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Nueva Orleans: el viaje que cambió mi vida

Placa informativa sobre los orígenes de Nueva Orleans

Retrocedamos a 1992: justamente cuando empezaban los Juegos Olímpicos en Barcelona, decidí poner tierra por medio para huir de la euforia, del Amigos para siempre y de toda esa exaltación de júbilo. El viaje tenía el nombre en clave de «la ruta del rock’n’roll», aunque hoy sería más correcto denominarlo «la ruta de la Americana».

En lugar de visitar las típicas ciudades donde van todos (Nueva York, Los Ángeles, San Francisco…) diseñé el siguiente recorrido: Dallas-Nueva Orleans-Memphis-Nashville. Durante el mes que duró el viaje, donde pasé más tiempo fue en el estado de Louisiana, concretamente dos semanas en la llamada The Big Easy.

Hasta ese momento sabía pocas cosas de la música de Nueva Orleans. Sí, conocía a alguno de sus más ilustres representantes, como Dr. John (a quien incluso tuve la oportunidad de saludar en Barcelona antes del viaje; pero eso ya es otra historia que contaré en otra ocasión) o Professor Longhair, pero desconocía lo que me iba a encontrar. Siempre has oído a alguien que dice haber experimentado un cambio personal cuando va a la India; eso es lo que me ocurrió a mí en la ciudad criolla.

Postal del desaparecido hotel Le Meridien

El primer indicio lo tuve una mañana a principios de agosto, mientras desayunaba en Le Meridien, en el 614 de Canal Street. Como podía leerse en los folletos, «a deluxe hotel located in the heart of the business district at the entrance to the French Quarter». La descripción era exacta: solo tenía que cruzar la calle para adentrarme en Bourbon Street y perderme por el Barrio Francés. Mientras apuraba mi café, se me acercó una camarera afroamericana y, señalando mi camiseta (una del Festival de Jazz de Barcelona cuya edición no recuerdo), me dijo que, si me gustaba «ese tipo de música», debía escuchar una emisora. En una tarjeta del hotel, escribió en el reverso: «Radio Station WWOZ 91.7 FM 90.7 FM».

Desde ese verano olímpico le han ocurrido muchas cosas a Nueva Orleans: trece años después, también en agosto, el paso del huracán Katrina dejaría graves secuelas en la ciudad, y muchas de sus calles –incluso Canal Street- acabaron inundadas. El hotel Le Meridien ya no existe y su lugar lo ocupa actualmente el JW Marriott New Orleans. Afortunadamente, la WWOZ aún emite, e incluso la llevo sintonizada en mi iPhone a través de su propia app.

El Royal Cafe, en pleno Barrio Francés

Pero a partir de ese verano de 1992, mi visión de lo que era la música se trastocó por completo, y durante muchos años me he dedicado a zambullirme en el crisol estilístico de Louisiana, descubriendo talentos inimaginables, la mayoría de ellos ninguneados y despreciados por la industria musical y la prensa especializada de este país y, en general, de todo el mundo.

Si echo la vista atrás, reconozco que no disfruté todo lo que debía de mi estancia allí. Por pocos días no pude ir a un concierto de Walter “Wolfman” Washington en Snug Harbor, y locales como Tipitina’s quedaban un poco lejos. Eso sí, me sumergí en el ambiente de varios locales donde actuaban grupos que desconocía por completo. A pesar de ser denostada por muchos artistas –y con razón, porque no deja de ser una calle para turistas que pasean con sus enormes vasos de alcohol entre ofertas de clubes de strip-tease-, Bourbon Street acoge, posiblemente, el mayor número de locales (bueno, pongamos bares con música) donde puedes ver (y, lo más importante, escuchar en condiciones) las actuaciones más variadas: soul, funk, dixieland, zydeco, rock’n’roll, cajun…

Goin' Back To New Orleans de Dr. John: la clave para entenderlo todo

También aproveché para visitar algunas tiendas de discos y empecé a comprar algunas joyas. Una de ellas se acababa de editar: el álbum Goin’ Back To New Orleans de Dr. John, una introducción perfecta para los (aún) no iniciados como yo porque suponía una declaración de amor a los distintos sonidos de esa magnífica ciudad.

Y se rompió otro de los tópicos. La gente suele generalizar y decir que en Estados Unidos se come muy mal; eso no es aplicable a Nueva Orleans, posiblemente la ciudad más europea (y, paradójicamente, más africana) de ese país. En su rica gastronomía hay huellas de su pasado francés, español, italiano y africano.

Y fruto de toda esa experiencia que iré contando en sucesivas entregas, llegamos a Ciudad Criolla, un espacio que pretende demostrar que Nueva Orleans es algo mucho más que el carnaval y los pasacalles, y aunque repasaremos esos y otros tópicos, como la gastronomía o el vudú, demostraremos que es un lugar vivo donde, musicalmente hablando, pasan muchas cosas y no se vive del pasado.

Y es ahora cuando las palabras que me regaló Willy DeVille en una de las mejores entrevistas que he hecho en mi vida cobran un verdadero sentido: «Definitivamente, Nueva Orleans no es como América. Es un lugar donde van todos los criminales, los que se esconden de la policía, los piratas… Todos los marginados y los artistas van allí. Es una ciudad muy excéntrica, la gente está loca; pero no les preocupa. Solo quieren tomar una copa, tocar música y pasar un buen rato».

Ese pretende ser el espíritu de Ciudad Criolla. O, como canta The Louisiana Funky Butts Brass Band, Laissez les bons temps rouler.

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