discos

Discos de tributo: esto no es un Top 12

Hank Williams, uno de los artistas que ha protagonizado más homenajes

A partir de finales de los noventa, cobró fuerza el fenómeno de los álbumes de homenaje a músicos ya desaparecidos, pero también a otros en activo. Te ofrecemos un repaso a una docena de los más destacados en el ámbito de la americana por su rareza o por su excelencia.

La costumbre de grabar discos de tributo se convirtió en una de las modas más habituales (y rentables) de la industria discográfica desde finales de la década de los noventa, y ni siquiera los estilos de raíces americanas escaparon a esta tendencia.

Unos se dedicaban a artistas ya fallecidos y otros a personajes aún vivos. En el country, encontramos varios ejemplos que rendían pleitesía a los pioneros ausentes: True Life Blues. The Songs Of Bill Monroe (1996), The Songs Of Jimmie Rodgers. A Tribute (1997) o I’ll Never Get Out Of This World Alive. Hank Williams Revisited (1998).

Los artistas en activo más influyentes del género también merecieron su reconocimiento: algunos, leyendas vivas como Merle Haggard (Mama’s Hungry Eyes. A Tribute To Merle Haggard y Tulare Dust. A Songwriters’ Tribute To Merle Haggard, ambos de 1994, cuando aún vivía); otros, héroes que renovaron las raíces, como Dwight Yoakam (Will Sing For Food. The Songs Of Dwight Yoakam, 1998).

Incluso Bob Dylan ha sido reinterpretado por bluesmen

Otro tipo de homenajes era el dedicado a artistas de otros estilos: la gran familia de Nashville llevó a su terreno las canciones de los Eagles (Common Thread, 1993), Elvis Presley (It’s Now Or Never, 1994), Buddy Holly (Not Fade Away, 1996) y ZZ Top (Sharp Dressed Men, 2002), entre otros.

En el campo del blues, aparecieron discos dedicados a Howlin’ Wolf (A Tribute To Howlin’ Wolf, 1998), Muddy Waters (King Of The Blues, 1999), Mississippi John Hurt (Avalon Blues, 2001) y Fats Domino (Goin’ Home, 2007).

Y los bluesmen (y también los soulmen) adaptaron a figuras de otros géneros como Janis Joplin (Blues Down Deep, 1997), Bob Dylan (Blues On Blonde On Blonde, 2003) y Van Morrison (Vanthology, 2003).

Te proponemos una selección de doce de esos álbumes de tributo, ordenados cronológicamente, aparecidos entre finales de los noventa y los primeros dos mil, cuando el fenómeno cobró más fuerza. Probablemente hay otros mejores, pero estos destacan por su rareza o por otros motivos.

Twisted Willie (1996)

¿Grupos de grunge e indie rock cantando los temas de Willie?

Todos los que sobrevivimos al dúo de Willie Nelson con Julio Iglesias nunca nos habríamos imaginado que el cantante texano podría convertirse en un ídolo de las huestes del rock alternativo.

Dejando de lado ese lamentable desliz, lo cierto es que Willie es un rebelde del country: siempre ha luchado contra el sistema y ha hecho lo que ha querido, con la idea de que la música es para la gente y no para las discográficas.

Por todo esto, un proyecto como Twisted Willie, de la mano del indie rock y el grunge, no resultaba tan extraño. La realización del álbum surgió a instancias del mánager de Supersuckers, quien llevó la idea al productor Randall Jamail.

El resultado no era un tributo al uso: emular a Nelson sería inútil. Por eso, no incluía sus hits, sino todo lo contrario: canciones de todas las épocas que reflejaban sus temáticas habituales (carretera, amores perdidos y metafísica).

Johnny Cash abría el disco con Time Of The Preacher, un tour de force entre la austeridad acústica y la gótica electricidad de la banda integrada por Kim Thayil (guitarrista de Soundgarden), Krist Novoselic (bajista de Nirvana) y Sean Kinney (batería de Alice In Chains).

Waylon Jennings hacía doblete: en solitario (I Never Cared For You, solo su voz y la acústica de Jesse Dayton) y con el grupo L7 (Three Days sonaba como si Patsy Cline liderara una banda grunge).

