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Willie Nelson, la heterodoxia

Willie, con su inseparable guitarra Trigger

Cantante, compositor, poeta, actor y activista: son solo algunas de sus múltiples facetas profesionales. Y en lo musical, su carrera ha estado caracterizada por el eclecticismo: del outlaw country al western swing, del reggae al blues, del góspel a los estándares de Sinatra. Intentamos resumir su extensa –y en ocasiones irregular– trayectoria para celebrar su cumpleaños, con paradas puntuales en algunos de sus discos.

Antes que nada, una aclaración: Willie Nelson llegó al mundo el 29 de abril de 1933 en Abbott (Texas), pero su nacimiento fue inscrito por un médico el día 30, por lo que esa es la fecha que erróneamente aparece en algunos lugares.

Reconocido como una de las principales figuras del outlaw country, un subgénero “rebelde” surgido a finales de los sesenta como una reacción al conservador Nashville sound, también es el autor de algunas de las mayores joyas de la historia del género, como Crazy, Night Life, Funny How Time Slips Away, Hello Walls y On The Road Again.

Nelson ha grabado un centenar de álbumes, ha participado como actor en más de una treintena de películas, ha coescrito varios libros y ha sido un activo defensor del uso de los biocarburantes y de la legalización de la marihuana. En 1985, junto con Neil Young y John Mellencamp, creó el concierto benéfico anual Farm Aid en defensa de las familias de agricultores y granjeros.

Y la anécdota para los amantes de lo políticamente correcto: en 2006 grabó una versión de Cowboys Are Frequently Secretly (Fond Of Each Other), una canción de un tema de Ned Sublette de 1982 sobre vaqueros homosexuales que Willie descubrió a finales de los ochenta y que aprovechó el éxito del filme Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) –en cuya banda sonora incluyó el tema tradicional He Was A Friend Of Mine– para “sacarla del armario”.

El cantante texano siempre ha demostrado su talento como compositor que bebe de las fuentes más diversas, y todo tiene su explicación en su infancia: de pequeño, en la comunidad granjera de Abbott, escuchaba góspel en la iglesia, blues y corridos mexicanos en los campos de algodón, y country y western swing en la radio. Por eso, desde No Place For Me, su primer single en 1957, en su larga carrera ha grabado todo tipo de música.

Nelson llegó a Nashville en 1960 y encontró trabajo como compositor en la compañía Pamper Music. Allí grababa “demos” que luego escuchaban artistas o productores en busca de nuevas canciones para su repertorio.

Dieciocho de esas maquetas, realizadas entre 1960 y 1966, se reunieron en 2003 en Crazy. The Demo Sessions. Lo que en principio fue concebido como algo sin pretensiones (piezas desnudas y sin adornos, grabadas en una sola toma) nos mostraba al cantante en su estado más puro: no solo probaba que era un compositor fuera de serie, sino que a principios de su carrera ya poseía su inconfundible y personal voz.

Sometidas a un “lavado de cara” (es decir, restauradas digitalmente y remasterizadas), las canciones del álbum se dividían en dos grupos: por un lado, las primeras ocho nos presentaban a Willie a solas con su guitarra acústica (con armonías vocales y detalles de steel esporádicos).

En este grupo, se incluían joyas como el célebre Three Days y las baladas Opportunity To Cry, I’ve Just Destroyed The World, Permanently Lonely (de estilo más crooner), Are You Sure, Darkness On The Face Of The Earth (de sabor más rural) y Undo The Right (la canción en la que se inspiró Robbie Fulks para su gran We’ll Burn Together).

En el resto de canciones, estaba respaldado por una banda con luminarias como el pianista Hargus Pig Robbins y el pedal steel Buddy Emmons. Aquí, Willie no solo brillaba con baladas (Something To Think About o el Crazy que maravilló a Patsy Cline), sino que le daba al honky tonk trotón y chulesco (Things To Remember, I Gotta Get Drunk y I’m Still Here).

A partir de …And Then I Wrote (1962), su LP de debut, la voluntad de sorprender con cambios ha sido una constante en su obra. Eso se vio claro en discos conceptuales –Texas In My Soul (1968), Yesterday’s Wine (1971)–, de outlaw country –los exitosos Shotgun Willie (1973) y Red Headed Stranger (1975) y el mítico Wanted! The Outlaws (1976), con Waylon Jennings, Jessi Colter y Tompall Glaser–, de tributo a sus héroes –To Lefty From Willie (1977), Sings Kristofferson (1979)–, de estándares –Stardust (1978), Somewhere Over The Rainbow (1981)–, de canciones navideñas (Pretty Paper, 1979), de góspel (Family Bible, 1980) e incluso bandas sonoras –The Electric Horseman (1979) y Honeysuckle Rose (1980)–.

