Bob Dylan realizará el próximo mes de junio una extensa gira por España (doce fechas en ocho ciudades, algunas con doblete) en el marco de su Rough And Rowdy Ways Tour. Sin duda, y dejando a parte el alto precio de las entradas (eso da para otro artículo), lo más destacable es que los conciertos serán phone free shows.
¿Qué significa eso? Que no está permitido el uso de los teléfonos en las salas durante la actuación del bardo de Duluth. Así, al llegar a los recintos, a los espectadores se les proporcionará una funda “cerrada y segura” para guardar el móvil, que llevarán consigo durante toda la velada.
¿Por qué se hace y, además, es obligatorio? La empresa promotora de la gira lo justifica así: “Crea mejores momentos para todos los asistentes. Nuestros ojos se abren un poco más y nuestros sentidos se agudizan ligeramente cuando perdemos la muleta tecnológica a la que nos hemos acostumbrado. Y sí, es un trato innegociable”.
En el fondo, aunque no se diga explícitamente, la razón principal es acabar con el vicio de hacer fotos y vídeos con el móvil para después colgarlas en las redes, como una afirmación de “yo estuve allí y tú no, desgraciado pelagatos, porque no podías pagar una entrada de precio desorbitado”.
Pero los obsesionados con documentar el momento para presumir pueden estar tranquilos. La organización explica que si quieres colgar fotos o vídeos del concierto en tus redes sociales, el fotógrafo oficial de la gira las publicará todas las noches en su web y te las podrás descargar y compartir.
Hay que aclarar que Bob Dylan no es el primero (ni será el último) que toma estas medidas antimóviles: ya lo hicieron antes Prince (uno de los pioneros en el asunto en 2007), Jack White y Guns N’Roses. Y desde aquí lo celebramos. Por drástico que parezca, hay que acabar con lo que es la lacra de los conciertos del siglo XXI.
Otros “artistas”, en cambio, parece que incentivan el uso de dichos artilugios porque sus seguidores prácticamente han nacido con ellos en las manos. Carne de TikTok, la escenografía de sus “conciertos sin banda” imita la estética de las imágenes tomadas con los smartphones. No hace falta que diga nombres, ¿no?
Los lectores más veteranos recordarán que, en el pasado, era costumbre en los conciertos, durante las baladas, sacar el encendedor y alzarlo como quien porta una antorcha. Ese momento mechero era como una especie de liturgia o ceremonia compartida con el grupo que actuaba, en la que participaba gran parte del público.
Desconozco cómo y cuándo nació esta costumbre –algunos dicen que fue en Woodstock–, pero hace años Heineken hizo un genial anuncio donde se explicaba su origen e incluso le ponía fecha, el 15 de julio de 1978, cuando en un concierto un heavy utilizó el encendedor para encontrar su birra y fue imitado por todos.
Desde hace décadas, el fenómeno de los mecheros ha sido sustituido por el de los móviles. Todos sacan su smartphone para inmortalizar el momento. En el mejor de los casos, para hacer fotos pésimas, o para grabar fragmentos en vídeo con una calidad discutible, por mucha resolución que tenga el aparato.
El afán de protagonismo, el querer aspirar a los quince minutos de fama o la pretensión de convertirse en improvisado reportero para pavonearse ante los amigos provoca que todos los que usan el móvil en los conciertos corran a colgar sus vídeos a YouTube o incluso los emitan en directo.
Y creedme, no hay nada más patético que ver toda una sala, un auditorio o un estadio con las pantallitas de los celulares enfocando –bueno, eso a veces es un eufemismo– el escenario. El fenómeno de los mecheros, al menos, tenía un sentido de complicidad con el artista. Lo de ahora es puro exhibicionismo.
De acuerdo, confieso que yo también lo he hecho en muchas ocasiones, pero al final me he dado cuenta de que eso me distrae de lo que estoy viendo (y escuchando). Además, soy un agonías, y todo el rato estoy pensando si molesto a quien tengo detrás, si el artista se siente incómodo, etc.
Por otro lado, hay un mínimo porcentaje de público que si utiliza el móvil no lo hace por alardear de sus experiencias, sino para divulgar el trabajo de los músicos en sus blogs especializados, para retratar una escena que raramente aparece en los medios de comunicación convencionales. Respeto y admiración para ellos.
Estoy de acuerdo contigo Miquel en la mayoría de tus apreciaciones , sobre todo en las del último párrafo por que me siento aludido. Para mi es un placer poder compartir los conciertos simple , pura y llanamente.