Una vez más se ha conmemorado en todo el mundo el Record Store Day, algo que para muchos es una especie de bendición, aunque para mí no es más que un sacacuartos inventado por la industria discográfica con el pretexto de ayudar a las tiendas de discos independientes.
Vale, entre la ingente lista de ediciones –a precios prohibitivos, todo hay que decirlo–, a veces hay joyas raras que se lanzan ex profeso este día y que después difícilmente se encontrarán.
Creo que solo un par de años he intentado comprar algún disco… sin éxito, porque en una tienda ni siquiera lo habían pedido y en la otra solo habían recibido uno y alguien se me había adelantado.
Pero la mayoría de lanzamientos del Record Store Day son reediciones que un buen coleccionista ya posee en su colección, y que solo pueden atraer a hípsters ávidos de vinilo.
Este año, por ejemplo, entre las novedades a nivel nacional estaban los debuts de Los Rebeldes –Cerveza, chicas… y rockabilly! (1981)– y de Los Ronaldos –el homónimo de 1987–.
Y, a nivel internacional, las óperas primas de Violent Femmes (1983) y JoBoxers (¿alguien se acuerda de ellos?) –Like Gangbusters (1983)–. ¿Qué interés tienen cuando posees las ediciones originales y en perfecto estado?
Confieso que me hubiera gustado agenciarme el Day Of The Doug de Son Volt, un tributo a Doug Sahm (1941-1999). Pero para qué perder el tiempo, si no lo habría encontrado. Otra decepción más…
Así que mejor me quedo con el excelente Songs Of Sahm, el homenaje que hicieron al legendario texano The Bottle Rockets, editado en 2001 por el sello de country alternativo Bloodshot.
Cuando murió Sahm, la prensa española no escribió casi ni una línea que glosara su importancia. Y al aparecer este disco, algún critiquillo olvidó mencionar que era un tributo, como si el repertorio fuera de los Bottle Rockets.
Aunque, una vez vistos (y oídos) los resultados, la simbiosis entre las canciones de uno y la interpretación de los otros fue tan profunda que hacía dudar sobre su autoría.
El legado de Sahm se extendió desde Sir Douglas Quintet en los años sesenta hasta los Texas Tornados en los noventa, y su estilo abrazaba el roots rock, el blues, el country, la psicodelia y el tex-mex.
Tras su muerte, era de esperar un tributo con estrellas de Austin, pero el honor recayó en un grupo de Missouri, tan ecléctico y versátil como el propio Doug: The Bottle Rockets.
Por desgracia, el álbum no abarcaba las múltiples facetas de la personalidad de Sahm, ya que se centraba sobre todo en su época de San Francisco.
Así, aparecían himnos hippies como Lawd, I’m Just A Country Boy In This Great Big Freaky City, la poppy Sunday Sunny Mill Valley Groove Day y la psicodélica Song Of Everything.
Pero también estaban precedentes del tex-mex (Mendocino, She’s About A Mover y Nitty Gritty), honky tonk clásico (Be Real), trallazos stonianos (Floatway) y blues –You Can’t Hide A Redneck (Under That Hippy Hair)–.
Como afirmaba el batería del grupo, Mark Ortmann, “sería estúpido que la gente olvidara estas canciones, porque son geniales”.