Aunque ha pasado más de medio siglo desde su gestación, la cultura del hip hop sigue siendo incomprendida por la gran mayoría, y su deplorable estado actual nos obliga a volver a los orígenes. Por eso, os ofrecemos un especial en tres partes con sendas entrevistas, dos de ellas de 1985 exclusivas y hasta ahora inéditas. La primera, con el fotógrafo que retrató este movimiento artístico.
Probablemente os preguntareis por qué saco a la luz ahora este material. Por varios motivos: para reivindicar mi labor como uno de los periodistas pioneros de este país en hablar del hip hop; porque las entrevistas se realizaron en un momento histórico, y por último, pero no menos importante, para evitar las comparaciones con la basura de los ritmos urbanos contemporáneos.
Utilizando formas de expresión como la música (el rap y el scratch), la danza (el breakdance) y las artes visuales (el grafiti), el hip hop nació en las calles del Bronx neoyorquino a principios de la década de los setenta y estalló como fenómeno de masas a partir de 1980.
Cinco años después, entre el 28 de octubre y el 15 de noviembre de 1985, el Institut d’Estudis Nord-americans (IEN) de Barcelona montó la muestra Hip Hop. Urban Folk Culture USA, un programa de actividades multimedia –comisariado por Caterina Borelli y Antoni Mercader– para dar a conocer este movimiento cultural urbano.
Esta audaz iniciativa ofreció conferencias –entre ellas, la de la antropóloga Barbara Kirshenblatt-Gimblett, quien habló del hip hop desde una perspectiva histórica y social–, una mesa redonda –con la participación del pintor Perico Pastor y, en conexión desde Nueva York, el DJ y rapero Gary Byrd–, exposiciones fotográficas y proyección de vídeos y documentales.
Como complemento, el IEN editó un pequeño catálogo donde, además de las biografías de los participantes y de las fichas de los vídeos proyectados, se incluía una bibliografía y una discografía y, tal vez lo más interesante (¡estamos hablando de 1985!), un léxico de términos de la cultura hip hop.
De entrada, me sorprendió la poca asistencia de público. ¿Dónde estaban todos aquellos chavales que bailaban breakdance y empezaban a pintar grafitis en nuestras ciudades? ¿Y los raperos del futuro, aquellos representantes del hip hop español que después presumirían de autenticidad?
Sea como sea, asistí a los diferentes actos programados, pero, sobre todo, tuve mucha suerte. El primer día, y aún no sé cómo, me hice amigo de dos de los invitados que habían venido ex profeso de Nueva York: uno era el grafitero Lee Quiñones, aka Lee, protagonista de la segunda parte de este especial.
El otro era el fotógrafo Henry Chalfant, el coautor junto a Tony Silver (1935-2008) del mítico documental Style Wars (1983), que se proyectó en el ciclo. Además, también se presentó una exposición de sus instantáneas en su calidad de documentalista del nacimiento del subway art, con vagones de metro ilustrados por artistas como Lee, Blade o Doze, y una colección de diapositivas con grafitis realizados en fachadas de edificios y retratos de personajes característicos del hip hop.
La primera noche, un grupo integrado por el entonces director del IEN (John S. Zvereff), Quiñones, Chalfant y un servidor acabamos recorriendo los bares de tapas cercanos al edificio de Correos. Como era de esperar, los visitantes quedaron encantados con las patatas bravas, el jamón canario y otras exquisiteces culinarias.
El fotógrafo era el típico intelectual neoyorquino (aunque nació en Pensilvania en 1940), muy afable y nada pedante. De hecho, durante un tiempo estuvimos carteándonos, e incluso me envió mi primer libro sobre la cultura hip hop: Fresh. Hip Hop Don’t Stop (1985) de Nelson George y otros autores. En aquella época sin internet ni Amazon, conseguir una obra como aquella era toda una proeza.
Aproveché la circunstancia para charlar con Chalfant, y el resultado fue esta entrevista que nunca se había publicado… hasta ahora. Graduado en griego clásico, estudió escultura en Barcelona y en Roma. A lo largo de su carrera, ha celebrado varias exposiciones de sus obras escultóricas y fotografías, ha escrito libros y ha dirigido películas y vídeos sobre el hip hop.
Recientemente, en 2018, volvió a visitar España cuando el Centro de Arte Tomás y Valiente (CEART) de Fuenlabrada le dedicó la exposición Art Is Not a Crime, 1977-1987, celebrada entre el 27 de septiembre y el 18 de noviembre de ese año.
