El 10 de noviembre fallecía en Madrid a los 77 años el gran Allen Toussaint, pocas horas después de actuar en el Teatro Lara. Dada la importancia de este personaje, le dedicaremos varias semanas. Antes de recordar su vida y su carrera, hoy contaremos con las aportaciones de tres periodistas que lo entrevistaron o asistieron a su último concierto.
Cuando me enteré de la muerte de Allen Toussaint, enseguida pensé en que debía hacer algo para honrar su memoria y, sobre todo, dar a conocer a la gente la gran pérdida que suponía no solo para la música de Nueva Orleans, sino para la historia del rhythm’n’blues en general.
Este sentimiento que se vio reforzado de forma brusca cuando leí el titular de un periódico español que rezaba la siguiente barbaridad: «Allen Toussaint, compositor de los Rolling Stones, muere en Madrid tras dar un concierto». Una enorme falacia que seguía en el texto de la noticia: «Toussaint compuso grandes éxitos para artistas y grupos como los Rolling Stones, The Who, Paul McCartney & Wings, Ringo Starr, Elvis Costello, Willie DeVille, Dr. John, Little Feat, The Band, Otis Redding, Bo Diddley o Jerry Garcia». Sobran las palabras.
No sé de dónde sacó tal información el «periodista» que escribió semejante gazapo, porque ni siquiera en una fuente a veces tan poco fiable como la Wikipedia explica eso. La realidad es que Toussaint nunca compuso expresamente para esos artistas -con la excepción de Costello y Dr. John-, sino que ellos versionaron sus canciones. Pero todo eso lo contaré en el próximo post del día 1 de diciembre, así como algunos detalles sobre el último disco que dejó grabado, producido por Joe Henry, y un nuevo documental sobre él, dirigido por Aaron Walker. Este homenaje se completará con dos sesiones: una dedicada a su faceta de intérprete y colaborador de otros artistas (el 24 de noviembre), y otra donde podremos escuchar sus producciones y versiones curiosas de sus temas (el 8 de diciembre).
Como desagravio a la figura de Allen Toussaint y a la ignorancia de cierto tipo de prensa, decidí ponerme en contacto con tres periodistas que sí conocían bien al personaje, y les pedí que escribieran sus impresiones desde un punto de vista personal, basado más en los sentimientos que en los detalles biográficos. Y aquí tenemos el excelente (y emotivo resultado). Todas las fotografías, realizadas por Jaime Massieu, pertenecen al último concierto del músico neorleano en el Teatro Lara de Madrid, la noche del 9 de noviembre, dentro del ciclo Pequeños Grandes Momentos 1906.
Luis Lapuente, autor de El muelle de la bahía. Una historia del soul (Efe Eme, 2015), entrevistó hace pocos días al músico de Nueva Orleans y valora así su pérdida:
«Allen Toussaint siempre decía que su admirado Professor Longhair era el Bach del rock. A Toussaint le han llamado el Cole Porter de Nueva Orleans por su increíble talento como compositor, pero yo prefiero recordarlo como una suerte de Miguel Ángel, un músico renacentista capaz de tocar todos los palos con maestría: pianista de los grandes en la ciudad de los pianistas, compositor omnívoro, proteico y colorista, arreglista y productor sobresaliente, empresario musical de larga trayectoria, y un hombre de trato exquisito, crecido desde la pobreza de los suburbios de una ciudad particularmente castigada por los desastres naturales y la desidia de los sucesivos políticos de su país, desde el detestable fiscal Jim Garrison (el mismo que se retrata amablemente en la película ‘JFK’), que cerró casi todos los garitos nocturnos de NOLA, hasta el presidente George W. Bush, responsable de la desastrosa gestión de la era post-Katrina, reflejada con acierto en la memorable serie televisiva ‘Treme’, donde el propio Toussaint protagonizó algún ‘cameo’.
Sin embargo, el propio Toussaint me confesaba en una entrevista telefónica que mantuvimos una semana antes de su muerte que el Katrina cambió sus hábitos vitales y los de buena parte de la comunidad musical de Crescent City: él siempre se había considerado un músico de estudio, confortable en ese trabajo sedentario donde produjo lo mejor de su legado, pero tras la destrucción de su casa y de su estudio de grabación, tuvo que replantearse esa conocida aversión suya a los escenarios, no solo por razones alimenticias, sino para mantener un contacto directo con el público, como una manera de servir de aventajado embajador del riquísimo acervo cultural de su patria chica más allá de sus fronteras. Así lo hizo, primero acompañado por Elvis Costello en su primera visita a España en 2007, y ahora, en solitario, en la que habría de ser, desgraciadamente, su última gira.
