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Joe Henry: ¿cantante o productor?

Un tesoro de la música norteamericana con raíces. Foto: David McClister

Es el artífice de algunas de las mejores producciones de las últimas décadas para artistas de todo tipo, pero también es un magnífico cantautor de americana. En septiembre volverá a nuestros escenarios para presentar su disco más reciente, All The Eye Can See (2023).

Ocurre pocas veces. ¿Puede el nombre de un productor ser una garantía de calidad, un motivo que te empuje a comprar un disco de cualquier músico a ojos cerrados? Si se trata de Joe Henry, decididamente sí.

“Solía considerar la producción y mi trabajo como artista como cosas separadas, pero cuanto más he seguido, empiezo a ver menos diferencias entre lo que hago para mí y lo que hago para los otros”, ha declarado el de Carolina del Norte.

En su faceta como productor, Henry ha sido el responsable de grandes resurrecciones de artistas legendarios. Y, a diferencia de otros que imponen su carácter, él es permeable a las influencias de los personajes con quienes trabaja.

Pero no solo nos ha regalado los oídos con algunas de las mejores producciones de los últimos años. Como compositor, es un storyteller literario a veces oscuro, otras veces esperanzado, que navega por todos los estilos (rock, jazz, blues…).

Con una carrera como solista de más de tres décadas, su talento como cantautor empezó a relucir desde su primer álbum en solitario, Talk Of Heaven (1986), que incorporaba una versión del Wild Night de Van Morrison.

Le seguirían Murder Of Crows (1989) –con Van Dyke Parks y el guitarrista Mick Taylor– y Shuffletown (1990) –producido por T Bone Burnett, y con la colaboración del jazzman Don Cherry–, que supuso un giro hacia el alt. country e incluía un cover del Make The World Go Away popularizado por Ray Price.

En Short Man’s Room (1992) tuvo a The Jayhawks como backing band, y algunos de sus componentes, como Gary Louris y Marc Perlman, repetirían en Kindness Of The World (1993), al que también se sumaría la cantante Victoria Williams.

En Trampoline (1996) contó con el guitarrista Page Hamilton del grupo de metal alternativo Helmet, además de los pedal steel Bucky Baxter y Eric Heywood, y en Fuse (1999) –mezclado por Daniel Lanois y T Bone Burnett–, con The Dirty Dozen Brass Band y Chris Whitley.

El desfile de invitados no cesaba: en Scar (2001), jazzmen como Marc Ribot, Brian Blade, Brad Mehldau, Me’Shell NdegéOcello y Ornette Coleman, y en Tiny Voices (2003), el saxofonista y clarinetista de jazz Don Byron y el batería Jim Keltner.

En su décimo álbum, Civilians (2007), optó por rodearse de la misma banda que lo acompañaba en su disco producido para Loudon Wainwright III, Strange Weirdos (2007), y que incluía a Bill Frisell, Greg Leisz, Van Dyke Parks y Patrick Warren, además de Loudon en los coros.

En un ambiente intimista y pausado, Henry nos arrastraba con aires cabareteros, letanías pianísticas del Tom Waits menos siniestro, aspirantes a estándares dignos de Gershwin, variantes de rhythm’n’blues y raíces norteamericanas.

¿Su álbum de blues?

Influido por sus trabajos para Allen Toussaint y Ramblin’ Jack Elliott, donde estos veteranos exploraban el blues, Joe compuso las canciones de su siguiente álbum, Blood From Stars (2009), con la estructura de ese estilo en mente. Cuidado: eso no significaba que fuera un disco de blues corriente y moliente; todo lo contrario.

Tras Prelude: Light No Lamp When The Sun Comes Down, el instrumental con el piano solista de Jason Moran, arrancaba de manera brillante con The Man I Keep Hid, con una carnosa corneta dixie a cargo de Marc Ribot y su atmósfera de jazz decadente de la Depresión.

Ese sonido entre el jazz y el blues reaparecía en Bellwether (de nuevo con Ribot), la sigilosa All Blues Hail Mary y las baladas Truce y Over Her Shoulder, estas dos con sorpresa: el virtuoso y sensual saxo del joven Levon Henry, hijo de Joe, sobre todo en el segundo de los temas, un instrumental de belleza aplastante.

