
Sin pecar de inmodesto o de pedante, tengo que decir las cosas como son: no todo el mundo es capaz de hacer una entrevista. Sin buenas preguntas, sin una labor previa de documentación y sin un respeto por el personaje, lo admires o no, no hay buenas respuestas. Con el aval de más de cien interviús a mis espaldas, os cuento algunas anécdotas y truquillos.
No hay nada más penoso que escuchar las declaraciones de un futbolista o de un entrenador. El repertorio de sus frases es limitado: “No ha podido ser”, “Hemos luchado para ganar”, “La culpa es del árbitro”, “Ha supuesto un toque de humildad” y una serie de tópicos que demuestran que tienen poco por decir. Al parecer, los millones que ganan no conllevan estudiar unas réplicas más inteligentes.
Todo lo contrario de los músicos. Excepto algún tontolaba –de los surgidos en concursos televisivos o de los que van de interesantes y aseguran que sus ídolos son Sonic Youth y Pavement, algo que después no se aprecia en sus discos–, son muy agradecidos en sus declaraciones. Y lo digo por experiencia después de entrevistar a más de un centenar de todo estilo, sexo, edad, nacionalidad, raza, religión e ideología.
A todos los he tratado con el mismo respeto que se merecían: aunque su música no me gustara, aunque representaran todo lo contrario a mí, invertía el tiempo en escuchar sus discos y en documentarme sobre ellos. Ellos lo apreciaban y creo que ahí estaba la clave del “éxito” de mis entrevistas.
Aquí va una pequeña selección de los artistas internacionales –también he entrevistado a una innumerable cantidad de músicos del estado español– que han respondido a mis preguntas (si clicáis el menú ENTREVISTAS de Ciudad Criolla, podéis encontrar algunas de ellas):
En el ámbito del blues, el country y la americana: Dr. John, Dave Alvin, Neko Case, Los Lobos, Maria McKee, Chris Hillman, Buddy Miller, Willy DeVille, The Handsome Family, Jim White, Jesse Dayton, k.d. lang, John Hiatt, El Vez, Howe Gelb, Béla Fleck, Jose Ramirez, Alela Diane, Maggie Björklund, Laura Cantrell, The Mavericks, Flaco Jiménez, Luke Winslow-King, Kenny Neal…
Entre los representantes de la black music: New Power Generation, Mavis Staples, Natalie Cole, Arrested Development, Defunkt, FFF, Run DMC, Living Colour, Kid Frost, Keziah Jones, Ben Harper, Afrika Bambaataa, Galliano, Omar, Chic, Candy Dulfer, The Wailers, Orishas…
En el terreno del pop: Bryan Ferry, David Byrne, Everything But The Girl, Roxette, Carmel, Pet Shop Boys, James Taylor Quartet, Dave Stewart, Combustible Edison, Jean-Michel Jarre, Marc Almond, Bon Iver… Y en el del rock: The Raveonettes, Pearl Jam, Robert Gordon, Europe…
Con todos ellos he vivido anécdotas muy dispares. Muchas, provocadas por el carácter creativo de los realizadores del programa Sputnik –gran parte de esas entrevistas las hice cuando trabajaba como guionista de ese espacio–, que huían del típico plano de sofá de hotel y buscaban encuadres y localizaciones originales. Unos cuantos ejemplos:
1 Terence Trent D’Arby (antes de su reconversión en Sananda Maitreya) me hizo sentar en el suelo ante él porque, si le formulaba las preguntas de pie (como quería el realizador en un primer momento), tenía que mirar hacia arriba y le parecía “estar hablando con Dios” (sic).
2 Mick Hucknall, el líder y cantante pelirrojo de Simply Red, no se tomó demasiado bien –se notaba en su expresión forzada– el hecho de responder ante un espejo porque, seguramente, lo interpretó como una indirecta a su carácter más bien egocéntrico.
3 Durante la entrevista con el creador del P-funk, George Clinton, uno de los focos estalló misteriosamente. Después me enteré de que durante su largo concierto –suelen exceder las tres horas– se ausentó para ir a la playa a hacer algún tipo de ritual, algo que el público no notó porque llevaba más de veinte músicos en escena.
4 Celosos de su imagen –tal vez no les gusta que se conozca su rostro más humano, quién sabe–, los alemanes Kraftwerk tan solo permitieron que enfocáramos a los cuatro robots con sus caras que utilizan en directo, mientras grabábamos sus respuestas únicamente en audio.
5 Un motivado Chris Isaak nos pidió una guitarra para tocar durante la charla. Lástima que no la conseguimos, y se perdió lo que podría haber sido un bonito unplugged. Pero la cosa se solucionó años después, en otra entrevista, cuando él mismo trajo su instrumento e interpretó varias canciones.
6 Un personaje aparentemente tan simpático y accesible como Jonathan Richman demostró ser un borde integral cuando le propusimos hacer una entrevista como si fuera un casting. Dijo que él no tenía que demostrar nada a nadie y, además, se empeñó en responder en un castellano macarrónico.
