Las fronteras suelen ser terrenos abonados para la creación artística. Y si se trata de la frontera entre dos estados norteamericanos de tradición musical como Louisiana y Texas, ya está todo dicho: en esa área surgieron artistas como Clarence Gatemouth Brown y nuestra protagonista, que hoy cumple años.
Exquisita pianista y cantante apasionada, Marcia Ball –nacida el 20 de marzo de 1949 en Orange (Texas), pero criada en Vinton (Louisiana)– absorbió las influencias del country, el blues, el góspel, el cajun, el zydeco, el rockabilly y el swamp pop, y en su estilo funde el rhythm’n’blues de los grandes maestros del piano de Nueva Orleans con la exuberancia del blues-soul de los cantautores de Austin.
Como instrumentista, se la compara a Fats Domino, Dr. John, Jerry Lee Lewis y Professor Longhair –su mayor influencia–, y como cantante, dotada de una voz poderosa, encontramos ecos de Irma Thomas, además de una sorprendente versatilidad que le permite moverse con facilidad entre el western swing, el rock’n’roll, las baladas, el hillbilly y el blues.
Esta ex-cheerlader espigada empezó su carrera en Austin a principios de los setenta, como componente del grupo de country progresivo Freda And The Firedogs, desgranando versiones de clásicos del género. Grabaron un álbum homónimo producido por el legendario Jerry Wexler y el directo Live From The Old Soap Creek Saloon (1979), con el featuring de Doug Sahm.
Pero los sonidos de Louisiana pronto la reclamaron, y aceptó la herencia que había absorbido durante años, la riqueza de un territorio donde la mezcla de cajun, blues, rock y soul había el sido el caldo de cultivo de grandes pianistas, de James Booker a Professor Longhair, pasando por Dr. John.
Convertida en la «reina bayou del piano» desde su debut Circuit Queen (1978), a partir del siguiente álbum, Soulful Dress (1983), ficharía por el sello Rounder, donde grabaría también Hot Tamale Baby (1985), Gatorhythms (1989), Blue House (1994) y Let Me Play With Your Poodle (1997).
En este último, Marcia reafirmó todas las cualidades que la han hecho famosa. El espíritu de Nueva Orleans empapaba canciones como la vital y optimista Let Me Play With Your Poodle de Tampa Red (con su piano trotón, los metales y el acento cajun aportado por el washboard), The Right Tool For The Job, la contagiosa Something I Can’t Do, la explosiva Crawfishin’ de Clarence Garlow (una fiesta gastronómica con cangrejos de río entre saxos tórridos), y la nostálgica y evocadora Louisiana 1927 de Randy Newman.
En el elegante e impoluto Why Women Cry (un catálogo de las razones por las cuales las mujeres lloran) y en The Story Of My Life Marcia adoptaba el blues-soul al estilo de Robert Cray; I’m Just A Prisoner, For The Love Of A Man y el Can’t Trust My Heart de Delbert McClinton entraban de lleno en el soul, y en American Dream se decantaba por el country-blues con vocación de himno de carretera.
Y para demostrar su versatilidad, Marcia se lucía en dos grandes baladas clásicas con sonido de los cincuenta, How Big A Fool, a dúo con Doyle Bramhall, un antiguo colaborador de Stevie Ray Vaughan, y I Still Love You.
Ball culminó su relación con Rounder con Sing It! (1998), donde se reunió con viejas conocidas: Tracy Nelson, considerada como un ejemplo de la música americana con raíces, e Irma Thomas, la reina soul de Nueva Orleans. Aunque algunas de ellas habían hecho algún dúo, nunca habían coincidido las tres juntas.
La ocasión se había presentado años antes, cuando casualmente se encontraban en Crescent City promocionando sus respectivos trabajos en solitario, y a alguien se le ocurrió la brillante idea de reunirlas en un concierto improvisado. La cosa funcionó, y fue el origen de este proyecto.
Sing It! (1998) supuso el encuentro de una voz histórica del soul (Thomas) con dos de sus más fervientes admiradoras (Ball y Nelson), en lo que algunos describieron como «la respuesta del rhythm’n’blues sureño a los Tres Tenores».
