En busca del arca perdida acaba de cumplir su 40º aniversario (se estrenó en Estados Unidos el 12 de junio de 1981), y la efeméride coincide con el rodaje de su quinta entrega. Volveremos a ver a Indiana Jones –octogenario, aunque se rumorea que será rejuvenecido digitalmente–, un personaje que me apasionó desde el primer momento.
Ya lo conté en estas mismas páginas al recordar mis años en la universidad: la única matrícula de honor que obtuve en la carrera de Periodismo (y, de hecho, en todo mi currículo académico) fue en la asignatura de Historia del Cine.
Lo que no expliqué es cómo lo conseguí: de hecho, teníamos que hacer un trabajo de tema libre para redondear la nota final. Aunque mi profesor, el gran Tomàs Delclòs, me dijo que ya tenía matrícula por mis exámenes, lo hice igualmente. ¿El tema? En busca del arca perdida de Steven Spielberg.
Hoy en día, pensar en realizar un trabajo sobre aquel filme de 1981 puede parecer muy fácil. Pero os pondré en antecedentes:
– En aquella época no existía internet, por lo que tenías que tirar de biblioteca para documentarte. Y la bibliografía que se podía encontrar no era demasiado extensa (recordemos que tampoco había tanto acceso a obras en inglés como ahora).
– Y, para acabarlo de complicar, no tenía reproductor de vídeo en casa. Esto me obligó a recurrir al amigo de un amigo que poseía uno, y a hacer excursiones hasta su casa para poder visionar la película una y otra vez (creo que es el título que he visto más veces). Y ahora un inciso: el tipo del vídeo era un freak con todas las letras, uno de esos que se grababa los programas de Eva Nasarre y otras presentadoras. Años después, parece que terminó internado en un manicomio…
Si a las dificultades antes mencionadas le añadimos que por aquel entonces no utilizaba ordenador sino máquina de escribir, y que si quería incorporar imágenes no me quedaba otro remedio que recortarlas, pegarlas y fotocopiarlas, ya podéis imaginar lo que me costó hacer un trabajo como aquel. Es una lástima porque no conservo ningún ejemplar (o, si lo tengo, debe estar muy escondido).
Por lo que recuerdo, aparte de centrarme en la película y analizar sus antecedentes y referencias cinematográficas y las influencias del cómic (del pulp de Doc Savage a Tintín), dediqué una parte a hablar de lo que en aquella época se conocía como nuevo cine estadounidense, la generación de George Lucas, Steven Spielberg, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola y otros.
Y repito, era muy difícil encontrar libros que hablaran de ese tema. Mis obras de cabecera fueron Nuevos directores norteamericanos (Anagrama, 1973) de Augusto M. Torres, y El nuevo cine americano (Zero, 1979) de Antonio Weinrichter.
Quizá a las nuevas generaciones, tan acostumbradas a los efectos digitales más espectaculares, les cueste entender por qué me fascinó tanto Raiders of the Lost Ark (el título original del filme). Es fácil de explicar: era (y aún es) cine de acción en estado puro, descendiente de las películas de aventuras de serie B, pero con una calidad técnica excepcional y con todos los ingredientes necesarios: nazis, arqueología, paisajes exóticos, elementos sobrenaturales, chicas fuertes al estilo de las protagonistas de Howard Hawks…
Y claro, por encima de todo había un personaje tan genial y bien elaborado como Indiana Jones, con su látigo y sombrero Fedora como rasgos distintivos, muchas veces héroe por obligación, pero un héroe humano, que era apaleado, torturado, se emborrachaba y, lo más importante, tenía un sentido del humor más bien cínico.
Escenas tan divertidas como aquella en la que, cansado de luchar, se carga de un disparo a un tipo que hace exhibiciones con una espada, son de las que se recuerdan siempre (por cierto, en una entrevista a principios de los 2000 el mismo Spielberg decía que la citada secuencia hoy en día podría provocar protestas, al tratarse de un tío con un turbante, por las connotaciones islámicas).
¿Quién dijo protestas? Recientemente los guardianes de la moral han establecido que en el primer filme se insinúa que la relación entre Indy y Marion Ravenwood (Karen Allen) empezó cuando ella era menor de edad. ¿Habemus pedofilia? La propia actriz lo ha desmentido.
Las siguientes películas de la saga me gustaron, pero quizá no tanto: Indiana Jones y el templo maldito (1984) tenía un inicio brillante con una escena musical combinada con la acción de un James Bond, pero a partir de la aparición del niño protagonista la cosa aflojaba.
En cambio, me resultó mucho más interesante Indiana Jones y la última cruzada (1989), donde la química de Harrison Ford con su padre en la ficción, Sean Connery, era increíble. Además, sus enemigos volvían a ser los nazis.
Con la cuarta entrega, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008), muchos ya pusieron en duda la credibilidad de un Indiana interpretado por un actor de 65 años. Se introdujo un nuevo personaje, su hijo Mutt Williams –interpretado por Shia LaBoeuf–, que parecía abrir las puertas a un relevo. Pero, por suerte, no fue a mayores.
Y ahora ha empezado el rodaje de la quinta –y quién sabe si última– aventura de Indiana Jones, de la que poco se sabe. Lo único seguro es que, por primera vez en la saga, no la dirigirá Spielberg, sino James Mangold; que en el reparto están Phoebe Waller-Bridge y Mads Mikkelsen, y que, si no pasa nada, se estrenará en 2022.
¿Rumores? Según supuestas fotos filtradas, habrá nazis –aunque tal vez en forma de flashback, porque se había apuntado que la trama transcurría en los sesenta, durante la época de la carrera espacial–, y Ford (78 años ya) –por unas imágenes en las que luce puntos negros en el rostro– será sometido a un proceso de rejuvenecimiento digital, como los actores de El irlandés (Martin Scorsese, 2019).
Veremos como acaba todo. Una última recomendación: la página de la comunidad de fans española de Indiana Jones, una verdadera maravilla con una gran cantidad de contenidos sobre el personaje y la saga.