Es imposible pensar la música de Nueva Orleans de los últimos cincuenta años sin la figura de este artista colosal, responsable de lo mejor del catálogo de Minit Records, un músico de extracción católica (de ahí que el gospel no entre apenas en su imaginario) y formación diversa (en su niñez escuchaba música clásica, country, blues y jazz, además de polkas y rumbas) que patrocinó a algunos de los grandes nombres del soul (Lee Dorsey, Irma Thomas, Ernie K-Doe, Aaron Neville, Betty Harris), el funk (The Meters) y el soul-rock locales (Dr. John) y cuyas composiciones, arreglos y producciones han sido decisivos en la carrera de artistas tan distintos como The Rolling Stones (‘Fortune Teller’), The Pointer Sisters (‘Yes We Can Can’), Glen Campbell (‘Southern Nights’), Robert Palmer (‘Sneakin’ Sally Through The Alley’), The Band (‘Rock Of Ages’), Paul McCartney (‘Venus And Mars’) y tantos y tantos otros.
Un músico humilde, por quien Costello babeaba, que me confesó sentir admiración por artistas del talento melódico de Paul McCartney y que se rendía ante la belleza de un viejo single de Gilbert O’Sullivan (‘Alone Again, Naturally’): ‘¿Te acuerdas de aquella canción?’, me dijo hace unos años con la sonrisa inocente de un niño. En nuestra última conversación telefónica habíamos quedado en saludarnos en Madrid el 9 de noviembre: no pudo ser. Le esperé cerca de su camerino al final del concierto en el Teatro Lara, pero salió de allí apresuradamente, la mirada perdida y el aire abatido de un hombre agotado por el esfuerzo de un concierto extraordinario en el que había recreado buena parte de sus clásicos, demostrando su pasmoso magisterio al piano y regalándonos una lectura memorable de ‘St. James Infirmary’. Le saludé desde lejos, mientras parte del público agolpado en la entrada del teatro aplaudía con fervor al verle entrar en el coche que le conduciría al hotel. Murió dos horas después, camino de un hospital madrileño, tras sufrir dos infartos de miocardio consecutivos.
Mientras escribo estas líneas de despedida al músico maravilloso que siempre me trató como a un amigo, escucho la descomunal ‘Transition’, una de sus canciones menos conocidas, que él consideraba su favorita, ese larguísimo tema (más de ocho minutos) que le regaló a su compinche Lou Johnson para un álbum maldito (‘With You In Mind’) grabado en 1972 en el subsidiario Volt de Stax, y que nunca ha sido reeditado en formato digital, aunque puede descargarse en iTunes, buscándolo por otro título: ‘Crazy About Lou (The Dave Cash Collection)’.
Que los dioses sincretistas de Louisiana te reciban con todos los honores en los santuarios de tu tierra, viejo camarada, héroe entre mis héroes musicales».
David Moreu habló con Allen Toussaint para su libro From A Whisper To A Scream. Una historia oral de la música soul (66rpm, 2014), y rememora así su encuentro:
«Lo primero que me llamó la atención al entrevistarlo fue su voz, con un tono grave, una pronunciación muy marcada y esa cadencia rítmica que tan bien logró capturar en sus discos. De fondo se escuchaba un perro ladrando (curioso recuerdo) y enseguida lo imaginé sentado en el patio trasero de su casa de Nueva Orleans, vestido con su eterno traje y disfrutando de una hermosa mañana sureña, mientras a miles de kilómetros de distancia empezaba a atardecer en Barcelona. Muchas veces el teléfono marca una frontera insalvable entre músicos y periodistas el entablar una conversación, ya sea por el lastre inequívoco de la promoción de un álbum o la distorsión tan molesta de una llamada transoceánica, pero aquel día de octubre de 2013 los astros se alinearon para que no surgiera ningún contratiempo y se estableció una conexión bastante personal, seguramente gracias al contenido comprometido de mis preguntas y a su frustración por el exilio involuntario a causa del huracán Katrina.
Evidentemente, el hielo se rompió con su último trabajo discográfico (ese directo desnudo e íntimo grabado únicamente con un piano en el Joe’s Pub de Nueva York) que funciona como una bonita retrospectiva de su carrera. Cada canción era la excusa perfecta para visitar un momento clave de su longeva trayectoria, recordar a sus colaboradores habituales (Irma Thomas, Lee Dorsey, The Meters o Dr. John) y desgranar los pequeños detalles que conforman sus grandes himnos y les aportan un significado mayor que la suma de sus partes. Sabiendo que estaba muy acostumbrado a hablar sobre música y de su propia leyenda, me sorprendió que tuviera que reflexionar (y argumentar más de lo esperado) sobre su vinculación con el movimiento por los derechos civiles en la década de los sesenta. Fue una actitud bastante reveladora y este tema marcó un punto de inflexión en la entrevista. ‘No me sentía involucrado, pero me gusta que hagas esta pregunta porque, inconscientemente, puede que sí que pensara en esos temas’, me comentó con voz seria. ‘Soy consciente de que no hice ningún esfuerzo para ir a las marchas pacíficas y que tampoco sentí la necesidad de alzar mi puño para manifestarme en contra de las injusticias sociales, aunque seguramente sí que comunicaba mis ideas a través de la música sin ser plenamente consciente de lo que hacía’.