Respaldadas por grandes músicos de la escena de Nueva Orleans (David Torkanowsky, Lee Allen Zeno, Raymond Weber y Wardell Quezergue) y Memphis (Michael Toles, el guitarrista del Shaft de Isaac Hayes), las tres cantantes reunieron sus talentos en un material que abarcaba el soul sureño, la música festiva neorleana y el country.
Las combinaciones eran múltiples: algunas veces, las tres se repartían el protagonismo, como en Sing It! (rhythm’n’blues con el ritmo característico de Nueva Orleans para el lucimiento de Marcia al piano), en I Want To Do Everything For You (con su sabor años cincuenta) y en la soul Shouldn’t I Love Him.
Marcia brillaba en el soul exuberante de Love Maker y en la balada He’s Mine; Irma, la voz de la experiencia, nos llevaba al éxtasis góspel en Yield Not To Temptation y demostraba su poderío en People Will Be People y Woman On The Move, y Tracy, el equilibrio entre fuerza y vulnerabilidad, se reservaba las baladas, como In Tears, de inspiración góspel, Heart To Heart (más cerca del country, con Marcia) y You Don’t Know Nothin’ About Love (con Irma).
En 2001 Marcia estrenó nueva compañía, Alligator, y Presumed Innocent (2001), su debut para el legendario sello de blues, fue sin duda su disco más maduro hasta ese momento.
Coproducido por ella y Doyle Bramhall, el álbum reunió a músicos de ambos lados de la frontera: de Texas, Pat Boyack (guitarra), Riley Osbourn (teclados), Casper Rawls (guitarra), Gary Primich (armónica) y el propio Bramhall (batería); y de Louisiana, Pat Breaux (acordeón), C.C. Adcock (guitarra) y Sonny Landreth (guitarra).
Presumed Innocent reflejaba también esa dualidad entre Texas y Louisiana, con una variedad de estilos que ponían de manifiesto el talento de Marcia. En el álbum había vigoroso rhythm’n’blues de sonido moderno, con pulsión soul en la línea de un Robert Cray: Scene Of The Crime, con armónica omnipresente, y el elegante Fly On The Wall, con metales sedosos, coros femeninos y un tremendo solo de Landreth.
A veces, en el rhythm’n’blues pesaba el sabor a Nueva Orleans, como en el brillante You Make It Hard de Allen Toussaint, a dúo con Delbert McClinton, y en el trotón Somebody To Love.
El soul de sonido más clásico que permitía a Marcia lucir sus cualidades como vocalista aparecía en el Count The Days de Patti LaBelle & The Bluebelles (con coros que respondían) y, sobre todo, en las tremendas baladas Let The Tear Rolls Down, I Have The Right To Know y la melodramática I’m Coming Down With The Blues de Don Covay, un canto desesperado adornado con un tórrido saxo. La texana también impactaba en la jazzística She’s So Innocent.
Y como pianista, exhibía sus facultades en el explosivo boogie-woogie Louella (con acordeón para aportar el toque zydeco), en el pantanoso y festivo zydeco-rock’n’roll Thibodeaux, Louisiana (con un guiño inicial a Baby Please Don’t Go) y, sobre todo, en la rumba al estilo Nueva Orleans You Make Me Happy (un tributo a Huey Piano Smith con metales, ritmos muy marcados y el protagonismo absoluto del piano).
Tras Presumed Innocent, y sin dejar Alligator, Ball ha publicado So Many Rivers (2003), Live! Down The Road (2005), Peace, Love & BBQ (2008), Roadside Attractions (2011), The Tattooed Lady And The Alligator Man (2014) y Shine Bright (2018), su último disco hasta el momento.
Al margen de sus propios trabajos, ha colaborado en álbumes de Butch Hancock, Kimmie Rhodes, Candye Kane, W.C. Clark, James Cotton, Pinetop Perkins, Irma Thomas, Dave Alvin And The Guilty Women y Lindsay Beaver. Sus apariciones más recientes se encuentran en Stand Up! de Whitney Shay y Waltz For Abilene de Cindy Cashdollar, ambos de 2020.