Willie Nelson: rebelde admirado por los jóvenes

Otro colega, Kris Kristofferson, era relegado a un segundo plano al lado de Kelley Deal (The Breeders) en Angel Flying To Close To The Ground, el cover más excéntrico.

El tratamiento de Supersuckers (Bloody Mary Morning), The Presidents Of The United States Of America (Devil In A Sleepin’ Bag), Tenderloin (Shotgun Willie), X (Home Motel) y Best Kissers In The World (Pick Up The Tempo) transformaba las canciones de Nelson en las ráfagas del cowpunk que Jason Ringenberg popularizó.

Distinto era el punto de vista del cantante de Screaming Trees, Mark Lanegan, y del de Alice In Chains, Jerry Cantrell, al construir preciosas viñetas acústicas en She’s Not For You y I’ve Seen All This World I Care To See, respectivamente.

El álbum tenía la gran virtud de la irreverencia hecha con buenas ideas, como las de Jello Biafra (Dead Kennedys) al inventarse el spagueti wéstern-punk en Still Is Still Moving To Me; las de Gas Huffer al emborrachar I Gotta Get Drunk, o las de Jesse Dayton al dotar de una belleza de ultratumba a Sad Songs And Waltzes.

Evidentemente, los puristas podrían poner más de una pega a Twisted Willie, pero si el propio Willie Nelson se confesó satisfecho del resultado, hay poco que añadir.

Badlands. A Tribute To Bruce Springsteen’s Nebraska (2000)

Las malas tierras inspiradas por el Boss

Entre los numerosos discos de tributo, a veces se encontraban agradables rarezas. Es el caso de Badlands: no solo estaba dedicado a un artista en activo (Bruce Springsteen), sino que, además, se centraba en uno de sus mejores trabajos.

Editado en 1982, Nebraska fue el sexto álbum de Springsteen y se convirtió en el más aclamado por la crítica y el público. Grabado con un magnetófono de cuatro pistas, solo con guitarra eléctrica o acústica, armónica y voz, fue considerado un clásico.

Con su visión oscura del paraíso y sus historias de perdedores, encarnaba la sinceridad y el espíritu del hombre corriente, y recogía las influencias de Woody Guthrie y Bob Dylan.

Badlands, editado por Sub Pop, nació como una colección de canciones de artistas inspirados e influidos por Nebraska. El productor del álbum, Jim Sampas, pidió específicamente a los participantes que grabaran sus versiones solo con cuatro pistas, para mantener el espíritu del original.

El álbum original

La mayoría de los invitados en Badlands procedían de la escena de la música norteamericana con raíces (léase country, folk, blues y derivados), y de hecho eran los que obtenían mejores versiones de las canciones originales de Springsteen.

Así, Hank III adaptaba al honky tonk Atlantic City (con violín bluegrass y yodel), como si lo interpretara su legendario abuelo Hank Williams, y Los Lobos rehacían Johnny 99 en clave de rock’n’roll básico, con pinceladas de saxo y un acordeón tex-mex.

La cantante folk Dar Williams convertía en una atmosférica balada country el Highway Patrolman, y Deana Carter hacía del State Trooper un rock’n’roll acústico y ralentizado al estilo de Chris Isaak.

Ani DiFranco filtraba su voz y recurría a un punteo de guitarra profundo en una misteriosa Used Cars que encajaría en el score de Twin Peaks, y el grupo Son Volt transformaba Open All Night en una cansina balada country-rock.

El bluesman Ben Harper desnudaba aún más My Father’s House, mientras Aimeé Mann y Michael Penn brillaban con sus armonías vocales en el amargo cántico Reason To Believe.

Bruce en 1982 en la casa donde compuso el disco

En Badlands también participaban otros artistas fuera del ámbito de la americana: era el caso de la cantante de los Pretenders, Chrissie Hynde, con el sombrío Nebraska, y del grupo Crooked Fingers, con Mansion On The Hill.

El álbum se completaba con tres canciones que el Boss compuso en la época de Nebraska, pero que aparecieron en trabajos posteriores: Johnny Cash llevaba a su estilo de honky tonk solemne I’m On Fire (incluido en Born In The U.S.A., 1984).