Me cautivó su enorme sinceridad y tuve claro que en aquel momento preciso estaba hablando con una estrella que no tenía tabúes, sino que estaba dispuesta a recordar su carrera con sentido crítico y a llevar las respuestas hasta las últimas consecuencias porque no tenía nada que esconder… aunque tampoco obvió el humor en más de una ocasión, puesto que no dudó en comparar la música de Nueva Orleans con uno de los platos más típicos de aquella ciudad a orillas del Mississippi. ‘Es un buen gumbo y tiene unas influencias que nos encantan, como las brass bands que tocan en los desfiles y encierran una historia que llega a la gente cuando la escuchan en las calles’, me explicó con una sonrisa. ‘Y debo decir que nuestro querido Professor Longhair ha sido una gran influencia en todos los artistas de la ciudad’.
Como era de esperar, fue especialmente elocuente al hablar del Katrina y de su regreso a la ciudad después de unos cuantos años en el exilio. Aunque, a diferencia de su amigo Dr. John, que ha mantenido un discurso muy crítico hacia la gestión política de la catástrofe, prefería mostrarse prudente y centrarse en los aspectos más positivos de la reconstrucción. ‘Se han recuperado espacios que habían desaparecido por culpa de la tormenta y las nuevas construcciones son realmente bonitas’, me decía. ‘La gente aprecia mucho este cambio de apariencia de la ciudad y lo ven como un gran avance. Creo que estamos viviendo los mejores días de nuestra historia, el futuro se presenta brillante y, además, los músicos no paran de tocar’.
Su muerte en Madrid después de un concierto nos ha cogido a todos de improviso y los amantes de la música de Nueva Orleans nos hemos quedado huérfanos de uno de sus pilares esenciales. Allen Toussaint podía alardear de haber estado en la escena desde el principio, de haber mamado las raíces del rhythm’n’blues gracias a su amistad con pioneros como Professor Longhair y Cosimo Matassa, y hasta el último suspiro estuvo orgulloso de recorrer el mundo entero con un repertorio original (cientos de veces versionado por estrellas del rock) que ya forma parte de la banda sonora irremplazable del siglo XX. El día que lo entrevisté tuve la oportunidad de conversar con un mito, pero también conocí a una persona sincera, humilde, espontánea, divertida (cuando menos lo esperabas) y que hacía gala de una vitalidad solamente equiparable al ritmo de sus canciones. Todo lo demás son notas de piano a ritmo de funk, soul y rhythm’n’blues que se lleva el viento».
Por último, pero no menos importante, David Saavedra, colaborador en diversos medios, asistió al último concierto de Toussaint en Madrid el 9 de noviembre para cubrirlo para la revista Rockdelux. Así vivió esa histórica noche:
«‘When the sun turns blue / And the moon shines bright all day / That’s the day, sweet mama I’ll let you run away / When the rivers stop flowing / And the trees lay down and die I said, when the rivers stop flowing / And the trees lay down and die / When the stars stop shining / Then I’ll say my love’s goodbye’.
Se aproximaba el final del concierto de Allen Toussaint en el Teatro Lara y, de alguna manera, su interpretación de ‘Long, Long Journey’ me dejó encogido en la butaca. Desde el palco que me asignaron veía a la leyenda en plano picado, sus dedos deslizándose sobre el piano majestuosamente, mientras lanzaba este descomunal blues con una extraña naturalidad, libre de toda solemnidad o gravedad. Inevitablemente, pensé en la tragedia del Katrina y toda esa historia extinta de una Nueva Orleans que ya no volverá a existir. Ahora este testigo y representante musical de su historia tampoco existe, pero entonces yo no lo sabía.
Era la primera vez que veía en directo a Allen Toussaint. Fue también la última. Ya no tiene sentido que escriba que la banda que lo acompañaba no me parecía digna o adecuada (bajista tocando con partitura, guitarra exhibicionista con pinta de chuloputas que pegaría más bien en la banda de Lenny Kravitz) o cualquier otra cosa que desvíe la atención sobre lo verdaderamente importante. Desde arriba no pude disimular la sonrisa, la admiración, la ternura de ver a aquel señor de 77 años caminando entre el patio de butacas, dejándose querer por el público.
Creí que no iba a haber bis, pero lo hubo. Entré por abajo y me quedé de pie, más cerca. Ahora le veía perfectamente las manos. Le vi levantarse, sonreír y, agradecido, decir adiós. La banda se quedó tocando mientras el guitarra lo despedía como lo había introducido hora y cuarto antes: ‘Mr. Allen Toussaint, ladies and gentlemen!’. Entre el patio de butacas, aunque el protagonista ya no estuviera delante, varias personas seguían bailando».
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