¿Qué te llevó a la cultura del hip hop? En Nueva York empecé a fijarme en los grafitis porque son muy atractivos; el resto de las disciplinas artísticas estaba en las galerías y en los museos. A mediados de los setenta había mucho arte conceptual y minimalista, muy platónico y demasiado intelectual: si buscabas formas visibles, era difícil encontrarlas. Al mismo tiempo, lo que estaba desarrollándose en los vagones del metro, los grafitis, era muy interesante desde el punto de vista artístico porque era muy excitante visualmente. Y, desde el punto de vista de cultura popular, era algo creado por gente que aprendía a hacerlo sin saber muy bien por qué. Y considerando que era ilegal, tenía un cierto sentido de acto de rebeldía; eso fue lo que realmente me atrajo. Y empecé a tomar fotografías porque me gustaba ese tipo de arte, de cultura, y porque los grafitis eran borrados y no podrían verse nunca más. Era una forma de preservarlos.
Creo que presentaste el primer show de breakdance que se celebró… Sí, porque a través de mis contactos con los artistas de grafiti conocí a muchos chicos y así descubrí el breakdance, que entonces era algo bastante ignorado en los medios de comunicación. En 1981 organicé una performance titulada “Graffitti Rock”, que incluía rap a cargo de Fab Five Freddy y Rammellzee, un pase de diapositivas de grafitis y el debut del grupo de breakers Rock Steady Crew. Este fue el primer show importante. Antes, solo eran juegos de chicos bailando en discotecas, compitiendo en rapidez. Con “Graffitti Rock” esto cambió. La forma del baile se modificó, porque se hacía ante un público, y eso era diferente.
¿Crees que hubiera sido posible que el hip hop naciera en otra ciudad que no fuera Nueva York? Todo es posible. Pero, por algunas circunstancias, fue más fácil que ocurriera allí. La sociedad lo generó, probablemente porque hay algo que hace que la gente quiera destacar, ya que no acepta formar parte de la multitud. En esa ciudad todos quieren ser mejores que los demás, y así ha surgido un increíble sentido de rivalidad y competición. Y tanto el breakdance como el rap tienen su origen en una larga tradición de música y danza afroamericanas: provienen del toasting que en los años cincuenta ya se hacía en el Caribe. Es una competición que consiste en una serie de insultos: yo insulto a tu madre y tú a la mía, y la cosa va progresando. Y el rap es algo así: comparar cualidades o insultos, y responder a ellos. Como en la canción “Roxanne, Roxanne”, un rap muy popular el verano pasado (1984) en los Estados Unidos que consistía en una sucesión de preguntas y respuestas. Es algo muy vivo, porque la gente reacciona ante los demás y los hace más creativos. No están interpretando una simple canción; ponen su personalidad y reaccionan. En cierta forma, es algo propio de la naturaleza humana, que puede ocurrir allí y en cualquier parte, pero su intensidad es mayor en Nueva York.
¿Te parece similar a lo que ocurre en Washington D.C. con el go-go? El go-go funciona desde hace tiempo, paralelo al desarrollo del hip hop. No creo que pueda eclipsarlo, es únicamente una variante de lo mismo.
Pero en algunas publicaciones inglesas hablan del go-go como si fuera el movimiento siguiente al hip hop… No tengo esa impresión. Quizá como estilo musical, los medios lo consideran el siguiente movimiento. Pero, según mi experiencia, es solo una variación, que creció y se desarrolló en Washington al mismo tiempo que el hip hop en Nueva York y Filadelfia.
¿Va a desaparecer el hip hop, o aún le queda mucho por decir? ¿Desaparecer? Tiene aún mucho tiempo por delante. Es todo un estilo de vida, así que no creo. Cambiará, ya está cambiando. El breakdance, en concreto, está desapareciendo en los Estados Unidos, la gente ya no lo practica tanto. Solo en las discotecas, en los clubes; ya no es un gran movimiento. Ni siquiera en los alrededores, ni en el Mid West, ni en California, donde hace un par de años había mucho. Pero la música es una nueva forma que no morirá y va a seguir.
Pero, por ejemplo, las letras de rap son ahora políticamente más agresivas… Desde que en 1982 Grandmaster Flash & The Furious Five publicaron “The Message” ha habido mucho rap con mensaje. Run DMC es uno de los grupos de rap más politizado.
¿Cómo reaccionó la gente de la calle cuando rodasteis Style Wars? ¿El público?
No, me refiero a los que retratabas en el documental, como… ¿Los grafiteros, bailarines, etc.? Si tenían un especial interés, a menudo criticaban mi punto de vista, porque la película enseñaba algo que no les gustaba; el mundo del hip hop y del grafiti es algo que ellos sienten muy profundamente. Por ejemplo, en el filme aparecían “renegados”, es decir, los que destruyen las obras de los demás, y lo rodamos porque es algo realmente dramático. Y, si no lo hubiéramos hecho, la cinta habría sido mucho más aburrida. Mostrar eso, según varios grafiteros, fue un error, porque les dábamos a esos renegados una fama y una importancia que no se merecían, lo que hacía que muchos artistas jóvenes los imitaran y destruyeran también. Pero la mayoría apreció “Style Wars” porque era un documental honesto y real sobre el hip hop.