Por su parte, el cantante de The Mavericks, Raul Malo, enriquecía con su excelente voz Downbound Train (también de Born In The U.S.A.), con toques de wéstern crepuscular, y Damien Jurado & Rose Thomas ponían a prueba la calidad de sus voces en Wages Of Sin (publicado en la caja Tracks, 1998).

A Badlands se le podían aplicar casi los mismos adjetivos que al Nebraska original: innovador, emotivo, intenso, cautivador y crudo. Ojalá todos los álbumes de tributo fueran como este.

Big Mon. The Songs Of Bill Monroe (2000)

El músculo del bluegrass

Bill Monroe (1911-1996) es reconocido como el padre del bluegrass: forjó literalmente este híbrido musical, surgido en las montañas en los años cuarenta, y su legado llega hasta nuestros días. Su influencia no solo alcanzó al country, sino también al rock’n’roll.

Por eso no es extraño que artistas del rock y del country, unidos bajo la batuta de uno de los mayores discípulos de Monroe, el cantante y mandolinista Ricky Skaggs, le rindieran tributo en Big Mon.

Sin duda, el alma de este homenaje era Skaggs, y su papel fue decisivo: emparejó artistas con canciones, cantó en dos temas (con The Dixie Chicks y con Joan Osborne), determinó la instrumentación acústica apropiada (con Jerry Douglas, Rob Ickes, Rob McCoury, etc.), y tocó en todos los cortes.

La selección de los participantes podía considerarse poco arriesgada: los que procedían del rock son conocidos por sus flirteos con las raíces (Bruce Hornsby y John Fogerty), y los que venían del country tienen una solvencia contrastada (de Dolly Parton a Dwight Yoakam). Por eso, las relecturas de los éxitos de Monroe no eran, en absoluto, radicales.

La influencia del apellido Monroe

¿Las mejores aportaciones? Steve Wariner acercaba Heavy Traffic Ahead al western swing, Fogerty fundía el sonido añejo de la grabación original de Blue Moon Of Kentucky con su interpretación en clave de neorockabilly eléctrico, las Dixie Chicks demostraban que eran algo más que un trío de caras bonitas en Walk Softly y Yoakam recuperaba sus raíces de Kentucky en el honky tonk Rocky Road Blues.

También encontrábamos otras agradables sorpresas: la dulce voz de Parton en el delicioso vals Cry, Cry Darlin’; la habilidad de Travis Tritt con el banjo en el trotón My Little Georgia Rose; la inesperada faceta góspel de Charlie Daniels en I Am A Pilgrim, y el anticipo del regreso rural de Patty Loveless en Close By.

No había que olvidar tampoco a Mary Chapin Carpenter (con el luminoso Blue Night), a Osborne (con el cántico hillbilly de sabor religioso On The OId Kentucky Shore) ni a Hornsby (con la murder ballad Darlin’ Corey).

Como no podía ser de otra manera, el disco se cerraba con el instrumental Big Mon, una reunión de virtuosos del bluegrass que incluía cuatro violines, cuatro banjos, cuatro mandolinas y dos guitarras acústicas, con solistas como Béla Fleck.

Steve Wariner dijo de Bill Monroe que “su contribución al mundo de la música en general no tiene precedentes: su influencia va del rockabilly al country, al bluegrass, al rock’n’roll…”. Si había alguna duda, con este álbum quedó disipada.

Rollin’ Into Memphis. Songs Of John Hiatt (2000)

El mundo del blues, a los pies de Hiatt

Las canciones más famosas de John Hiatt han sido versionadas por Suzy Boggus, Rosanne Cash y Emmylou Harris en el country, y Bonnie Raitt, Neville Brothers, Johnny Adams y Buddy Guy en el blues. En 1993 ya se le dedicó Love Gets Strange, aunque solo era una compilación de temas ya grabados.

Por eso, era lógico un nuevo homenaje que viniera precisamente de esos estilos con raíces. Las canciones escogidas procedían de discos de Hiatt como Riding With The King (1983), Bring The Family (1987), Stolen Moments (1990) y Walk On (1995). El álbum reunía a artistas de folk, de blues, de zydeco y de country.

Entre las versiones destacaban It Hasn’t Happened Yet, convertida por Terrance Simien al soul de Louisiana, con los Neville Brothers como referente, y Love Like Blood, otra balada soul a cargo de Kenny Neal a la que solo le faltaban los metales para ser perfecta, y que permitía al guitarrista lucirse también como cantante.

