Fue uno de los guitarristas con más personalidad de Nueva Orleans, con un estilo único que mezclaba blues, rhythm’n’blues y funk, pero también uno de los cantantes de soul más estilistas. Lo recordamos con motivo de su reciente desaparición.
Nueva Orleans –y su entorno– es conocida por ser la cuna de grandes pianistas y trompetistas, pero también ha producido guitarristas de renombre como Earl King, Bobby Rush, Snooks Eaglin, Troy Turner, Bobby Parker, Mem Shannon y, por supuesto, Walter Wolfman Washington.
Nacido en 1943 en una familia de tradición musical –Guitar Slim y Lightnin’ Slim eran sus tíos y Ernie K-Doe su primo–, cimentó su carrera de la mejor forma: desde adolescente, se convirtió en un habitual de los escenarios de la ciudad, y acompañó a Lee Dorsey e Irma Thomas, entre otros.
Pero fue su colaboración con el cantante Johnny Adams –como miembro de su banda y en joyas como From The Heart (1984), Room With A View Of The Blues (1988) y Walking On A Tightrope. The Songs Of Percy Mayfield (1989), entre otras– la que dio mejores frutos y lo catapultó a la fama.
Tras editar algunos singles a finales de los sesenta y debutar en largo con Leader Of The Pack (1981) –reeditado en 1992 como Get On Up–, fichó para el sello Rounder, con el que grabó tres álbumes memorables: Wolf Tracks (1986), Out of the Dark (1988) y Wolf at the Door (1991).
La ruptura con esta firma lo llevó a la escudería británica Pointblank, donde editó Sada (1991). Después lanzó Blue Moon Risin’ (1995), junto a Fred Wesley, Maceo Parker y Pee Wee Ellis, los míticos J.B. Horns de James Brown, en una discográfica alemana.
Funk Is In The House (1998) supuso su regreso a Rounder –a través de su sello subsidiario Bullseye–. La portada –una casa llena de gente divirtiéndose– ya nos avanzaba el contenido de un disco tremendamente festivo.
Sin dejar la influencia funk de lado (aunque los tics a lo Johnny Guitar Watson presentes en álbumes anteriores habían desaparecido), Washington potenciaba el espíritu soul; por esto no era de extrañar que se centrara cada vez más en su faceta de cantante que en la de guitarrista.
Con la eficaz base rítmica de su banda habitual, The Roadmasters, el hombre lobo invitaba al baile con su funk-blues, crudo y sin florituras en Trials And Tribulations y Wolf Funk, y cercano a James Brown por la improvisación de los metales en Funkyard y Funk Is In The House, con un canto coral repitiendo el título de la canción.
También rendía tributo a los sonidos de su ciudad en el Mary Ann de Ray Charles y en el tenso The Big Easy, con cierta influencia de las atmósferas creadas por Curtis Mayfield, y seducía con el soul en Please Come Back To Me y en el plácido I’m In Love.
Sin embargo, conseguía sus mejores momentos en dos versiones: el I Stand Accused de Jerry Butler, una de esas baladas que llegan al alma, y la muy ortodoxa Close The Door de Teddy Pendergrass.
En este sentido, quedaba claro que los años junto a Johnny Adams le sirvieron de mucho y que, sin llegar a la excelencia de su mentor, podría aparcar la guitarra y dedicarse exclusivamente a deleitarnos con su voz. Aptitudes, desde luego, no le faltaban.
Su último álbum en estudio fue My Future Is My Past (2018), editado en el prestigioso sello ANTI-, y producido por Ben Ellman (Galactic), con colaboradores como Irma Thomas, Jon Cleary, Ivan Neville, James Singleton y Stanton Moore.
Como guitarrista, Walter Wolfman Washington desarrolló uno de los estilos más funk y expresivos del rhythm’n’blues moderno, y como cantante, poseía una voz profundamente enraizada en el soul y el góspel, que lo colocaba a la altura de los grandes clásicos del género.