7 La más peligrosa de todas: cuando la realizadora Mai Balaguer le pidió a Henry Rollins que se quitara la camiseta para lucir sus músculos y tatuajes, este le respondió con un “I’ll do anything for you, baby”, pero la mala leche ya no lo abandonó.
El asunto fue tan grave que, cuando el cámara se dio cuenta de que se había agotado la batería y no se había grabado casi nada, el promocionero me “recomendó” que ni se me pasara por la cabeza pedirle repetir la entrevista al exvocalista de Black Flag, porque ya estaba “caliente” y la cosa podía terminar a hostias.
8 Igualmente peligrosa, pero resuelta de forma satisfactoria, fue la tensa situación con Public Enemy, en un escenario tan estrambótico como la sala de pesas del gimnasio de un hotel. Un malentendido idiomático hizo que Flavor Flav solo se fijara en la parte final descontextualizada de una pregunta mía, “negros sin cerebro”.
Con la imponente presencia de algunos de los “miembros de seguridad” del grupo y a la vista del tremendo cabreo de Flav, llegué a temer por mi integridad física. Después de disculparme y gracias a la intervención de Brother James I (Ministro de Información), las aguas se calmaron y todos acabamos como amigos.
9 Martika vino a España para promocionar su segundo álbum, Martika’s Kitchen (1991), que contaba con Prince entre sus numerosos productores, además de ser el autor de cuatro de las canciones. La relación entre ambos debía ser tan fluida que llevaba una pandereta con el símbolo del artista de Minneapolis. En un momento de descuido estuve a punto de robar el instrumento.
10 Cuando llegamos a la habitación de la pizpireta y muy atractiva Lisa Stansfield, nos la encontramos recién levantada, con rulos en el pelo y vestida con una bata. Evidentemente, tuvimos que esperar a que se cambiara y apareciera resplandeciente para poder empezar.
Estas son solo unas pocas anécdotas vividas a lo largo de mi carrera. En definitiva, siempre encuentras una frase sabrosa que merece la pena, que sale de la mecánica del “estoy haciendo una entrevista más de promoción y respondo lo mismo de forma automática”.
No hay que olvidar que los músicos son artistas y por eso se les presupone una mayor sensibilidad e interés por muchas cosas. Y esta es la gran diferencia con los futbolistas, que tienen poco de artistas y mucho de mercenarios. Pero esa es otra historia.
En cualquier caso, no hay que desmerecer la labor del periodista. Esto puede parecer obvio, pero, por desgracia, no todos lo hacen: para entrevistar a un músico hay que documentarse. Es decir, escuchar su nuevo disco (y los anteriores, si es posible), leer artículos y otras interviús y procurar que no te vea como uno más de la lista en un pesado e interminable día de promoción.
Por eso hay que mostrar una cierta erudición –sin caer en la pedantería–, para sorprender al entrevistado y ganarse su complicidad. Y así es como salen las declaraciones jugosas. Una entrevista es un juego a dos: sin buenas preguntas no hay buenas respuestas… a no ser que el personaje sea un zoquete.
Algo que no está de más, sobre todo con artistas a los que admiras, es tener un pequeño detalle con ellos, y qué mejor que un disco. Recuerdo que a Willy DeVille le regalé un LP del Mariachi Águilas de Chapala; a Natalie Cole, un single de su padre, Nat King Cole, cantando en español; a Public Enemy, el debut homónimo de Negu Gorriak, y a El Vez, un álbum de Elvis en directo editado por Círculo de Lectores.
Como defiendo que los músicos no solo se expresan a través de sus discos o canciones, me interesan bastante aquellos que muestran su talento en facetas literarias. Después de leer los magníficos Rosas de redención (2005) de Steve Earle y Los malos tiempos ya han quedado atrás (2001) de Dave Alvin, seguí con Cash. La autobiografía de Johnny Cash (2006), coescrita por él y Patrick Carr.
Una de las cosas que más me llamaron la atención del libro es que Cash enumeraba las tres preguntas que siempre le formulaban los periodistas, a saber:
- ¿Por qué estuvo en la cárcel? (NUNCA cumplió condena)
- ¿Cómo escribe las canciones?
- ¿Por qué vestía siempre de negro?
Detengámonos en la última cuestión. Johnny esgrimía diversas razones. Unas, prácticas: en su primera actuación en público, ni él ni los componentes de su banda tenían un traje, pero todos llevaban una camisa negra y unos jeans. Así que este se convirtió en su “uniforme”. Además, les dio suerte en ese primer concierto. “Vestía de negro porque me gusta el negro”, decía Cash.
Pero más interesante es el otro motivo, más profundo: “Todavía es mi signo de rebelión contra un statu quo estancado, contra nuestros hipócritas templos, contra la gente con mentes cerradas a las ideas ajenas”.
Durante muchos años, mucha gente me ha conocido como “el hombre de negro” por mi tendencia a vestir de este color. En mi caso también hay una razón práctica: el negro combina con todo y, last but not least, estiliza.
Pero también me siento identificado con el mensaje de Johnny Cash, todo un artista, todo un músico, todo un personaje con ideas en la cabeza, y no un simple petimetre que gana millones a espuertas solo por correr detrás de un balón y declarar su amor por los colores de un club.