También Feels Like Rain, adaptada a la rítmica second line de Nueva Orleans por Tab Benoit (voz y guitarra) y Raful Neal (voz); Real Fine Love, con Chris Smither (voz y guitarra), más cerca del folk, y Back Of My Mind, en clave de two step acústico, con violín protagonista y la voz de Cliff Eberhardt.

John Hiatt: canciones para todos los estilos. Foto: Jim McGuire

Otras adaptaciones acertadas eran las de C. J. Chenier, con Falling Up convertido en un bailable y trepidante zydeco con el acordeón protagonista; Irma Thomas, con el acelerado rhythm’n’blues Old Habits Are Hard To Break, y Kris Wiley (voz y guitarra) y James Cotton (armónica), con el trotón country-blues Wrote It Down.

Completaban el elenco Colin Linden (voz y guitarra), con la balada soul-góspel The River Knows Your Name, y Patty Larkin (voz y guitarra), con una desnuda y algo desangelada Have A Little Faith In Me, que por desgracia no conseguía superar la original de Hiatt, al quitarle el sentimiento góspel que tenía.

Más honesto que pretencioso, Rollin’ Into Memphis demostraba, una vez más, la calidad de las canciones de John Hiatt y su capacidad para ser adaptadas a otros estilos, así como lo cerca que está el compositor de la música norteamericana con raíces.

Caught In The Webb. A Tribute To The Legendary Webb Pierce (2002)

El Mr. Número 1 del honky tonk en los cincuenta

Webb Pierce (1921-1991) fue una figura del honky tonk de los años cincuenta, con más números 1 que cualquier otro artista en esa década, intérprete de hits como Wondering (1952), There Stands The Glass (1953), Slowly (1954), More And More (1954), In The Jailhouse Now (1955), Love Love Love (1955) o I Don’t Care (1955).

La reunión de estrellas en este tributo, coordinado y producido por la cantautora Gail Davies (quien se reservaba la adaptación de Love Love Love), era impresionante.

Destacaban las intervenciones de Dale Watson (con In The Jailhouse Now, acompañado por los míticos The Jordanaires), Mandy Barnett (con Slowly), Rosie Flores (con I Ain’t Never) y Dwight Yoakam, con If You Were Me (And I Were You).

Igualmente brillaban Emmylou Harris (con Wondering), Robbie Fulks & Joy Lynn White (con Tupelo County Jail), The Del McCoury Band (con I’m Walking The Dog), Guy Clark (con Honky Tonk Song, también con los Jordanaires) y Kevin Welch & Deborah Pierce (con Why Baby Why).

Y la lista seguía con clásicos como Charley Pride (con I’m Tired), George Jones (con Yes I Know Why) y Willie Nelson (con That’s Me Without You), y contemporáneos como BR549 (con There Stands The Glass) y Pam Tillis (con No Love Have I, de nuevo con los Jordanaires), entre otros.

Don’t Let The Bastards Get You Down. A Tribute To Kris Kristofferson (2002)

Reconocimento al talento de un gran compositor

A pesar de ser un personaje iconoclasta, a Kris Kristofferson nadie le puede negar su gran talento como compositor. Por eso, este disco, que rendía tributo a sus mejores creaciones (como Me And Bobby McGee, For The Good Times o Help Me Make It Through The Night, procedentes de sus primeros álbumes, grabados a principios de los setenta), demostraba la calidad de su repertorio.

Algunos de los artistas participantes respetaban el sonido country original, como Chuck Prophet con Loving Her Was Easier, Jon Langford & Chip Taylor con Help Me Make It Through The Night, Kelly Hogan con Why Me y Paul Burch & The WPA Ballclub con The Pilgrim (Chapter 33).

Pero la mayoría jugaba a las perversiones: unos llevaban las canciones a su sonido propio (Tom Verlaine con The Hawk), otros las deformaban (John Doe con Me And Bobby McGee) o las desnudaban (Hanna Marcus & Mark Kozelek con Lights Of Magdala), y algunos incluso experimentaban con la electrónica (Polara con Just The Other Side Of Nowhere).

