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Chris Isaak, la estrella solitaria

En 1991 tuvo una nueva oportunidad para conseguir el reconocimiento masivo gracias a sus canciones incluidas en la película Corazón salvaje (Wild At Heart) (1990) de David Lynch y a la aparición del álbum recopilatorio Wicked Game (1991). Chris Isaak nunca deja de sorprender: en esta primera entrevista que le hice en un hotel cerca de las Ramblas de Barcelona confesó, entre otras cosas, cómo descubrió el rock’n’roll en Japón.

Quería evitar a toda costa cualquier mención a Laura Palmer, ahora que su nombre ha caído en la boca de todos los gacetilleros. Y es que, a pesar de su relación laboral con David Lynch, el pobre Chris lsaak ya tiene bastante con su propia cruz, al vivir inmerso en un misterio que ni la retorcida mente del creador de Twin Peaks sería capaz de desentrañar.

Más de uno daría lo que fuera para estar dotado con la carrocería del rockero de apellido judío. Ese tupé auténtico (y no el cepillo del mequetrefe de Vanilla Ice), esa nariz prodigiosamente imperfecta (un recuerdo de su etapa pugilística) y, por encima de todo, esa actitud entre distante y coloquial, entre cínica y divertida. Si a sus impecables condiciones físicas y psicológicas le añadimos el don de una voz de factura clásica, capaz de entonar algunas de las más bellas baladas de las últimas décadas, tenemos el retrato robot de un perfecto aspirante el éxito, merecedor de los más altos honores (fama, mujeres y dinero).

Pero no, el público norteamericano –y, por extensión, el de todo el mundo– sigue prefiriendo a Phil Collins, Elton John, Sting y otros «figurones». Ni la inclusión de dos de sus canciones –Blue Spanish Sky y Wicked Game, ambas de su disco Heart Shaped World (1989)– en la última locura de Lynch, Corazón salvaje (1990), ni la publicación de su álbum recopilatorio Wicked Game (1991) han hecho extremadamente popular a lsaak, mal que nos pese.

Con Helena Christensen en el tórrido clip de «Wicked Game», dirigido por Herb Ritts

Vestido impecablemente de negro, adornado con una cruz como las que solía llevar Roy 0rbison, y acompañado por su batería Kenney Dale Johnson (una verdadera montaña humana con botas de piel de serpiente), Chris es uno de los pocos yanquis que no canceló su visita promocional a Europa a consecuencia del conflicto en el Golfo porque, según bromeó, a su mánager no le importaba nada lo que pudiera sucederle. Antes de ir a comer caracoles a un conocido restaurante de Barcelona, el cantante norteamericano atendió a la prensa y a la televisión, mientras rogaba que le trajeran una guitarra (cuando años después volví a entrevistarlo en Madrid, esa vez le llevé el instrumento y nos ofreció un interesante unplugged).

Aparte de Wicked Game, tu elepé de grandes éxitos, recientemente has destacado por tus trabajos en el cine como actor y como músico. Sí. He hecho un par de películas con Jonathan Demme. En una, «Casada con todos» (1988), interpreto a un asesino, y en la otra, «El silencio de los corderos» (1991), hago de policía, así que puede decirse que he mejorado. También participé en «Let’s Get Lost» (Bruce Weber, 1988), el documental sobre Chet Baker. Nos filmaron a los dos en el estudio. No tengo muchas ofertas para el cine, pero me gusta cuando llegan, porque la comida en los rodajes es muy buena, y el dinero aún es mejor.

¿Y cómo fue tu relación con Lynch en Corazón salvaje? Oh, Dios, ¡dadme una guitarra! He contado muchas historias y muchas mentiras sobre Lynch. A veces le digo a la gente que él era un alcohólico perdido cuando lo encontré, y que se arrodilló y me imploró otra oportunidad, y que yo fui tan buen chico como para dársela. Pero en realidad es un tipo muy recto; parecía que trabajara con un banquero. No pierde el tiempo, ni tampoco se come ratones vivos en el plató.

Ahora has publicado este álbum con algunas de tus mejores canciones. Creo que en directo interpretas varias versiones. ¿Por qué no las incluyes en ninguno de tus trabajos? Mucha gente me pregunta: «Chris, cuando tocas en vivo cantas cosas muy distintas. ¿Por qué no las editas?». Bueno, dejadme que os lo cuente, estoy aquí para hacerlo. La razón por la cual no incluyo esas versiones en mis discos es porque no me pagan por ellas, sólo me pagan por las que yo compongo. ¿Qué os parece?