¿Tiene el hip hop una base ideológica? Me refiero a la Zulu Nation. No puedo hablar de ello porque no lo sé, realmente. Mi experiencia me ha demostrado que posee una tremenda dosis de energía rebelde, pero cuánto hay en eso de ideología es algo que no sé. Afrika Bambaataa le ha dado una cierta base ideológica, pero la mayoría de la gente la desconoce.
¿Cuál ha sido la reacción de los intelectuales norteamericanos ante el hip hop? Se han dividido, especialmente con los grafitis. Algunos creen que son actos vandálicos, mientras que otros piensan que se trata de una forma de arte popular que no tiene cabida en la misma categoría que el arte “normal”. Están molestos por el hecho de que se exhiban grafitis en las galerías, elevándolos así al mismo nivel que el arte convencional. Lo consideran un síntoma de pérdida de valores en la cultura, un ejemplo de que la cultura occidental está siendo invadida por una forma de arte que tiene poca tradición histórica. Y lo atacan desde ese punto de vista.
¿Qué es lo más importante en el hip hop: la música, el arte o el baile? Los grafitis no son realmente hip hop; la música y el breakdance, sí, mientras que los grafitis solo están en el mismo entorno. Están relacionados, pero también son algo más. Así que, si hablamos de hip hop, pienso que la música es lo más importante, y creo que será lo que tendrá una mayor duración.
Como he comentado antes, tras conocer a Henry en Barcelona estuvimos en contacto a través del correo postal. En una de sus cartas, en 1986, me contó que “aquí en Nueva York solo sobrevive el rap. El breakdance está completamente pasado de moda y el grafiti ha alcanzado su pico de logros estilísticos y técnicos, y está en declive. Run DMC es el primer grupo en captar un amplio público entre los chicos blancos. Esto se debe en parte a la síntesis con el heavy metal y a la introducción de riffs de guitarra melódicos en la mezcla. Pero sus conciertos han estado plagados de violencia ampliamente publicitada. No es algo sorprendente, ya que, a nivel callejero, siempre ha habido problemas basados en la rivalidad y los celos. Solo que ahora, con los grandes conciertos de rap, es cuando la prensa se da cuenta”.
Style Wars, el origen de todo
Está considerado el primer y mejor documental sobre los inicios de los grafitis y el hip hop en Nueva York (“the original hip hop documentary”). Cuando la mayoría de gente veía esta forma de arte como una muestra de vandalismo y creía que el rap solo era una moda efímera, Tony Silver y Henry Chalfant se arriesgaron a documentar el fenómeno y se convirtieron en visionarios, al retratar el que posiblemente sea el último y más influyente de los movimientos artísticos urbanos contemporáneos.
La versión original de 1983 duraba unos setenta minutos. Años después, en 2005, se publicó una edición de luxe con dos DVD: además de la película, incorporaba más de tres horas de material inédito con entrevistas actualizadas con raperos y grafiteros y muchas cosas más.
Con un estilo totalmente alejado del videoclip y mezclando imágenes en color y blanco y negro, Style Wars nos mostraba cómo trabajaban los artistas que decoraban los vagones del metro de Nueva York. Pero lo más interesante era la variedad de puntos de vista que nos ofrecía.
Así, junto a las declaraciones de los grafiteros, aparecían las opiniones de los usuarios del transporte público, del alcalde de la ciudad y de un responsable del metro, que calificaba el grafiti como un crimen.
También nos permitía contemplar una serie de medidas de la administración dedicadas a erradicar los grafitis: desde soluciones casi fascistas, como la utilización de perros y vallas con púas, hasta campañas publicitarias con los protagonistas del filme Fama (Alan Parker, 1980), con el lema “No pintes sobre la sociedad, pinta en sociedad”.
Erigido en el documental clásico por excelencia sobre el hip hop, Style Wars propició el estreno de otros títulos como Wild Style (Charlie Ahearn, 1983) –aunque se rodó entre 1981 y 1982– o, ya pasado por el filtro de Hollywood, Beat Street (Stan Lathan, 1984). Como dijo el rapero KRS-One, “todo el que quiera entender de qué va el hip hop necesita ver ‘Style Wars’”. Por cierto, ya me gustaría saber cuántos de los actuales raperos y grafiteros de nuestro país la han visto. Se admiten apuestas.