
Ben Harper & Charlie Musselwhite inician esta semana una minigira en España –27 y 28 de abril en Barcelona y 3 de mayo en Madrid– para presentar su segundo trabajo conjunto, No Mercy In This Land (2018), cinco años después de Get Up! (2013). Esta doble aventura con el veterano armonicista de blues ha supuesto el regreso a las raíces de un personaje que, al principio de su carrera, aseguraba que nunca tocaría una guitarra eléctrica, aunque más tarde rompería su palabra y se acercaría peligrosamente al espinoso terreno de las jam bands. Por eso, es un momento perfecto para recordar mi encuentro con él en 1995, cuando acababa de publicar su segundo disco, Fight For Your Mind, y veía las cosas de otra manera.
Ataviado con chándal y con un aire bastante «perdido» (por no decir colgado), Ben Harper no parece, de entrada, ese erudito de los viejos instrumentos de cuerda que asoma en sus grabaciones: cuando irrumpe en el hall del céntrico hotel barcelonés donde hemos quedado para la entrevista pienso: «Menuda pinta». Al saludar me aprieta la mano con fuerza y se queda como en éxtasis. Y, por si fuera poco, su comentario sobre Bob Brozman cuando le muestro el último trabajo del mago de la National («ahora todo el mundo toca la Weissenborn») indica que, o bien es un completo ignorante, o un arrogante presumido.
Nada más lejos de la verdad. Solo basta con echar un vistazo a sus influencias más reconocidas para darnos cuenta de que sabe más de lo que aparenta: Blind Willie Johnson, Blind Willie McTell y Son House (guitarristas nacidos en 1890, 1901 y 1902, respectivamente), expertos en la técnica del fingerpicking, el estilo más habitual de los bluesmen rurales, basado en el empleo de dos, tres o cuatro dedos en lugar de la preceptiva púa. Este dato, tal vez superfluo para algunos, puede explicar mejor de dónde procede el añejo sonido del californiano.

Con solo dos álbumes –Welcome To The Cruel World (1994) y Fight For Your Mind (1995)–este joven ha desterrado la electricidad de sus instrumentos, pese a declarar que sus héroes de infancia eran Jimi Hendrix y Bob Marley (su dedicatoria «Positive vibration» al firmarme uno de sus discos le delata). El resultado: una imagen de moderno folk singer, un cruce entre Michael Franti y Woody Guthrie que utiliza las canciones como armas con mensaje.
Mientras empiezo a replantearme mis ideas asesinas contra todo bicho viviente embutido en un chándal, pienso en los que ven a Bruce Springsteen como genuino representante del «artista social» a lo Guthrie. A esos, solo les preguntaría: ¿es capaz el Boss de construirse sus propias guitarras, de componer sinfonías, de remezclar sus temas y de mantenerse lúcido al hablar de la lucha contra la opresión? Si no es así, ¿por qué perdéis el tiempo?
Creo que procedes de una familia de músicos y que aprendiste a fabricar guitarras con tu abuelo. ¿Es cierto? Sí, dediqué mucho tiempo a la fabricación y restauración de guitarras, como luthier. Crecí en la tienda de música que mi abuelo abrió en 1957, y que se convirtió más tarde en una tienda de reparación para toda clase de instrumentos de cuerda. No soy un fabricante como José Ramírez, en Madrid, o Gibson, pero he hecho algunas buenas guitarras.
Tu abuelo fue todo un personaje y, al parecer, hasta tuvo problemas con el senador McCarthy. Fue un revolucionario por la forma en que vivió. Se cuestionó la autoridad moral del Comité de Actividades Antiamericanas, y por eso fue incluido en la lista negra. Es una historia triste, pero le hizo más fuerte. Si no hubiera hecho lo que hizo, ahora las cosas serían diferentes. Por ejemplo, su tienda de instrumentos se ha convertido en un museo reconocido, como el Smithsonian o cualquier otro.
Cuando eras un niño, ¿quiénes eran tus héroes musicales? Sobre todo Jimi (Hendrix) y Marley. Y todos los grandes del blues, como Blind Willie Johnson, Robert Johnson, Son House… También me gustaba mucho Woody Guthrie.
Tu conocimiento sobre las guitarras sugiere un interés poco habitual para un joven de tu edad. ¿A qué se debe? Te diré algo, tío. Aparte de la música, no sé mucho sobre las demás cosas. Así es que debo conocerla bien. Es la mejor de mis habilidades. He crecido rodeado por la música y es mi vida: los instrumentos, las canciones, las notas, todo eso.