Kristofferson también fue objeto de otro homenaje destacable, The Pilgrim. A Celebration Of Kris Kristofferson (2006), en el que colaboraron Todd Snider, Shooter Jennings, Rosanne Cash, Rodney Crowell, Emmylou Harris, Willie Nelson, Bruce Robison e incluso el actor Russell Crowe.

Johnny’s Blues. A Tribute To Johnny Cash (2003)

El Hombre de Negro desde la perspectiva del blues

Cuando una canción es buena, es buena, y se adapta a cualquier estilo e intérprete. En este sentido, el cancionero de Johnny Cash (1932-2003) es una mina, y prueba de ello es la cantidad de álbumes de tributo que aparecieron en torno a su figura.

Algunos, poco antes de su muerte: Kindred Spirits. A Tribute To The Songs Of Johnny Cash (2002) –con Bob Dylan, Little Richard, Bruce Springsteen, Dwight Yoakam, Steve Earle, Marty Stuart, Hank Williams Jr. y Rosanne Cash– y Dressed In Black. A Tribute To Johnny Cash (2002), con músicos country más alternativos como Hank III, Robbie Fulks, Dale Watson, Chuck Mead y Rosie Flores.

Otros, ya después de su fallecimiento, como Dear Johnny… A Tribute To Cash (2004), con nombres procedentes de las escenas cowpunk, rockabilly, psicobilly y punk, como Supersuckers, Speedbuggy USA, Bastard Sons Of Johnny Cash, Eddie Spaghetti y Jesse Dayton.

Johnny’s Blues. A Tribute To Johnny Cash pretendía abordar las canciones del Hombre de Negro desde la perspectiva del blues en todos sus estilos, y la verdad es que lo conseguía con buenos resultados.

Johnny Cash, otro de los artistas más reverenciados

Las mejores adaptaciones corrían a cargo de Paul Reddick (el excelente country-blues Train Of Love), Clarence Gatemouth Brown (Get Rhythm en clave de swing de Texas), Maria Muldaur (un Walking The Blues en la tradición del Delta) y Corey Harris (un Redemption con base rítmica rastafari).

También brillaban Kevin Breit (el guitarrista de Norah Jones, con un Send A Picture Of Mother en versión instrumental al estilo blues-mariachi), Colin Linden (con un Big River donde acentuaba los sonidos de Nueva Orleans) y Mavis Staples (con un Will The Circle Be Unbroken mezcla de góspel y blues rural).

Otros participantes destacados eran Chris Thomas King (con un Rock Island Line a lo Lead Belly), Garland Jeffreys (con un I Walk The Line aliñado con acordeón zydeco) y Blackie & The Rodeo Kings (con un Folsom Prison Blues ensuciado con guitarras afiladas).

Completaban el elenco Harry Manx (con un Long Black Veil con elementos hindúes), Alvin Youngblood Hart (con un austero Sunday Mornin’ Comin’ Down) y Sleepy LaBeef (con un rockabilly Frankie’s Man Johnny).

Just Because I’m A Woman. Songs Of Dolly Parton (2003)

Una gran autora de canciones

Dolly Parton se considera ante todo una compositora, y, de hecho, Just Because I’m A Woman era un merecido tributo a su talento como tal. Las artistas implicadas procedían básicamente del country, del más auténtico al más comercial, del más ortodoxo al más evolucionado.

Así se explicaba la presencia de Alison Krauss (9 To 5), Shelby Lynne (The Seeker), Kasey Chambers (Little Sparrow), Allison Moorer (Light Of A Clear Blue Morning) y hasta Shania Twain (Coat Of Many Colors, con Alison Krauss & Union Station).

El talento de Dolly también atrajo a artistas de otros estilos, y resultaban igual de interesantes las aportaciones de Norah Jones (The Grass Is Blue), Sinéad O’Connor (Dagger Through The Heart), Me’Shell N’Degéocello (Two Doors Down), Joan Osborne (Do I Ever Cross Your Mind) y Melissa Etheridge (la inevitable I Will Always Love You).

Solo se le podían poner dos pegas al álbum: la ausencia de artistas cuya participación podría haber sido interesante (Gillian Welch, Nanci Griffith, las Dixie Chicks…), y la poca seriedad de Emmylou Harris al incluir un cover grabado en 1978, To Daddy, en lugar de aportar algo nuevo.