También lanzó un montón de álbumes de dúos con amigos: Waylon & Willie (1978), WWII (1982), Take It To The Limit (1983) y Clint Shirt (1991), con Waylon Jennings; One For The Road (1979), con Leon Russell; Old Friends (1982), con Roger Miller; In The Jailhouse Now (1982), con Webb Pierce; Funny How Time Slips Away (1985), con Faron Young, y Brand On My Heart (1985), con Hank Snow.

Después llegaría la etapa jazzística –Moonlight Becomes You (1994), Healing Hands Of Time (1994)–, la adaptación de artistas “contemporáneos” como Paul Simon, Ry Cooder, John Hiatt, Peter Gabriel y Lyle Lovett en Across The Bordeline (1993) –coproducido por Don Was– y la radical actualización de su sonido en el atmosférico Teatro (1998), producido por Daniel Lanois.

A sus 67 años volvió con Milk Cow Blues (2000), un disco que recuperaba temas clásicos de los años veinte, treinta, cuarenta y cincuenta, y reinventaba sus propias composiciones con el lenguaje del blues.

En este viaje no estaba solo, sino que combinaba los talentos de la comunidad blues de Austin (Derek O’Brien, Riley Osbourn, George Rains) junto con invitados especiales, bluesmen y blueswomen de ayer y de hoy.

En el capítulo de las versiones de clásicos añejos, contó con Francine Reed, la tremenda cantante descubierta por Lyle Lovett, en el sensual Milk Cow Blues; con Keb’ Mo’ en Outskirts Of Town; con la voz rota y el piano tabernario de Dr. John en los slow Black Night y Fool’s Paradise; con la inconfundible guitarra de B.B. King en The Thrill Is Gone; con Susan Tedeschi y Jimmie Vaughan en el arrollador Kansas City; con Jonny Lang en el popular Ain’t Nobody’s Business, y con el guitarrista Kenny Wayne Shepherd en Texas Flood, blues de alto octanaje popularizado por Stevie Ray Vaughan.

Más o menos, los mismos invitados aparecían en las relecturas en clave blues de algunas de las composiciones de Willie: Reed en Funny How Time Slips Away; Lang en Rainy Day Blues; King en Night Life, y, sobre todo, Tedeschi en un Crazy que, aunque parezca imposible, conseguía hacer olvidar por un momento la versión de Patsy Cline. De todas formas, convertir estas canciones al blues tampoco tenía mucho mérito, porque cuando las compuso ya les dio una sonoridad híbrida más cercana a ese género que al country.

Sin sus colaboradores especiales, Nelson también salía airoso en el slow Wake Me When It’s Over, en el Sittin’ On Top Of The World de The Mississippi Sheiks (remozado de blues rural, con guitarra slide), y en la balada country Lonely Street (con un bonito solo de armónica de su colaborador habitual, Mickey Raphael). Además de contribuir con su personal voz, se mostraba más expresivo que nunca con su guitarra Trigger, con su particular estilo de tocar, entrecortado e inseguro.

El texano le cogió gusto a lo de rodearse de colaboradores, y en The Great Divide (2002), su primer álbum para el sello Lost Highway, contó con invitados tan diversos como Lee Ann Womack, Kid Rock, Sheryl Crow, Brian McKnight y Bonnie Raitt.

El resultado fue un disco algo impersonal y alejado de las raíces, sin llegar a la atractiva experimentación de su trabajo con Daniel Lanois. Con un sonido que mezclaba programaciones, cuerdas e instrumentos acústicos con un leve tamiz country, combinaba material nuevo con versiones del Time After Time de Cindy Lauper y del Just Dropped In de The First Edition.

Para promocionar ese disco, celebró un concierto en el Ryman Auditorium de Nashville, rodeado de una lista de figuras de todos los estilos, y recogido en Stars & Guitars (2002), acreditado a Willie Nelson & Friends.

Junto a temas de The Great Divide, recuperó clásicos de su repertorio –Always On My Mind, Night Life, On The Road Again– y alguna versión sorprendente –el Dead Flowers de The Rolling Stones, con Ryan Adams, Hank III y Keith Richards; el For What It’s Worth de Buffalo Springfield, y el The Harder They Come de Jimmy Cliff–.

Las mejores aportaciones vinieron de la mano de Sheryl Crow, Ray Price, Aaron Neville, Patty Griffin, Emmylou Harris y Norah Jones, mientras que otros participantes como Toby Keith, Jon Bon Jovi, Vince Gill y Matchbox Twenty pasaron más desapercibidos. Eso sí, los mejores momentos eran los que Willie se reservaba para su banda.

