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James Brown, el sargento de hierro

Conocido como Soul Brother No.1 y The Hardest Working Man In Show Business, nadie duda de su genialidad y de su influencia decisiva en el desarrollo de la black music. Pero, tras esta brillantez, se escondía una conducta exigente con sus músicos y bailarines, sometidos a una férrea disciplina. Cuando se cumplen años de su nacimiento, analizamos esta faceta déspota del personaje y también recordamos uno de sus discos cumbre.

“Eran dos mundos diferentes. James Brown era como el ejército y George Clinton, como el circo”. Así de claro establecía Fred Wesley, uno de los componentes de The J.B.’s que emigró a Parliament-Funkadelic, las diferencias entre sus dos geniales jefes. ¿Pero no existía una especie de omertà o código de silencio que impedía a los antiguos empleados del Padrino del Soul destapar sus prácticas abusivas?

Si fuera así, hoy no sabríamos que inspeccionaba los zapatos de sus músicos para comprobar que estuvieran relucientes. O que los obligaba a vestir los trajes y los complementos que les había comprado. O que forzaba tanto a los metales que acababan con los labios ensangrentados. O que multaba a quienes cometían algún error, dentro o fuera del escenario. O que programaba ensayos obligatorios que coincidían con matrimonios o funerales.

Como dijo Spider-Man, un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y soportar el sobrenombre de The Hardest Working Man In Show Business, además de un ego fuera de lo común, condujo a James Brown –nacido el 3 de mayo de 1933 y fallecido el 25 de diciembre de 2006– a mantener con sus colaboradores una relación muy especial, que merecería sesudos estudios psicológicos para ser explicada en toda su profundidad. Los consideraba “su familia”, pero los trataba a patadas, como el padre que cree en el castigo corporal como base de una buena educación.

Brown con The Famous Flames

Desde un punto de vista estrictamente musical, el cantante de Augusta demostró tener, al igual que George Clinton, Miles Davis y Prince, un talento innato para saber rodearse de los mejores instrumentistas, de los que absorbió ideas para crear su sonido único y revolucionario. Su habilidad para dirigir un equipo y sacar lo mejor de él es innegable. Ahora bien, sus métodos para conseguirlo ya son otra cosa.

Brown podía ser un líder brillante, pero también un tirano severo y estricto. Y si él era «el hombre más trabajador del negocio del espectáculo», sus músicos debían estar a su nivel, sometidos a interminables ensayos que podían culminar con la humillación pública en caso de no responder a las expectativas del mandamás, o de no entender sus instrucciones, expresadas a través de gestos o miradas.

En otras palabras, una férrea disciplina militar, como los reclutas atemorizados ante el sargento chusquero hijoputa de turno. “Soy un viejo –explicaba Brown en una entrevista en 2005–, y lo único que puedo hacer es amarlos a todos. Pero, aun así, voy a ser un jefe severo; incluso cuando los ame van a pasar por el infierno conmigo”.

Naturalmente, no todos sus acólitos fueron capaces de soportar los humos del Soul Brother No.1. En 1969 se produjo una escisión: varios músicos, encabezados por Maceo Parker y su hermano Melvin, se amotinaron y fundaron Maceo And All The King’s Men. Un año después, debutaron con el magnífico Doing Their Own Thing (1970).

The J.B.’s en 1970

Para salir del paso, Brown reclutó a Bootsy Collins y a su hermano Catfish. Paralelamente, boicoteó la difusión radiofónica y la edición de los singles correspondientes del álbum de los disidentes: como resultado, Maceo y el resto de “traidores” volvieron al redil –con el rabo entre las piernas– para integrarse en los nuevos J.B.’s.

Y es que el mayor pecado que podía cometer un músico de Brown era tener ideas propias. En Being James Brown, un brillante artículo de Jonathan Lethem publicado en la revista Rolling Stone en 2005, el autor describía así la situación: “Cualquiera que muestre signos de vida propia, musical o de cualquier otro tipo, tiende a convertirse en el blanco de elaboradas y vengativas humillaciones…”.

Y añadía: “Ahora bien, advertir que James Brown es egoísta difícilmente sea una observación por la que valga la pena escandalizarse. Se sabe: su sonido, la consecuencia histórica de sus innovaciones, depende totalmente de una serie de colaboradores, ninguno de los cuales ha sido debidamente reconocido o compensado”.

En el mismo artículo, Lethem describía las diferencias de trabajar con George Clinton y James Brown: “James tenía reglas estrictas: debías llevar ese uniforme, permanecer aquí, hacer esa rutina. George era más como ‘ven tal como eres y haz lo que te apetezca, esto no es más que una fiesta’. Es como ser invitado a una cita. Una invitación dice ‘se requiere traje de noche’, y la otra ‘hey, montamos una fiesta, ven como quieras’. Y si un tipo se presenta solo con una camiseta y zapatos, está bien”.

El Padrino, entre Bobby Byrd y Bootsy Collins

Una actitud curiosa, la de Brown: por un lado, protestó cuando sus canciones cuando fueron sampleadas por una legión de raperos. Pero, por el otro, se atribuyó los logros de sus músicos e incluso obvió sus nombres en los créditos de sus discos, como recordaba el guitarrista Jimmy Nolen en una entrevista en Guitar Player en 1984.

Y volvemos a su condición de cazatalentos: el cantante tuvo la suerte de rodearse de músicos profesionales, muchos de ellos con formación jazzística, y gracias a ellos forjó un repertorio de valor incalculable.

