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Dr. John: 30 años del regreso a NOLA

El Doctor, entre plumas

El pasado 12 de junio se cumplieron tres décadas de la publicación del magnífico álbum Goin’ Back To New Orleans (1992), con el que Mac Rebennack rendía tributo a su ciudad. Recuperamos la entrevista “a distancia” que le hice sobre ese disco.

Ya lo he contado antes: en verano de 1992 viajé a los Estados Unidos para huir de la fiebre olímpica, en un recorrido que denominé “la ruta del rock’n’roll” y que recaló en Dallas (parada técnica), Memphis, Nashville y Nueva Orleans.

En cada uno de esos destinos era normal una visita a alguna tienda de discos, y en la última me compré el nuevo de Dr. John (1941-2019), publicado el 12 de junio de ese mismo año.

Goin’ Back To New Orleans fue un álbum muy importante en su carrera: suponía su reaparición tras superar sus adicciones y era un regreso a sus raíces, con una colección de canciones asociadas a su ciudad, grabadas allí con músicos locales.

En ese trabajo el Doctor sacaba a relucir su carácter más historicista y enlazaba la habanera con el jazz y los ritmos africanos con los pasacalles, con unos jugosos comentarios en el libreto sobre el origen de cada canción.

Goin’ Back To New Orleans, en concreto, fue el disco que, muchos años después y con efecto retardado, desató mi pasión por la música de Nueva Orleans y me llevó a crear el proyecto de Ciudad Criolla.

Retrocedamos otra vez: a principios de los noventa trabajaba como guionista y redactor del mítico programa musical Sputnik del Canal 33 de TV3, y me encargaba de un spin off llamado Sputnik Cecília, dedicado a los estilos menos “comerciales”.

En esa época teníamos un colaborador en Estados Unidos –juraría que era Guillermo de Mulder, hoy famoso por cubrir la ceremonia de los Óscar– que nos enviaba propuestas, y recuerdo que nos ofreció una entrevista con Dr. John.

No hace falta decir que enseguida le di el OK y le mandé un cuestionario. Así que, aunque técnicamente no hice la entrevista, las preguntas sí eran mías. Lo que sigue a continuación es la transcripción íntegra de esa charla.

Dr. John en 1992. Foto: Joseph A. Rosen

¿Cómo describirías tu nuevo álbum? «Goin’ Back To New Orleans» es como una historia de la música de la ciudad que amo, la que he oído durante toda mi vida, desde que era un niño. Mi abuelo cantaba algunas de esas canciones. Las bandas que he escuchado siempre tocan esta música, y también mis amigos… Y de eso trata, de Nueva Orleans: es un retrato desde 1800 hasta 1950.

Háblame de tu ciudad, de su carácter único… Nueva Orleans es una mezcolanza de muchos estilos y culturas. En otros sitios, las músicas mantienen su identidad, pero allí todo se mezcla. Es un lugar pequeño y todo deviene parte de una misma cosa: Nueva Orleans. Si la gente viene de África, Europa, Sudamérica o el Caribe, se integra en la música de Nueva Orleans, y todo se toca de forma distinta.

Me gustaría que comentaras algunas de las canciones de Goin’ Back To New Orleans. Empecemos con Litanie des saints. La canción que abre el disco es un tema muy antiguo que los ancianos de Nigeria, Haití, Martinica y Jamaica conocen, sobre el gris-gris, el vudú y la santería. Es parte de la música espiritual: invocamos a los santos para que nos protejan.

¿Y qué me dices de Basin Street Blues? Es una canción de Nueva Orleans muy antigua que todo el mundo toca. Nunca me gustó la letra, así que incorporé mis propias palabras sobre la calle Basin hoy en día, no como era hace cien años.

Imagen de Basin Street a principios de siglo XX

En el disco encontramos colaboraciones muy variadas. Como decía antes, es un retrato: no solo supone un regreso a Nueva Orleans, sino también un retroceso en el tiempo. Por eso, hay músicos como Danny Barker (banjo y guitarra), que participó en los inicios del jazz: conoció a Jelly Roll Morton, Louis Armstrong, Buddy Bolden y todos esos grandes pioneros. Fue muy importante contar con él. Y están tipos como Alvin Red Tyler (saxo barítono), con una larga carrera. También colaboran músicos más jóvenes, como los Neville Brothers y Jamil Sharif (trompeta). Así puedes obtener un retrato de la música de la ciudad.

Ya que hablamos de músicos, cuéntame cuáles fueron tus influencias. En primer lugar, todos aquellos con los que he estudiado, de los que he aprendido a lo largo de mi vida, diría que el 90 % de ellos eran negros, y el resto blancos. Dicho esto, nunca estudié piano. Me enseñaron dos guitarristas, Walter Papoose Nelson y Roy Montrell –ambos colaboradores de Fats Domino–. Como eran músicos de estudio, pude participar en algunos discos. Tocaba la guitarra para pianistas y observaba su técnica. Pronto empecé a fijarme en cómo interpretaba Huey Piano Smith y a “robar” su material, e hice lo mismo con James Booker, Allen Toussaint y todos los pianistas de Nueva Orleans. Así aprendí. Pero muchas cosas procedían de Professor Longhair.

Walter Papoose Nelson a la guitarra, acompañando a Fats Domino

En tus inicios, ¿existía mucha segregación racial? Cuando empecé no era tan difícil. Luego vinieron los sindicatos blancos y negros, y no les gustaba que en las bandas los músicos se mezclaran. Entonces comenzó a ser problemático. Y después, viajando por Mississippi, Alabama, en estados lejos de Louisiana, reunir a músicos de ambas razas era un problema. Pero estoy vivo, y los tipos con los que viajaba también sobrevivieron.

Creo que tienes un conocimiento más profundo de la industria musical que la mayoría de artistas, ya que a lo largo de tu carrera has sido arreglista y productor. Bueno, nunca fui “entrenado” para ser líder de una banda, sino para ser un productor, un cazatalentos discográfico. Mi trabajo era intentar que todo lo demás funcionara.

Tu sonido es difícil de encapsular en un solo estilo. ¿Cómo lo describirías? Cuando estás en Nueva Orleans, solo tienes que tocar: sea jazz, blues, góspel, rock’n’roll, rhythm’n’blues… no hay barreras. Allí la música o es buena o es mala. No me veo dentro de categorías como el jazz o el blues; solo toco e intento divertirme con ello.

Para terminar, ¿qué recuerdos tienes de tus conciertos en nuestro país? He actuado en España unas cuantas veces, y amo Barcelona. La comida es buena y la gente es agradable. Una noche toqué blues para un grupo de guitarristas de flamenco, y esperaba que improvisaría con alguno de ellos, pero no trajeron sus instrumentos. Me gusta el flamenco, y creo que una parte muy profunda de la cultura de Nueva Orleans está conectada con él.

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