artículos

Malcolm Holcombe, belleza imperfecta

Áspero y austero. Foto: Jaime Kalikow

El prolífico cantautor norteamericano, uno de esos artistas con una voz fuera de los estándares, nos dejó ayer a los 68 años. Por eso le rendimos un humilde y apresurado homenaje con la crítica de uno de sus álbumes más destacados.

Llámalo la belleza de la imperfección, pero los cantantes de voces anómalas tienen un encanto especial. Y si estaba cascadísima y era casi borrachuza como la de Malcolm Holcombe, aún más.

Telonero de Merle Haggard, John Hammond, Leon Russell y Wilco, y colaborador de Dayna Kurtz en Another Black Feather (2006), Holcombe –nacido en 1955 en Carolina del Norte– debutó en 1994 con A Far Cry From Here. Le seguirían A Hundred Lies (1999) y Another Wisdom (2003). 

Pronto se convirtió en otro de esos maestros oscuros de la americana más cruda, como demostró en el siguiente, Not Forgotten (2006). Cuando su voz aullaba y gruñía más de lo normal, el inevitable fantasma de Tom Waits se materializaba en cortes como Room Eleven, This Ol’ House o Where Is My Garden, estos dos últimos reforzados con piano.

Not Forgotten nos permitía disfrutar de su sonido áspero y austero, herencia de su infancia en las montañas Blue Ridge de Carolina del Norte, en el que convergían el folk, el country, el blues, el cántico épico del storyteller y hasta el rock. 

Autor prolífico, después publicaría I Never Heard You Knockin’ (2006), Gamblin’ House (2006), For The Mission Baby (2009), Down The River (2012), Pitiful Blues (2014), The RCA Sessions (2015), Another Black Hole (2016), Pretty Little Troubles (2017), Come Hell Or High Water (2018), Tricks Of The Trade (2021) y Bits & Pieces (2023).

Malcolm falleció el 9 de marzo a consecuencia de un fallo respiratorio. En su Facebook, su mujer escribía: “He has been in a great deal of pain for a long time, and his spirit is now free from all that and he is singing with the angels. Malcolm loved all of you so very much and was so grateful to have such loving and devoted family, friends and fans”.

Admirado por Lucinda Williams, Emmylou Harris y Steve Earle, Malcolm Holcombe era un personaje muy querido en algunos ambientes. Cuando al escritor y traductor Javier Lucini, cocreador de Dirty Works, le preguntamos qué estilo musical o artista podría representar su editorial, su respuesta fue muy clara: 

“Sin pensarlo mucho, me ha venido a la cabeza enseguida el nombre de uno de nuestros artistas favoritos, además de gran amigo: Malcolm Holcombe. En su música está todo lo que nos gusta. Su música es nuestra casa. Gente así. Historias así. Esas arrugas y esas cicatrices. Ese crisol de música tradicional de los Apalaches en el que confluyen toda clase de estilos y de historias. No es ni country, ni blues, ni folk, ni rock’n’roll ni heavy metal. Y a la vez es todo eso y mucho más. Sobre todo, heavy metal. Nadie más heavy metal ni más punk que el bueno de Malcolm con un taburete y una guitarra acústica, en directo”.

Deja un comentario