Vale, ya sé que el pasado octubre hablé de él para celebrar la publicación de uno de sus mejores álbumes, Bad As Me (2011). Pero hoy es él quien cumple años –nació el 7 de diciembre de 1949 en Pomona (California)–, y por eso vamos a soplar las velas con tres álbumes: uno, de su etapa más reciente, y otros dos, de sus inicios.
No lo negaré: soy de los ¿pocos? que se sintieron decepcionados con la esperada actuación de Tom Waits en Barcelona en 2008. Lo que debía ser el concierto de mi vida es convirtió en una simple anécdota. Sin embargo, el doble CD Glitter And Doom Live (2009) me hizo redescubrir la fuerza telúrica del directo del cantante y apreciarlo como se merece.
El propio Waits escogió y secuenció personalmente diecisiete temas grabados en diez ciudades (las norteamericanas Birmingham, Tulsa, Atlanta, Knoxville, Jacksonville y Columbus y las europeas París, Milán, Dublín y Edimburgo) para dar la sensación de un único concierto.
No era este su primer disco en vivo –recordemos Nighthawks At The Diner (1975), Big Time (1988) y The Dime-Store Novels Vol. 1 (2001), sin contar diversos piratas–, pero servía como instantánea de un momento en el que abarcaba todas sus facetas interpretativas: charlatán de feria, predicador poseído, storyteller de lo bizarro, crooner de ultratumba, vendedor de pócimas inservibles y cantante residente del club Silencio de Mulholland Drive (David Lynch, 2001), entre muchas otras.
En directo, Waits era la estrella: el chorro atronador de su voz y su turbadora presencia escénica relegaban a la banda a un segundo plano. Aun así, y sin alcanzar lo excelso, conseguía deconstruir sus canciones con nuevos arreglos, entre los ritmos tribales pantanosos, los ecos gitanos y los sonidos circenses.
Del rhythm’n’blues sucio de Lucinda / Ain’t Goin Down (o cómo sonaría Screamin’ Jay Hawkins si volviera a la vida convertido en zombi) a la feria klezmer de Singapore; del blues escupido de Get Behind The Mule al funk dislocado de Such A Scream (con un saxo a lo Maceo Parker, como si se tratara de un James Brown sometido a un experimento genético), y del ejercicio de crooner agónico de Fannin’ Street, Falling Down y I’ll Shoot The Moon al soul quebrado de Metropolitan Glide, el monstruo mutante cambiaba de aspecto en cada canción y nos dejaba boquiabiertos.
El segundo CD era una selección de sus monólogos sentado al piano: sopas de letras con esvásticas, elefantes en la India, Neil Armstrong y consejos del tipo “no puedes fotografiar a un conejo entre semana” o “no puedes obligar a un mono a fumar un cigarrillo” llenaban casi cuarenta minutos de puro delirio verbal.
La publicación de Glitter And Doom Live no fue ninguna sorpresa. De hecho, a principios de agosto de 2008 ya corría por internet uno de los conciertos que aportaban dos temas al álbum, el de Atlanta, emitido por radio. La sorpresa fue, sin duda, para quienes hablaron de forma entusiasta de sus shows españoles. La ausencia de cortes grabados en San Sebastián y Barcelona (donde actuó dos noches) me lleva a una inquietante pregunta al valorar mi experiencia waitsiana: ¿tuve yo una mala noche o fue Waits? Me inclino a pensar lo segundo.
Pero todo el mundo tiene un pasado, algunos más glorioso que otros: que se lo pregunten, si no, al mismo Waits. En 2001 vieron la luz dos discos que recuperaban su época de poeta beat y crooner decadente, antes de convertirse en el experimentador de hoy en día.
Used Songs. 1973-1980 abarcaba sus primeros siete álbumes para Asylum Records, desde Closing Time (1973) hasta Heartattack And Vine (1980). En este sentido, la intención era la misma que la del recopilatorio Asylum Years (1984), con el que compartía cinco de los temas.
Como decía el productor Hal Willner en uno de los textos del disco, lo que aquí encontrábamos era «al Tom Waits joven baladista, el contador de historias, el poeta, el jazzman, el rocker, eléctrico, acústico, cantando sobre coches, chicas, crema de afeitar, etc.».
Used Songs era una recopilación modélica, y así no faltaban temas imprescindibles de su repertorio como Step Right Up, Ol’ 55, Jersey Girl, Tom Traubert’s Blues o (Looking For) The Heart Of Saturday Night.
La voz rasgada de Waits bordaba con maestría el rhythm’n’blues descarnado, el swing con amagos de scat para jugar con la sonoridad de las palabras y las torch songs más sensuales, entre saxos carnosos, pianos evocadores de Nueva Orleans, contrabajos desbocados y cuerdas tristonas.
El otro retorno al pasado de Waits, The Dime-Store Novels Vol. 1. Live At Ebbets Field, era un concierto grabado en Colorado, en octubre de 1974, carne de coleccionista. Aquí teníamos al cantante en estado puro, con sus composiciones desnudas (apoyadas por piano o guitarra acústica), toda una prueba de su valía como entertainer: mientras desgranaba temazos como San Diego Serenade, Ice Cream Man, ese Semisuite vodevilesco o el recitado Diamonds On My Windshield, contaba anécdotas y bromeaba.
He tenido la suerte de ver varias veces a Tom Waits en directo y no tengo duda: en Barcelona tuvo dos noches regulares. Qué le vamos a hacer. En San Sebastián en cambio sí que estuvo estupendo.
Gracias. Ya pensaba que era el único que creía que lo de Barcelona no fue una maravilla.