En Over Her Shoulder, además, encontrábamos otro de sus rasgos característicos: bajo una instrumentación convencional, existía un segundo nivel a veces imperceptible, a modo de second line espectral y atmosférica, en la que sonaban sonidos de la naturaleza y psicofonías de orquestas fantasmales como las que escuchaba Jack Nicholson en El resplandor (Stanley Kubrick, 1980).

Era inevitable citar la evocación a Tom Waits, evidente en Death To The Storm –con ritmos arrastrados entre chain gang y parada fúnebre, la guitarra distante y misteriosa de Ribot, ruidos variados y los coros de Marc Anthony Thompson–, y Progress Of Love (Dark Ground), una preciosa balada que parecía un descarte del soundtrack de Corazonada (Francis Ford Coppola, 1981).

Además de los músicos mencionados, en el álbum también estaban sospechosos habituales como Jay Bellerose a la batería y percusión, David Piltch al bajo y contrabajo, y Patrick Warren y Keefus Ciancia a los teclados.

Con Blood From Stars Henry alcanzó un nivel de creatividad difícil de superar y demostró que, a diferencia de otros, su hiperactividad no es un lastre, sino una fuente constante de inspiración que retroalimenta su obra.

Posteriormente, ha publicado los álbumes Reverie (2011) –con sus compinches Piltch, Bellerose, Ciancia, Warren y Ribot–, Invisible Hour (2014) –con la colaboración de The Milk Carton Kids– y Thrum (2017).

En 2016 formó equipo con Billy Bragg en Shine A Light. Field Recordings From The Great American Railroad, una colección de versiones y tradicionales grabados en varias estaciones de tren en un viaje entre Chicago y Los Ángeles.

En 2019, reveló que le habían diagnosticado cáncer de próstata. Más tarde comunicó que había respondido bien al tratamiento que había recibido, y que su pronóstico por ahora era alentador.

Fruto de su situación personal, ese año publicó The Gospel According To Water (2019), una desnuda colección de canciones, con featuring de la cantante canadiense Allison Russell.

Su disco más reciente es All The Eye Can See (2023), grabado en su casa durante la pandemia. Es el trabajo que vendrá a presentar en sus próximos conciertos de septiembre en nuestros escenarios: el 14 en Barcelona (Paral·lel 62), el 15 en Bilbao (Sala BBK) y el 17 en Madrid (Café Berlín).

Y llegamos al dilema final. ¿A quién prefieres: al Joe Henry productor o al cantante y compositor? Ahhh… eso deberás decidirlo tú. Para ayudarte en tu elección ahí va un resumen de sus producciones más destacadas.

Una garantía de calidad a ojos cerrados

Cualquier artista con dos dedos de frente, desde los veteranos con carreras olvidadas hasta los recién llegados con posibilidades de futuro, debería pasar por las manos de Joe Henry.

Solo hay que echar una ojeada a algunas de sus trabajos más valorados. En él han confiado leyendas del soul como Solomon Burke en Don’t Give Up On Me (2002) y Bettye LaVette en I’ve Got My Own Hell To Raise (2005) y Worthy (2015).

También del rock –John Doe en Dim Stars, Bright Sky (2002)– y del folk –Mary Gauthier en Between Light And Dark (2007), Loudon Wainwright III en Strange Weirdos y Recovery (2008), Ramblin’ Jack Elliott en A Stranger Here (2009), Billy Bragg en Tooth & Nail (2013) y Joan Baez en Whistle Down The Wind (2018)–.

Y del country –Rodney Crowell en Sex & Gasoline (2008), Emmylou Harris y Crowell en The Traveling Kind (2015) y Doug Seegers en A Story I Got to Tell (2019)–, del blues –Susan Tedeschi en Hope And Desire (2005) y Bonnie Raitt en Slipstream (2012)– y del jazz –Mose Allison en The Way Of The World (2010)–.

Y, cómo no, nuevos valores de la americana: Jim WhiteDrill A Hole In That Substrate And Tell Me What You See (2004)–, Carolina Chocolate DropsGenuine Negro Jig (2009)–, Hayes CarllLovers And Leavers (2016)– y Lizz WrightGrace (2017)–.

También Amy HelmThis Too Shall Light (2018)–, The Milk Carton Kids –All The Things That I Did And All The Things That I Didn’t Do (2018)–, Rhiannon GiddensThere Is No Other (2019)– y Rising AppalachiaLeylines (2019)–.