¿Cuál es la diferencia de la Weissenborn respecto a otros instrumentos, como la National o el dobro? Para mí es una cuestión de calidad de sonido, tiene más profundidad. Puedes hacer que una Weissenborn suene como una National o un dobro, pero no puedes hacer sonar una National o un dobro como una Weissenborn. Todo está relacionado con la edad de la madera: la calidad y la tonalidad del sonido tienen que ver con la madera con la que están hechas las Weissenborn, caoba hawaiana. Estos instrumentos fueron construidos en los años 1910 o 1920, así que el árbol del que salió la madera tiene probablemente de cincuenta a cien años. Por eso, estas guitarras pueden tener ahora ochenta años: la madera se ha secado durante décadas, y eso es lo que diferencia a estos instrumentos de otros.
Decías que tu ídolo era Hendrix. ¿Alguna vez has tocado una guitarra eléctrica? Solo cuando era muy muy joven, a los 9 o 10 años, en la escuela. Pero no sentí nada.
¿Qué piensas de todos esos discos y conciertos unplugged: no crees que son un montaje? Creo que el unplugged es bueno porque acerca la música acústica a la gente que, de otra forma, no podría conocerla. Pero, por otro lado, la música acústica requiere una sensibilidad que no se produce únicamente desconectando tu instrumento eléctrico y tocando acústico.
Tu música sugiere raíces campestres, pero eres de ciudad. ¿Cómo decidiste tocar este tipo de música y no rap, por ejemplo? Soy de una ciudad a unas cuarenta millas al sur de Los Ángeles. Todos tienen un estilo como forma de expresión. Pero no siempre es la gente la que escoge su sonido. A veces es al revés, la música elige a las personas para expresarse a través de ellas. Esto es lo que yo hago y lo que yo siento; no puedo hacer lo que no siento. Me gustan Pharcyde, Public Enemy, escucho mucho hip hop, pero no es lo que yo soy. Y la música es, básicamente, el reflejo de lo que es cada individuo. Yo he crecido rodeado de música acústica y blues, y en la escuela escuché mucho hip hop. Me gusta juntar diferentes sonidos y estilos que respeto y aprecio, y llevarlos a mi propio terreno.
Tu forma de tocar, ¿la aprendiste de un viejo maestro o de escuchar viejos discos? De un montón de discos antiguos. Estamos hablando de raíces: la forma más verdadera de respetar la tradición es permanecer fiel a las raíces. Mucha gente solo roba riffs nota por nota, solo copian y, como mucho, añaden un ritmo diferente de batería. No puedes hacer esto, porque es una falta de respeto a la tradición. Pero, si quieres respetarla, puedes llevar a otro nivel tus influencias: puedes tomar una idea de un riff de Robert Johnson y llevarlo un peldaño más arriba, y cambiarlo e interpretarlo con tu propio estilo. Eso es respetar la tradición musical, y no insultarla. He gastado horas con los discos de Blind Willie McTell y otros, y a los 18 años aprendí su música nota por nota; puedo tocar casi todas las canciones de Robert Johnson, pero no soy yo. Respeto tremendamente esa música y la he usado como una base, como una semilla para plantar mi propia raíz y mi árbol.
Utilizas viejos instrumentos, pero no eres un nostálgico, porque hablas de los tiempos actuales… Tengo tanto que decir… tanto que contar sobre la bondad y la maldad de la humanidad en la Tierra… No tendré suficiente tiempo en mi vida para decir todo lo que necesito y quiero expresar. Mi vida es mi realidad, y eso es todo lo que conozco, mi vida. Solo canto sobre cosas en las que creo, y creo en la gente, en la superación, en la humanidad. Podría cantar sobre el blues del Delta, pero no soy del Delta; no era mi época ni la conozco.
Algún crítico define tu estilo como blues contemporáneo, por la forma de componer y tocar. ¿Estás de acuerdo? Blues significa muchas cosas para gente muy distinta: el origen tradicional de la palabra está en las canciones de lucha de los afroamericanos, y es un término que apareció a finales del siglo XIX. Pero Paco de Lucía y Camarón también son blues, Beethoven es blues, aunque la palabra surgió hace poco más de cien años. Blues es una palabra muy grande. Para mí, el uso que se hace hoy es muy limitado, y es hora de devolver el soul al blues. Porque hoy, cuando se habla de blues, solo se piensa en el blues de los doce compases, en esos tipos que se limitan a robar los riffs de Muddy Waters y Robert Johnson con sus guitarras eléctricas. Eso no es blues, es una reinterpretación del blues, y no hay que confundirlo nunca, porque son dos cosas distintas que te hacen sentir y actuar de forma diferente. Es como decir que Jimi es el blues: Jimi no era el blues, fue mucho más grande que el blues. Si solo dices blues en el sentido «americano» del término, es una categoría muy pequeña; pero si lo dices en el sentido global –el planeta es azul, el agua es azul, el cielo es azul–, es otra cosa. En este sentido, sí, toco blues: si dices «blues» como el cielo que cubre la tierra, ese es mi blues. Pero si lo dices en el sentido de «blues americano», no, porque es demasiado pequeño. Es como Bob Marley: él no es reggae, porque esa es una categoría demasiado pequeña para Bob. Él pertenece al mundo entero. No quiero ser metido en esas categorías, aunque las respeto. Ahora, si te refieres al blues que va desde Beethoven hasta Robert Johnson, sí estoy en ese blues.
