Compositor, cantante y pianista, fue un tesoro escondido de la escena del rhythm’n’blues y del funk de Nueva Orleans que Willy DeVille rescató en los noventa. Lo recordamos cuando se cumplen años de su muerte.
Apodado “Little Bo” y “Spider Bocage”, Edwin Joseph Bocage, más conocido como Eddie Bo (nacido el 20 de septiembre de 1930 y fallecido el 18 de marzo de 2009), fue uno de los músicos más prolíficos de Nueva Orleans (solía tocar en el club Margaritaville de Decatur Street).
Desde su debut en 1955 en Ace Records con Baby, fue el artista que más singles editó en su ciudad natal después de Fats Domino, y grabó en más de cuarenta sellos discográficos.
El pianista fue el autor de éxitos como I’m Wise (reconvertida en Slippin’ and Slidin’ por Little Richard en 1956), My Dearest Darling (popularizada por Etta James en 1960), Check Mr. Popeye (un baile que rivalizó con el twist en 1962), y Key To My Heart y Every Dog Got His Day (rescatados por Willy DeVille en 1990 en Victory Mixture, en el que el Eddie también participó).
Fue precisamente DeVille quien dio a conocer al gran público a Bo a mediados de los noventa cuando lo integró en su New Orleans Revue junto con otras figuras legendarias olvidadas como Johnny Adams, The Wild Magnolias y Zachary Richards.
Y entonces el sello alemán Soulciety decidió producirle varios álbumes, el primero de ellos Shoot From The Root (1996). El disco ofrecía una muestra del estilo personal de Bo, una mezcla colorista y festiva de jazz, funk y rhythm’n’blues de Nueva Orleans.
Respaldado por músicos de sesión y por ilustres amigos de la escena de Crescent City como el guitarrista de blues Earl King, el líder de los Wild Magnolias Bo Dollis y el gran crooner Johnny Adams, el anciano pianista se defendía sorprendentemente bien con el funk con dejes a lo James Brown (Kick It On Back), el rhythm’n’blues más ortodoxo (Bring It On Home), los baladones de factura clásica (I Love You In Every Way, O’Lady) y la cadencia de las fanfarrias callejeras (A Shoot From The Root, con el ritmo marcado por una tuba) y de los cantos de los indios del Mardi Gras (el reiterativo Dance, Dance, Dance).
Bo incluso se reservaba el protagonismo en el instrumental Fingers, con su piano boogie en sana competición con los metales souleros, mientras unos coros femeninos le jaleaban –«Go, mister piano man, go»–, y reinventaba Every Dog Got His Day, aquí convertido en Every Dog’s Got A Day, junto con el arenoso Dollis y el estilista Adams.
Si el objetivo de Eddie era, como reconocía en el disco, «capturar el espíritu de los creadores del sonido de Nueva Orleans», lo conseguía con creces.