En su autobiografía Hit Me, Fred: Recollections Of A Sideman” (2002), Fred Wesley lo recuerda así: “Habría sido imposible para James Brown sacar adelante su show sin la asistencia de alguien como Pee Wee Ellis, que comprendía los cambios de acordes, las escalas, las notas y una teoría musical básica. Las cosas simples como conocer una nota serían un gran problema para James… no podía hacerlo él solo. Se expresaba con gruñidos, gemidos y ‘la-di-das’, y necesitaba a instrumentistas que tradujeran ese lenguaje a música”.

Con este panorama, es difícil establecer lo que sentían los componentes de la banda de Mr. Dynamite por su jefe: ¿amor? ¿odio? ¿temor? Para intentar entenderlo, Maceo Parker aportaba algo de luz: “Me gustaban algunas de las restricciones que teníamos con James, porque intentaba mantener una especie de trato familiar, donde te sientes orgulloso de lo que dices y de lo que haces”.

Los soldados más valientes

Maceo Parker (saxo)
Inmortalizado con la frase “Maceo! Blow your horn!”, desarrolló su sonido –esa fórmula perfecta de “un 2% de jazz y un 98% de funk”– en grupos como Maceo And The Macks, Maceo And All The King’s Men y Parliament-Funkadelic, hasta convertirse en uno de los colaboradores y amigos de Prince.

Fred Wesley (trombón)
Tras su papel como director musical de los J.B.’s, acompañó a Maceo en su aventura con George Clinton y grabó como Fred Wesley & The Horny Horns, hasta volver a su primer amor, el jazz, primero como miembro de la orquesta de Count Basie, y después como autor de varios álbumes.

Pee Wee Ellis (saxo)
También antiguo director musical de la banda del Padrino, se pasó a las órdenes de otro genio, Van Morrison, en calidad de arreglista en álbumes clásicos del irlandés como Into The Music (1979), y formó su grupo de jazz Pee Wee Ellis Assembly, además de reunirse con Wesley y Parker como The JB Horns.

Bobby Byrd (voz)
El colaborador más antiguo de Mr. Dynamite, fue el líder de The Gospel Starlighters, más tarde conocidos como The Avons y The Flames, hasta que Brown tomó las riendas del grupo y pasaron a ser The Famous Flames. Como solista, uno de sus mayores éxitos fue la canción I Know You Got Soul (1971), reciclada por Eric B & Rakim en 1987. Falleció en 2007.

Bootsy Collins (bajo)
A su fugaz paso por la banda de Brown junto con su hermano Catfish –con quien había formado el grupo The Pacemakers– le siguió su inmersión en el universo P-Funk, del que se convertiría en uno de sus exponentes más freaks, con proyectos como Bootsy’s Rubber Band y posteriores cameos con Deee-Lite, Material, The Last Poets y muchos más.

Clyde Stubblefield (batería)
Con John “Jabo” Starks, el otro responsable de las baquetas, fue el artífice de los ritmos que iluminaron temazos como Cold Sweat, Say It Loud (I’m Black And I’m Proud), I Got The Feelin’ y Funky Drummer, y ostentó el título oficioso de “batería más sampleado del mundo” gracias al mundo del hip hop. Falleció en 2017.

La mejor de las victorias

En otoño de 1969, James Brown volvió a su hogar de Augusta (Georgia) y grabó un concierto con la intención de editar el disco James Brown At Home With His Bad Self. Cuando poco después su banda lo dejó, el proyecto quedó aparcado.

Pero por algo Brown era conocido como “el hombre más trabajador del negocio del espectáculo”: en 1970 ya había reunido un nuevo grupo, The J.B.’s, y abría su etapa más funk. El doble álbum Sex Machine (1970) documentó esta evolución: por una parte, incluía el concierto grabado en el 69 con The James Brown Band, y por otra, varios temas en estudio con los J.B.’s, con aplausos enlatados.

Ni la diferencia de bandas (la primera, con Fred Wesley y Maceo Parker; y la posterior, con Bobby Byrd y los hermanos Catfish y Bootsy Collins) ni la sensación de falso directo empañaban el poderío de Brown: Sex Machine nos ofrecía a la bestia en estado puro.

De forma especial en los temas con los J.B.’s (Sex Machine y la medley) se apreciaba por qué Brown fue uno de los padres de la música negra moderna: riffs de guitarras repetitivos, una demoledora sección rítmica, metales taladradores como loops o samples, voces rapeadas… Aquí estaba todo: el funk termonuclear de Defunkt, la ingeniería sonora de Public Enemy, la chulería del rap, la sexualidad de Prince…

Y en los cortes en directo, el Padrino del Soul alternaba los trallazos de funk con su pasado como artista de rhythm’n’blues para dar rienda suelta a todo su histrionismo, la sublimación del canto shouter, en epítomes del melodrama como It’s A Man’s Man’s Man’s World y Please, Please, Please.

Entre el legendario Live At The Apollo (1963) y el Love Power Peace. Live At The Olympia, Paris, 1971 (1992), el álbum Sex Machine demostró que Brown era algo más que el autor de canciones utilizadas en anuncios por creativos sin escrúpulos. Más allá del “geropa”, aquí estaba el inicio del funk para caer en el éxtasis, la expresión del sexo con el fervor de una ceremonia religiosa.

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