¿Cómo trabajas mejor, solo o con una banda? Me gustan ambas cosas. Escribo y compongo solo, pero me gusta todo. Especialmente con esta nueva banda, The Innocent Criminals: me incitan para que saque lo mejor de mí cada noche.
Con la aparición de artistas como Keb’ Mo, Terrell o G Love & Special Sauce, ¿crees que se puede hablar de una nueva generación de artistas acústicos? La gente siempre ha estado tocando acústico, pero nunca han estado al frente del proceso de comercialización de la música y del marketing del producto. Muchos dicen: «La música acústica ha vuelto». Pero es que nunca se fue a ninguna parte. Lo que ocurre es que no ha sido siempre el producto comercial más tangible. Nunca se ha ido, pero hacía tiempo que no se presentaba al público como un producto de marketing, y eso sí parece que ha vuelto.
Creo que tu primer álbum, Welcome To The Cruel World, tiene más raíces que el segundo, Fight For Your Mind: incluso hay un tema, Mama’s Got A Girlfriend Now, casi zydeco. ¿Hay una evolución entre ambos trabajos? No, el segundo tiene más raíces, y cada disco que haga tendrá más raíces. Porque eso es lo que hago: cuando voy al estudio refuerzo mis raíces, porque cuanto más fuertes son, el fruto es más dulce (literalmente, dice «stronger the root, sweeter the fruit»). En el estudio me mantengo muy fiel a las raíces, porque si te alejas demasiado, la música sufre.
Este segundo LP está grabado en varios estudios. Uno de ellos, Mad Dog, pertenece a Dusty Wakeman y Pete Anderson. ¿Por qué lo escogiste? Era un buen estudio, estaba cerca, y tenía un buen sonido para lo que queríamos obtener. Tiene una sala muy buena para guitarristas, para instrumentos acústicos y también para la voz.
¿Quién es el «mister» de Excuse Me Mr.? No me gusta explicar las canciones, ellas hablan por sí mismas.
Power Of The Gospel tiene una larga intro instrumental. ¿Tienes más canciones en esta línea? Sí, he compuesto y grabado en cintas sinfonías, piezas de veinte a veinticinco minutos solo instrumentales. Espero que algún día tenga tiempo para dirigirlas. No me gustan las secciones de cuerda con seis violines, cuatro chelos y cuatro bajos. Creo que esto le quita fuerza a cada instrumento. Por eso prefiero cuartetos, con violín, bajo, chelo y viola, para sacar el poder de cada instrumento. He compuesto varias piezas clásicas con cuatro o cinco movimientos; solo espero tener tiempo para orquestarlas y grabarlas.
¿Qué piensas de las remezclas de tus temas, como la que han hecho Dub Brothers de Whipping Boy? Las he hecho yo, junto con JP Plunier: somos los Dub Brothers. Así que deben gustarme. Mientras respeten la raíz de la canción no puedes ponerle ritmos tuc tuc tuc, esa basura–, mientras sea funk, en la tradición del funk puro, está bien. Pero no haría locuras como versiones dance: sería una falta de respeto a la música.
Tus canciones están llenas de opiniones políticas y sociales. ¿Te consideras la voz de los oprimidos? Cualquiera que sea consciente de la opresión y desee mejorar es una voz de la conciencia para la gente.
Dijiste que tras Martin Luther King y Malcolm X, no hay líderes para la comunidad afroamericana. ¿Cómo valoras a Farrakhan y la marcha sobre Washington? No puedo hablar de Farrakhan porque no lo conozco personalmente. No creo lo que la gente explica que él dice, porque esa es la voz de los mass media, y si te fías de ellos, estás loco. Pero la marcha de un millón de hombres fue algo grande, muy positivo en cuanto a la unificación y organización de un pueblo que está carente de recursos. Pero déjame decirte algo: la lucha para la unificación de la raza no es solo de una raza; es la lucha por la unificación de todas las razas, de toda la humanidad. No puedes luchar por el bien de un solo hombre, sino por el bien de todos los hombres. Pero, bueno, pronto llegará un día mejor, lo presiento. Todos mis amigos viven los unos para los otros. Mis palabras no son solo mías, sino también las de los que me rodean. Cuando me muevo, ellos se mueven, y ellos también hacen lo mismo, me tienen en su pensamiento cuando actúan. Eso es lo importante, no vivir solo para uno mismo, sino para los demás, y pensar que nuestros actos afectarán a los que nos rodean.