Durante la primera década de los dos mil y desde su fichaje por Lost Highway, la discografía de Nelson parecía algo errática, además de abundante: tan pronto te sacaba un álbum de sonoridad reggae (Countryman, 2005) como un tributo a Cindy Walter, la compositora de Bob Wills (You Don’t Know Me, 2006), o se dejaba seducir por la producción del hiperactivo Ryan Adams (Songbird, 2006).

Por eso, se agradeció que, en su siguiente trabajo, el doble Last Of The Breed (2007), volviera a la ortodoxia. Y ese título no era pura casualidad, porque el texano se juntó con los que quizá eran los últimos de esa generación country, sus amigos Merle Haggard y Ray Price, con quienes ya había grabado discos de dúos: Pancho & Lefty (1983) y Seashores Of Old Mexico (1987) con el primero –volverían a reunirse en Django & Jimmie (2015)–, y San Antonio Rose (1980) y Run That By Me One More Time (2003) con el segundo.

Last Of The Breed era un regreso al country clásico, de la vieja escuela, representado por estilos como el western swing, el honky tonk, el hillbilly, el countrypolitan, los valses y las baladas crooner. Por eso, el trío recurrió a la producción del veterano Fred Foster y a colaboradores como el pedal steel Buddy Emmons, el violinista de los Texas Playboys Johnny Gimble y los coros de The Jordanaires. Además, invitados especiales como Vince Gill (en Heartaches By The Number) y Kris Kristofferson (en su canción Why Me).

El repertorio, cómo no, estaba a la altura de las circunstancias: canciones interpretadas en el pasado por Haggard y Nelson, anteriormente popularizadas por Bob Wills, Harlan Howard, Leon Payne, Hank Williams, Lefty Frizzell, Gene Autry y Floyd Tillman. Aunque también había alguna creación más reciente, como el Back To Earth de Nelson (de Songbird) o la nueva If I Ever Get Lucky de Haggard.

Tras Last Of The Breed el cantante volvió a sorprender con otro giro inesperado. Y si en Songbird se puso en las manos de Ryan Adams, en Moment Of Forever (2008) confió en la producción de una de las estrellas del country comercial actual, Kenny Chesney, junto con su colaborador Buddy Cannon.

En el álbum predominaba el material ajeno, y la verdad es que había de todo: la balada titular de Kris Kristofferson, la emotiva Louisiana de Randy Newman, el Gravedigger de Dave Matthews, el blues-funk Gotta Serve Somebody de Bob Dylan, el country-blues Worry B Gone de Guy Clark, a dúo con Chesney, y The Bob Song de Big & Rich.

Nelson también aportaba alguna canción propia destacable, como el country-rock atmosférico Over You Again (donde sonaba como si The Edge se encargara de las guitarras) y el trotón honky tonk You Don’t Think I’m Funny Anymore.

La productividad de Willie en los últimos años es directamente proporcional a sus bamboleos estilísticos. Y, si bien siempre se ha caracterizado por su carácter poco acomodaticio con el establishment de Nashville, en este siglo ha sorprendido incluso a sus seguidores más acérrimos.

Los golpes de timón lo han llevado del jazz –los directos con Wynton Marsalis Two Men With The Blues (2008) y Here We Go Again. Celebrating The Genius Of Ray Charles (2011)– al western swing –Willie & The Wheel (2009), con Asleep At The Wheel– y a los estándares –American Classic (2009), con Norah Jones y Diana Krall–. Tras tantos experimentos, el texano volvió al country puro y duro con un disco de título obvio, Country Music (2010).

Su compañero en este viaje retro no podía ser más adecuado: el productor T Bone Burnett, un apasionado de los sonidos añejos que lo rodeó de la mejor banda posible (entre otros, Buddy Miller, Jim Lauderdale, Stuart Duncan, Dennis Crouch y Mickey Raphael) para grabar un disco como en los años cuarenta, cuando el countrypolitan no había endulzado el género y el outlaw era una entelequia.

Nelson aportaba un único tema propio (el clásico Man With The Blues) y adaptaba tres tradicionales junto con Burnett; el resto, se componía de canciones de Ernest Tubb, Merle Travis, Doc Watson, George Jones y Hank Williams. ¿Anacrónico? Posiblemente. Pero teniendo en cuenta la basura que expulsa el Nashville actual, era un placer escuchar toda una lección de country old school a cargo de una leyenda (aún) viva.