Como bonus track final, la homenajeada interpretaba una nueva versión de la canción que daba título al álbum.

Gotta Serve Somebody. The Gospel Songs Of Bob Dylan (2003)

Cuando Dylan vio a Dios

A finales de los años setenta, Bob Dylan vio la luz, y grabó una trilogía de álbumes de contenido religioso: Slow Train Coming (1979) –su primer disco tras su conversión al cristianismo–, Saved (1980) y Shot Of Love (1981).

Dos décadas después, talentos del góspel históricos –Shirley Caesar con Gotta Serve Somebody, Fairfield Four con Are You Ready, Mighty Clouds Of Joy con Saved– y más contemporáneos –Sounds Of Blackness con Solid Rock, Aaron Neville con Saving Grace, Chicago Mass Choir con Pressing On– se reunieron en Gotta Serve Somebody.

En las poderosas voces y apasionadas interpretaciones de estos artistas, las canciones de Dylan –cinco de ellas, pertenecientes a los dos primeros discos de la trilogía cristiana– se transformaban en himnos: algunas acentuaban la rítmica del blues, del funk o del góspel más bailable, y las otras encontraban en la intimidad de las baladas el camino más rápido al cielo.

Al final del álbum, Dylan aportaba su toque canalla junto a Mavis Staples en un Gonna Change My Way Of Thinking reconstruido.

Brown Eyed Handsome Man. Saint Louis Salutes The Father Of Rock & Roll (2004)

El poco conocido tributo en vida a Chuck Berry

John Lennon dijo una vez que “si intentaras darle al rock’n’roll otro nombre, deberías llamarlo Chuck Berry”. Y este álbum era un tributo de diversas bandas de Saint Louis al artista más notable surgido en esa ciudad.

Los que estuvieran acostumbrados a los discos de homenaje con grandes nombres, aquí no los encontrarían. Al contrario, con la excepción de Jay Farrar, Fontella Bass, The Skeletons y The Bottle Rockets, el resto de los implicados eran menos conocidos.

Pero la estrella aquí era Chuck Berry (1926-2017) –aún vivo cuando se editó el álbum– y lo cierto es que, en las versiones de estos diecinueve artistas, sus grandes canciones crecían al adaptarse a un amplio espectro de estilos musicales sin perder un ápice de calidad.

Brown Eyed Handsome Man se abría con la rotunda sensualidad de la diva del rhythm’n’blues Fontella Bass aplicada al tema titular. Las relecturas más sabrosas nos llegaban de la mano de Farrar (el denso blues Why Should We End This Way, solo con su guitarra eléctrica) y los Bottle Rockets (el brioso y vacilón roots rock Come On).

Uno de los pioneros del rock’n’roll

Y excelentes eran los covers de Fairchild (el honky tonk-soul Almost Grown), The Skeletons (el hillbilly recitado Jaguar & Thunderbird), Soulard Blues Band (el tabernario rhythm’n’blues No Money Down), Gumbohead (el zydeco You Never Can Tell) y The Orbits (el trotón hillbilly Thirty Days, con pedal steel).

También resultaban interesantes las aportaciones de Waterloo (la ruidosa No Particular Place To Go, apoyada en percusiones, bajo pesado y guitarras distorsionadas), Bob Reuter & Palookaville (un Bye Bye Johnny con violín) y Rockhouse Ramblers (el honky tonk Tulane).

En la misma categoría encontrábamos a Tinhorn (la psicodélica Club Nitty Gritty), The Gentleman Callers (el Ramona Say Yes tal como lo adaptaría un grupo de beat inglés de los sesenta), The Phonocaptors (la punk Little Queenie) y Magnolia Summer (la deconstruida Around & Around).

En cambio, otros se mantenían más fieles al sonido rock’n’roll original de Chuck Berry, como Earl (Beautiful Delilah), Highway Matrons (Sweet Little Sixteen) y Trip Daddys (Johnny B. Goode).

Hard-Headed Woman: A Celebration Of Wanda Jackson (2004)

Honores para la Reina del Rockabilly

Apodada la Reina del Rockabilly, Wanda Jackson fue la primera artista femenina de rock’n’roll, con canciones tan electrizantes como las de Jerry Lee Lewis, y un precedente del espíritu punk por su actitud rebelde de “hacerlo a mi manera o no hacerlo”.