«Stay cool man – your the king», la dedicatoria que me escribió en la portada

Hablemos un poco del pasado. ¿Es cierto que descubriste el rock’n’roll cuando vivías en Tokio? Sí. Cuando estaba en Japón me dedicaba al boxeo. Al cabo de un año de vivir allí añoraba mucho los Estados Unidos y la música norteamericana. Me compré un disco de Elvis, «The Sun Sessions” –publicado en 1976, pero con grabaciones realizadas entre 1954 y 1955 en los famosos estudios de Memphis–, y a partir de ahí me introduje en ese tipo de música.

¿Quiénes son tus artistas preferidos de rock’n’roll? Me gusta mucho el viejo rockabilly y el material de los años sesenta, pero también Deee-Lite y Soho, y los discos de otros artistas actuales que puedo conseguir gratis.

¿No es un poco sorprendente que te gusten Deee·Lite? Bueno, tienen una melodía agradable, y también son muy modernos, porque extraen cosas de un sitio y de otro y las combinan. Groove is in the heart, baby …

¿Qué opinas entonces del rap y de los artistas que samplean fragmentos de otras canciones? (Poniendo caras raras). No escucho mucho rap. Está bien, pero no es mi rollo, ya me entiendes. Quiero decir que sonaría estúpido si yo hiciera rap.

Pasemos entonces a otro tipo de sonidos más cercanos. Naciste en Stockton, California. ¿Te influyó la cultura mexicana? Si creces en Stockton, escuchas forzosamente música mexicana, porque es casi el cincuenta por ciento de lo que suena en la radio. Así es que aprendí a cantar algunas canciones en castellano, pero palabra por palabra.

¿Y el country? Me gusta mucho. Ha sido una parte importante de mi vida.

Siempre melancólico en sus imágemes promocionales. Foto: Michael Tighe

En los vídeos y en las fotos das siempre una imagen triste y melancólica, como si hicieras tuyo el Only The Lonely de Roy Orbison. ¿Corresponde a la realidad? No. Muchos se sorprenden cuando me ven en directo, porque en mis espectáculos hay mucho ritmo, y hago bromas, y ellos esperan a alguien muy triste, pero esto no es así. Quiero decir que, si estás en un bar o en una sala tocando, te lo estás pasando bien, y hay mujeres bonitas entre el público, así que no puedes estar triste. Pero cuando escribo mis canciones muchas veces es bastante duro, porque es de noche, es tarde …

¿Pero no crees que la imagen y el tipo de música que ofreces le puede parecer a algunos un poco anticuada, en un mercado mayoritariamente orientado a la pista de baile? No pretendo competir con la música de baile. Si a la gente le gusta George Michael, no creo que de repente se pongan a bailar con mi álbum. En mis discos hay bastantes baladas y también temas bailables, pero es una clase de música distinta. No estoy seguro de para quién está hecha, pero espero que la encuentren.

Otro de los tópicos que ha circulado sobre ti ha sido el de las comparaciones, y así te relacionan con Elvis Presley, Ricky Nelson o Roy Orbison. ¿Qué te parecen esos comentarios? Si me comparan a ellos es realmente duro para mí, porque esos tipos son muy buenos, son leyendas. No creo que pueda estar entre ese grupo: no canto tan bien como Roy Orbison o Elvis, y mi música tampoco es como lo suya. ¡Creo que sobre todo comparan nuestros cortes de pelo! Para mí es agradable, pero también es ridículo. Si fuera un fan, diría: “No es tan bueno como esos tipos».

No negarás, sin embargo, que has conseguido crearte tu propio sonido, tu estilo característico … Creo que si mis discos tienen un sonido que la gente puede empezar a identificar es porque tengo el mismo batería (Kenney Dale Johnson), el mismo bajista (Rowland Salley), el mismo guitarrista (Jimmy Wilsey) y el mismo productor (Erik Jacobsen), y llevamos juntos ocho años. Nos llevamos muy bien, y el hecho de
permanecer unidos nos ha dado un sonido.

¿Vas a hacer con ellos una gira europea? Sí, tenemos pensado venir a Europa a tocar, pero nadie me ha dicho exactamente dónde. Mi idea de buenos sitios para tocar en Europa es España y Grecia, porque son cálidos y afectuosos.

Sin embargo, la primera vez que viniste a España te ofreciste a tocar y nadie te dio una oportunidad … Sí, en esa ocasión no tenía ninguna actuación programada, y le dije a la gente que tocaría gratis. Debían haber escuchado el disco o algo, pero a nadie le interesó.

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