Earle sobre el problema de las distracciones en esa ciudad (bellas mujeres y drogas), para irse a Nashville. En 1987, regresó a su Texas natal y se estableció en Bandera.

Keen debutó con No Kinda Dancer (1984) y uno de los momentos culminantes de su carrera fue su quinto álbum, Gringo Honeymoon (1994). Sin embargo, su estilo, difícil de clasificar, considerado demasiado “oscuro” para el folk y demasiado “inteligente” para el country, siempre lo ha mantenido en una posición alternativa al mainstream de Nashville, lo que le ha supuesto ser ignorado por las emisoras de radio durante los últimos años.

Sus canciones, grabadas por Joe Ely, Lyle Lovett, Kelly Willis y Nanci Griffith, entre otros, están pobladas de historias de perdedores. Y luego está su voz, entre nasal y quebrada, como un Bob Dylan más vital o un Shane McGowan (Pogues) más sereno.

Con el directo No. 2 Live Dinner (1996) cerró su etapa en el sello Sugar Hill –tras la cual debutaría en una multinacional con Picnic (1997)–. Grabado en directo en dos pequeños locales texanos, plasmaba con fidelidad sus conciertos, con una conexión insólita con su público.

No. 2 Live Dinner ofrecía un compendio de los distintos estilos que conviven en Texas: el western swing (I’m Going To Town), la épica fronteriza (Gringo Honeymoon, Sonora’s Death Row y la bonita canción navideña Merry Christmas From The Family), el honky tonk acelerado (Amarillo Highway y el vibrante Five Pound Bass) y, cómo no, las baladas (esa Rollin’ By con llorosa steel guitar).

Mención especial merecía la interpretación de su célebre composición The Road Goes On Forever, que el supergrupo The Highwaymen (integrado por Johnny Cash, Waylon Jennings, Kris Kristofferson y Willie Nelson) versionó en 1995, pero que Keen bordaba con un crescendo donde el violín y la guitarra eran los grandes protagonistas.

Con una banda integrada básicamente por músicos texanos, Keen repasaba los
éxitos de álbumes como No Kinda Dancer, West Textures (1989), A Bigger Piece Of Sky (1993) y, especialmente, Gringo Honeymoon. Y aunque ha reconocido que prefiere componer en casa que yendo de gira “porque solo me salen canciones sobre hoteles solitarios”, el disco dejaba claro que lo suyo es el directo.

Pero de poco le servía a Keen ser considerado como uno de los mejores cantautores texanos si sus canciones eran ignoradas por los ejecutivos discográficos y por los programadores radiofónicos. Por eso, en su noveno álbum, Gravitational Forces (2001), llevó a cabo su particular venganza contra la industria musical.

Keen expresaba sus frustraciones con la industria musical en varios temas: por ejemplo, en My Home Ain’t In The Hall Of Fame, un brillante country-rock de excepcional melodía donde cantaba que “mi hogar no está en el Hall Of Fame… no encontrarás allí mi nombre, y mis canciones no pertenecen a la radio de los Top 40”.

También lo hacía en Goin’ Nowhere Blues, donde citaba a personajes históricos abocados a la incomprensión, a pesar de sus esfuerzos, como Woody Guthrie, Martin Luther King y César Chávez, y en Gravitational Forces, un curioso recitado donde, a través de una letra en la que hablaba de ovnis, galaxias y alienígenas, confesaba sus opiniones sobre la vida en la carretera y retrataba a personajes “que no aprecian la música”.

Keen no se quedaba en la enumeración de sus fantasmas profesionales personales, sino que también recurría al tema más universal, el amor y su pérdida, en el lánguido folk-rock Hello New Orleans (la historia de un tipo que rompe su relación y se sumerge en la vorágine festiva de Nueva Orleans para olvidar) y en Fallin’ Out.

Pero, sobre todo, demostraba su maestría en la descripción de tipos humanos marcados por la mala suerte: los mediocres perdedores del country-rock Wild Wind; el sin techo solitario de la emotiva balada folk Not A Drop Of Rain; la pareja adúltera formada por un casado y una bala perdida del honky tonk High Plains Jamboree de Terry Allen (con murmullo de bar incluido); el preso que purga sus pecados del tremendo country-blues tradicional Walkin’ Cane (con sonido acústico de slide, mandolina y violín) y, especialmente, los enamorados fugitivos de la nueva versión de The Road Goes On Forever (todo un himno, con un extenso desarrollo instrumental y un argumento digno de película que incluye a mafiosos cubanos y un desenlace en la silla eléctrica).

Además de las versiones ya citadas, Keen también revisitaba con acierto el I Still Miss Someone de Johnny Cash (con un ritmo más lánguido y destacada presencia de mandolina y violín) y la balada Snowin’ On Raton de otro texano ilustre, Townes Van Zandt.

En su siguiente álbum en estudio, Farm Fresh Onions (2003), permaneció fiel a su talento como creador de letras afiladas, aunque despistó un poco por la diversidad de estilos y un cierto distanciamiento de las raíces.

El roots rock aparecía en varias ocasiones, a veces con deje a lo Neil Young y otras con guiños a Dylan o con gancho pop al estilo de Elvis Costello. Pero luego, con la complicidad de colaboradores como el exteclista de los Small Faces Ian McLagan y la cantante Shawn Colvin, se adentraba en latidos funk y experimentos entre el blues recitado y el rap con raíces que contrastaban con el clasicismo del blues más ortodoxo, los efluvios cajun y los polvorientos paisajes wéstern. Eso, sin contar la sorpresa final del tema oculto que pasaba del punk al hillbilly. En cualquier caso, Farm Fresh Onions demostró que Keen aún exploraba nuevas direcciones.

Tras varios álbumes, varios de ellos en directo –el último, Live Dinner Reunion (2016)–, su trabajo más reciente en estudio hasta el momento es Happy Prisoner. The Bluegrass Sessions (2015).

En 2019 lanzó Americana Podcast: The 51st State, dedicado a compartir y expandir las raíces, el alcance y la definición del género americana. Cada episodio está contado desde el punto de vista de los músicos que han consagrado su vida a este estilo, entrevistados por Keen.

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