En los textos de Hard-Headed Woman: A Celebration Of Wanda Jackson, editado por Bloodshot, se leía: “No hay nada como un puñado de renegados rindiendo tributo a una renegada”. Y es que, para celebrar las canciones de Wanda, se juntó una selección de lo mejor del alt. country, con una participación mayoritaria de féminas.

Las mejores aportaciones correspondían a Carolyn Mark (Hot Dog, That Made Him Mad), Anna Fermin (The Box It Came In), Kelly Hogan (la torch song Right Or Wrong), Neko Case (el Brown-Eyed Handsome Man de Chuck Berry), Candye Kane (el arrollador Rock Your Baby), Laura Cantrell (el melódico Wasted) y Kristi Rose (el sensual This Should Go On Forever).

El pabellón masculino quedaba bien alto gracias a Asylum Street Spankers (el dixie Funnel Of Love), Robbie Fulks (el histriónico Tears At The Grand Ol’ Opry), Wayne Hancock (el explosivo Let’s Have A Party) y Jesse Dayton (Both Sides Of The Line). Ya fuera en clave de honky tonk, blues, rockabilly o swing, Wanda recibió el mejor de los homenajes.

The Unbroken Circle. The Musical Heritage Of The Carter Family (2004)

En familia

Este fue un proyecto que podría describirse, sin ningún rubor, como un family affair, es decir, un asunto familiar, ya que incluía a diversas generaciones de artistas vinculadas por la vía sanguínea con The Carter Family, el pionero grupo de country-folk.

Era inevitable la presencia de Johnny Cash (con el vals bluegrass Engine One-Forty-Three) y de su mujer June Carter Cash (Hold Fast To The Right), y la de sus hijos Rosanne Cash (con el precioso vals The Winding Stream) y John Carter Cash (como productor).

Tampoco faltaban a esta cita tan especial el exyerno del Hombre de Negro, Marty Stuart (en Never Let The Devil Get The Upper Hand Of You), ni otros descendientes de los Carter, como Janette y Joe Carter (en Little Moses).

Maybelle, A.P. y Sara Carter: el origen

El resto se completaba con viejos amigos como George Jones (en el hillbilly eléctrico Worried Man Blues), Emmylou Harris (en el cántico On The Sea Of Galilee, con armonías de las Peasall Sisters), Willie Nelson (solo con su voz y su guitarra en You Are My Flower) y John Prine (con la energía rockabilly de Bear Creek Blues).

También estaban The Del McCoury Band (en el bluegrass Rambling Boy), Norman y Nancy Blake (con Tim O’Brien en Black Jack David), The Nitty Gritty Dirt Band con Kris Kristofferson (en Gold Watch And Chain) y The Whites (con Ricky Skaggs en Will My Mother Know Me There?).

Y algunas voces más recientes se añadieron a la fiesta, como Shawn Colvin (con Earl y Randy Scruggs en la deliciosa Single Girl, Married Girl) y Sheryl Crow (con No Depression In Heaven).

Una última curiosidad: el título de este homenaje aludía a una de las canciones más célebres popularizadas por la Carter Family, Will The Circle Be Unbroken que, por cierto, no se incluía en el álbum.

Además…

En las páginas de Ciudad Criolla hemos hablado de otros álbumes de tributo como Hound Dog Taylor. A Tribute (1997), The Pine Valley Cosmonauts Salute The Majesty Of Bob Wills. The King Of Western Swing (1998), Return Of The Grievous Angel. A Tribute To Gram Parsons (1999), Hank Williams Timeless (2001), I’ve Always Been Crazy y Lonesome, On’ry And Mean –ambos de 2003 y dedicados a Waylon Jennings–, Touch My Heart. A Tribute To Johnny Paycheck (2004), The Best Is Yet To Come. The Songs Of Cy Coleman (2009), Twistable Turnable Man. A Musical Tribute To The Songs Of Shel Silverstein (2010), Rave On Buddy Holly (2011), The Musical Mojo Of Dr. John. Celebrating Mac And His Music (2016) y The Life & Songs Of Emmylou Harris (2016).

Deja un comentario