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Jack Ingram, country sin Stetson

Foto: David McClister

Es uno de los representantes del otro country de los noventa, el que apostaba por una estética alejada de los cowboys urbanos con sombrero y se acercaba más al roots rock obrero de Steve Earle y a los grandes trovadores de Texas.

Frente a los sombreros Stetson, las hebillas llamativas y las actitudes chulescas, en los noventa surgieron con fuerza artistas amparados en el eufemismo de country alternativo, una etiqueta utilizada cuando se es incapaz de categorizar a alguien.

Jack Ingram –nacido el 15 de noviembre de 1970 en Houston– es uno de ellos, un texano de aspecto convencional que, desde los 18 años, se convirtió en un asiduo del circuito universitario de su estado natal, y que consiguió bastante buena acogida con sus tres álbumes autoproducidos, Jack Ingram (1993), Lonesome Questions (1994) y Live At Adair’s (1996).

Si hubiera que compararlo a alguien, sin duda el mejor referente sería Steve Earle, el coproductor –junto con Ray Kennedy– de su cuarto disco, Livin’ Or Dyin’ (1997), por su manera de reescribir el country con aportaciones del rock y el pop.

Nothin’ Wrong With That, por ejemplo, era un tema que podría interpretar perfectamente Elvis Costello, y que también entroncaba con Buddy Holly y su pop-rock impecable, para contar las diferencias de clase entre una pareja: «Yo soy un Ford destartalado, tú eres un Cadillac».

En Livin’ Or Dyin’ abundaba el honky tonk: vacilón en Big Time, cínico en el Imitation Of Love popularizado por George Jones, dylaniano en Picture On My Wall (con Jerry Jeff Walker) y rockista en Flutter y That’s Not Me.

Pero también encontrábamos piezas acústicas: la épica Ghost Of A Man, sobre un tipo que se convierte en «el fantasma de un hombre» tras ser abandonado; la folk Airways Motel (con Todd Snider), y la sorpresiva I Can’t Leave You donde, tras un inicio baladístico, un redoble de batería daba pie a un electrizante rock’n’roll.

Sin embargo, donde Ingram brillaba era en las versiones: primero con el country-folk acústico del Rita Ballou de Guy Clark, dedicada a la «reina de los cowboys»; después, con un arrastrado Dim Lights, Thick Smoke (And Loud, Loud Music) que superaba con creces la versión popularizada por The Flying Burrito Brothers, y, por último, con la irónica Dallas de Jimmie Dale Gilmore, con su crujido de vinilo gastado y la frase inicial «odio esta ciudad».

Apoyado por un grupo excelente, la Banda del Ford Destartalado, y con las aportaciones del propio Earle, Jack Ingram grabó uno de los mejores discos de country de los noventa.

Aunque con sus posteriores álbumes perdió parte de su encanto, más integrado en el country mainstream, recuperó sus raíces y su talento como compositor en Midnight Motel (2016). Su último trabajo hasta el momento es el magnífico Ridin’ High… Again (2019), un guiño al clásico de Jerry Jeff Walker Ridin’ High (1975) que incluye versiones de otros ilustres texanos como Guy Clark, Willie Nelson y Kris Kristofferson, cuenta con Charlie Sexton a la guitarra y se grabó en dos días en un ambiente festivo que se refleja en el disco.

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