Henry parece tener una especial relación con Nueva Orleans y sus músicos, que empezó a apreciarse cuando fue uno de los coproductores del álbum colectivo post Katrina Our New Orleans. A Benefit Album For The Gulf Coast (2005).

De allí surgieron sus siguientes producciones para otra leyenda, Allen Toussaint: The River In Reverse (2006), con Elvis Costello; The Bright Mississippi (2009), y el póstumo American Tunes (2016).

Sin dejar esa ciudad, trabajó también con Aaron Neville en I Know I’ve Been Changed (2010) e hizo realidad el brillante proyecto blues del actor británico Hugh Laurie en Let Them Talk (2011) y Didn’t It Rain (2013).

(En los enlaces podéis encontrar las críticas de algunos de los discos mencionados)

La magia del primer concierto en Barcelona

Que no te engañe el sombrero: mucho más que el Tom Waits del multiverso. Foto: Daniel Wheeler

Comparar a Joe Henry con Tom Waits es el recurso fácil. Ambos han bebido de las mismas fuentes: los géneros de raíz norteamericana –country, folk, jazz, blues, soul–, el cancionero de Tin Pan Alley, el cabaret… Aunque hay una pequeña diferencia: el segundo no solo las ha bebido, sino que se ha embriagado con ellas.

Henry representa lo opuesto, lo que habría sido Waits si no hubiera cruzado la línea, si no hubiera macerado su voz en licores de alta graduación, si no se hubiera convertido en el protagonista de sus propias canciones. Y eso se nota más en directo que en disco, como demostró en Apolo el 18 de febrero de 2008, en su primera visita a Barcelona.

La excusa era presentar Civilians, un trabajo que en vivo defendía junto a los magníficos Jay Bellerose (batería) y David Piltch (contrabajo), ambos también presentes en los créditos del CD. Esta mínima formación le permitía desnudar sus canciones y resaltar su belleza.

En un ambiente intimista a la luz de un piano iluminado con velas, alternándolo con guitarras acústicas, interpretó gran parte del repertorio de Civilians: la letanía de Civil War, el rhythm’n’blues desdibujado de Time Is A Lion y el ejercicio de inflexiones soul de You Can’t Fail Me Now, escrita con Loudon Wainwright III para Lío embarazoso (Judd Apatow, 2007).

Tampoco faltaron la excelsa balada digna de un Cole Porter I Will Write My Book (solo con guitarra, sin el giro ragtime que tiene en el disco), la atmósfera vodevilesca de Civilians y ese God Only Knows que compuso para Mavis Staples, aunque ella respondió con un “No creo”.

En su segundo concierto en Apolo (04/06/10). Foto: Óscar García

Asimismo, abordó temas de sus álbumes anteriores: de Tiny Voices rescató la jazzística This Afternoon, Sold y Flag (escrita tras el 11-S, sobre “el peligro de confundir patriotismo con nacionalismo”); de Fuse, Like She Was A Hammer y Fuse, y de Trampoline, la canción titular.

Pero las sorpresas llegaron con el recuerdo de Scar: primero, con el Stop con aires de tango que compuso para su cuñada Madonna* –y que ella convirtió en Don’t Tell Me en Music (2000)–, y finalmente, con un Edgar Bergen en el que incrustó un fragmento de I’ve Got You Under My Skin. Sin duda, su mejor concierto hasta la fecha.

Lejos de etiquetas y estilos, Joe Henry es más que un Tom Waits de un universo paralelo. Su música, carnosa como la de John Hiatt y Elvis Costello, posee la misma grandeza de un George Gershwin o un Cole Porter, como un apasionado retrato de la vida donde lo político se confunde con lo personal, la guerra civil se desencadena en pareja y tu chica puede resultar, a veces, tan aterradora como tu país.

Con posterioridad, Henry ha actuado otras veces en Barcelona, incrementando su banda con su hijo Levon al saxo y la colaboración esporádica de Javier Mas al archilaúd: en el Auditori del Fòrum (29/05/09) –su peor concierto, perdido en la fría inmensidad de la sala–, en Apolo (04/06/10) y en Luz de Gas (05/06/14).

*NOTA: Joe Henry está felizmente casado con Melanie Ciccone, hermana de Madonna. A parte de Don’t Tell Me, colaboró con la ambición rubia en la canción Jump de Confessions On A Dance Floor (2005), en Devil Wouldn’t Recognize You de Hard Candy (2008) y en Falling Free de MDNA (2012).

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