El canon creado por Johnny Cash y Rick Rubin en los últimos trabajos del Hombre de Negro difícilmente podrá ser superado. La fórmula “leyenda del country + productor moderno + repertorio contemporáneo” funcionó con esa pareja y, aunque otros lo han intentado, no han alcanzado esa excelencia. Y tampoco Nelson lo consiguió en Heroes (2012), el álbum que supuso su regreso al sello Sony después de casi veinte años.

Porque, a la postre, lo que más destacaba en el disco eran los clásicos de toda la vida, ya grabados por él en los sesenta: los trotones western swing popularizados por Bob Wills My Window Faces The South y Home In San Antone y la excepcional balada jazzística de Floyd Tillman Cold War With You, a dúo con otro veterano, Ray Price.

Nelson también recuperaba A Horse Called Music, otro hit de su repertorio que en 1989 dio título a uno de sus álbumes para Columbia, y que aquí contaba con la complicidad de Merle Haggard.

El problema lo encontramos con las nuevas composiciones de Willie y de su hijo Lukas (cantando, además, en la mayoría de cortes): excepto el country de carretera Roll Me Up –reunía a Kris Kristofferson, Jamey Johnson y el rapero Snoop Dogg sin que la mezcla chirriara–, el resto se reducía a baladas y tiempos medios demasiado convencionales para el autor de un monumento como Crazy.

Y llegamos al asunto más peliagudo, la adaptación de material off country: el Just Breathe de Pearl Jam y el The Scientist de Coldplay eran prácticamente idénticas a las originales; solo se salvaba el góspel Come On Up To The House de Tom Waits, en parte gracias a Sheryl Crow, aunque no superaba ni de lejos al gruñón de Pomona.

Heroes era otra muesca más en la irregular carrera de Nelson, con un sonido sin riesgos (inconfundible la armónica de Mickey Raphael), seguramente por culpa del productor, Buddy Cannon (en su hoja de servicios, trabajos para Billy Ray Cyrus, Kenny Chesney… la crème de la crème del country-pop más mainstream). En manos de un Joe Henry habría sido otra cosa.

Después llegaría Let’s Face The Music And Dance (2013), otra colección de estándares; To All The Girls… (2013), un álbum de dúos con cantantes femeninas como Dolly Parton, Rosanne Cash, Sheryl Crow, Loretta Lynn, Mavis Staples, Norah Jones, Emmylou Harris y muchas más, y Band Of Brothers (2014), con nueve canciones nuevas compuestas por él.

Su producción se completaría con los tributos Summertime. Willie Nelson Sings Gershwin (2016) y For The Good Times. A Tribute To Ray Price (2016); God’s Problem Child (2017); Last Man Standing (2018); el homenaje a Frank Sinatra My Way (2018) –cuya continuación, That’s Life (2021), es su último trabajo hasta la fecha; Ride Me Back Home (2019) y First Rose Of Spring (2020).

Aparte de su copiosa discografía propia –que incluye, también, varios directos bajo la fórmula Willie Nelson & Friends, además de VH1 Storytellers (1998) con Johnny Cash–, ha colaborado con su hermana Bobbie en December Day. Willie’s Stash Vol. 1 (2014), con sus hijos Lukas y Micah en Willie And The Boys. Willie’s Stash Vol. 2 (2017) y con la banda de estos, Promise Of The Real, y con el supergrupo The Highwaymen (junto con Johnny Cash, Kris Kristofferson y Waylon Jennings).

También tuvo el dudoso cometido de trabajar con Julio Iglesias: primero, este colaboró en la canción As Time Goes By de su álbum Without A Song (1983); después, coincidieron en los singles To All The Girls I’ve Loved Before (1984) y Spanish Eyes (1988); por último, el crooner español destrozó Crazy en su álbum de 1984 del mismo título.

Y, por si fuera poco, ha participado en álbumes de tributo a Merle Haggard, Leonard Cohen, Jimmie Rodgers, Kinky Friedman, Townes Van Zandt, ZZ Top, Webb Pierce, The Carter Family, Kris Kristofferson, Blaze Foley, Fats Domino, June Carter Cash, Guy Clark, Johnny Cash y Bob Wills And His Texas Playboys.

En 2020, él mismo se convirtió en el objeto de homenaje con el doble en directo Willie Nelson American Outlaw, en el que una formación all star recreó sus canciones, con Margo Price, Steve Earle, Lyle Lovett, The Avett Brothers, Norah Jones & The Little Willies, Emmylou Harris, Kris Kristofferson, Sheryl Crow, Susan Tedeschi y Rodney Crowell, entre muchos otros.

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